JESÚS CASTELO.
Después de un baño y ponerme ropa limpia, bajé al comedor para acompañar a Elena, en cuanto la cena fue servida, ella comió con regocijo. Mientras yo solo daba pequeños bocados, lo menos que me apetecía era comer.
— ¿No tienes hambre hermano? ¿O es que algo te aflige? —preguntó con una ceja levantada.
—Pienso en que al venir aquí por tu mentira le dejé el camino libre a un idiota que rondaba a mi futura condesa.
— ¡Ja! Entonces debo celebrar por eso. —se burló, y contuve un gruñido. —Vamos Jesús, un día me lo agradecerás, ¿todavía no aceptarás mi propuesta?
—No me casaré con esa mocosa puritana.
— ¿Cómo sabes que sigue siendo puritana si ni siquiera la has visto?, puede que siga vistiendo un poco recatada pero su belleza está bien acentuada.
—Elena no sé lo que te propones pero busca a otro. —ella rodó los ojos.
—Eres tan obstinado y soberbio, pero puedo apostar mi hermoso collar de rubíes que en cuanto veas a Nicolle te sentirás profundamente atraído.
—Mejor termina de cenar tu sola. —me levanté de la mesa, dejándola sola en el comedor.
Simplemente perfecto, perdí la guerra por Isabella y Caled Cambell de seguro pensará que hui por su amenaza.
"Quedé como un perfecto imbécil y cobarde. -pensé irritado".
NICOLLE.
Mi hermana Esmee me acompañaba a la boutique, ella necesitaba nuevos vestidos y yo despejar mi mente para no pensar en Pierre Lemoine y su asqueroso aliento, como sus grandes labios sobre los míos, mientras Esmee se entretenía probándose atuendos, yo recorro el lugar.
Encontrándome con la hermosa Duquesa Palacios.
—Su excelencia —ella me miró y una sonrisa adornó sus labios.
—Señorita Belmonte, al fin volvemos a vernos —Elena Castelo, viuda de Palacios, es una de esas mujeres que no puedes evitar mirar más de dos veces, considerada una de las mujeres más bellas entre los altos círculos sociales, con su cabello lacio muy oscuro y sus penetrantes ojos azules.
No es de sorprender que a pesar de ya ser una mujer de casi treinta y un años, tenga a muchos pretendientes a sus puertas, su belleza y gran fortuna la hacen una opción muy práctica para casarse, tenía mucho parecido con el conde Castelo.
—Señora Palacios, ¿viene por más vestidos?
— ¿No es obvio? Esta temporada debo lucir deslumbrante.
—Duquesa....
—Vamos Nicolle, deja de decirme así. Las formalidades ya comienzan a ser un fastidio entre amigas. —Le sonreí.
—Lo siento... Elena.
—No sé si ya lo sabes, pero mi hermano ya regresó de su viaje.
— ¿En serio? —Guardé en lo más profundo mi entusiasmo y calmé el agitación de mi pecho — ¿Cómo está el conde?
—Regresó igual que siempre, irritable, soberbio y demandante, posiblemente se quede aquí el suficiente tiempo para que empiece la nueva temporada. —Él estaba aquí, después de tanto tiempo.
—Fue un placer verla Elena.
—Igualmente Nicolle. — asentí con una sonrisa y fui en busca de Esmee.
Tenía una idea en mente, después de pedirle a mi hermana que me acompañara a la mansión Castelo, al principio se mostró recia al acompañarme pero la convencí, salíamos de la tienda.
El conde puede ayudarme, él puede salvarme de Pierre, una vez me salvó de mi pequeña travesura, han pasado años, posiblemente ya ni le importe nada y recordar el bochornoso momento que pasé en su habitación, hacían que mis mejillas se acaloraran. Debía intentarlo.
Jesús Castelo, después de tanto tiempo al fin podré volver a verlo.
JESÚS CASTELO
Después de la mudanza de Elena a la casa de su difunto esposo, pasé todo el día revisando los documentos y contabilidad de la mansión, al parecer mi hermana había hecho un gran trabajo administrando la gran casa familiar, algunos documentos eran de antiguos negocios de mi padre. Todo estaba en orden.
Tocaron a la puerta.
—Adelante. —vi al mayordomo de la casa.
—Mi señor, lo busca la señorita Nicolle Belmonte.
Me vi sorprendido por tal visita, con una sonrisa le ordené que la dejara pasar. Dejé los documentos de lado y me levanté del escritorio, esperando ver entrar a la adolescente de hace años. La muchacha entró al despacho, pensé que vería de nuevo a esa misma niña desaliñada, que sorpresa tan agradable.
La semilla había florecido, altura media, su cabeza llegaba a mi pecho, figura esbelta, nariz pequeña y respingona, labios carnosos y sus grandes ojos castaños adornaban perfectamente ese suave rostro. Elegante, refinada y preciosa.
—Buenas tardes señorita Belmonte. —la vi temblar un poco cuando me acerqué. Interesante.
—Conde Castelo...
