- Soy yo, Mary - Dijo el hombre atrás de mí
- ¿Eduardo? - Interrogué entre lágrimas con el cuerpo frío por los nervios que también me impedían el andar, pregunté porque en realidad estaba muy distinto, no se parecía en nada al hombre que había visto la última vez, cuando desde la ventana de mi casa miré que se subía a una camioneta roja, aun con su sombrero de paja, su pantalón gris doblado hasta la rodilla y su camisa blanca sin abotonar.
El hombre que tenía frente a mí, estaba perfectamente peinado, su barba completamente perfilada, zapatos mocasines negros y brillantes, un vestuario convencional pero administrativo, se veía tan guapo, que olvidé quién era.
Ambos detuvimos nuestras miradas, comprendiendo si en realidad lo que sucedía era verdad o imaginación, esperaba que me dijera que estuvo muchos años esperando por mí, que se riera al verme o que llorara, pero que mostrara cualquier forma de felicidad por verme, yo estaba completamente consternada, mirarlo nuevamente me había devuelto el alma y la alegría, solo deseaba besarlo, tocarlo, explicarle lo que estaba sucediendo y contarle lo que me había pasado durante diez años, sin embargo ocurrió todo lo contrario, suspiró y se abalanzó sobre mí, como un león rugiente en busca de su presa.
- ¿Por qué me traicionaste? ¿Por qué vienes justo ahora, diez años después? - Me gritó mientras me apretaba con furia la espalda, empecé a llorar sin poder defenderme, él siguió sujetándome y llenándome de improperios:
- Dijiste que me amabas, que siempre me amarías, eres igual que tu padre, solo quieren dinero, has venido aquí por el maldito contrato, por eso has venido, no te importa casarte con otro hombre sin conocerlo, solo por tener tu m*****a empresa.
No soporté escucharlo, no estaba comprendiendo lo que sucedía, por qué me lo había encontrado de esa forma, por qué estaba él y no el Señor Liam ni Páter, todo era confuso, mi estado de asombro me tenía muda, pero sus insultos también desataron mi furia, logrando que lo empujara y pudiera separarlo de mí:
- No me jodas, Eduardo, cómo te atreves a insultarme sin siquiera escucharme, no tienes una m*****a idea del infierno que he vivido estos años, quien me debe explicaciones eres tú - Grité mientras él, tirado en el suelo me veía impávido, con ira, con deseo, con amor, con nostalgia, con lo que fuera, pero sus ojos no eran los que yo amé.
Suspiraba demasiado fuerte, mientras mis lágrimas rodaban sin parar, yo solo pude verlo con dolor, no había otra manera de mirarlo.
- Yo a ti no te debo nada, si estoy aquí es por tu culpa - Me gritó nuevamente mientras se levantaba del piso, la secretaria le ayudó a hacerlo.
- Pues si yo estoy aquí también es por tu culpa - Repuse entre lágrimas
- Has venido en busca de un contrato matrimonial con Páter, no por mí - Replicó furioso
- Eso es lo que tú crees, Eduardo, pero no te imaginas siquiera todo lo que he tenido que vivir para poder estar aquí, mi vida ha sido un infierno desde que no te veo, mírate tú, estás perfectamente bien, eres todo un empresario, y yo, Eduardo, yo sigo siendo la misma campesina bruta que su padre manipulaba a gusto y antojo, si estás enterado de lo del contrato también deberías saber que es por su culpa que estoy atada a eso, pero ahora que te he encontrado no me importa ese maldito contrato ni la empresa ni nada, he sufrido estos diez años por no saber dónde estabas y ni siquiera me imaginé que podía hallarte justo aquí, mira Eduardo qué casualidad de la vida, quien debería estar molesta soy yo, pues si tú trabajas para el señor Liam entonces sabías perfectamente lo que me estaba pasando y no hiciste nada por salvarme, por buscarme - Expliqué con la voz contrita
- No, cállate, joder, no es eso lo que está sucediendo, quien se negó a casarse conmigo fuiste tú, quien quiso que Ernesto me exiliara fuiste tú, así que no te hagas la víctima ahora - Continuó gritando.
- No, Eduardo, a mí también me engañaron - Logré decir con mi voz seca, indispuesta a gritar o a discutir más, pues sé que mis palabras no eran válidas.
