La mañana en Stormwood comienza tranquila. El sol apenas se asoma entre los árboles altos, lanzando destellos de luz que atraviesan la bruma. Einar recorre el campamento en silencio, observando a su gente mientras entrenan y organizan sus tareas diarias. Su expresión es imperturbable, como siempre, con esa frialdad que todos conocen y temen. Es el Alfa, un líder que no muestra debilidad. La severidad es su constante, y la distancia su escudo.
Sin embargo, hay algo en él que lo incomoda, algo que ha sentido desde el evento de la noche anterior. Su mente, por más que intenta alejarla, vuelve una y otra vez a una imagen inesperada: la de Lia. La simple omega que había mirado con desdén y a la que había dirigido sus palabras más duras. No es la primera vez que ha hablado de esa forma con alguien, pero con ella… algo se siente distinto. ¿Por qué esa escena insignificante se ha quedado en su mente? La voz de uno de sus guerreros interrumpe sus pensamientos. —Alfa, ¿tenemos alguna instrucción especial para hoy? —pregunta el hombre, con la voz cargada de respeto. Einar lo mira y asiente, despejando la mente. Le da órdenes, recalca detalles y supervisa las tareas en el campamento. Pero a pesar de estar completamente enfocado en su rol, un pensamiento sigue regresando con cada pausa: ¿Por qué ella? ¿Por qué se molesta siquiera en recordarla? Horas después, mientras recorre los terrenos cercanos, sus ojos encuentran a Lia, ocupada en una de las tareas más humildes del campamento. Está lavando la ropa de los guerreros cerca del río, sus manos pequeñas frotando y enjuagando con dedicación. Su postura es la de alguien que ha aceptado su rol, que no lucha contra la simplicidad de su vida, sino que la abraza. Einar se detiene, oculto entre los árboles, observándola sin darse cuenta de que el tiempo pasa. Por un momento, sus pensamientos se tornan más personales, y eso lo irrita. Se dice a sí mismo que la razón por la cual está ahí es por mera casualidad, que ella no significa nada, pero… su mirada sigue fija en ella, y algo en su pecho se revuelve. —Es solo una omega —se dice en voz baja, casi con desdén, intentando convencerse. Sin embargo, algo dentro de él le susurra otra cosa. Observa cómo Lia se esfuerza, su expresión tranquila y determinada mientras cumple con una tarea que para él sería insignificante. Los mechones de su cabello caen sobre su rostro, y sus manos, aunque visiblemente cansadas, no se detienen. En ese instante, Einar percibe una paz en ella que rara vez encuentra en su propio interior. No comprende por qué le importa eso. Tal vez, incluso, le molesta. Con una resolución repentina, Einar decide acercarse. No tiene ninguna razón lógica para hacerlo, pero su cuerpo actúa por su cuenta. Cuando Lia levanta la vista y lo ve acercarse, sus ojos se agrandan por un instante, reflejando una mezcla de sorpresa y temor. Ella baja la mirada de inmediato, retomando su tarea como si quisiera pasar desapercibida. —Alfa… —murmura en un tono apenas audible, sin mirarlo. Einar se cruza de brazos, observándola desde arriba. Sus ojos escudriñan cada detalle de su postura, de su forma de moverse. Quiere encontrar algo que justifique su interés, alguna razón para su inexplicable fascinación. —¿Sigues aquí? —pregunta con un tono que pretende ser despectivo, aunque por dentro algo en él lo contradice. Lia asiente sin levantar la vista. —Es mi tarea, Alfa —responde con suavidad. —Me parece que podrías hacer algo más útil —insiste Einar, con la misma dureza de la noche anterior—. Todo el día perdida en estos quehaceres sin sentido… ¿no tienes nada más que aportar a la manada? Lia traga saliva, su voz es apenas un susurro cuando responde. —Hago lo que me piden… lo que se espera de mí. Einar frunce el ceño. La simplicidad de su respuesta, su aceptación casi resignada, le causa una extraña irritación.Lía está concentrada en la tarea que le asignaron: recolectar hierbas para el sanador de la manada. Es una tarea humilde, pero a ella no le importa; al contrario, disfruta de la calma y el tiempo en el bosque. La brisa fresca, los sonidos de los pájaros y el aroma de la tierra la relajan, haciéndola olvidar por un momento su posición como Omega.Al regresar, mientras atraviesa el patio principal con el cesto lleno de plantas, se cruza inesperadamente con Einar, quien va acompañado de varios miembros de su círculo cercano. La intensidad de su presencia la hace detenerse en seco. El Alfa impone respeto con solo su presencia, y sus ojos fríos y serenos la observan con esa dureza que siempre la hace sentir pequeña. Sin embargo, cuando Lía baja la cabeza en señal de respeto y trata de pasar rápidamente, su cesto se engancha en una rama baja, haciendo que varias hierbas se derramen al suelo frente a él.Einar la observa, sus ojos brillando con un destello de irritación. Ella se apresura a a
