La luna brilla intensamente sobre el campamento de Stormwood, iluminando el evento que se celebra esta noche. La manada se ha reunido para conmemorar la llegada de una nueva primavera, un tiempo de renovación y esperanza. Fuegos arden en varios puntos, y las risas y los cantos de los miembros de la manada llenan el aire fresco con una energía vibrante. Sin embargo, para Lia, este festín se siente como un mar de caras desconocidas y voces lejanas.
Desde la distancia, Lia observa a los otros, disfrutando de su compañía y de la música que resuena en el aire. Ella se encuentra al borde de la multitud, sintiéndose pequeña y fuera de lugar, como si la vida que se desarrolla ante ella no fuera más que un espectáculo en el que no tiene parte. Aun así, la calidez de la noche y la atmósfera festiva hacen que su corazón se llene de un ligero optimismo. Es entonces cuando su mirada se encuentra con la figura dominante de Einar. Él está en el centro del grupo, rodeado por otros alfas y guerreros, su presencia imponente opacando a todos los demás. La luz del fuego resalta sus rasgos angulosos y la intensidad de su mirada. Lia siente cómo su corazón late con más fuerza; no puede evitarlo. Algo en su postura, en la forma en que se mueve, la hipnotiza. Einar emana una fuerza que la atrae y la asusta a la vez. A pesar de su deseo de ser vista, Einar parece no notar su presencia. Su mirada se desplaza por la multitud, evaluando y discutiendo en voz baja, su tono grave y autoritario dominando la conversación. Para Lia, la arrogancia que a menudo se asocia con él se siente como una barrera impenetrable. Él está en su mundo, y ella en el suyo. Mientras observa, se da cuenta de que Einar la ignora por completo. Es como si ella no existiera para él, un simple fantasma entre muchos. Aunque su corazón se siente pesado por la indiferencia que muestra, la realidad la empuja a resignarse. Ella no tiene el poder de acercarse a él, de romper esa distancia que se siente tangible y fría. En cambio, se queda ahí, en su rincón, buscando consuelo en los rostros de los demás y en la música que se eleva en el aire. La noche avanza y, aunque su corazón anhela que algo cambie, Lia se siente cada vez más aislada. Las risas y los bailes continúan, pero a medida que las horas pasan, la energía comienza a desvanecerse, como si la luna misma estuviera cansada. Ella se da cuenta de que no puede permanecer como una observadora pasiva. Se atreve a dar un paso hacia el fuego, sintiendo la calidez en su piel mientras se une a un pequeño grupo que canta una melodía suave. El sonido de su voz, aunque tímido, se mezcla con el de los demás. En ese momento, Lia siente una pequeña chispa de pertenencia. La música fluye a su alrededor, y por un breve instante, se olvida de la presencia de Einar. Pero esa sensación dura poco. Cuando sus ojos se vuelven a encontrar con los de Einar, su corazón se detiene. Él la observa ahora, y su expresión es neutral, casi indiferente. Sin embargo, hay algo en su mirada que la hace estremecerse. Un destello de curiosidad, tal vez, o de desdén; no puede saberlo. La música termina y la gente a su alrededor comienza a dispersarse. Lia siente cómo la multitud se va desvaneciendo, dejándola sola una vez más. Pero antes de que se aleje, Einar se gira, y sus ojos se encuentran nuevamente. Él se acerca a ella, y su corazón late desbocado. —¿Alfa? —pregunta Lia, con un hilo de voz. —Tú —dice Einar, su tono grave cortando el aire como un cuchillo—. ¿Por qué no te mezclas con el resto? Eres parte de la manada, ¿no? Lia traga saliva, sintiendo su rostro sonrojarse. Ella abre la boca para responder, pero Einar no le da la oportunidad. —Deja de quedarte ahí parada como una inservible —la interrumpe, sus palabras son como un golpe—. Si no te esfuerzas por ser útil, ¿para qué estás aquí? Lia siente que el mundo se desmorona a su alrededor. Las palabras de Einar la golpean, y su corazón se encoge. —Yo… yo solo… —¿Solo qué? —lo interrumpe Einar, su mirada incisiva evaluándola—. ¿Solo deseas ser un espectador en tu propia vida? A este ritmo, ni siquiera serás recordada. El silencio que sigue es abrumador. Lia lucha por encontrar sus palabras, pero nada sale. La desilusión y el dolor la ahogan. —No quiero… —susurra, sintiéndose pequeña y vulnerable—. Solo trato de hacer lo que puedo… —¿Qué puedes hacer, exactamente? —Einar la mira con desdén—. ¿Limpiar? ¿Cocinar? Esto no es un hogar, Lia. Esto es una manada. Si no puedes contribuir de alguna manera, ¿qué sentido tiene tu presencia? La fría realidad de sus palabras la golpea como un puño. Lia siente cómo sus ojos se llenan de lágrimas, pero se esfuerza por mantener la compostura. —Solo… —intenta nuevamente, pero Einar no parece interesado en escucharla. —Quizás deberías dejar de soñar y empezar a actuar —concluye, girándose con desdén—. La próxima vez que nos reunamos, espero que me traigas algo más que tus sueños vacíos. Con eso, Einar se aleja, dejándola sola en medio de la multitud que se dispersa. Lia se siente despojada de cualquier atisbo de esperanza. La conexión que había anhelado, el reconocimiento que había deseado, se desvanecen en un instante. Su corazón late desbocado, y la tristeza se convierte en un nudo en su pecho. No puede evitar que las lágrimas caigan. En su mundo tranquilo y sencillo, nunca había imaginado que podría ser tan hiriente la indiferencia de alguien. Mientras los demás continúan