Capítulo 10

Me quedaba claro que Eduardo no me quería más, que solo necesitaba destruirme más de lo que estaba, así que ceder a su contrato era lo más aceptable en medio de todo. Ambos nos miramos con sarcasmo,  yo segura de tomar la decisión que fuera, lo único que importaba es que mis trabajadores no quedaran desamparados, de igual forma ya había sufrido demasiado, estaba completamente desamparada, así que cualquier refugio sería bueno, y él con esa furia que se desataba con solo tenerme cerca,  como si a cada segundo planeara una mejor forma de acabar conmigo para vengar la memoria de sus padres y cobrarse todo el dolor que el mío le había causado.

- ¿Entre qué debo elegir? - Interrogué sin bajar la mirada

- Tú sabrás - Dijo todavía con su risa maliciosa

- Quien tiene el poder eres tú - Inquirí con seguridad, no obtuve más respuesta porque a lo inmediato tocaron la puerta.

- ¿Eres tú Páter? - Preguntó Eduardo

- Sí, hermano, soy yo - Contestó el hombre del otro lado, con un español forzado

- Entra, te tengo una sorpresa - Dijo Eduardo mirándome con ironía, sus palabras dolían horriblemente, eran como una espina que se clavaba en mi alma, que mi padre me lastimara no dolía tanto porque a él lo odiaba, pero que las puñaladas vinieran de Eduardo a quien llevaba diez años siéndole fiel pese a que solo era un recuerdo, sí eran muy ponzoñosas, escuchar sus expresiones, y analizar su forma de verme solo me hacía entender que el hombre que yo amaba estaba muerto, que este que tenía frente a mí era un ser totalmente distinto, y que someterme a su voluntad era en realidad entrar a un juego muy peligroso, porque Eduardo ya no me tenía compasión, yo para él también era una desconocida, una simple mujer que no le interesaba en lo absoluto, su corazón estaba completamente cegado y todo lo que habíamos vivido ya no existía ni siquiera en su mente.

- ¿Quién es esta guapa mujer? - Preguntó Páter en un español terrible, forzado, vi que sus ojos se clavaban en mis muslos, y me pareció asqueroso, sinceramente me sentí como un muñeco en manos de dos hombres desconocidos, pensé lo peor. Eduardo le siguió el juego

- Es la española - Dijo sin mostrar un poco de misericordia por mí

- Increíble, es una mujer muy bella - Aseguró el hombre mirándome siempre con deseo, sentí nervios

- Lo es, pero lo que tiene de bella lo tiene de malo - Afirmó Eduardo como si todas mis explicaciones no le importaran absolutamente nada

- Eduardo ya te dije que no tuve nada que ver con todos esos terribles acontecimientos - Me defendí a sabiendas que  mi palabra no tenía validez

- Después de victimaria ahora se hace la víctima - Dijo el gringo con su hablado molesto y chocante, su voz me empezó a irritar y el juego de ambos me tenía a punto de estallar

- ! Que yo también he sido víctima! - Alegué gritando

- ¿Tú la has traído, Eduardo? - Preguntó Páter ignorando lo que había dicho

- No, hermano, ella ha venido solita, quiere arreglar el contrato ¿Tú que dices? - Preguntó Eduardo, ignorándome

- Decide tú si te quedas con la empresa o con ella -  Sugirió Páter, un hombre  como lo imaginaba, completamente rubio, delgado, su cabello no era rojo, pero sí amarillo un poco ondulado y sus ojos eran verdes, era muy alto, más alto que Eduardo y que yo pese  a que llevaba tacones, su vestimenta digna de un empresario rico, zapatos mocasines como los de Eduardo, pero sus actitudes eran terribles, al menos conmigo estaba siendo muy descortés, sin mostrar nada de respeto, me miraba ansioso de devorarme y fue triste.

- Decide rápido - Comenté yo completamente sin fuerzas, resignada a la derrota - Solo por favor respeta lo que te pedí

- Tú aquí no viniste a dar órdenes - Repuso Eduardo gritando en mi cara, y no pude resistirme a llorar

- Eh, mira después de tanto daño viene a llorar - Dijo el estúpido de Páter

- Cállate, imbécil, que tú no sabes nada - Contesté ya molesta

- !Mary Carmen! - Gritó Eduardo para amonestarme

- Ya me cansé de tu maldito juego, Eduardo - Le grité también, mientras mis lágrimas de ira caían por mi mejilla

-Yo también estuve cansado por cinco años y no lloro - Alegó

-Y yo por diez, m*****a sea, créeme - Supliqué

- Todo el daño que tu padre me causó no se cura con creerte - Aseguró sin piedad

- Entonces dime de una buena vez qué es lo que pretendes, hacerme más daño ya no puedes, suficiente tengo con mirarte y sentir que me desconoces -  Vociferé cansada por mi llanto, la decepción que tenía era insoportable, Páter me vio diferente al escucharme, una sensación extraña se posó en su rostro, como si finalmente él no fuera tan malo como parecía.

Eduardo en cambio salió de su escritorio y se situó delante de mí, para tomarme con furia por la cintura, acercó su cara a la mía que estaba cubierta de lágrimas, me miró todavía con ira.

-Ey, no la lastimes - Ordenó Páter, diciendo por fin algo sensato

- No puedo lastimarla más - Dijo Eduardo en voz baja frente a mí, pasando sus manos de mi cadera a mi cabeza y evitar que mi cara se moviera, y de los nervios no pude hablar, tenerlo tan cerca de mí me causaba escalofríos, era una sensación inexplicable, pues era algo que no percibía desde hace diez años.

