El peso de una mentiraAlexandro tambaleó hasta sentarse en el borde de la cama, con el teléfono temblando en su mano. Su respiración era errática, el corazón le golpeaba el pecho con una mezcla de furia, pánico y asco. Todo era una maldita trampa.El olor a perfume barato y alcohol impregnaba las sábanas revueltas. Su piel ardía, pero no por deseo, sino por ira. Ira contra sí mismo, contra la situación, contra Lucía.Ella lo observaba desde la cama con una sonrisa satisfecha, sin molestarse en cubrirse. Su cabello despeinado caía sobre sus hombros desnudos y sus ojos brillaban con una malicia calculada.—¿Te vas tan pronto? —preguntó con falsa inocencia, paseando los dedos por la sábana con lentitud.Alexandro la ignoró. Apretó los dientes, su mandíbula se tensó hasta el punto de dolerle. El teléfono casi se resbaló de sus manos por el temblor incontrolable de sus dedos, pero logró marcar el número de Damián.Bip… Bip…Cada tono se sentía eterno.—¿Qué mierda quieres, Alex? —Damián c
Los últimos dos días habían sido un infierno.Alexandro estaba desesperado. Había buscado en todos lados, pero no había rastro de Vanessa. Era como si la tierra se la hubiera tragado.Llamadas ignoradas. Mensajes sin respuesta. Sofía y Mariana tampoco sabían nada, y su frustración aumentaba con cada minuto que pasaba sin noticias.Su casa se sentía vacía, fría, como si la luz se hubiera apagado con la ausencia de Vanessa. El silencio era insoportable. No dormía, apenas comía y su mente no dejaba de repetirse las imágenes de aquella maldita mañana en el hotel, el mensaje que demostraba lo herida que estaba Vanessa. La desesperación se mezclaba con la rabia. ¿Cómo podía creer que él le haría algo así? Sí, la situación había sido comprometedora, pero ella debía saber que él jamás tocaría a otra mujer.El único que parecía darse cuenta de su angustia era Damián.—Te ves como la mierda, Montenegro.—No me jodas, Damián.—Solo digo lo evidente. No la vas a encontrar si sigues actuando com
Los días en la casa se habían convertido en un campo minado.Cada paso, cada roce, cada mirada entre Vanessa y Alexandro estaba cargada de una electricidad peligrosa, una tensión latente que los envolvía sin tregua. Era un juego silencioso, una guerra sin palabras en la que ambos parecían estar midiendo fuerzas, empujando los límites del otro sin siquiera tocarse… demasiado.Vanessa intentaba ignorarlo, fingir que no le afectaba. Pero era imposible.Él estaba en todas partes.Por las mañanas, cuando entraba a la cocina en busca de café, lo encontraba allí, apoyado despreocupadamente en la encimera, observándola en silencio con esa mirada intensa que le erizaba la piel. Su presencia la desconcentraba, hacía que sus manos temblaran ligeramente al sostener la taza, como si fuera consciente de cada pequeño movimiento que hacía bajo su escrutinio.En los pasillos, cuando pasaban uno junto al otro, sus cuerpos se rozaban accidentalmente. Un roce fugaz, apenas un contacto… pero suficiente pa
La música vibraba en el aire, un latido constante que recorría el suelo y se filtraba en la piel. Las luces de colores destellaban sobre la pista de baile, reflejándose en los rostros de los cuerpos en movimiento. El aroma a perfume caro y licor impregnaba el ambiente, envolviendo la noche en una sensación embriagadora de peligro y libertad.Vanessa se sentía viva.Después de tantas noches atrapada en la casa, enredada en un juego silencioso con Alexandro, después de tantas miradas que la quemaban y una tensión que la dejaba sin aliento, necesitaba esto. Una noche fuera. Una noche sin pensar en él.Sofía y Mariana bailaban a su lado, riendo, moviéndose con la despreocupación de quienes saben que la noche es suya. Vanessa las imitó, alzando los brazos al ritmo de la música, dejando que el sonido la envolviera.—Ese tipo no deja de verte —murmuró Sofía en su oído, inclinándose hacia ella con una sonrisa cómplice.Vanessa frunció el ceño y, con la curiosidad encendida, giró la cabeza hac
