Capítulo 2

NICOLLE, "17 años".

Pasaba mis dedos por la fina tela de la camisa, la acerqué a mi nariz, el aroma que desprendía era un perfume suave pero notable, muy masculino y que me hacía anhelar muchas cosas. 

— ¿¡Nicolle qué haces!? —me vi sorprendida por Esmee, mi hermana mayor. 

— ¡Nada!

— ¿Cómo que nada? Escondes algo, ¡déjame verlo!

— ¡No!

— ¡Nicolle! —Mi hermana logró quitarme la camisa — ¡Oh, por dios! ¿Esta es una de las camisas del señor Castelo?

— ¡Por supuesto que no! Dámela, es una...

—Eres muy joven para pensar en hombres como él.

— ¿Hombres como él? ¿Qué quieres decir?

—Experimentado, él no parece de los que quieran atarse a una sola mujer. 

—Eso lo sé —dije decepcionada.

— ¿Entonces por qué robas su ropa?

—No la robé, la tomé prestada. Pensaba volver a ponerla en su sitio.

—Me gustaría saber cómo lo harás, puedo apostar que será un gran espectáculo —dijo Esmee divertida.

—Ya encontraré una manera, deja de molestarme.

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Ya muy entrada la noche, después de asegurarme que todos estuvieran dormidos, hasta mi fastidiosa hermana. Me salí a hurtadillas de mi dormitorio en dirección a la habitación que ocupaba el señor Castelo, él no se encontraba, había salido y esperaba que regresara más tarde.

Todos estos años, mi padre y el conde han hecho tratos juntos, negocios y cuando el Lord Castelo no tiene tiempo, viene su hijo Jesús en representación, casi siempre era el Lord Jesús quien venía, y eso me alegraba. Soy una adolescente estúpida por estar prendada de semejante hombre, pero era mi decisión, mi cruz y mi pena, nadie debía meterse a opinar si no era invitado.

Iba a dejar la camisa en su lugar y vi que la puerta se empezaba abrir. Miré rápidamente un lugar donde esconderme, no tuve opción, me metí bajo la cama. La puerta se abrió, todo el dormitorio se iluminó, vi las finas botas del señor Castelo un poco sucias, parecía tambalearse.

— ¡Que dolor de m****a! —exclamó. Y se tiró sobre la cama, se hundió un poco el colchón, tapé mi boca con mi mano para no hacer ningún ruido. Él se empezó a quitar las botas y las lanzó.

"Por favor, ya duérmase. —rogué en silencio". Esperé unos minutos hasta que él subió sus piernas a la cama y escuché un ligero ronquido, conté hasta veinte en francés y tomé el valor de salir por debajo de la cama. 

Salí y lo vi en la cama, acostado y con la ropa puesta. Nunca podré verlo dormir de nuevo, una sonrisa aparecía en mis labios, era tan bonito, su respiración calmada, era una tonta y tal vez una imbécil por lo que haría a continuación, pero no lo resistí, me acerqué a él y a su rostro, olía un poco a brandy y aún tenía rastros de su fina colonia.  

Me incliné, rocé sus labios con los míos muy rápido y luego me separé, él no despertó. Sentí mis mejillas demasiado calientes. No pasó nada, solo una vez más, un poco insegura y nerviosa volví hacerlo, besé sus labios pero no los aparté rápidamente. Me separé y no volvió a pasar nada. 

Solo una última vez, solo una más y me voy. Aparté mi cabello, volví a inclinarme y pegar esos carnosos labios con los míos, me quedé un momento, la idea era separarme pero me tomó por sorpresa cuando él movió sus labios y puso su mano en mi nuca acercándome más a su cuerpo, me puse en alerta, el corazón me dio un vuelco en el pecho. 

Cerré los ojos sintiendo como esa boca devoraba la mía sin una pizca de ternura, no pude detenerlo y terminé con él encima de mí, separó nuestras bocas y miré esos ojos oscurecidos. Tragué saliva y sentí como ardían mis labios 

—Esperaba que fuera algún sueño o alucinación. ¿Qué planeabas lograr con este jueguito estúpido, niña? —preguntó severidad.

— ¡Yo, lo siento! Pensé que estaba dormido...

—Lo estaba hasta que sentí ese roce, luego otro, hasta que a mi nariz llegó un exquisito perfume. —mi piel ardía por encima de la ropa. Me sentía completamente dominada por él, pero no sabía que sentimiento era más fuerte. ¿El temor o la extrañada sensación de anhelar más que solo un beso?

—Lo siento. — susurré y él se quitó de encima de mí. 

—Levántate Nicolle. —Mi corazón latía tan fuerte que podía escucharlo, me levanté como pude de la cama, las piernas me temblaban —Márchate antes de que te descubran.  