—Dígame ¿qué desea? Su osadía de venir aquí tiene una razón, me interesa saberla —me miró a los ojos y su labio inferior tembló un poco.
—Vengo aquí para pedirle ayuda.
NICOLLE BELMONTE.
¿¡Qué me pasaba!? Debía controlarme, pero tenerlo de frente después de tanto tiempo... Pasan los años y él seguía igual, en su mirada veía reflejada su sabiduría como el peligro que ahora representaba.
—No me diga nada más Nicolle, sé para qué quiere mi ayuda, ¿De verdad piensa que yo intervendré para terminar la unión entre usted y el señor Lemoine?—mis piernas temblaron, él ya estaba enterado de todo.
— ¡No quiero casarme con él!
— ¿Y? ¿Qué esperas que haga?
— ¡Por favor milord! Usted puede ayudarme, puede impedir que me unan a ese... ese... —el conde me miró con una ceja arqueada.
— ¿"Ese" qué?
—Por favor se lo suplico.
— ¿Qué ganaría yo ayudándote?, sabes que soy un hombre que jamás se ha conocido por ser un alma de la caridad.
—Eso lo sé muy bien. —todavía no puedo entender cómo es que al solo mirarte haces que mi piel se erice. — ¡Por favor! ¡Haré lo que sea! Solo... por favor ayúdame.
Los intensos ojos azules del conde me miraron, y se fue acercando a mí, esos ojos tan penetrantes. Sentí ese sentimiento dentro de mi pecho, quemándome cada vez que lo veo, era ridículo.
—Nunca digas "lo que sea", esas simples palabras harían que cualquiera se aprovechara de ti, muchacha ingenua.
— ¿¡Me ayudará o no!? —el conde hizo una sonrisa ladina.
—Debes regresar a tu casa.
— ¡Por favor conde Castelo!
—No lo volveré a repetir —sentenció con severidad, mordí mi labio inferior para contener mis lágrimas y con el poco orgullo que aún conservaba, lo enfrenté directamente.
—Pensaba que no era cierto sobre su apodo, pero veo que es verdad; es solo un monstruo que no siente. ¡No merece siquiera llevar por nombre Jesús!—dije iracunda saliendo de su despacho.
¿Ahora qué haría? Solo tenía dos opciones, resignarme para atar mi vida a ese asqueroso tipo o escapar. La segunda opción es la más tentadora.
JESÚS
Ella se marchó, al quedarme solo tuve mucho que pensar, ella deseaba con tanto fervor no casarse con ese hombre, ¿por qué debe importarme a mí si lo quiere o no? No es de mi incumbencia. Nicolle Belmonte, había pasado tiempo desde esa vez que se escondió en mi dormitorio y me besó en mi supuesto estado de sueño.
Conocía un poco de la reputación de Pierre, abusador, infantil y caprichoso. Un imbécil en toda la extensión de la palabra. Mi hermana quería salvar a la muchacha, tal vez porque se veía a sí misma en la misma situación, pero si la ayudaba tendría que dormir con una niña, porque eso es ella, su ternura y esos rasgos acentuados en una belleza tierna y gentil, la hacen aún una niña.
Me levanté del escritorio, no tendría que dormir o yacer con ella, solamente serán unos papeles.
—No puedo creer que vaya hacer esto. —dije un poco molesto y salí de ahí.
JESÚS CASTELOLa familia Belmonte siempre ha sido una familia tradicional que respeta las buenas costumbres, pero a la que también la domina el estatus y la ambición de poseer más, conozco muy bien al señor Belmonte y no será difícil convencerlo de darme a Nicolle.Cabalgue hasta la entrada de la casa y dejo al caballo amarrado, me acerqué y golpeé la puerta, la abrió una sirvienta. — ¿Sí milord? ¿Qué desea?—preguntó con respeto.—Busco al señor Belmonte. —la muchacha me dejó pasar y después de anunciarme con el señor Belmonte, pasé a la sala. Fran Belmonte seguía igual que hace unos años, lo que lo diferenciaba ahora, era su pelo casi canoso. —Conde Castelo, que placer verlo. —nos estrechamos la mano y tomamos asiento.—Señor Belmonte, estoy consciente que debe suponer que mi visita tiene un motivo oculto. —él sonrió. —Así me temo, usted es igual que su padre, nunca ofrece sin recibir algo a cambio y tengo curiosidad por saberlo. Soy todo oídos milord. —sonreí con cinismo. —Quier
NICOLLE—Esto es demasiado entretenido —se burló mi hermana, mientras veíamos a escondidas como mi padre le informaba a Pierre Lemoine la decisión de anular el compromiso.— ¡No puede hacer eso! —Gritó Lemoine como todo un malcriado— ¡Prometió la mano de su hija a mí y no...!—He cambiado de opinión, Nicolle estará mucho mejor en las manos del Conde Castelo.— ¡Usted...!—Señor Lemoine, acepté el compromiso por el respeto que tiene su familia en la sociedad francesa pero aquí Jesús Castelo es mucho mejor partido para mi hija. Así que le pediré con amabilidad que busque otra candidata a esposa, después de todo su compromiso nunca fue anunciado, su noviazgo pocos lo conocen y no será difícil para el Conde callar cualquier habladuría. —Esmee y yo re&iac
