Yadira nunca se había sentido tan feliz como ese día en particular. Todavía sostenía el ramo de flores en sus brazos cuando Guillermo y su hija vinieron a buscarla.—¡Mami, mami!Solo ante la llegada de su hija, Yadira soltó el ramo de rosas, que fue oportunamente atrapado por Guillermo.—¿Cómo se portó mi hermosa hija hoy? —le preguntó a la pequeña.—Me porté muy bien, y el señor Guillermo me compró un helado porque saqué un diez en matemáticas.Yadira sonrió a su hija y luego dirigió su mirada hacia Guillermo.—¿Le diste las gracias al señor Guillermo?—Sí, mami. Además, me dijo que nos llevaría a las dos a comer.—Eso suena maravilloso, pero yo tengo otra idea. Dado que tú sacaste un diez y yo tengo que agradecerle al señor Guillermo por tantas cosas, ¿qué les parece si yo cocino el almuerzo? —Yadira posó su mirada en Guillermo, quien le devolvió una sonrisa cómplice. Sentía una mezcla de gratitud y atracción hacia él, pero no sabía cómo expresarlo. —A menos que, por supuesto, el s
Yadira se encerró en su habitación y marcó el número de Rogelio, su abogado. Rogelio era un experto en casos de divorcio y le había asegurado que podía conseguirle una buena compensación por los años de maltrato que había sufrido por parte de Enrique.—Hola, Rogelio. Soy Yadira. Te llamo para decirte que he tomado una decisión. Quiero divorciarme de Enrique lo antes posible. — dijo Yadira con voz firme.—Hola, Yadira. Me alegro de que hayas dado ese paso. Sé que no ha sido fácil para ti. — respondió Rogelio con tono comprensivo.—No, no ha sido fácil. Pero ya no puedo seguir viviendo así. He aguantado demasiado tiempo sus insultos, sus amenazas, sus golpes... Ya no le tengo miedo. Quiero ser libre y empezar una nueva vida con mi hija—, confesó Yadira.—Te entiendo perfectamente, Yadira. Y te felicito por tu valentía. Estoy seguro de que vas a salir adelante y de que vas a ser muy feliz. - la animó Rogelio.— Gracias, Rogelio. Eres muy amable. ¿Qué tengo que hacer ahora? ¿Qué papeles
Después de mandarle la ubicación a Yadira, Enrique se vistió con uno de sus trajes más caros y elegantes. Se perfumó con la fragancia que sabía que a Yadira le gustaba, no porque quería agradarle, sino porque sabía que cada pequeño detalle podía jugar a su favor.Mientras conducía al restaurante, ideaba su estrategia. Sabía que tenía que ser astuto, jugando con las emociones de Yadira y recordándole los buenos tiempos. El restaurante al que la había invitado era uno de los lugares más románticos de la ciudad y había sido su favorito cuando eran novios.Llegó antes que ella y eligió una mesa en un rincón apartado, perfecto para una conversación íntima. Ordenó una botella del vino favorito de Yadira y se acomodó, ensayando sus palabras, buscando las frases y recuerdos que pudieran ablandar su corazón y ponerla en una posición vulnerable.Cuando la vio entrar, se sintió confiado. Yadira lucía bien, más bien de lo que él la recordaba, pero Enrique solo veía una oportunidad. Se puso de pie
—Creo que me debes, a mí y a nuestra hija, la oportunidad de criarla juntos —concluyó, esperando que sus palabras tuvieran el efecto deseado.—No te debo nada, además sabes muy bien que no fue mi culpa el que…— ella no terminó de hablar, ya que había callado en el instante que sintió que su voz se quebraría llevándose su mano derecha hasta sus labios y así guardar silencio.No obstante, sabía que no podía dejar las cosas como estaban. Tras un par de minutos que le tomo volver a recuperar la compostura ella levantó su mirada brillante a causa de las lágrimas no derramadas, pero con la suficiente entereza como para dejarle claro a Enrique que sus palabras ya no podían afectarle del mismo modo que en el pasado.—Escúchame bien Enrique, tú más que nadie sabes que el perder a mi bebé no fue mi culpa. Además tu no quieres a Sofía, ella jamás te ha importado. Así que basta de querer manipularme por medio de ella. Después de decirle eso Yadira se levantó de la mesa dispuesta a marcharse.Enr
