Después de un mes en el que intenté mantener mi vida a pesar del enorme sufrimiento, recibí una carta del señor Liam, una amenaza más para obligarme a casar con su hijo. No me quedó otra opción que pedirle a Luis que me diera el dinero suficiente para viajar a California, y que hiciera los trámites correspondientes para eso.
Unos días después todo estaba listo, yo misma me dispuse a buscar mi muerte, era la única opción que quedaba
Durante el viaje me dediqué a revisar las indicaciones que Luis me había dado para llegar a la empresa del señor Liam, doce horas de vuelo fueron completamente agotantes, los pies me dolían, pues iba vestida como toda una pueblerina o aldeana, pantalones vaqueros, blusa y corsé negro, y unas botas tacón fino !Mala elección!
En el aeropuerto de california le pregunté a la gente qué tren debía tomar para cumplir con exactitud la dirección que llevaba, fue esa la única forma de salvarme y abordar correctamente el vagón que me mostraría la luz al final del túnel de mi vida, imaginaba la cara del señor Liam, y la de su hijo Páter, mientras viajaba idealizaba mi plan para convencerlo de reanudar el contrato y a la vez pensaba en las posibilidades de buscar un trabajo en caso de que lograra convencerlo y me quedara sin empresa.
Muchas ideas descabelladas por mi mente, incluso llegué a verme como toda una señora casada y afortunada, recibiendo todas las noches a un bohemio tomador y engañador de mujeres, y yo encontrándome a escondidas con Eduardo. En verdad mi vida era o sería de locos después de firmar ese contrato.
Suponía que Páter debía ser de piel blanca y pelirrojo, completamente lleno de pecas y de ojos amarillos, eso lo deducía por su peculiar nombre, y entonces también me imaginaba que si me casaba con él y teníamos hijos serían completamente rubios, al contrario de lo que serían si me hubiese casado con Eduardo.
Sentía que el pecho se me salía del corazón, cuando finalmente me bajé del tren y tomé un taxi con dirección a la empresa BerryMex, dando las indicaciones en el papel que Luis me había dado, ahí estaba escrita en inglés, y se la entregué al chofer para que lo entendiera pues yo no sabía ese idioma y en verdad eso me aterraba, realmente lo que Luis había hecho por mí no se pagaba con nada, me había salvado la vida.
Mis pies empezaron a temblar cuando por fin tuve frente a mí la puerta de la famosa empresa, que también se dedicaba al procesamiento de fresa pero que a diferencia de la de mi padre esta si tenía la iniciativa de velar por la salud y educación de sus trabajadores, según me había contado Luis durante la mañana, eso ayudó a tener menos miedo, pues al parecer después de todo el Señor Liam no era tan malvado.
Crucé la enorme puerta de vidrio, que tenía un rótulo con la palabra WELCOME, mi corazón latía a mil. La recepcionista me miró completamente absorta, mientras me determinaba de pies a cabeza, posiblemente por lo ridícula que se veía mi ropa comparada con la suya.
- Bueno días, Soy Mary Carmen García López, hija del señor Ernesto Miguel García Martínez, dueño de la exportadora española Delifresas - Dije completamente acelerada por el cansancio y miedo
- Buenos días, Señorita, permítame constatar su nombre en la agenda de visita - Contestó la mujer en un pésimo español, era una norteamericana haciendo su mayor esfuerzo por responderme en mi idioma
- No, es que no agendé mi visita, necesito hablar con el señor Liam o con su hijo Páter, debido a un asunto familiar - aclaré ya un poco más calmada por la amabilidad de la joven
- Oh, lo lamento, pero esta empresa no pertenece al señor Liam, temo a que se ha equivocado - Aseguró con sumo respeto, sus palabras me calcinaron el alma, me sentí nuevamente engañada.
- Me han dado esta dirección - alegué mostrando el papel con el texto en inglés que Luis me había dado
- Sí, tiene la misma dirección y el nombre de nuestra empresa, pero su dueño no es Liam - Alegó mirándome completamente confundida
- Mi padre se ha comunicado con él a través de cartas - Expliqué mostrándole la última que me había enviado
- Oh, debe ser una confusión de nombres, permítame hablarlo con el CEO e inmediatamente soluciono esto - Aclaró la mujer mientras caminaba hacia el segundo piso
Mi cabeza daba vueltas, me sentía infinitamente mareada - Como mi padre me haya líado en una mentira más, juro que vendo esa piltrafa de empresa y me largo con mi Lucrecia lejos de ese pueblo - Pensé con ira cuando de pronto escuché voces del piso de arriba, que se me era difícil descifrar
- !Mary, has dicho Mary García! - Repetía la voz masculina, que me costó mucho entender
- Sí una española - Contestó la secretaria
Y después no escuché más
- !Madre de mi vida, qué está pasando! - Me dije, completamente perpleja en medio de la enorme oficina - En qué lío me metí.
