Después de mandarle la ubicación a Yadira, Enrique se vistió con uno de sus trajes más caros y elegantes. Se perfumó con la fragancia que sabía que a Yadira le gustaba, no porque quería agradarle, sino porque sabía que cada pequeño detalle podía jugar a su favor.Mientras conducía al restaurante, ideaba su estrategia. Sabía que tenía que ser astuto, jugando con las emociones de Yadira y recordándole los buenos tiempos. El restaurante al que la había invitado era uno de los lugares más románticos de la ciudad y había sido su favorito cuando eran novios.Llegó antes que ella y eligió una mesa en un rincón apartado, perfecto para una conversación íntima. Ordenó una botella del vino favorito de Yadira y se acomodó, ensayando sus palabras, buscando las frases y recuerdos que pudieran ablandar su corazón y ponerla en una posición vulnerable.Cuando la vio entrar, se sintió confiado. Yadira lucía bien, más bien de lo que él la recordaba, pero Enrique solo veía una oportunidad. Se puso de pie
—Creo que me debes, a mí y a nuestra hija, la oportunidad de criarla juntos —concluyó, esperando que sus palabras tuvieran el efecto deseado.—No te debo nada, además sabes muy bien que no fue mi culpa el que…— ella no terminó de hablar, ya que había callado en el instante que sintió que su voz se quebraría llevándose su mano derecha hasta sus labios y así guardar silencio.No obstante, sabía que no podía dejar las cosas como estaban. Tras un par de minutos que le tomo volver a recuperar la compostura ella levantó su mirada brillante a causa de las lágrimas no derramadas, pero con la suficiente entereza como para dejarle claro a Enrique que sus palabras ya no podían afectarle del mismo modo que en el pasado.—Escúchame bien Enrique, tú más que nadie sabes que el perder a mi bebé no fue mi culpa. Además tu no quieres a Sofía, ella jamás te ha importado. Así que basta de querer manipularme por medio de ella. Después de decirle eso Yadira se levantó de la mesa dispuesta a marcharse.Enr
Yadira se sintió aliviada y, al mismo tiempo, vulnerabilidad ante las atenciones de Guillermo. La confusión la envolvía, sintiéndose emocionalmente dependiente. Anhelaba, de alguna manera, perderse en los brazos de este hombre que le brindaba apoyo.—Te agradezco sinceramente tu preocupación, pero no quiero que sientas la necesidad de cuidarme — comentó al entrar en la casa, intentando mantener un poco de distancia emocional —. Si me lo permites, preferiría ir a ver a Sofía en este momento.No deseaba en lo absoluto tener que explicar su encuentro con Enrique, ya que la idea de compartir ese episodio la hacía sentirse vulnerable.— Está bien, ve a descansar yo debo solucionar algunas cosas de trabajo.Guillermo trataba de ocultar sus celos, su enojo, todo lo que estaba sintiendo en ese momento, era consciente de que no podía ponerla en esa situación, aún así su afán de protegerla y sobretodo alejar a ese hombre de ella era algo que no podía calmar.Guillermo observó a Yadira alejarse
El almacén estaba frío , iluminado únicamente por la débil luz de unas pocas lámparas colgantes. Las sombras alargadas daban un aspecto más tétrico al lugar. En el centro de la bodega, Enrique estaba encadenado a una columna gruesa de cemento. Su camisa estaba desaliñada, y varias gotas de sudor resbalaban por su frente. Las marcas de las cadenas eran visibles en sus muñecas y tobillos. Sus ojos, antes arrogantes, ahora reflejaban el temor de la situación en la que estaba."¿Cómo demonios había llegado hasta este punto?" Enrique no podía evitar cuestionarse, mientras la llama de la ira y el resentimiento ardía en su interior. Estaba convencido de que todo esto era obra de Rosalba, y tenía la firme certeza de que ella pagaría por haberlo colocado en esta situación.El sonido de una puerta abriéndose resonó en la bodega, y por ella entró Guillermo, su imponente figura contrastando con la situación vulnerable de Enrique. Se aproximó a él con paso firme, se quitó la chaqueta del traje con
