Atreverme a decirle que tenía una objeción, fue un acto mayor de valentía, me miró con ira, yo intenté mantener mi postura de tranquilidad, aunque en el fondo me estuviera muriendo, hasta que finalmente habló:— ¿Qué? Habla rápido — Me dijo siempre molesto— Lucrecia deberá estar conmigo — respondí de prisa— No creo que eso suceda ahora — Señaló con una sonrisa maliciosa que me alertó y mi instinto no se pudo resistir a reclamar— Lucrecia no tiene culpa, ni siquiera es mi familia — Aclaré molesta — ella no tiene por qué pagar lo que el imbécil de mi padre te hizo, la quiero conmigo y punto — terminé por gritarle — No es tu familia, pero tú la quieres, eso es lo que importa — Alegó mientras movía un lapicero que tenía en la mano, dándole vueltas una y otra vez — Llevo años esperando este momento, todo está completamente organizado, no soy un estúpido — Aclaró mientras acomodándose en la silla, fingiendo que aquello le daba placer, pero no, en el fondo se veía su dolor, su amor repri
— Era tan fácil darme un plazo para pagarte esa deuda y no volver a saber de mí nunca en la vida, Eduardo — Alegué nerviosa, con mi voz baja, intentando convencerlo de que renunciara a esa estupidez— Páter, dónde está Páter — dijo ignorando lo que dije como si no lo hubiese escuchado— Salió — contesté incapaz de decirle que le había pedido algo de comer y hasta en ese momento respondió a lo que dije— No voy a dejarte el camino tan fácil, de una u otra forma tienes que pagar lo que tu padre me hizo, no te irás tan fácil de mí, no vas a escapar de mi ira — Contestó sin dejar de mirarme, sus ojos emanaban como un fuego que me quemaba, mirarlo era insoportable, así que no me quedó más que bajar mi cabeza, lo único bueno en ese momento era saber que pronto estaría comiendo. — Está bien, Eduardo, me someto a ello, pues sé que lo que hizo ese monstruo es imperdonable, pero por favor, en cuanto te sientas satisfecho, déjame libre — Supliqué con tristeza, todo empezaba a nublarse, ya no t
Pater hizo un sonido con su garganta, como si quisiera advertirle algo, o hacerle recordar lo que estaba olvidando. — En la que ya habíamos dispuesto para esto, yo llegaré en un momento — Aclaró él, lo cual me hizo entender que seguramente tenían muchas casas pero que a mí me llevaría a una en especial y Pater quería asegurarse de eso — llévate a Aiden y Noah, y no se muevan de ahí hasta que yo llegue ¿Quedó claro? — Dijo completando sus indicaciones, pero sin levantar la voz, y eso logró que Pater dejara de demostrar que estaba nervioso — No soy una delincuente, en todo un día no he sido capaz de defenderme, crees que lo haré ahora después de todo — Comenté molesta por su actitud, busqué mis botas y me las puse, caminar con ellas se me hizo un poco difícil, pues los pies me dolían demasiado - ¿Puedes ordenarle a Pater que lleve mi maleta? Yo no tengo fuerzas — supliqué mientras me acercaba a la puerta — Pater, pídele eso a Noah, tú por favor no la dejes libre ni un momento, lléva
Cuando Eduardo abrió la puerta, yo me quedé perpleja, estaba desnuda, mis pechos blancos con su aureola rosada se veían perfectamente, pues acababa de quitarme el brasier, solo tenía puesto mi interior y estaba descalza, lo miré con temor, porque así me sentía ante su furia, y si había entrado es porque quería seguir gritándome y amenazando.Fue un momento rápido, pero a la vez lento, yo de verdad sentí que el tiempo se detenía, lo vi tan lindo, así en silencio observándome sin ofenderme, sin hacerme saber que me odiaba. Se quedó detenido en la orilla de la puerta, absorto. — ¿Necesitas decirme algo? — Pregunté tranquila mientras cubría mis pechos con los brazos, como si fuese un hombre desconocido el que me estaba mirando, como si olvidara que él había sido el primer y único hombre en mirar mi desnudez. Ante mi gesto de incomodidad tapándome los pechos, reaccionó, se dio cuenta de que me estaba mirando, que yo era esa mujer que lo volvía loco desde antes, cuando ni siquiera mi cu