Me ordenó con severidad, no lo pensé, ni respondí, solo salí de sus aposentos y corrí por el pasillo hasta llegar a la seguridad de mi dormitorio. Cerré la puerta y me apoyé en ella, deslizándome hasta el piso. 

Toqué mi boca hinchada y cerré los ojos, volviendo a revivir la escena de aquél furioso beso y mi corazón seguía igual de acelerado. Una sonrisa surgió en mis labios, acabo de saborear un verdadero beso de parte de Jesús Castelo. 

Al día siguiente no pude salir de mi dormitorio, no me atrevía a darle la cara al señor Castelo. 

— ¡Pero vamos Nicolle! —me seguía insistiendo Esmee, yo no saldría. 

—No pierdas energía hermana, no saldré, no puedes obligarme

—De acuerdo, quédate aquí cobarde. —ella se marchó del dormitorio, me levanté de la cama, aún no estaba vestida, todavía usaba mi camisón. Me acerqué a la ventana de mi balcón y por ahí pude ver como él se marchaba, en un momento dado giró y me vio. No me moví, quedé estática, él me miró y luego volteó para subirse a la diligencia.  

Me dolía el pecho, pero... ¿Qué esperaba? Él nunca me miraría de otra manera. 

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Los días y los meses fueron pasando, cumplí dieciocho años. No sabía mucho sobre el señor Castelo, pero el día menos pensado papá nos informó una noticia.

—El conde Castelo ha muerto —dijo él. 

— ¿El padre del señor Jesús? —preguntó mi hermana.

—Sí, el funeral se hará mañana. Acaban de invitarnos. 

—No, que espanto. Detesto los funerales —respondió mi madre un poco quisquillosa.

—Iremos, debemos presentar nuestros respetos al difunto y al nuevo conde Castelo. —sentenció con severidad mi padre.

Yo no dejaba de pensar ¿cómo se sentirá ahora Jesús Castelo? ¿Estará muy triste? Perder a un padre siempre duele para un hijo. Se hizo de mañana y fuimos todos a la gran mansión de los Castelo, en el salón se haría la pequeña ceremonia para luego trasladar al difunto. 

Vi a Jesús, él no parecía muy afectado por la muerte de su padre. Estaba demasiado distante, casi frío e indiferente.  

—Nicolle deja de mirarlo.

—Esmee, no puedo evitarlo, si lo que más deseo es estar a su lado.

— ¿Quieres ir a consolarlo? —No la miré porque mis mejillas se sonrojaron —Mi dulce hermana, deja que te ayude un poquito.  

— ¿¡Qué dices!?  

—Mira bien. —Señaló a Jesús y él se estaba escapando del salón—Distraeré a papá y tú ve detrás del nuevo conde Castelo, pero si él te hace daño lo castro.

— ¡Esmee!

—Ve. —ella se fue tras papá, aproveché el despiste de todos y fui por donde el señor Castelo había tomado. 

Caminé por el pasillo y vi una puerta entre abierta, tomé mucho valor y entré. Al ver bien, la habitación era un despacho. 

— ¿¡Qué haces aquí!?—me sobresalté por el reclamo del señor Castelo.

—Yo... Yo... 

—Olvídalo, no sé por qué me sorprende, siempre te apareces en los momentos que deseo estar completamente solo. —mordí mi labio en señal de nerviosismo, cerré con suavidad la puerta.

—Solo quería saber si estaba bien, es la muerte de su padre y... —se levantó de su silla.

—Mi padre era un hijo de puta, no se sorprenda señorita Belmonte, así es la verdad. Él me enseñó a ser como soy, algunas cosas me son de utilidad creo que es lo único bueno que pudo aprender de él. —mi pecho se estrujaba al escucharlo hablar de esa manera.

—Aunque... Aunque su padre no haya sido el mejor de los hombres, usted debió guardarle un poco de cariño. —él se fue acercando poco a poco.

—Tal vez tenga la razón o tal vez no Nicolle, ¿pero mi dolor de qué servirá? —Mi corazón se aceleró al tenerlo a tan pocos centímetros de mí persona —El resultado es el mismo, él ya murió. 

— ¿Cómo puede hablar de esa manera? ¡Él era su padre!

—Y un hombre que le hizo la vida miserable a mi hermana, obligándola a casarse con tremendo espécimen que se encuentra en el salón, le gustaba manipular a todos a su antojo. Yo no soy tan diferente a él.  

—No lo creo, usted no es...

— ¿No soy qué Nicolle? Dime niña, ¿qué piensas realmente de mí?—las palabras no salían de mi boca. Cuando él tocó mi mejilla, mis piernas temblaron.  

Un frío me invadió cuando decidió separarse.

—Lárgate. —dijo con frialdad. —Ahora no estoy para crear más habladurías.

Temblaba y mi pecho dolía por su rechazo, como pude salí de ahí. Jesús Castelo sería solo un amor platónico, solo eso. Fui siempre una estúpida por pensar que lograría algo acercándome a él. 

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