Se acercó a mi cara quizá para intimidarme, yo apreté mis labios, llena de vergüenza, bajé la mirada, mi cuerpo temblaba, había esperado tanto este momento, y estaba sucediendo todo lo contrario a lo que imaginé, no pude contener mi llanto, y empecé a sollozar mientras su respiración agitada por la furia llegaba a mi nariz, como un viento caliente que me quemaba el alma.
Supongo que eso logró que tuviera piedad por mí, me abrazó sin decir una sola palabra, sin apretarme, sin más reclamos, y yo continué mi llanto como súplica de su perdón.
- Déjame contar lo que yo sé, déjame entender lo que está pasando, pero no grites más, ni me juzgues, he esperado este momento por diez años, y hoy que finalmente estás frente a mí, es como si no te hubiese conocido nunca - Dije con la voz contrita mientras sus manos acariciaban mi espalda.
Eduardo se apartó de golpe y me dio la espalda caminando rápidamente en dirección a la empresa.
- Sígueme - Gritó sin voltear a verme
Mi cuerpo estaba paralizado, completamente anonadada visualicé su espalda, que me volvía loca, pero no podía moverme, estaba temblando de miedo.
- El CEO ha pedido que lo sigas, ve a su oficina - Me orientó la asistente
- No tengo valor para hacerlo, es como si Eduardo fuese otra persona, lo mejor es que me vaya - Contesté completamente triste, mientras él ignoraba mi presencia, pues ya había entrado a la empresa y posiblemente ya estaba en su oficina
- ¿Es usted la mujer que amó cuando eran adolescentes, con quien iba a casarse? - Preguntó la mujer, sujetando mi maleta para impedirme que huyera
- Sí - Apenas logré decir sin poder mirarla - ¿Usted cómo lo sabe?
- Ummm, pues estos años nos hicimos buenos amigos, pero eso no importa, lo mejor es que vayas a hablar con él - Inquirió caminando también a la espera de que siguiera su paso
- No creo que él quiera hablar conmigo, está cegado de ira - Contesté
La asistente volvió a mirarme con mucha lástima y pena.
- Ey, entra, y habla con él - Pidió animándome
Suspiré y muchas cosas pasaron por mi mente cuando crucé nuevamente la puerta, Eduardo todavía me esperaba en las escaleras.
- Deja eso ahí - Le ordenó a la asistente, ella rápidamente colocó mi maleta cerca de la barra de su oficina.
- Anda, camina rápido que necesitamos concretar el pago de la deuda - Me orientó Eduardo, y eso me provocó más tristeza, comprendí entonces que definitivamente lo había perdido, que el que yo amaba no existía, y que únicamente me había pedido que regresara para concretar el acuerdo no porque le importara mi presencia
- Eso no me interesa, te encontré Eduardo, es lo único que deseaba en mi triste vida - Supliqué a la espera de una respuesta agradable, que me hiciera pensar que todavía existía una esperanza.
- Viniste en busca de eso, sé que es así, tú ni siquiera sabías que yo me encontraba aquí, así que no mientas - Continuó alegando con su furia, si mi amor ya no le importaba entonces no iba a permitir que me siguiera humillando, ya suficiente me había rebajado, pensé, y decidida a olvidarme de que se trataba de él, y a dejar de un lado mis sentimientos, le grité:
- Primero explícame, porque tu secretaria ha dicho que esta no es la empresa del Señor Liam
- Que te apresures, joder, sube ya y lo hablamos, no le des más vueltas a este asunto - Ordenó dándome la espalda nuevamente y caminando ya en dirección a su oficina, decidí subir tras que escuché el golpe de la puerta al cerrarla, cerré los ojos de miedo ante el ruido, subir era como escalar hacia el infierno, ni siquiera era capaz de imaginar lo que sucedería ahí adentro, pero al menos la vida me había permitido verle.
Caminé despacio y toqué la puerta de la misma forma.
- Pasa y siéntate - Dijo al abrir
- Eduardo... - Dije con mi voz baja
- Perdón - Contestó más calmado - Llevo mucha furia acumulada, no esperaba que vinieras hasta aquí
- ¿Qué es lo que ocurre? - Pregunté al sentir confianza en su expresión, aunque lo único que quería era que me viera con amor, con ternura, que estuviera contento de verme
- Es una larga historia - Afirmó sin mirarme a los ojos
- Entonces, anda, cuéntala, hay mucho de qué hablar y muy poco que gritar - Alegué con seguridad, no iba a permitir que volviera a humillarme
- imaginaba tu rostro distinto, también tu cuerpo, porque ya eres madre, dijo tu padre la última vez que hablé con él - Comentó con su cabeza puesta en el respaldar de su silla que daba vueltas.