Cuando salí a la calle me sentí aliviada, por fin podía mirar la luz, observé todo ahí, era un lugar muy bonito, el viento golpeaba mi cara y movía mi cabello rubio y ondulado. Eduardo no dejaba de mirarme, ni siquiera podía disimularlo. — ¿Qué piensas? Aquí no hay forma de que te vayas así que deja de mirar que no vas a hallar ninguna salida — Comentó Eduardo mientras abría la puerta del auto — Súbete ya — Me ordenó. Yo abrí la puerta trasera y él me amonestó a lo inmediato — Debes ir adelante, eres mi novia y futura esposa, compórtate como tal. Cerré rápidamente e hice lo que me indicaba, apenas empezaba el primer día y ya empezaba a hartarme de sus expresiones y reglas — Así que tu novia y futura esposa... — Repetí después de hacer un gesto molesto con mi cara, moviendo los ojos hacia arriba en señal de fastidio — Por contrato — Aclaró él al darse cuenta de que lo había dicho como si fuera real — Sí, por contrato no firmado — Le añadí yo para que recordara que ni siquiera me
— Lamentablemente, han muerto — Contesté rápido, evitando entrar en contacto con la mirada de Eduardo, no quería verlo, no podía, me dolía el alma mencionar eso, y no sabía si él podía contener su rabia y mencionar quién era verdaderamente mi padre — Oh, cuánto lo siento, disculpa por preguntar — se disculpó la mujer— !Así que eres española! — Exclamó el señor sorprendido, como en una intervención necesaria para obviar el tema, me sentí salvada,— Así es, tío, Mary Carmen, es una hermosa española que ha conquistado mi corazón desde que éramos unos niños — Dijo Eduardo, no había nada de mentira en sus palabras, pero justo ahora no eran verdaderas, de hecho nunca imaginé que pudiera decirlo — Así que ella, ella es la mujer de la que siempre hablaste... — Señaló la señora asombrada, titubeando. Era claro que esos dos sabían la verdad, y tuve miedo. — Sí — La interrumpió Eduardo — Recientemente nos hemos vuelto a encontrar — añadió mirándome para sonreír, nuestras miradas chocaron, fu
No supe diferenciar en lo que sentía, una parte de mí quería marcharse de ahí, y otra me obligaba a detenerme; sabía bien que estaba perdida, que no había vuelta atrás, y que en ese lugar no existía nadie, que pudiera salvarme, que pudiera tenderme una mano, y yo ni siquiera podía hablar inglés, era una locura pensar en escapar ¿A dónde iría? Pero no quería ver más esos ojos mirándome con odio y amor. La confusión me estaba matando, que no supe si en verdad estaba caminando, corriendo o simplemente me había quedado detenida, imaginando que sucedía algo.— ¿Qué te ocurre? — Me interceptó la voz de Eduardo, mientras sentía que su mano tocaba mi antebrazo, por fin su piel estaba cerca, muy cerca de la mía, levanté la mirada y ante mí, estaban los dos hombres, Aiden y Noah, listos para apresarme y atrás de mí, Eduardo, el Eduardo que me aborrecía, ya no el mismo que adentro me había tratado bien.— Yo, no sé, yo no sé si pueda soportar esto — logré decir con la voz contrita, a sabiendas d
No pude evitar mirarlo con el mismo dolor que él reflejaba, ambos teníamos la cara tensa, dura como una roca, sin hacer ningún tipo de gesticulación, solo mostrando lo terrible que era mirarnos como enemigos, obligatoriamente.— Anda dime, qué pasará en cuanto a ella — lo interrumpí con mi voz seca — Lo haré cuando lo decida, no hoy, como has dicho — Repuso bajando la mirada, y en un tono de voz suave. —Eduardo, necesito que me des una fecha, yo ya te demostré que puedo cumplir con lo que me orientes, no voy a escaparme, pero trae a Lucrecia — Alegué, triste pues en verdad necesitaba a mi amiga junto a mí. —Será cuando yo quiera, Mary — Vociferó pasando su mano por el rostro en señal de desesperación y salió de la habitación, me detuve en la puerta, otra vez me había quedado encerrada, pero me atormentaba saber qué sucedería con la empresa, de qué forma les comunicaría que ya todo estaba solucionado, necesitaba avisarle de alguna manera a Luis, que no se preocupara más por la deud