Yadira se encontraba en ese momento en los pasillos de la sala de espera, moviéndose nerviosamente de un lado a otro. Cada segundo que su pequeña permanecía en el área de emergencia le resultaba una insoportable agonía.Había esperado la llegada de Guillermo como una especie de consuelo en medio de este caos, y aunque él le había prometido que estaría allí, aún no hacía acto de presencia.La mente de Yadira, pese a estar sumida en la preocupación, fue invadida por la imagen de Rosalba, colgada del brazo de Guillermo, lo que desató un breve arrebato de celos.“¡Qué tonta soy!”, se regañó mentalmente.Estaba perdida en sus pensamientos cuando una enfermera y un joven médico emergieron del área de urgencias.—¿Familiares de la pequeña Sofía Meza?De inmediato, Yadira se acercó a ellos, pero no fue la única. Guillermo, quien había llegado justo a tiempo, se unió a ella. Antes de que Yadira pudiera decir algo, sintió una mano familiar apretando la suya, y al levantar la mirada, se encontró
Rosalba se despertó con dolor de cabeza, no recordaba nada de lo que había pasado con ella tras Guillermo dejarla sola en el bar.El pánico se apoderó de ella justo en el momento que se dio cuenta que no se encontraba en algún lugar conocido para ella y peor aún se encontraba completamente desnuda y con marcas en su piel, marcas que le hacían saber que estuvo con alguien y no eran marcas que hubieran sido hechas de manera consexual.Ella había sido abusada sexualmente de eso no le cabía ninguna duda lo que hizo que el dolor de su cabeza aumentará más y que se mezclará con el asco y la repugnancia que le hacía sentir el saber que alguien más había tocado su cuerpo y hecho cosas que ella no había deseado, por lo que se levantó corriendo directamente al baño donde vacío todo el contenido de su estómago, hasta que el sabor de la bilis en su garganta se hizo presente.Tras un par de minutos y tomando toda la fuerza que aún le quedaba se levantó del piso junto al inodoro y caminó hasta el
Pese al consejo de Enrique Rosalba se negaba a ir a suplicarle a Yadira. ¿Cómo podría rebajarse a pedirle ayuda a una mujer como ella?Rosalba todavía se negaba a aceptar que Yadira pudiera tener las cosas que ella deseaba. Una mujer gorda como lo era su ex mejor amiga no podría tener encantado a alguien como Guillermo.Los recuerdos de ella conversando con Guillermo de la tarde anterior se hicieron nítidos en su mente, había sido una lástima que alguien de la oficina le hubiera hablado, pero estaba segura que una vez ella le explicará la situación él entendería.Con una nueva determinación, Rosalba se irguió caminando con entereza hasta la orilla de la calle haciendo la parada a un taxi.No tardó en darle la dirección de la compañía de Guillermo al chófer mientras ella pensaba en cómo abordar el tema de su tío con él.Yadira entro de la mano de Guillermo esa mañana y aunque causaron cuchicheos al verlos llegar de esa manera. Todos de algún modo agradecieron que Yadira y su jefe estuv
Se culpaba a ella misma por querer enseñarle a su hija a matar sus preocupaciones y tristeza comiendo.No dejo de pensar en eso hasta que el chófer abrió de nuevo su puerta e informando que ya habían llegado al hospital. Yadira bajo del auto, despidiéndose del chófer para casi correr hasta la habitación de su hija.—Hija ya estoy aqui, lamen…— la frase de Yadira quedó incompleta ya que jugando con su hija se encontraba Rogelio su abogado.—Mami, el abogado Rogelio también se encuentra en el hospital como yo, pero él ha sufrido un accidente.Yadira sonrió ante la explicación de su hija y entendió la súplica en los ojos del abogado de no revelar que no había sido un auto el que lo había golpeado de esa manera.Ella siguió el juego un par de minutos más hasta que el hombre se despidió para dejar que las enfermeras monitorean el progreso de la pequeña Sofía.—Mami, porque no acompañas al abogado él viene a una consulta con su doctor, yo estoy bien, pero a él le han recomendado caminar par