Luego un completo silencio embargó el sitio, por momentos se oía a un hombre suspirar tan fuerte, o como si estuviera sollozando, al compás del ruido que pueden hacer un montón de papeles cuando se coloca uno encima del otro, o cuando volteamos una página y cae suavemente encima de la otra.
Yo temblaba de miedo, un escalofrío me corría por los brazos, y hacía que mis vellos se elevaran como si hubiese demasiado frío. Sentí miedo y pensé que lo mejor era huir, me levanté de prisa en dirección a la salida, mientras escuchaba unos pasos ligeros que bajaban las escaleras.
Crucé la puerta con rotundo miedo, completamente decidida a marcharme, aunque ni siquiera sabía adónde iría, pero estaba convencida que haber llegado a ese sitio no había sido buena idea, que estaba claro que todo se trataba de una mala jugada de mi padre.
Las calles parecían atormentadas así como sentía mi corazón, pensaba que mi vida de mujer sufrida cambiaría solo si tuviese la oportunidad de escuchar de nuevo la voz de Eduardo, esa que intentaba recordar cada noche, creía que oír tan solo mi nombre en esa voz cambiaría todo, pero esa ilusión era tan imposible como cambiar el color del semáforo cuando uno quisiera cruzar a la otra calle.
Caminé rápidamente hasta que de pronto no existía el ruido ni el silencio, me quedé absorta, intentando convencerme que mi dolor me había llevado a un estado de imaginación muy amplio, hasta que lentamente volteé cuando escuché por segunda vez
- Mary, Mary, no te vayas
- ¿Eres tú? - pregunté con los ojos brillantes...
- Soy yo, Mary - Dijo el hombre atrás de mí- ¿Eduardo? - Interrogué entre lágrimas con el cuerpo frío por los nervios que también me impedían el andar, pregunté porque en realidad estaba muy distinto, no se parecía en nada al hombre que había visto la última vez, cuando desde la ventana de mi casa miré que se subía a una camioneta roja, aun con su sombrero de paja, su pantalón gris doblado hasta la rodilla y su camisa blanca sin abotonar.El hombre que tenía frente a mí, estaba perfectamente peinado, su barba completamente perfilada, zapatos mocasines negros y brillantes, un vestuario convencional pero administrativo, se veía tan guapo, que olvidé quién era.Ambos detuvimos nuestras miradas, comprendiendo si en realidad lo que sucedía era verdad o imaginación, esperaba que me dijera que estuvo muchos años esperando por mí, que se riera al verme o que llorara, pero que mostrara cualquier forma de felicidad por verme, yo estaba completamente consternada, mirarlo nuevamente me había dev
La palabra ENGAÑO era lo único real que habíamos vivido durante diez años, aunque decirle eso a Eduardo era en vano, puesto que él no estaba dispuesto a creerme, cegado de ira me respondió intentando evadir lo que ya había dicho.- No niegues a tus hijos, Mary- Joder, Eduardo, entiende de una vez que nada de lo que te dijeron es verdad - Repliqué completamente enfadada- Entonces cómo fueron, Mary, si tu padre me obligó a convertirme en este ser que soy hoy - Repuso frustrado- Pues a mí también me obligó a muchas cosas y eso no ha sido capaz de cambiar mi ser, no como tú, que ahora me pareces un total desconocido - Dije con la voz todavía contrita - Yo no he venido aquí a culparte que me hayas dejado con una boda organizada, no vine aquí a gritarte, ni siquiera sabía que te encontraría aquí, y sin embargo tú me agredes, me llenas de improperios sin siquiera escuchar las causas verdaderas de nuestra separación- La separación que tú quisiste - Gritó- ! Que no, maldita sea! Que mi pa
No estaba dispuesta a quedarme con la duda, aunque perdiera su amor, realmente necesitaba conocer la verdad, no quería regresarme a España con las manos vacías, así que volví a suplicarle- Por favor, Eduardo, ya nada importa, por favor, abre mis ojos, dime la verdad, permíteme entender estas cosas que me ocultaron por tantos añosEs que, Mary... Recuerdas a don Marvin- Sí, claro, el hombre que se encargó de mi padre desde que era un niño, es decir mi abuelo adoptivo - Repuse yo confusa por no saber qué tenía que ver él con el padre de Eduardo- Él es el padre de mi papá, pero se enteró hasta que don Marvin, murió, este había dejado la exportadora a nombre de él, sin embargo Ernesto que sí se había preparado académicamente, cambió todo, dejando a mi papá en la ruina, fue por esa razón que nosotros llegamos años después al pueblo, cuando nos conocimos, que tendría yo, tal vez diez años - Explicó, y sentí que el rencor por mi padre se volvía más grande.- Ahora entiendo por qué mi
