La mañana comienza con un silencio incómodo en la casa. Einar, como siempre, está despierto temprano, revisando documentos en su despacho. Su rostro está sereno, pero su mente está llena de pensamientos contradictorios. No entiende por qué, a pesar de su intención de mantener las cosas bajo control, Lía ocupa cada rincón de su mente.— Necesito mantenerme firme. Esto no cambia nada. —murmura para sí mismo, cerrando un expediente con más fuerza de la necesaria.Pero el aroma de café que llega desde la cocina lo distrae. Sin quererlo, sus pensamientos se desvían hacia Lía, imaginándola en su pequeño delantal, moviéndose con suavidad por la cocina. Esa imagen, aunque simple, despierta algo en él que le resulta incómodo.En la cocinaLía está preparando el desayuno, concentrada en cortar unas frutas. Su semblante es tranquilo, pero por dentro lucha con la incomodidad de estar bajo el techo de Einar. Cada vez que lo ve, su presencia la abruma, una mezcla de miedo y algo más que no puede id
El sol comienza a ocultarse tras los árboles, bañando la casa con una luz cálida y dorada. Lía se encuentra en la sala de estar, hojeando un viejo libro que encontró en una de las habitaciones. Intentaba distraerse, pero no puede evitar recordar la tensión constante entre ella y Einar. Lo había visto irse temprano en la mañana, con su semblante serio y su porte imponente, y no había regresado en todo el día. Mientras sus pensamientos vagan, escucha pasos acercándose. Levanta la vista justo a tiempo para ver a Einar entrando por la puerta principal. Está cubierto de tierra y sudor, como si hubiera pasado horas entrenando o enfrentando alguna tarea difícil. Pero lo que llama su atención no es su apariencia, sino la expresión en su rostro: cansancio. Einar rara vez muestra emociones que no sean frialdad o dominio, pero ahora parece humano. Vulnerable, incluso. — ¿Todo bien? —pregunta Lía, su voz suave pero curiosa.
La noche cae sobre la manada, y el aire es denso con la tensión de los últimos días. Einar se encuentra en su despacho, frente a una mesa llena de papeles y mapas. Los problemas de la manada deberían ocupar toda su atención: disputas territoriales, alianzas inestables y decisiones que podrían marcar el futuro de todos. Pero, por más que lo intente, su mente sigue volviendo a Lía.Apoya los codos en la mesa y frota sus sienes, sintiendo un dolor punzante en su cabeza.— ¿Qué me pasa? —susurra para sí mismo, su tono cargado de frustración.Cierra los ojos e inmediatamente aparece la imagen de Lía. Su cabello oscuro cayendo en suaves ondas, su mirada que mezcla dulzura y determinación. Esa mirada que parecía atravesar las capas de arrogancia y control que ha construido durante años.Einar se levanta abruptamente, alejándose de la mesa. Camina hacia la ventana y observa la oscuridad del bosque que rodea su territorio. Por primera vez en mucho tie
El sol se oculta tras las montañas, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y púrpuras. Lía está en el jardín trasero de la residencia principal, acariciando distraídamente las hojas de una planta. Desde que Einar había insistido en que se quedara bajo su protección, su vida había cambiado drásticamente. Ahora estaba en el centro de atención de la manada, y eso le pesaba más de lo que estaba dispuesta a admitir. Einar aparece detrás de ella, con la misma presencia imponente que siempre, pero hay algo en su mirada que refleja cansancio. Se detiene a unos metros, observándola en silencio antes de hablar. — ¿Por qué estás aquí sola? —pregunta, su voz grave y firme. Lía se gira lentamente, cruzándose de brazos. — Porque es el único lugar donde puedo respirar tranquila. —su respuesta es suave, pero hay un dejo de reproche en sus palabras. Einar frunce el ceño y da un paso hacia ella. — ¿Qué quieres decir con eso? Lía suspira, apartando la mirada hacia el horizonte. — Quiero de