con la celebración, Lia se aleja, sintiendo la presión del dolor en su pecho. Su vida en la manada, tan sencilla y tranquila, ahora parece un eco distante de lo que podría haber sido. Pero en lo más profundo, una pequeña chispa de determinación comienza a encenderse. Si Einar no la ve, tal vez ella debería esforzarse más por ser vista, no por él, sino por ella misma. Tal vez, solo tal vez, merezca más de lo que ha creído.La mañana en Stormwood comienza tranquila. El sol apenas se asoma entre los árboles altos, lanzando destellos de luz que atraviesan la bruma. Einar recorre el campamento en silencio, observando a su gente mientras entrenan y organizan sus tareas diarias. Su expresión es imperturbable, como siempre, con esa frialdad que todos conocen y temen. Es el Alfa, un líder que no muestra debilidad. La severidad es su constante, y la distancia su escudo. Sin embargo, hay algo en él que lo incomoda, algo que ha sentido desde el evento de la noche anterior. Su mente, por más que intenta alejarla, vuelve una y otra vez a una imagen inesperada: la de Lia. La simple omega que había mirado con desdén y a la que había dirigido sus palabras más duras. No es la primera vez que ha hablado de esa forma con alguien, pero con ella… algo se siente distinto. ¿Por qué esa escena insignificante se ha quedado en su mente? La voz de uno de sus guerreros interrumpe sus pensamientos. —Alfa, ¿tenemos alguna instruc
Lía está concentrada en la tarea que le asignaron: recolectar hierbas para el sanador de la manada. Es una tarea humilde, pero a ella no le importa; al contrario, disfruta de la calma y el tiempo en el bosque. La brisa fresca, los sonidos de los pájaros y el aroma de la tierra la relajan, haciéndola olvidar por un momento su posición como Omega.Al regresar, mientras atraviesa el patio principal con el cesto lleno de plantas, se cruza inesperadamente con Einar, quien va acompañado de varios miembros de su círculo cercano. La intensidad de su presencia la hace detenerse en seco. El Alfa impone respeto con solo su presencia, y sus ojos fríos y serenos la observan con esa dureza que siempre la hace sentir pequeña. Sin embargo, cuando Lía baja la cabeza en señal de respeto y trata de pasar rápidamente, su cesto se engancha en una rama baja, haciendo que varias hierbas se derramen al suelo frente a él.Einar la observa, sus ojos brillando con un destello de irritación. Ella se apresura a a
Einar camina por los terrenos de la manada con paso firme, su rostro impenetrable. En su mente, sin embargo, la confusión es total. Lía está ahí, en cada rincón de sus pensamientos. La imagen de su rostro, su delicada figura y la suave forma en la que había levantado la cabeza cuando lo miraba… todo eso se le ha quedado grabado. No puede olvidarla. Intenta concentrarse en lo que está haciendo: los problemas dentro de su manada, las tensiones con los otros Alfas, pero cada vez que cierra los ojos, es su rostro lo que ve. La verdad lo desquicia. No la desea como cualquier otra mujer. No es solo atracción física. Algo más profundo, más inexplicable, lo hace pensar en ella cada minuto del día. En su mente resuenan las palabras que se había dicho a sí mismo: Solo una Omega. ¿Por qué me molesta tanto? Su orgullo lo rechaza, pero algo dentro de él no puede callar la necesidad de encontrarla. Al regresar a su hogar, encuentra a Axel, uno de los miembros más cercanos a él, en la sala prin
Einar camina por el bosque con la cabeza en alto, el pecho firme, y cada paso que da es una demostración de su fuerza y de su dominio absoluto. Para los suyos, él es mucho más que el alfa de la manada Stormwood; es la encarnación de su legado, el protector que no teme a nadie, ni siquiera a sus enemigos más mortales. Desde temprana edad, fue educado en la dureza de los inviernos y en la rudeza de la selva, en las estrategias de lucha y en la crueldad que supone ser el líder de una manada salvaje. Einar no recuerda un día de su vida en el que no haya tenido que demostrar su valor, su destreza y su autoridad.Nació para mandar, pero con el peso del liderazgo vinieron las expectativas y, con ellas, la frialdad. Ser líder no le permitía el lujo de mostrar vulnerabilidad ni debilidad. Sus padres, los anteriores alfas, se aseguraron de que cada error fuera corregido con lecciones severas, y él aprendió que cualquier indicio de compasión o duda se pagaba caro. Esa fue la clave para convertir
Lia camina lentamente por el bosque, disfrutando de la suave brisa y el aroma a tierra húmeda que flota en el aire. Sus pasos son ligeros, casi imperceptibles; se ha acostumbrado a moverse con discreción, a ser una sombra más entre los árboles, casi invisible. En el campamento, es fácil pasar desapercibida. No se trata solo de su posición como omega, sino de su propia naturaleza; siempre ha preferido el silencio y la paz por encima de la agitación y los enfrentamientos que caracterizan la vida en la manada.Con una sonrisa tenue, Lia se detiene para observar una pequeña flor blanca que crece en la base de un árbol robusto. Su madre solía decirle que estas flores eran símbolo de esperanza, de que siempre había algo bueno incluso en los rincones más oscuros del bosque. Y aunque la vida en Stormwood puede ser dura, ella se aferra a esos pequeños destellos de belleza que encuentra en su camino, como esta flor solitaria que desafía la dureza del suelo para florecer.Lia es una joven de esp