- Sí, pero la estás sujetando demasiado fuerte - Le amonestó Páter

-Joder, tío, cállate; solo necesito ver su m*****a cara - Repuso Eduardo mirándome detenidamente

Las lágrimas me llegaban hasta el cuello, sollozaba con mucho esfuerzo y apretaba mis labios llena de vergüenza, el miedo me tenía completamente paralizada, perfectamente podía empujarlo, quitar sus manos, pero no podía, estaba completamente sin aliento, sometida a su voluntad, fue un silencio incómodo, Páter no se atrevió a decir otra cosa en mi defensa, de reojo pude ver que nos miraba impávido, como pensando que sucedería lo peor.

- Tienes la misma timidez en tus ojos, tus pómulos ya no son iguales, tu cara denota los estragos de los años, y tus labios igual de finos y rosa - Dijo en voz baja como si terminara de analizarme.

- Es muy bella - Agregó Páter

- Lo es, es tan bella que pareciera un ángel - Continuó Eduardo y Páter siguió conversando con él, como si estuvieran analizando a un objeto.

- Antes debió ser más bella - Dijo Páter

- Lo era, por eso me volvía loco - Contestó Eduardo

-  No digas esas cosas, no desvíes tus ideas  - Lo amonestó Páter, rechinando sus dientes

- Ya te dije que yo no soy mala, Eduardo - Dije con dificultad en voz baja

- No la escuches, no te dejes convencer - Comentó Páter dando unos pasos hasta donde estaban, sentí miedo, movía los ojos de un lado a otro temerosa y aturdida

- !No me mates! - Supliqué con mi voz contrita que apenas podía escucharse - No me mates, Eduardo - Mis ojos le suplicaron clemencia, era claro que no pretendía hacer eso, pero tenía tanto miedo, que escuchar los pasos de Páter acercándose a mí me desesperó.

- ¿Cómo puedes demostrarme que nada de lo que me dijeron es verdad? ¿Cómo te perdono si eres la hija del hombre que más aborrezco en esta vida, y solo saber que llevas su sangre me da asco, me provoca tanto asco que quisiera escupirte ahora mismo, porque tu presencia me desagrada, tienes su misma cara, te pareces tanto a él... - Me gritó tan fuerte  y de cerca que pude sentir su saliva en mi cara

- No me lo recuerdes - Dije a media voz, gesticulando cada palabra con lentitud, Eduardo tenía razón, físicamente era idéntica a mi padre, eso me aturdía también, porque no tenía ni un solo rasgo de mi madre.

- Y también eres igual de malvada que él - Insistió sin creerme

- Eduardo, por favor, yo te amo, te he amado siempre - Supliqué entre suspiros

Él me miró como si su corazón finalmente se ablandara, comprendía que era muy duro para él, que todo lo que había sufrido le dolía tanto que no era capaz de mostrar piedad por nadie, yo ya había experimentado cómo el dolor podía cambiarnos y por eso estaba soportando todo lo que estaba pasando.

-  ! Eduardo! !Eduardo! - Gritó Páter viendo que su amigo estaba totalmente absorto, caminó más rápido hacia nosotros y le tocó la espalda - Eduardo, ya, basta, haz lo que sigue - Orientó

- Aquí estoy, estoy bien, cállate y siéntate - Le gritó e inmediatamente Páter hizo lo que le ordenó

- Suéltame por favor, me estás halando el pelo - Supliqué, pues entre sus manos habían mechones de cabello que a cada movimiento me provocaban un dolor incómodo en el cráneo

- Tu cabello, ondulado, amarillo y largo - Comentó mientras los sujetaba con mayor fuerza, sin delicadeza alguna

- Eduardo, por favor - Pedí con mi llanto más pronunciado, pues ya no soportaba el dolor

-Joder, cuánto pude quererte - Dijo Eduardo soltándome con fuerza y pasando sus manos por su frente, al punto de dejarme tambaleando, dio la vuelta  y se situó frente a Páter, habló en voz baja, no pude distinguir lo que decía, pero sí pude percibir que lloraba, por la forma en que respiraba, eso lo noté por los movimientos de su espalda

- ¿Qué harás entonces? - escuché que preguntó Páter, también en voz baja, yo no tuve valor para moverme de donde estaba, aunque bien podía abrir la puerta y escapar, pero si me iba, echaba a perder todo, y no podía fallarle a Luis.

Eduardo continuó de espalda, y Páter se levantó con cautela para tomar una botella con agua que estaba en el escritorio, me miró absorto, yo tenía los brazos cruzados, tiritaba como si tuviera frío, y mis piernas las tenía muy pegadas una con la otra, rápidamente  le pasó el agua a Eduardo y este la bebió rápidamente.  Páter no dejaba de mirarme, quizá para asegurarse de que no me fuera.

- ¿Continuarás el plan? - Preguntó Páter, lo hizo en voz baja, pero el lugar era cerrado y había demasiado silencio como para no escuchar.

- No me esperaba esto, no pensé que sucedería de esta forma - Explicó Eduardo, pude confirmar que lloraba, por el tono de la voz - Mírala bien, Páter, dime cómo me resisto a ella, no puedo concebir en mi mente que esté llena de maldad

- Yo tampoco, pero no te debes fiar - Alegó Páter, yo me quedé detenida en el mismo punto, de pie, frente a los dos hombres, mirando y analizando cada uno de sus gestos, el miedo empezaba a disminuir, pero el dolor era agudo, sentir el desprecio de Eduardo era terriblemente cruel, lo único grato era saber que finalmente lo había encontrado, que no me moriría sin haberlo logrado como tantas veces me lo juré, ahora todo estaba claro, había confirmado que estaba enamorada de un recuerdo, que debía conocer a un nuevo Eduardo y valorar  si realmente el amor permanecía intacto, o simplemente era un capricho de mi parte.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo