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Capítulo 3 - El encuentro

La luna brilla intensamente sobre el campamento de Stormwood, iluminando el evento que se celebra esta noche. La manada se ha reunido para conmemorar la llegada de una nueva primavera, un tiempo de renovación y esperanza. Fuegos arden en varios puntos, y las risas y los cantos de los miembros de la manada llenan el aire fresco con una energía vibrante. Sin embargo, para Lia, este festín se siente como un mar de caras desconocidas y voces lejanas.

Desde la distancia, Lia observa a los otros, disfrutando de su compañía y de la música que resuena en el aire. Ella se encuentra al borde de la multitud, sintiéndose pequeña y fuera de lugar, como si la vida que se desarrolla ante ella no fuera más que un espectáculo en el que no tiene parte. Aun así, la calidez de la noche y la atmósfera festiva hacen que su corazón se llene de un ligero optimismo.

Es entonces cuando su mirada se encuentra con la figura dominante de Einar. Él está en el centro del grupo, rodeado por otros alfas y guerreros, su presencia imponente opacando a todos los demás. La luz del fuego resalta sus rasgos angulosos y la intensidad de su mirada. Lia siente cómo su corazón late con más fuerza; no puede evitarlo. Algo en su postura, en la forma en que se mueve, la hipnotiza. Einar emana una fuerza que la atrae y la asusta a la vez.

A pesar de su deseo de ser vista, Einar parece no notar su presencia. Su mirada se desplaza por la multitud, evaluando y discutiendo en voz baja, su tono grave y autoritario dominando la conversación. Para Lia, la arrogancia que a menudo se asocia con él se siente como una barrera impenetrable. Él está en su mundo, y ella en el suyo.

Mientras observa, se da cuenta de que Einar la ignora por completo. Es como si ella no existiera para él, un simple fantasma entre muchos. Aunque su corazón se siente pesado por la indiferencia que muestra, la realidad la empuja a resignarse. Ella no tiene el poder de acercarse a él, de romper esa distancia que se siente tangible y fría. En cambio, se queda ahí, en su rincón, buscando consuelo en los rostros de los demás y en la música que se eleva en el aire.

La noche avanza y, aunque su corazón anhela que algo cambie, Lia se siente cada vez más aislada. Las risas y los bailes continúan, pero a medida que las horas pasan, la energía comienza a desvanecerse, como si la luna misma estuviera cansada. Ella se da cuenta de que no puede permanecer como una observadora pasiva. Se atreve a dar un paso hacia el fuego, sintiendo la calidez en su piel mientras se une a un pequeño grupo que canta una melodía suave.

El sonido de su voz, aunque tímido, se mezcla con el de los demás. En ese momento, Lia siente una pequeña chispa de pertenencia. La música fluye a su alrededor, y por un breve instante, se olvida de la presencia de Einar. Pero esa sensación dura poco. Cuando sus ojos se vuelven a encontrar con los de Einar, su corazón se detiene. Él la observa ahora, y su expresión es neutral, casi indiferente. Sin embargo, hay algo en su mirada que la hace estremecerse. Un destello de curiosidad, tal vez, o de desdén; no puede saberlo.

La música termina y la gente a su alrededor comienza a dispersarse. Lia siente cómo la multitud se va desvaneciendo, dejándola sola una vez más. Pero antes de que se aleje, Einar se gira, y sus ojos se encuentran nuevamente. Él se acerca a ella, y su corazón late desbocado.

—¿Alfa? —pregunta Lia, con un hilo de voz.

—Tú —dice Einar, su tono grave cortando el aire como un cuchillo—. ¿Por qué no te mezclas con el resto? Eres parte de la manada, ¿no?

Lia traga saliva, sintiendo su rostro sonrojarse. Ella abre la boca para responder, pero Einar no le da la oportunidad.

—Deja de quedarte ahí parada como una inservible —la interrumpe, sus palabras son como un golpe—. Si no te esfuerzas por ser útil, ¿para qué estás aquí?

Lia siente que el mundo se desmorona a su alrededor. Las palabras de Einar la golpean, y su corazón se encoge.

—Yo… yo solo…

—¿Solo qué? —lo interrumpe Einar, su mirada incisiva evaluándola—. ¿Solo deseas ser un espectador en tu propia vida? A este ritmo, ni siquiera serás recordada.

El silencio que sigue es abrumador. Lia lucha por encontrar sus palabras, pero nada sale. La desilusión y el dolor la ahogan.

—No quiero… —susurra, sintiéndose pequeña y vulnerable—. Solo trato de hacer lo que puedo…

—¿Qué puedes hacer, exactamente? —Einar la mira con desdén—. ¿Limpiar? ¿Cocinar? Esto no es un hogar, Lia. Esto es una manada. Si no puedes contribuir de alguna manera, ¿qué sentido tiene tu presencia?

La fría realidad de sus palabras la golpea como un puño. Lia siente cómo sus ojos se llenan de lágrimas, pero se esfuerza por mantener la compostura.

—Solo… —intenta nuevamente, pero Einar no parece interesado en escucharla.

—Quizás deberías dejar de soñar y empezar a actuar —concluye, girándose con desdén—. La próxima vez que nos reunamos, espero que me traigas algo más que tus sueños vacíos.

Con eso, Einar se aleja, dejándola sola en medio de la multitud que se dispersa. Lia se siente despojada de cualquier atisbo de esperanza. La conexión que había anhelado, el reconocimiento que había deseado, se desvanecen en un instante. Su corazón late desbocado, y la tristeza se convierte en un nudo en su pecho. No puede evitar que las lágrimas caigan. En su mundo tranquilo y sencillo, nunca había imaginado que podría ser tan hiriente la indiferencia de alguien.

Mientras los demás continúan con la celebración, Lia se aleja, sintiendo la presión del dolor en su pecho. Su vida en la manada, tan sencilla y tranquila, ahora parece un eco distante de lo que podría haber sido. Pero en lo más profundo, una pequeña chispa de determinación comienza a encenderse. Si Einar no la ve, tal vez ella debería esforzarse más por ser vista, no por él, sino por ella misma. Tal vez, solo tal vez, merezca más de lo que ha creído.

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