El sonido de gruñidos y golpes resuena en el campo de batalla. La luna ilumina la escena con su luz pálida, reflejándose en el sudor y la sangre que cubren a los combatientes. Einar, con el cuerpo lleno de heridas, apenas se mantiene en pie, pero no se permite ceder. Su oponente, Magnus, el alfa rival, también muestra signos de agotamiento, pero su mirada sigue cargada de rabia y determinación.Lía observa desde la distancia, su corazón latiendo con fuerza. Quisiera intervenir, pero sabe que este duelo debe resolverse entre alfas. Caleb, a su lado, también se mantiene tenso, listo para actuar si la situación se sale de control.Magnus se lanza contra Einar con un rugido feroz. Einar apenas logra esquivarlo, pero el cansancio le juega en contra. El puño de Magnus impacta en su costado, haciéndolo tambalear. El dolor es insoportable, pero Einar aprieta los dientes y se obliga a mantenerse firme.—Eres débil, Stormwood —escupe Magnus con desprecio—. Tu manada no merece un líder como tú.
El silencio de la cabaña solo es interrumpido por la respiración pesada de Einar y el crepitar del fuego en la chimenea. Afuera, la manada de Stormwood se mantiene en alerta, aún asimilando la victoria y las pérdidas que han sufrido. La muerte de Magnus ha traído un alivio momentáneo, pero la herida de Einar ha dejado una sombra de preocupación sobre todos.Caleb se apoya contra la pared, observando a Einar con una expresión seria. Nunca pensó que estaría aquí, velando por su antiguo rival, pero el destino parecía disfrutar de sus ironías.—Nunca imaginé que terminaría cuidando de ti —murmura en voz baja, cruzándose de brazos.Lía, sentada junto a la cama, acaricia suavemente la mano de Einar. Su piel sigue fría, pero su respiración es más estable que antes. Ella levanta la mirada hacia Caleb con un atisbo de cansancio en sus ojos.—No eres el único —susurra—. Pero ahora mismo, lo único que importa es que se recupere.Caleb asiente. Desde la batalla, ha pasado cada noche en la cabaña,
El sol comienza a asomarse por el horizonte, iluminando un escenario de destrucción. La manada de Stormwood ha sobrevivido al ataque, pero las heridas—físicas y emocionales—siguen abiertas. Lía camina entre los miembros caídos, su corazón latiendo con fuerza ante la devastación que la rodea. Hay cuerpos inmóviles en el suelo, algunos de los suyos, otros de la manada enemiga. Los lobos heridos reciben atención de los sanadores, pero el dolor en sus ojos es imposible de ignorar.Einar aún se recupera de sus heridas, recostado en una camilla dentro de la cabaña principal. Su duelo contra el alfa rival casi le costó la vida, y aunque lo venció, sus fuerzas se vieron llevadas al límite. Caleb, por otro lado, se ha hecho cargo de la vigilancia del territorio, asegurándose de que no haya más amenazas inmediatas. Pero la verdadera batalla ahora es otra: mantener a la manada unida después de la tormenta.Lía lo sabe.La tensión se siente en cada rincón del territorio. Algunos miembros aún desc
Einar camina por el bosque con la cabeza en alto, el pecho firme, y cada paso que da es una demostración de su fuerza y de su dominio absoluto. Para los suyos, él es mucho más que el alfa de la manada Stormwood; es la encarnación de su legado, el protector que no teme a nadie, ni siquiera a sus enemigos más mortales. Desde temprana edad, fue educado en la dureza de los inviernos y en la rudeza de la selva, en las estrategias de lucha y en la crueldad que supone ser el líder de una manada salvaje. Einar no recuerda un día de su vida en el que no haya tenido que demostrar su valor, su destreza y su autoridad.Nació para mandar, pero con el peso del liderazgo vinieron las expectativas y, con ellas, la frialdad. Ser líder no le permitía el lujo de mostrar vulnerabilidad ni debilidad. Sus padres, los anteriores alfas, se aseguraron de que cada error fuera corregido con lecciones severas, y él aprendió que cualquier indicio de compasión o duda se pagaba caro. Esa fue la clave para convertir
