La cocina se impregnó del aroma del café recién hecho y las tostadas. Guillermo, buscando una forma de disculparse con Yadira, quien no le dirigía la palabra, sirvió los huevos revueltos y las salchichas en un plato. Desde donde estaba, pudo ver a Yadira en la sala, sentada junto a Sofía, ambas aún en pijamas y jugando juntas. Parecía el momento ideal para acercarse y pedir perdón.No obstante, justo cuando estaba por dar el primer paso, el teléfono de Yadira sonó. Guillermo contuvo un gruñido y se quedó paralizado, esperando a que ella atendiera la llamada.Detestaba esos imprevistos que interrumpían sus planes, especialmente cuando implicaban dejar a un lado su orgullo y disculparse, lo cual siempre le resultaba difícil.Yadira, por su parte, se sentía un tanto perdida y prefería centrarse en Sofía para evitar cruzar miradas con Guillermo. No quería que él detectara la confusión reflejada en sus ojos. La llamada de su teléfono llegó en un momento oportuno, brindándole una excusa par
—Hola, Yadira. Te he traído algo muy importante, pero por favor tráteme de manera informal— le respondió Rogelio, entregándole la carpeta.—¿Es lo que creó que es? — preguntó Yadira, abriendo la carpeta con curiosidad.—Si. Son los papeles que no te había dado. Los que constan que tienes la patria potestad de tu hija —le explicó Rogelio.—¡Gracias, no sabes lo mucho que me hace feliz tener estos papeles! — exclamó Yadira, emocionada.— Sí. Hemos ganado el caso. Tu exmarido no podrá volver a acercarse a ti ni a tu hija. Ahora eres libre — le dijo Rogelio, con una sonrisa.—¡Oh, Rogelio! No sé cómo agradecerte esto. Es lo mejor que me ha pasado en la vida — dijo Yadira, abrazando al abogado con fuerza.—No tienes que agradecerme nada, Yadira. Lo hice por ti y tu pequeña hija— respondió Rogelio, correspondiendo al abrazo y al mismo tiempo callando lo que realmente quería decirle a ella: "También porque me gustas Yadira y quiero verte feliz" más eso lo callo y se conformó con el abrazo da
El hombre en cuestión sonrió, mostrando una hilera de dientes amarillentos. —Eso es lo que crees. Hace un tiempo, representaste a alguien que me debía mucho dinero. Gracias a ti, ese tipejo evitó la cárcel y aún no me ha pagado.Rogelio se tomó un momento para pensar. Recordaba el caso, pero no estaba seguro de cómo eso le involucraba personalmente con el gangster. —Yo solo hice mi trabajo, defendiendo a mi cliente en el tribunal. Si tienes un problema con él, deberías tratarlo directamente. Mi despacho y yo no tenemos nada que ver con sus asuntos personales.El hombre se acercó peligrosamente a Rogelio, sacando una pequeña navaja de su bolsillo y jugueteando con ella. —Tú hiciste que ese hombre evadiera la justicia, y ahora, por tu culpa, no he recibido mi dinero. Así que pensé que quizás podrías compensarme... de una forma u otra.Rogelio tragó saliva, tratando de mantener la calma. —No tengo tu dinero, pero puedo ayudarte a llegar a un acuerdo con él. No es necesario que destro
El gangster y su pandilla decidieron no esperar más tiempo y atacaron el bufete de abogados de Rogelio esa misma noche.Mientras Rogelio se encontraba trabajando hasta tarde en su oficina, el silencio del edificio fue abruptamente roto por el sonido de cristales rompiéndose. Antes de que pudiera darse cuenta de lo que estaba ocurriendo, varios hombres encapuchados irrumpieron en su despacho. Empezaron a destruir todo a su paso: documentos, muebles, computadoras y todo tipo de objetos de valor. El caos y la destrucción se apoderaron del lugar en cuestión de minutos.Rogelio intentó enfrentarse a ellos, proteger su lugar de trabajo y sus años de esfuerzo, pero estaba en clara desventaja numérica. Uno de los matones lo agarró por detrás y le dio un fuerte golpe en la cabeza con una barra metálica, dejándolo semiinconsciente en el suelo. Mientras Rogelio yacía aturdido, los hombres continuaron su destrucción, asegurándose de que no quedara nada intacto.Luego, con el bufete destrozado y