-No soy madre, ni estoy casada, ni estoy aquí por dinero - Grité levantándome de la silla - Te han engañado vilmente, como a mí
La palabra ENGAÑO era lo único real que habíamos vivido durante diez años, aunque decirle eso a Eduardo era en vano, puesto que él no estaba dispuesto a creerme, cegado de ira me respondió intentando evadir lo que ya había dicho.- No niegues a tus hijos, Mary- Joder, Eduardo, entiende de una vez que nada de lo que te dijeron es verdad - Repliqué completamente enfadada- Entonces cómo fueron, Mary, si tu padre me obligó a convertirme en este ser que soy hoy - Repuso frustrado- Pues a mí también me obligó a muchas cosas y eso no ha sido capaz de cambiar mi ser, no como tú, que ahora me pareces un total desconocido - Dije con la voz todavía contrita - Yo no he venido aquí a culparte que me hayas dejado con una boda organizada, no vine aquí a gritarte, ni siquiera sabía que te encontraría aquí, y sin embargo tú me agredes, me llenas de improperios sin siquiera escuchar las causas verdaderas de nuestra separación- La separación que tú quisiste - Gritó- ! Que no, maldita sea! Que mi pa
No estaba dispuesta a quedarme con la duda, aunque perdiera su amor, realmente necesitaba conocer la verdad, no quería regresarme a España con las manos vacías, así que volví a suplicarle- Por favor, Eduardo, ya nada importa, por favor, abre mis ojos, dime la verdad, permíteme entender estas cosas que me ocultaron por tantos añosEs que, Mary... Recuerdas a don Marvin- Sí, claro, el hombre que se encargó de mi padre desde que era un niño, es decir mi abuelo adoptivo - Repuse yo confusa por no saber qué tenía que ver él con el padre de Eduardo- Él es el padre de mi papá, pero se enteró hasta que don Marvin, murió, este había dejado la exportadora a nombre de él, sin embargo Ernesto que sí se había preparado académicamente, cambió todo, dejando a mi papá en la ruina, fue por esa razón que nosotros llegamos años después al pueblo, cuando nos conocimos, que tendría yo, tal vez diez años - Explicó, y sentí que el rencor por mi padre se volvía más grande.- Ahora entiendo por qué mi
Me quedaba claro que Eduardo no me quería más, que solo necesitaba destruirme más de lo que estaba, así que ceder a su contrato era lo más aceptable en medio de todo. Ambos nos miramos con sarcasmo, yo segura de tomar la decisión que fuera, lo único que importaba es que mis trabajadores no quedaran desamparados, de igual forma ya había sufrido demasiado, estaba completamente desamparada, así que cualquier refugio sería bueno, y él con esa furia que se desataba con solo tenerme cerca, como si a cada segundo planeara una mejor forma de acabar conmigo para vengar la memoria de sus padres y cobrarse todo el dolor que el mío le había causado.- ¿Entre qué debo elegir? - Interrogué sin bajar la mirada- Tú sabrás - Dijo todavía con su risa maliciosa- Quien tiene el poder eres tú - Inquirí con seguridad, no obtuve más respuesta porque a lo inmediato tocaron la puerta.- ¿Eres tú Páter? - Preguntó Eduardo- Sí, hermano, soy yo - Contestó el hombre del otro lado, con un español forzado- En
Páter y Eduardo siguieron conversando en voz baja sobre el desenlace de mi destino, no logré escuchar del todo, pues pese a todo esfuerzo no siempre lograba distinguir lo que decían, solo sé que hablaban de mí, no pude moverme, pero al cabo de un rato no soporté más y hablé— Eduardo, se hace tarde, la noche empieza a caer y yo no tengo adónde ir, por favor dime de una buena vez qué pasará con la empresa y conmigo, no quiero hacerte perder más el tiempo — definí intentando demostrar seguridad en medio de todas las confusiones que me invadían— No es momento para hablar — me interrumpió Eduardo, todavía de espaldas hacia mí, como si no fuera capaz de darme la cara— Entonces, si no es momento para hablar, yo me largo — Contesté, luego de que el miedo se me quitara por completo, estaba cansada de batallar todo un día en busca de la redención de Eduardo, sabiendo que no llegaría lo mejor era irme, ya había hecho suficiente por intentarlo, Luis entendería que todo salió mal, que no pude