Me quedaba claro que Eduardo no me quería más, que solo necesitaba destruirme más de lo que estaba, así que ceder a su contrato era lo más aceptable en medio de todo. Ambos nos miramos con sarcasmo, yo segura de tomar la decisión que fuera, lo único que importaba es que mis trabajadores no quedaran desamparados, de igual forma ya había sufrido demasiado, estaba completamente desamparada, así que cualquier refugio sería bueno, y él con esa furia que se desataba con solo tenerme cerca, como si a cada segundo planeara una mejor forma de acabar conmigo para vengar la memoria de sus padres y cobrarse todo el dolor que el mío le había causado.- ¿Entre qué debo elegir? - Interrogué sin bajar la mirada- Tú sabrás - Dijo todavía con su risa maliciosa- Quien tiene el poder eres tú - Inquirí con seguridad, no obtuve más respuesta porque a lo inmediato tocaron la puerta.- ¿Eres tú Páter? - Preguntó Eduardo- Sí, hermano, soy yo - Contestó el hombre del otro lado, con un español forzado- En
Páter y Eduardo siguieron conversando en voz baja sobre el desenlace de mi destino, no logré escuchar del todo, pues pese a todo esfuerzo no siempre lograba distinguir lo que decían, solo sé que hablaban de mí, no pude moverme, pero al cabo de un rato no soporté más y hablé— Eduardo, se hace tarde, la noche empieza a caer y yo no tengo adónde ir, por favor dime de una buena vez qué pasará con la empresa y conmigo, no quiero hacerte perder más el tiempo — definí intentando demostrar seguridad en medio de todas las confusiones que me invadían— No es momento para hablar — me interrumpió Eduardo, todavía de espaldas hacia mí, como si no fuera capaz de darme la cara— Entonces, si no es momento para hablar, yo me largo — Contesté, luego de que el miedo se me quitara por completo, estaba cansada de batallar todo un día en busca de la redención de Eduardo, sabiendo que no llegaría lo mejor era irme, ya había hecho suficiente por intentarlo, Luis entendería que todo salió mal, que no pude
— !Mary Carmen! Responde! Mary Carmen! — Decía Eduardo con tono de preocupación, por un momento pensé que podía importarle— Se ha muerto, hermano — Contestaba Páter asustado, y yo solo pensaba que eso era lo único que deseaba en ese momento— Seguro solo se desmayó — reponía Eduardo, desconfiando y ahí entendí que no, que no le importaba ya— Vamos a cargar otro muerto encima — Alegaba Páter, supongo que decía otro en referencia a que su padre había muerto por su causa— No, imbécil, tócale el pulso — Le ordenaba Eduardo con molestia y a la vez con sentimientos ¿Por qué se estaba comportando como un total gilipollas? ¿Por qué no se redimía al amor que sentíamos? Pensaba mientras no tenía fuerzas para abrir los ojos— Hazlo tú - Reponía él— Yo no quiero tocarla más — Aseguraba Eduardo, siempre con su tono de preocupación pero esta vez como si su voz estuviera contrita, como si no pudiera mencionarlo, como si lo dijera con supremo dolor— ¿Y si se suicidó? - Supuso Páter y en ese mome
Me levanté y encendí la luz, sintiéndome un poco aliviada, pero mi saliva no era capaz de mojar mi boca, sentía seca la garganta, que me ahogaba, que no podía respirar, así que busqué una silla en donde poder sentarme y esperar a que finalmente Eduardo apareciera y me dijera algo. Supongo que salía para tomar una decisión para convencerse de su maldad y sentirse seguro de lo que haría conmigo, sobrepasando el amor que en el fondo sentía por mí.En la oficina no había nada que me salvara, ninguna ayuda que me permitiera escapar, me levanté de nuevo por la desesperación y empecé a observar todo, en el escritorio estaba una foto de Eduardo y sus padres, al parecer el día de su graduación, se veía triste como si lo que estaba recibiendo no le causaba felicidad, pero sus padres sí se veían muy contentos.Tenía el retrato en mi mano cuando de pronto se abrió la puerta, tan rápido que ni siquiera tuve tiempo de colocarla en su sitio, la sorpresa fue terrible, sentí que mi cara se volvía hel
Atreverme a decirle que tenía una objeción, fue un acto mayor de valentía, me miró con ira, yo intenté mantener mi postura de tranquilidad, aunque en el fondo me estuviera muriendo, hasta que finalmente habló:— ¿Qué? Habla rápido — Me dijo siempre molesto— Lucrecia deberá estar conmigo — respondí de prisa— No creo que eso suceda ahora — Señaló con una sonrisa maliciosa que me alertó y mi instinto no se pudo resistir a reclamar— Lucrecia no tiene culpa, ni siquiera es mi familia — Aclaré molesta — ella no tiene por qué pagar lo que el imbécil de mi padre te hizo, la quiero conmigo y punto — terminé por gritarle — No es tu familia, pero tú la quieres, eso es lo que importa — Alegó mientras movía un lapicero que tenía en la mano, dándole vueltas una y otra vez — Llevo años esperando este momento, todo está completamente organizado, no soy un estúpido — Aclaró mientras acomodándose en la silla, fingiendo que aquello le daba placer, pero no, en el fondo se veía su dolor, su amor repri