Después de aquella intensa discusión, la vida de Yadira y Guillermo tomó rumbos diferentes. Un mes entero, treinta largos días en que la ausencia de conversaciones, caricias y miradas compartidas se hizo notar. Pero la distancia física no significaba desconexión total. Yadira, con su talento y su carisma arrollador, comenzó a escalar vertiginosamente en la industria de la música. Las redes sociales se llenaban de sus canciones, era la chica no normativa que enloquecía a todos porque a pesar de no tener la figura que se esperaba de una cantante ella brillaba en el escenario, el público la adoraba y su voz resonaba en casi todos los rincones de la ciudad. Con cada nueva actuación, cada nuevo sencillo, su popularidad crecía. Y aunque ella lo atribuía a su esfuerzo y al amor de sus fans, había una figura en la sombra que jugaba un papel crucial en su éxito.Guillermo, aún herido por la despedida y la sensación de desprecio que sintió, no podía abandonarla por completo. Cada concierto de
Yadira se encontraba en ese momento con el semblante frío. El hombre de Guillermo no sabía si sus palabras o las pruebas que le había hecho llegar habían llegado al corazón de ella.Lo cierto es que se encontraba en ese momento lidiando con un torbellino de emociones contradictorias. Por un lado, ella sabía que Guillermo no podía ser responsable del atentado, lo sabía. Aún así, se había obligado a creerlo con el fin de poner distancia entre ellos.Yadira volvió su mirada al hombre con el rostro serio, sin dejar entrever ninguna expresión en este antes de responderle al hombre de Guillermo.—Está bien, iré a hablar con él.Fue todo lo que dijo antes de caminar con todos sus guardaespaldas tras ella hasta su camerino.Fue dentro del camerino donde ella dio rienda suelta a todas esas emociones que la estaban asfixiando, sobre todo por la forma tan abrupta y cruel con la que había juzgado a Guillermo, quien a pesar de todo, todavía la protegía. Las palabras del hombre solo le dieron la ce
Lo curioso era que si le había dolido la traición de Enrique con ella, pero no había sentido ni la mitad de la decepción y rabia que en ese momento sentía al verla colgado del brazo de Guillermo.“Deja de pensar en ellos Yadira” se dijo a si misma estacionando a un lado de su casa en busca de su hija.—¡Mami, ya estás aqui!La emoción de la pequeña Sofía al ver a su madre hizo que saliera corriendo a la calle, donde de inmediato los flashes de las cámaras de los paparazzis se hicieron presente, llevando a Yadira a correr con su pequeña —¿Qué tal te fue mi pequeña en la escuela?— le preguntó Yadira una vez su auto logró salir de ahí y perderse en el tráfico de la ciudad escapando con éxito. Era incomprensible como no podían dejarla en paz ni siquiera cerca de su casa.Sin embargo la pequeña se encontraba sería sin responderle a su madre.—Sofia ¿Ocurre algo?La pequeña negó, tras un par de minutos, para después aspirar profundamente volteando a ver a su madre: — Lo siento mami— dijo
Yadira se encontraba en ese momento en los pasillos de la sala de espera, moviéndose nerviosamente de un lado a otro. Cada segundo que su pequeña permanecía en el área de emergencia le resultaba una insoportable agonía.Había esperado la llegada de Guillermo como una especie de consuelo en medio de este caos, y aunque él le había prometido que estaría allí, aún no hacía acto de presencia.La mente de Yadira, pese a estar sumida en la preocupación, fue invadida por la imagen de Rosalba, colgada del brazo de Guillermo, lo que desató un breve arrebato de celos.“¡Qué tonta soy!”, se regañó mentalmente.Estaba perdida en sus pensamientos cuando una enfermera y un joven médico emergieron del área de urgencias.—¿Familiares de la pequeña Sofía Meza?De inmediato, Yadira se acercó a ellos, pero no fue la única. Guillermo, quien había llegado justo a tiempo, se unió a ella. Antes de que Yadira pudiera decir algo, sintió una mano familiar apretando la suya, y al levantar la mirada, se encontró