Yadira se sintió aliviada y, al mismo tiempo, vulnerabilidad ante las atenciones de Guillermo. La confusión la envolvía, sintiéndose emocionalmente dependiente. Anhelaba, de alguna manera, perderse en los brazos de este hombre que le brindaba apoyo.—Te agradezco sinceramente tu preocupación, pero no quiero que sientas la necesidad de cuidarme — comentó al entrar en la casa, intentando mantener un poco de distancia emocional —. Si me lo permites, preferiría ir a ver a Sofía en este momento.No deseaba en lo absoluto tener que explicar su encuentro con Enrique, ya que la idea de compartir ese episodio la hacía sentirse vulnerable.— Está bien, ve a descansar yo debo solucionar algunas cosas de trabajo.Guillermo trataba de ocultar sus celos, su enojo, todo lo que estaba sintiendo en ese momento, era consciente de que no podía ponerla en esa situación, aún así su afán de protegerla y sobretodo alejar a ese hombre de ella era algo que no podía calmar.Guillermo observó a Yadira alejarse
El almacén estaba frío , iluminado únicamente por la débil luz de unas pocas lámparas colgantes. Las sombras alargadas daban un aspecto más tétrico al lugar. En el centro de la bodega, Enrique estaba encadenado a una columna gruesa de cemento. Su camisa estaba desaliñada, y varias gotas de sudor resbalaban por su frente. Las marcas de las cadenas eran visibles en sus muñecas y tobillos. Sus ojos, antes arrogantes, ahora reflejaban el temor de la situación en la que estaba."¿Cómo demonios había llegado hasta este punto?" Enrique no podía evitar cuestionarse, mientras la llama de la ira y el resentimiento ardía en su interior. Estaba convencido de que todo esto era obra de Rosalba, y tenía la firme certeza de que ella pagaría por haberlo colocado en esta situación.El sonido de una puerta abriéndose resonó en la bodega, y por ella entró Guillermo, su imponente figura contrastando con la situación vulnerable de Enrique. Se aproximó a él con paso firme, se quitó la chaqueta del traje con
Yadira no podía creer lo que le decía Rogelio, su abogado, al teléfono a la mañana siguiente.—Por favor, repíteme lo que me acabas de decir. Una vez más.—Enrique acaba de enviar los papeles del divorcio firmados y no solo eso. Su abogado ha dicho que no desea nada. Te cederá toda la custodia de la pequeña Sofía y te dará lo que te corresponde tanto por ley como por los daños morales que te pudo haber ocasionado.—No lo puedo creer —murmuró Yadira, sintiendo que, en ese momento, todas sus preocupaciones parecían haber desaparecido."Por fin era libre". Enrique por fin había firmado, y eso la llenaba de una enorme alegría y, por supuesto, satisfacción.—Solo necesito que venga a mi oficina, por favor, para entregarte tu copia del divorcio firmada y notariada, así como todo lo que te corresponde.—Por supuesto, estaré ahí a la mayor brevedad posible —respondió Yadira a su abogado antes de colgar.Pese a la felicidad que se reflejaba en el semblante de Yadira, su mirada se endureció y o
Yadira se abrió paso entre la multitud de reporteros que la esperaban a la salida de la escuela. Con una mano sujetaba a su hija Sofía, que se aferraba a su falda con miedo. Con la otra mano empujaba los micrófonos y las cámaras que intentaban acercarse demasiado.—¿Es cierto que su esposo la engañó con su mejor amiga? — le preguntó una voz.—¿Cómo se siente al saber que su matrimonio ha terminado? — interpeló otra.—¿Qué planea hacer ahora que está sola? — cuestionó una tercera.Yadira no respondió a ninguna de las interrogantes. Su único objetivo era alejarse de ese lugar y llevar a su hija a un refugio seguro. Estaba consciente de que los reporteros solo buscaban un titular jugoso, una noticia escandalosa, un momento de vulnerabilidad. No les preocupaba el sufrimiento que tanto ella como Sofía estaban padeciendo.Sofía observaba el caos a su alrededor con ojos vidriosos y llenos de lágrimas. No comprendía por qué había tantas personas gritando y desordenando todo. No lograba entend