Einar camina por los terrenos de la manada con paso firme, su rostro impenetrable. En su mente, sin embargo, la confusión es total. Lía está ahí, en cada rincón de sus pensamientos. La imagen de su rostro, su delicada figura y la suave forma en la que había levantado la cabeza cuando lo miraba… todo eso se le ha quedado grabado. No puede olvidarla. Intenta concentrarse en lo que está haciendo: los problemas dentro de su manada, las tensiones con los otros Alfas, pero cada vez que cierra los ojos, es su rostro lo que ve. La verdad lo desquicia. No la desea como cualquier otra mujer. No es solo atracción física. Algo más profundo, más inexplicable, lo hace pensar en ella cada minuto del día. En su mente resuenan las palabras que se había dicho a sí mismo: Solo una Omega. ¿Por qué me molesta tanto? Su orgullo lo rechaza, pero algo dentro de él no puede callar la necesidad de encontrarla. Al regresar a su hogar, encuentra a Axel, uno de los miembros más cercanos a él, en la sala prin
Einar camina por el bosque con la cabeza en alto, el pecho firme, y cada paso que da es una demostración de su fuerza y de su dominio absoluto. Para los suyos, él es mucho más que el alfa de la manada Stormwood; es la encarnación de su legado, el protector que no teme a nadie, ni siquiera a sus enemigos más mortales. Desde temprana edad, fue educado en la dureza de los inviernos y en la rudeza de la selva, en las estrategias de lucha y en la crueldad que supone ser el líder de una manada salvaje. Einar no recuerda un día de su vida en el que no haya tenido que demostrar su valor, su destreza y su autoridad.Nació para mandar, pero con el peso del liderazgo vinieron las expectativas y, con ellas, la frialdad. Ser líder no le permitía el lujo de mostrar vulnerabilidad ni debilidad. Sus padres, los anteriores alfas, se aseguraron de que cada error fuera corregido con lecciones severas, y él aprendió que cualquier indicio de compasión o duda se pagaba caro. Esa fue la clave para convertir
Lia camina lentamente por el bosque, disfrutando de la suave brisa y el aroma a tierra húmeda que flota en el aire. Sus pasos son ligeros, casi imperceptibles; se ha acostumbrado a moverse con discreción, a ser una sombra más entre los árboles, casi invisible. En el campamento, es fácil pasar desapercibida. No se trata solo de su posición como omega, sino de su propia naturaleza; siempre ha preferido el silencio y la paz por encima de la agitación y los enfrentamientos que caracterizan la vida en la manada.Con una sonrisa tenue, Lia se detiene para observar una pequeña flor blanca que crece en la base de un árbol robusto. Su madre solía decirle que estas flores eran símbolo de esperanza, de que siempre había algo bueno incluso en los rincones más oscuros del bosque. Y aunque la vida en Stormwood puede ser dura, ella se aferra a esos pequeños destellos de belleza que encuentra en su camino, como esta flor solitaria que desafía la dureza del suelo para florecer.Lia es una joven de esp
La luna brilla intensamente sobre el campamento de Stormwood, iluminando el evento que se celebra esta noche. La manada se ha reunido para conmemorar la llegada de una nueva primavera, un tiempo de renovación y esperanza. Fuegos arden en varios puntos, y las risas y los cantos de los miembros de la manada llenan el aire fresco con una energía vibrante. Sin embargo, para Lia, este festín se siente como un mar de caras desconocidas y voces lejanas.Desde la distancia, Lia observa a los otros, disfrutando de su compañía y de la música que resuena en el aire. Ella se encuentra al borde de la multitud, sintiéndose pequeña y fuera de lugar, como si la vida que se desarrolla ante ella no fuera más que un espectáculo en el que no tiene parte. Aun así, la calidez de la noche y la atmósfera festiva hacen que su corazón se llene de un ligero optimismo.Es entonces cuando su mirada se encuentra con la figura dominante de Einar. Él está en el centro del grupo, rodeado por otros alfas y guerreros,