El aire en la residencia principal de la manada está cargado de tensión. Einar camina de un lado a otro en su oficina, sus pasos firmes resonando contra el suelo de madera. Las palabras de Lía en el jardín siguen repitiéndose en su mente: “Quiero poder elegir, Einar.”Su mandíbula se tensa mientras golpea la superficie de su escritorio con el puño. ¿Cómo podía siquiera considerar dejarlo? Ella no lo entiende. Él no es un hombre cualquiera, no puede permitirse perder el control, y mucho menos perderla a ella.La puerta se abre de golpe, y Ragnar, su beta, entra con cautela.— ¿Todo bien, Einar? —pregunta Ragnar, notando la furia contenida en los ojos del alfa.— No. Nada está bien —gruñe Einar, su voz baja pero cargada de peligro—. Lía… está hablando de irse.Ragnar arquea una ceja, sorprendido.— ¿Irse? ¿Adónde?— No importa adónde —responde Einar, su tono cortante—. Lo que importa es que no lo permitiré.Ragnar asiente lentamente, aunque una pequeña sonrisa se forma en sus labios.—
El amanecer tiñe el horizonte de un tenue anaranjado, pero Einar apenas ha dormido. Sentado en su oficina, con una copa de licor en la mano, repasa mentalmente los eventos de las últimas semanas. La imagen de Lía llena sus pensamientos, su mirada desafiante, su sonrisa suave, y la inexplicable calidez que siente cuando está cerca de ella.La puerta se abre lentamente, y Ragnar entra con cuidado, consciente de que el humor de Einar es tan volátil como una tormenta.— ¿Estás bien, Einar? —pregunta Ragnar, observándolo con curiosidad.Einar aprieta los labios antes de responder.— Estoy intentando hacer lo correcto —admite en voz baja, como si le costara pronunciar las palabras.Ragnar arquea una ceja.— Eso es nuevo. ¿Tiene algo que ver con Lía?Einar no responde de inmediato. Se levanta y camina hacia la ventana, mirando el bosque que rodea la residencia de la manada.— Ella… merece algo mejor. Pero no puedo simplemente dejar de ser quien soy.— Nadie te está pidiendo que dejes de ser
La luz de la mañana se filtra a través de las ventanas, iluminando suavemente el pequeño cuarto donde Lía pasa la mayor parte de sus días. Aunque el sol brilla con fuerza, ella siente un peso oscuro sobre su pecho, una sensación de encierro que no puede ignorar. Desde que Einar supo del embarazo, su presencia ha sido más sofocante que reconfortante.Está sentada en una vieja silla junto a la ventana, mirando el bosque que rodea la residencia de la manada. Sus dedos acarician inconscientemente su vientre, donde una nueva vida comienza a formarse. Debería sentirse feliz, emocionada por el futuro, pero en lugar de eso, solo siente inquietud.—No puedo seguir así —susurra para sí misma, su voz apenas un murmullo.Einar, el alfa controladorA lo lejos, Lía escucha los pasos firmes de Einar acercándose. Su corazón da un vuelco, no de emoción, sino de anticipación nerviosa. La puerta se abre sin previo aviso, y él entra con su imponente presencia, su figura llenando la habitación como una so
El sol se alza sobre los territorios de la manada, bañando los campos en un cálido resplandor. Es un día de reunión entre varias manadas vecinas, un evento anual para fortalecer alianzas y resolver disputas. Lía observa desde las sombras mientras los miembros más importantes de su manada reciben a los visitantes con la formalidad que exige la ocasión.— Lía, ven conmigo —ordena Freya, su amiga, tirando suavemente de su brazo.Lía, que suele evitar este tipo de reuniones, no tiene muchas opciones. Freya insiste en que salga de su zona de confort, al menos por un rato.El encuentro con CalebEntre la multitud de alfas, betas y omegas, Lía distingue a un hombre de porte imponente, pero su presencia no intimida como la de Einar. Este hombre sonríe con calidez mientras estrecha manos y conversa con facilidad. Su cabello castaño claro refleja el sol, y sus ojos verdes parecen observar cada detalle con atención.Freya, emocionada, se acerca