— !Mary Carmen! Responde! Mary Carmen! — Decía Eduardo con tono de preocupación, por un momento pensé que podía importarle— Se ha muerto, hermano — Contestaba Páter asustado, y yo solo pensaba que eso era lo único que deseaba en ese momento— Seguro solo se desmayó — reponía Eduardo, desconfiando y ahí entendí que no, que no le importaba ya— Vamos a cargar otro muerto encima — Alegaba Páter, supongo que decía otro en referencia a que su padre había muerto por su causa— No, imbécil, tócale el pulso — Le ordenaba Eduardo con molestia y a la vez con sentimientos ¿Por qué se estaba comportando como un total gilipollas? ¿Por qué no se redimía al amor que sentíamos? Pensaba mientras no tenía fuerzas para abrir los ojos— Hazlo tú - Reponía él— Yo no quiero tocarla más — Aseguraba Eduardo, siempre con su tono de preocupación pero esta vez como si su voz estuviera contrita, como si no pudiera mencionarlo, como si lo dijera con supremo dolor— ¿Y si se suicidó? - Supuso Páter y en ese mome
Me levanté y encendí la luz, sintiéndome un poco aliviada, pero mi saliva no era capaz de mojar mi boca, sentía seca la garganta, que me ahogaba, que no podía respirar, así que busqué una silla en donde poder sentarme y esperar a que finalmente Eduardo apareciera y me dijera algo. Supongo que salía para tomar una decisión para convencerse de su maldad y sentirse seguro de lo que haría conmigo, sobrepasando el amor que en el fondo sentía por mí.En la oficina no había nada que me salvara, ninguna ayuda que me permitiera escapar, me levanté de nuevo por la desesperación y empecé a observar todo, en el escritorio estaba una foto de Eduardo y sus padres, al parecer el día de su graduación, se veía triste como si lo que estaba recibiendo no le causaba felicidad, pero sus padres sí se veían muy contentos.Tenía el retrato en mi mano cuando de pronto se abrió la puerta, tan rápido que ni siquiera tuve tiempo de colocarla en su sitio, la sorpresa fue terrible, sentí que mi cara se volvía hel
Atreverme a decirle que tenía una objeción, fue un acto mayor de valentía, me miró con ira, yo intenté mantener mi postura de tranquilidad, aunque en el fondo me estuviera muriendo, hasta que finalmente habló:— ¿Qué? Habla rápido — Me dijo siempre molesto— Lucrecia deberá estar conmigo — respondí de prisa— No creo que eso suceda ahora — Señaló con una sonrisa maliciosa que me alertó y mi instinto no se pudo resistir a reclamar— Lucrecia no tiene culpa, ni siquiera es mi familia — Aclaré molesta — ella no tiene por qué pagar lo que el imbécil de mi padre te hizo, la quiero conmigo y punto — terminé por gritarle — No es tu familia, pero tú la quieres, eso es lo que importa — Alegó mientras movía un lapicero que tenía en la mano, dándole vueltas una y otra vez — Llevo años esperando este momento, todo está completamente organizado, no soy un estúpido — Aclaró mientras acomodándose en la silla, fingiendo que aquello le daba placer, pero no, en el fondo se veía su dolor, su amor repri
— Era tan fácil darme un plazo para pagarte esa deuda y no volver a saber de mí nunca en la vida, Eduardo — Alegué nerviosa, con mi voz baja, intentando convencerlo de que renunciara a esa estupidez— Páter, dónde está Páter — dijo ignorando lo que dije como si no lo hubiese escuchado— Salió — contesté incapaz de decirle que le había pedido algo de comer y hasta en ese momento respondió a lo que dije— No voy a dejarte el camino tan fácil, de una u otra forma tienes que pagar lo que tu padre me hizo, no te irás tan fácil de mí, no vas a escapar de mi ira — Contestó sin dejar de mirarme, sus ojos emanaban como un fuego que me quemaba, mirarlo era insoportable, así que no me quedó más que bajar mi cabeza, lo único bueno en ese momento era saber que pronto estaría comiendo. — Está bien, Eduardo, me someto a ello, pues sé que lo que hizo ese monstruo es imperdonable, pero por favor, en cuanto te sientas satisfecho, déjame libre — Supliqué con tristeza, todo empezaba a nublarse, ya no t