Vanessa apenas podía caminar recto.Sofía y Mariana la sostenían entre risas mientras ella cantaba cualquier canción que sonara en su cabeza. Habían terminado en otro bar, lejos de los ojos de Alexandro, y ahora estaban pagando las consecuencias.—Dios mío, está peor de lo que pensé —murmuró Mariana cuando la dejaron en la casa.Alexandro ya estaba ahí. Esperándola.Y apenas la vio, su ceño fruncido desapareció.Porque Vanessa borracha era adorable.—¿A quién tenemos aquí? —murmuró él, apoyándose en el marco de la puerta mientras cruzaba los brazos.Vanessa parpadeó.—¿Alex…?Oh, no.—Hola, nena —dijo con una sonrisa lenta.Vanessa parpadeó de nuevo. Y luego sonrió.—¡Alex!Antes de que él pudiera reaccionar, se lanzó sobre él en un abrazo.Sofía y Mariana se miraron, sabiendo que su trabajo aquí había terminado.—Nos vemos mañana, Alex —dijeron antes de salir.Alexandro no les prestó atención. Porque tenía las manos llenas con Vanessa.—Eres muy guapo, ¿sabes? —murmuró ella, enterran
Vanessa se giró lentamente, su expresión era impenetrable.Sabía perfectamente lo que había pasado.—No pasó nada, Alex. Estaba borracha. No recuerdo nada.El rostro de Alex se endureció por un instante antes de relajarse en una media sonrisa. Se levantó con calma, sin dejar de mirarla, y se acercó peligrosamente hasta quedar a solo unos centímetros de su boca.—¿No recuerdas nada, nena? —murmuró, con voz grave, acariciando su piel con la punta de los dedos—. Ni cómo me susurrabas que me amabas, ni cómo gemías mi nombre, ni cómo te aferrabas a mí como si no quisieras dejarme ir jamás…Vanessa cerró los ojos por un segundo. Su cuerpo la traicionó con un estremecimiento.Por supuesto que lo recordaba.Cada maldito segundo.El roce de sus labios, el calor de sus manos, la intensidad con la que la había mirado mientras la tomaba como si fuera suya y de nadie más.Pero debía ser fuerte.Respiró hondo y abrió los ojos con frialdad.—No pasó nada —repitió con firmeza—. Solo fue una borracher
Vanessa pasó el resto del día intentando concentrarse en su trabajo, pero la información que le había dado Mariana la carcomía por dentro. ¿Y si todo había sido un montaje? ¿Y si Alexandro realmente había sido víctima de una trampa?La idea la perturbaba más de lo que quería admitir. Si era cierto, significaba que había cometido un error terrible al alejarse de él. Pero si no lo era, si todo era solo un intento más de Alex para manipularla, entonces estaba a punto de caer de nuevo en su juego.Se negaba a confiar en él nuevamente… pero algo dentro de ella la obligaba a cuestionarlo todo.Cuando llegó a casa esa noche, la luz cálida del comedor iluminaba la sala. Alex ya estaba allí, preparando la cena como si fueran una pareja normal. Como si todo entre ellos estuviera bien.Nico corrió hacia ella, moviendo la cola con entusiasmo antes de trotar de vuelta hacia Alex y mirarlo como si esperara su aprobación. Vanessa frunció los labios. Traicionero.—Siempre supe que los perros podían s
Vanessa no podía dejar de darle vueltas a lo que Mariana le había dicho. Algo en su mente no podía ignorar las posibilidades, y lo peor era que había comenzado a cuestionar si toda la historia de esa noche había sido una trampa, un montaje bien armado para que ella creyera lo peor de Alexandro.Mientras se encontraba en la oficina, revisando los diseños del desfile próximo , una parte de ella sabía que algo no cuadraba. ¿Por qué había actuado tan impulsivamente? ¿Era todo parte de un plan de alguien más, o había sido simplemente una fatal coincidencia?Decidió consultar con las chicas. Mariana y Sofía sabían lo que había pasado entre ella y Alex, y aunque Sofía le ofrecía un apoyo incondicional, Mariana siempre parecía tener una perspectiva más objetiva.Esa tarde, se encontraron en el apartamento de Sofía para tratar de reconstruir lo sucedido. Las tres se sentaron alrededor de la mesa, cada una con una taza de té, mientras Vanessa les contaba los detalles que aún la atormentaban.—N