Capítulo 2 - Lia

Lia camina lentamente por el bosque, disfrutando de la suave brisa y el aroma a tierra húmeda que flota en el aire. Sus pasos son ligeros, casi imperceptibles; se ha acostumbrado a moverse con discreción, a ser una sombra más entre los árboles, casi invisible. En el campamento, es fácil pasar desapercibida. No se trata solo de su posición como omega, sino de su propia naturaleza; siempre ha preferido el silencio y la paz por encima de la agitación y los enfrentamientos que caracterizan la vida en la manada.

Con una sonrisa tenue, Lia se detiene para observar una pequeña flor blanca que crece en la base de un árbol robusto. Su madre solía decirle que estas flores eran símbolo de esperanza, de que siempre había algo bueno incluso en los rincones más oscuros del bosque. Y aunque la vida en Stormwood puede ser dura, ella se aferra a esos pequeños destellos de belleza que encuentra en su camino, como esta flor solitaria que desafía la dureza del suelo para florecer.

Lia es una joven de espíritu apacible, dulce y soñador. Siempre ha sido así, una chispa de bondad en un mundo que no parece hecho para personas como ella. Los otros omegas a veces le reprochan su falta de ambición, su falta de deseo de destacar. Algunos incluso le han sugerido que trate de hacerse notar, de mostrar sus habilidades a los alfas, de demostrar que puede ser más. Pero a Lia no le interesa. No quiere poder, ni reconocimiento. Prefiere la tranquilidad de su mundo sencillo, lejos de las miradas severas y las expectativas rígidas de los líderes de la manada.

Su rutina es modesta, casi monótona para quienes la observan desde fuera. Por las mañanas, ayuda en las tareas domésticas de la manada, ordenando las chozas, limpiando y preparando los alimentos junto a otras omegas. En esas horas de trabajo, Lia se siente parte de algo, como una pequeña pieza en el engranaje de la manada, aunque esa pieza sea discreta y prescindible.

A veces, al finalizar el día, se escapa al río, donde las aguas frías le brindan un momento de paz absoluta. Allí, con las manos sumergidas en el agua cristalina, Lia se permite soñar. Su mente viaja a lugares desconocidos, donde la vida no está regida por jerarquías ni obligaciones. Imagina un mundo en el que podría ser libre, en el que su lugar no dependiera de su nacimiento ni de las expectativas de otros. Un mundo donde su dulzura no fuera vista como debilidad, sino como una fuerza que mereciera ser apreciada.

Sin embargo, en lo profundo, Lia sabe que estos son solo sueños. La vida real no ofrece espacio para esas fantasías. En el campamento, su lugar está claramente definido, y la invisibilidad que a veces la envuelve no le molesta. No hay expectativas sobre ella, y de algún modo, eso le permite vivir en paz. No tiene que preocuparse por las luchas de poder o por impresionar a los alfas; puede simplemente ser ella misma, libre de las presiones que sofocan a los demás.

Pero en los últimos días, ha comenzado a sentir algo distinto en el ambiente. Hay una tensión latente que parece vibrar en el aire cada vez que Einar, el alfa, pasa cerca de ella. No se atreve a levantar la vista cuando él está cerca; solo percibe su presencia como una sombra helada, una figura poderosa y temible que representa todo lo que ella evita en la manada. Con su arrogancia y su autoridad, Einar encarna un tipo de liderazgo que no comprende y que, en el fondo, le produce un leve temor. Aunque él rara vez le dirige la palabra, cuando lo hace, sus palabras son duras y su mirada, implacable.

Pero incluso esa hostilidad de Einar no ha logrado romper el espíritu tranquilo de Lia. Ella sigue cumpliendo sus tareas con diligencia, y sigue encontrando en los rincones del campamento pequeños motivos de alegría. Su mundo es uno de detalles simples: el calor de una fogata al caer la noche, el sonido de las hojas al moverse con el viento, o la sonrisa de una compañera cuando comparten el trabajo en silencio.

A veces se pregunta si algún día las cosas cambiarán, si la vida le traerá algo más que esta paz discreta y sin complicaciones. Aunque se siente invisible en la manada, sabe que hay algo en su interior que la hace única, una dulzura que no muchos pueden comprender o valorar. Pero mientras tanto, ella es feliz así, invisible y tranquila, en armonía con la simplicidad de su vida.

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