Pater hizo un sonido con su garganta, como si quisiera advertirle algo, o hacerle recordar lo que estaba olvidando. — En la que ya habíamos dispuesto para esto, yo llegaré en un momento — Aclaró él, lo cual me hizo entender que seguramente tenían muchas casas pero que a mí me llevaría a una en especial y Pater quería asegurarse de eso — llévate a Aiden y Noah, y no se muevan de ahí hasta que yo llegue ¿Quedó claro? — Dijo completando sus indicaciones, pero sin levantar la voz, y eso logró que Pater dejara de demostrar que estaba nervioso — No soy una delincuente, en todo un día no he sido capaz de defenderme, crees que lo haré ahora después de todo — Comenté molesta por su actitud, busqué mis botas y me las puse, caminar con ellas se me hizo un poco difícil, pues los pies me dolían demasiado - ¿Puedes ordenarle a Pater que lleve mi maleta? Yo no tengo fuerzas — supliqué mientras me acercaba a la puerta — Pater, pídele eso a Noah, tú por favor no la dejes libre ni un momento, lléva
Cuando Eduardo abrió la puerta, yo me quedé perpleja, estaba desnuda, mis pechos blancos con su aureola rosada se veían perfectamente, pues acababa de quitarme el brasier, solo tenía puesto mi interior y estaba descalza, lo miré con temor, porque así me sentía ante su furia, y si había entrado es porque quería seguir gritándome y amenazando.Fue un momento rápido, pero a la vez lento, yo de verdad sentí que el tiempo se detenía, lo vi tan lindo, así en silencio observándome sin ofenderme, sin hacerme saber que me odiaba. Se quedó detenido en la orilla de la puerta, absorto. — ¿Necesitas decirme algo? — Pregunté tranquila mientras cubría mis pechos con los brazos, como si fuese un hombre desconocido el que me estaba mirando, como si olvidara que él había sido el primer y único hombre en mirar mi desnudez. Ante mi gesto de incomodidad tapándome los pechos, reaccionó, se dio cuenta de que me estaba mirando, que yo era esa mujer que lo volvía loco desde antes, cuando ni siquiera mi cu
Cuando salí a la calle me sentí aliviada, por fin podía mirar la luz, observé todo ahí, era un lugar muy bonito, el viento golpeaba mi cara y movía mi cabello rubio y ondulado. Eduardo no dejaba de mirarme, ni siquiera podía disimularlo. — ¿Qué piensas? Aquí no hay forma de que te vayas así que deja de mirar que no vas a hallar ninguna salida — Comentó Eduardo mientras abría la puerta del auto — Súbete ya — Me ordenó. Yo abrí la puerta trasera y él me amonestó a lo inmediato — Debes ir adelante, eres mi novia y futura esposa, compórtate como tal. Cerré rápidamente e hice lo que me indicaba, apenas empezaba el primer día y ya empezaba a hartarme de sus expresiones y reglas — Así que tu novia y futura esposa... — Repetí después de hacer un gesto molesto con mi cara, moviendo los ojos hacia arriba en señal de fastidio — Por contrato — Aclaró él al darse cuenta de que lo había dicho como si fuera real — Sí, por contrato no firmado — Le añadí yo para que recordara que ni siquiera me
— Lamentablemente, han muerto — Contesté rápido, evitando entrar en contacto con la mirada de Eduardo, no quería verlo, no podía, me dolía el alma mencionar eso, y no sabía si él podía contener su rabia y mencionar quién era verdaderamente mi padre — Oh, cuánto lo siento, disculpa por preguntar — se disculpó la mujer— !Así que eres española! — Exclamó el señor sorprendido, como en una intervención necesaria para obviar el tema, me sentí salvada,— Así es, tío, Mary Carmen, es una hermosa española que ha conquistado mi corazón desde que éramos unos niños — Dijo Eduardo, no había nada de mentira en sus palabras, pero justo ahora no eran verdaderas, de hecho nunca imaginé que pudiera decirlo — Así que ella, ella es la mujer de la que siempre hablaste... — Señaló la señora asombrada, titubeando. Era claro que esos dos sabían la verdad, y tuve miedo. — Sí — La interrumpió Eduardo — Recientemente nos hemos vuelto a encontrar — añadió mirándome para sonreír, nuestras miradas chocaron, fu