Yadira no podía creer lo que le decía Rogelio, su abogado, al teléfono a la mañana siguiente.—Por favor, repíteme lo que me acabas de decir. Una vez más.—Enrique acaba de enviar los papeles del divorcio firmados y no solo eso. Su abogado ha dicho que no desea nada. Te cederá toda la custodia de la pequeña Sofía y te dará lo que te corresponde tanto por ley como por los daños morales que te pudo haber ocasionado.—No lo puedo creer —murmuró Yadira, sintiendo que, en ese momento, todas sus preocupaciones parecían haber desaparecido."Por fin era libre". Enrique por fin había firmado, y eso la llenaba de una enorme alegría y, por supuesto, satisfacción.—Solo necesito que venga a mi oficina, por favor, para entregarte tu copia del divorcio firmada y notariada, así como todo lo que te corresponde.—Por supuesto, estaré ahí a la mayor brevedad posible —respondió Yadira a su abogado antes de colgar.Pese a la felicidad que se reflejaba en el semblante de Yadira, su mirada se endureció y o
Yadira se abrió paso entre la multitud de reporteros que la esperaban a la salida de la escuela. Con una mano sujetaba a su hija Sofía, que se aferraba a su falda con miedo. Con la otra mano empujaba los micrófonos y las cámaras que intentaban acercarse demasiado.—¿Es cierto que su esposo la engañó con su mejor amiga? — le preguntó una voz.—¿Cómo se siente al saber que su matrimonio ha terminado? — interpeló otra.—¿Qué planea hacer ahora que está sola? — cuestionó una tercera.Yadira no respondió a ninguna de las interrogantes. Su único objetivo era alejarse de ese lugar y llevar a su hija a un refugio seguro. Estaba consciente de que los reporteros solo buscaban un titular jugoso, una noticia escandalosa, un momento de vulnerabilidad. No les preocupaba el sufrimiento que tanto ella como Sofía estaban padeciendo.Sofía observaba el caos a su alrededor con ojos vidriosos y llenos de lágrimas. No comprendía por qué había tantas personas gritando y desordenando todo. No lograba entend
La cocina se impregnó del aroma del café recién hecho y las tostadas. Guillermo, buscando una forma de disculparse con Yadira, quien no le dirigía la palabra, sirvió los huevos revueltos y las salchichas en un plato. Desde donde estaba, pudo ver a Yadira en la sala, sentada junto a Sofía, ambas aún en pijamas y jugando juntas. Parecía el momento ideal para acercarse y pedir perdón.No obstante, justo cuando estaba por dar el primer paso, el teléfono de Yadira sonó. Guillermo contuvo un gruñido y se quedó paralizado, esperando a que ella atendiera la llamada.Detestaba esos imprevistos que interrumpían sus planes, especialmente cuando implicaban dejar a un lado su orgullo y disculparse, lo cual siempre le resultaba difícil.Yadira, por su parte, se sentía un tanto perdida y prefería centrarse en Sofía para evitar cruzar miradas con Guillermo. No quería que él detectara la confusión reflejada en sus ojos. La llamada de su teléfono llegó en un momento oportuno, brindándole una excusa par
—Hola, Yadira. Te he traído algo muy importante, pero por favor tráteme de manera informal— le respondió Rogelio, entregándole la carpeta.—¿Es lo que creó que es? — preguntó Yadira, abriendo la carpeta con curiosidad.—Si. Son los papeles que no te había dado. Los que constan que tienes la patria potestad de tu hija —le explicó Rogelio.—¡Gracias, no sabes lo mucho que me hace feliz tener estos papeles! — exclamó Yadira, emocionada.— Sí. Hemos ganado el caso. Tu exmarido no podrá volver a acercarse a ti ni a tu hija. Ahora eres libre — le dijo Rogelio, con una sonrisa.—¡Oh, Rogelio! No sé cómo agradecerte esto. Es lo mejor que me ha pasado en la vida — dijo Yadira, abrazando al abogado con fuerza.—No tienes que agradecerme nada, Yadira. Lo hice por ti y tu pequeña hija— respondió Rogelio, correspondiendo al abrazo y al mismo tiempo callando lo que realmente quería decirle a ella: "También porque me gustas Yadira y quiero verte feliz" más eso lo callo y se conformó con el abrazo da