Lia camina lentamente por el bosque, disfrutando de la suave brisa y el aroma a tierra húmeda que flota en el aire. Sus pasos son ligeros, casi imperceptibles; se ha acostumbrado a moverse con discreción, a ser una sombra más entre los árboles, casi invisible. En el campamento, es fácil pasar desapercibida. No se trata solo de su posición como omega, sino de su propia naturaleza; siempre ha preferido el silencio y la paz por encima de la agitación y los enfrentamientos que caracterizan la vida en la manada.Con una sonrisa tenue, Lia se detiene para observar una pequeña flor blanca que crece en la base de un árbol robusto. Su madre solía decirle que estas flores eran símbolo de esperanza, de que siempre había algo bueno incluso en los rincones más oscuros del bosque. Y aunque la vida en Stormwood puede ser dura, ella se aferra a esos pequeños destellos de belleza que encuentra en su camino, como esta flor solitaria que desafía la dureza del suelo para florecer.Lia es una joven de esp
La luna brilla intensamente sobre el campamento de Stormwood, iluminando el evento que se celebra esta noche. La manada se ha reunido para conmemorar la llegada de una nueva primavera, un tiempo de renovación y esperanza. Fuegos arden en varios puntos, y las risas y los cantos de los miembros de la manada llenan el aire fresco con una energía vibrante. Sin embargo, para Lia, este festín se siente como un mar de caras desconocidas y voces lejanas.Desde la distancia, Lia observa a los otros, disfrutando de su compañía y de la música que resuena en el aire. Ella se encuentra al borde de la multitud, sintiéndose pequeña y fuera de lugar, como si la vida que se desarrolla ante ella no fuera más que un espectáculo en el que no tiene parte. Aun así, la calidez de la noche y la atmósfera festiva hacen que su corazón se llene de un ligero optimismo.Es entonces cuando su mirada se encuentra con la figura dominante de Einar. Él está en el centro del grupo, rodeado por otros alfas y guerreros,
La mañana en Stormwood comienza tranquila. El sol apenas se asoma entre los árboles altos, lanzando destellos de luz que atraviesan la bruma. Einar recorre el campamento en silencio, observando a su gente mientras entrenan y organizan sus tareas diarias. Su expresión es imperturbable, como siempre, con esa frialdad que todos conocen y temen. Es el Alfa, un líder que no muestra debilidad. La severidad es su constante, y la distancia su escudo. Sin embargo, hay algo en él que lo incomoda, algo que ha sentido desde el evento de la noche anterior. Su mente, por más que intenta alejarla, vuelve una y otra vez a una imagen inesperada: la de Lia. La simple omega que había mirado con desdén y a la que había dirigido sus palabras más duras. No es la primera vez que ha hablado de esa forma con alguien, pero con ella… algo se siente distinto. ¿Por qué esa escena insignificante se ha quedado en su mente? La voz de uno de sus guerreros interrumpe sus pensamientos. —Alfa, ¿tenemos alguna instruc
Lía está concentrada en la tarea que le asignaron: recolectar hierbas para el sanador de la manada. Es una tarea humilde, pero a ella no le importa; al contrario, disfruta de la calma y el tiempo en el bosque. La brisa fresca, los sonidos de los pájaros y el aroma de la tierra la relajan, haciéndola olvidar por un momento su posición como Omega.Al regresar, mientras atraviesa el patio principal con el cesto lleno de plantas, se cruza inesperadamente con Einar, quien va acompañado de varios miembros de su círculo cercano. La intensidad de su presencia la hace detenerse en seco. El Alfa impone respeto con solo su presencia, y sus ojos fríos y serenos la observan con esa dureza que siempre la hace sentir pequeña. Sin embargo, cuando Lía baja la cabeza en señal de respeto y trata de pasar rápidamente, su cesto se engancha en una rama baja, haciendo que varias hierbas se derramen al suelo frente a él.Einar la observa, sus ojos brillando con un destello de irritación. Ella se apresura a a