Rogelio vio la dificultad con la que ella pronunciaba cada palabra, sabiendo que pesaban tanto en su lengua como las piedras en el fondo de un río, sabiendo que esa era una posibilidad pero almenos se había arriesgado y había confesado sus sentimientos.—Yo no puedo mentirte, mucho menos mentirme a mi misma, ya no puedo hacerlo. Si algo aprendí de mi matrimonio es que el soportar algunas cosas es una manera de autoengañarse y es algo que no volveré a hacer jamás. Ella también prefería que le dijeran la verdad, aunque doliera, en lugar de que le mintieran para no herirla. Al final, la herida causada por la omisión resulta ser mucho más profunda que la que se produce al decir la verdad, por más cruda que esta sea.—No eres "una mujer desesperada y gorda". Eres una mujer increíble, fuerte y hermosa, y cualquier hombre que haga latir tu corazón con intensidad sería tremendamente afortunado —dijo él, su voz suave pero firme, mientras una sonrisa triste se dibujaba en su rostro—. Yo... sol
Yadira se quedó perpleja ante la sorpresiva pregunta que su hija le había preparado sin aviso. Afortunadamente, la enfermera a la que su hija se había referido apareció en el momento oportuno, proporcionándole un inesperado respiro.—Usted, señorita, me prometió que lo que le conté quedaría entre nosotras —expresó la enfermera con una fingida severidad, ofreciéndole una pequeña paleta a la niña—. Aunque ahora dudo si debería dártela, ya que has compartido nuestro secreto.—Yo solo quería que mi mamá le enviara una foto nuestra a...Yadira, recordando las palabras de Guillermo sobre Sofía, interrumpió antes de que su hija revelara más de lo necesario.—Cariño, será mejor que le tomemos una foto en el parque mientras esperamos a Guillermo, así seguro se da prisa para venir —propuso con una sonrisa tranquilizadora.La pequeña Sofía asintió, satisfecha con la idea, y procedió a despedirse de la enfermera. Agarró la paleta que le había sido otorgada como premio por ser valiente y tomar sus
Rosalba, con su mirada fija en Guillermo, Yadira y Sofía formaban, sentía cómo la envidia y el deseo comprimían su pecho. El parque, lleno de risas y juegos, de repente le pareció un escenario ajeno, un lugar en el que su felicidad se mostraba esquiva, siempre al alcance de la vista pero nunca al del corazón. Era como si estuviera observando a través de un cristal empañado, viendo la vida que quería pero no podía tocar. Y allí, a lo lejos, estaba Enrique, el ex de Yadira, ella logró verlo.Enrique, por su parte, parecía estar inmerso en su propio mundo de observación distante. Desde su posición alejada, sus ojos no se despegaban de ellos. Aunque había decidido después del divorcio mantenerse al margen de la vida de Yadira para no volver a enfrentarse a ese hombre, no pudo evitar sentir rabia al verla tan radiante, hermosa de una forma que él nunca supo verla, con Guillermo y su hija. Era una mezcla compleja de sentimientos, donde la nostalgia se teñía con los matices oscuros del arrep
Yadira no podía creer que Enrique estuviera derramando lágrimas, y menos aún que trajera a colación el recuerdo más doloroso que compartían.—Por ese hijo que perdimos, el que se fue antes de nacer, cuando tuviste aquel accidente en las escaleras —dijo Enrique, su voz entrecortada por la emoción—, por él, te pido que consideres darme otra oportunidad.—No... por favor, no hablemos de él. No quiero recordar aquello, y no es justo que uses nuestra pérdida para esto —respondió Yadira, su corazón apretado por el dolor del pasado.Se había prometido que no dejaría que Enrique la lastimara de nuevo, y aquí estaba, permitiéndole que reviviera su herida más profunda.—No es mi intención culpabilizarte, Yadira. Siempre supe que fue un accidente y nunca pensé que fueras responsable. Pero también soy consciente de que fue por mi negligencia, por no estar a tu lado cuando más me necesitabas, absorbido por el trabajo y dejándote sola no solo durante el embarazo, sino también con nuestra hija peque