— !Mary Carmen! Responde! Mary Carmen! — Decía Eduardo con tono de preocupación, por un momento pensé que podía importarle— Se ha muerto, hermano — Contestaba Páter asustado, y yo solo pensaba que eso era lo único que deseaba en ese momento— Seguro solo se desmayó — reponía Eduardo, desconfiando y ahí entendí que no, que no le importaba ya— Vamos a cargar otro muerto encima — Alegaba Páter, supongo que decía otro en referencia a que su padre había muerto por su causa— No, imbécil, tócale el pulso — Le ordenaba Eduardo con molestia y a la vez con sentimientos ¿Por qué se estaba comportando como un total gilipollas? ¿Por qué no se redimía al amor que sentíamos? Pensaba mientras no tenía fuerzas para abrir los ojos— Hazlo tú - Reponía él— Yo no quiero tocarla más — Aseguraba Eduardo, siempre con su tono de preocupación pero esta vez como si su voz estuviera contrita, como si no pudiera mencionarlo, como si lo dijera con supremo dolor— ¿Y si se suicidó? - Supuso Páter y en ese mome
Me levanté y encendí la luz, sintiéndome un poco aliviada, pero mi saliva no era capaz de mojar mi boca, sentía seca la garganta, que me ahogaba, que no podía respirar, así que busqué una silla en donde poder sentarme y esperar a que finalmente Eduardo apareciera y me dijera algo. Supongo que salía para tomar una decisión para convencerse de su maldad y sentirse seguro de lo que haría conmigo, sobrepasando el amor que en el fondo sentía por mí.En la oficina no había nada que me salvara, ninguna ayuda que me permitiera escapar, me levanté de nuevo por la desesperación y empecé a observar todo, en el escritorio estaba una foto de Eduardo y sus padres, al parecer el día de su graduación, se veía triste como si lo que estaba recibiendo no le causaba felicidad, pero sus padres sí se veían muy contentos.Tenía el retrato en mi mano cuando de pronto se abrió la puerta, tan rápido que ni siquiera tuve tiempo de colocarla en su sitio, la sorpresa fue terrible, sentí que mi cara se volvía hel
Atreverme a decirle que tenía una objeción, fue un acto mayor de valentía, me miró con ira, yo intenté mantener mi postura de tranquilidad, aunque en el fondo me estuviera muriendo, hasta que finalmente habló:— ¿Qué? Habla rápido — Me dijo siempre molesto— Lucrecia deberá estar conmigo — respondí de prisa— No creo que eso suceda ahora — Señaló con una sonrisa maliciosa que me alertó y mi instinto no se pudo resistir a reclamar— Lucrecia no tiene culpa, ni siquiera es mi familia — Aclaré molesta — ella no tiene por qué pagar lo que el imbécil de mi padre te hizo, la quiero conmigo y punto — terminé por gritarle — No es tu familia, pero tú la quieres, eso es lo que importa — Alegó mientras movía un lapicero que tenía en la mano, dándole vueltas una y otra vez — Llevo años esperando este momento, todo está completamente organizado, no soy un estúpido — Aclaró mientras acomodándose en la silla, fingiendo que aquello le daba placer, pero no, en el fondo se veía su dolor, su amor repri
— Era tan fácil darme un plazo para pagarte esa deuda y no volver a saber de mí nunca en la vida, Eduardo — Alegué nerviosa, con mi voz baja, intentando convencerlo de que renunciara a esa estupidez— Páter, dónde está Páter — dijo ignorando lo que dije como si no lo hubiese escuchado— Salió — contesté incapaz de decirle que le había pedido algo de comer y hasta en ese momento respondió a lo que dije— No voy a dejarte el camino tan fácil, de una u otra forma tienes que pagar lo que tu padre me hizo, no te irás tan fácil de mí, no vas a escapar de mi ira — Contestó sin dejar de mirarme, sus ojos emanaban como un fuego que me quemaba, mirarlo era insoportable, así que no me quedó más que bajar mi cabeza, lo único bueno en ese momento era saber que pronto estaría comiendo. — Está bien, Eduardo, me someto a ello, pues sé que lo que hizo ese monstruo es imperdonable, pero por favor, en cuanto te sientas satisfecho, déjame libre — Supliqué con tristeza, todo empezaba a nublarse, ya no t