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~La mañana siguiente fue un ajetreo en la casa, mi madre y una doncella me arreglaban, jalaban mi cabello, maquillaban mi rostro y me mantuve callada dejando que hicieran su trabajo, cuando al fin pude ponerme el vestido.Ellas quedaron maravilladas por su obra de arte, me miré en el espejo. Adoraba verme, el vestido era precioso.—Te ves hermosa Nicolle. —me dijo Esmee con sinceridad.Un carruaje nos esperaba fuera para llevarme a la iglesia, mamá y Esmee irían en una diligencia aparte para llegar antes, en todo el camino evité mirar a papá. Hasta que él mismo tomó la iniciativa de hablarme—Luces hermosa Nicolle —sonreí.—Gracias padre—. Él sostuvo mi mano.—Nunca he sido el más afectivo contigo o tu hermana, estas muestras de cariño me son muy
NICOLLE.Elena me tranquilizó, solo será un segundo de dolor, luego se volverá ¿placentero? Aún sudaba y las manos me temblaban. El camino a la mansión se me hizo muy corto, trataba de no demostrar mis nervios, apenas entramos a la lujosa casa, el conde me presentó con los empleados como la nueva señora. Luego de eso, le pidió a una doncella que me llevara a mi habitación. Entré a la recámara nupcial, estaba preparada y limpia para mí, con un toque muy femenino y a parte de la puerta de entrada, tenía otra puerta que conectaba a la habitación del Conde. ¿Algún día podré cruzar esa puerta? Imaginarme solo durmiendo a su lado me hacía sonreír. Sabía que en cuanto nos casáramos él querría cumplir su deber como esposo, y para mi vergüenza yo deseaba que lo hiciera pero tenía miedo a sentir un horrible dolor y salir lastimada, me calmé todo lo que pude y me quité el vestido de novia. Me puse el fino camisón que Elena me había dado como regalo de bodas y la bata, la cual amarré en un
ANDRÉS*—De acuerdo, dime qué tengo que saber. —preguntó con tranquilidad. —Mi hermano...—rodó los ojos y no me dejó terminar la frase. —Sé que tu hermano está enamorado de mí, ya me ha abordado en todas partes de manera descarada para decírmelo sin morderse la lengua. —mi hermano siempre tan pasional, actuaba conforme a sus instintos pedían. —Él me lo dijo hace unas semanas, pero ya lo sabía desde la primera vez que él te vio a lo lejos, anhelando que te dignaras a mirarlo por eso quiero hablar contigo para que me digas que no lo lastimaras. —Pocas veces he cruzado con tu hermano, no sabría decir por qué siente lo que siente hacia mí, tal vez sea por... No importa, Andrés no lastimaré a nadie, ya lo he rechazado de todas las maneras posibles, tu hermano debe de entender que una relación entre nosotros así sea clandestina no llevará a nada bueno. —Él está muy enamorado. —Dije seriamente —No se rendirá y no deseo verlo despechado por tu culpa. —El amor juvenil siempre es así,
JESÚS. Regresé a la mansión muy entrada la noche, todos ya deberían estar dormidos pero vi una luz provenir de la sala. Fui hasta allá y encontré a una dormida Nicolle en el gran mueble con un libro tirado en el suelo. Me acerqué para observarla, traía el mismo vestido de hoy en la mañana, su cabello estaba totalmente suelto y libre, con mis dedos sostuve un pequeño mechón, su pelo era suave y ondulado, con un buen aroma. —Muchacha tonta, mañana seguro te dolerá todo por dormir ahí. —ella solo arrugó un poco su nariz respingona, la cargué en mis brazos con cuidado de no despertarla, recostó su cabeza sobre mi hombro y subí con ella hacia arriba.Nicolle era demasiado esbelta y muy ligera, no era un problema llevarla en brazos, entré a su dormitorio y la acosté en la cama con cuidado, quité sus zapatos y fui a mi habitación para cambiarme y dormir. Tuve que salir todo el día para no estar en compañía de mí ahora esposa, y evitar la incomodidad que ella provocaba a nuestro alrededor.
ELENA. Ya había oscurecido, estuve todo el día metida en la empresa. Vagaba por mi propio estudio, buscando inspiración para mis diseños. Trazaba líneas con el grafito pero no me convencían... —No, no, no. ¡Está horrible! —arranqué la hoja y la tiré al piso, así siguieron una tras otra. — ¡Ha! Mi cabeza duele de tanta rabia. Tocaron la puerta. —Adelante. —Me di la vuelta y miré al intruso — ¿Qué deseas ahora Ferrer? —Por favor Elena, solo quiero que me llames Antonio —sonreí de forma cínica. —Sabes que eso no pasará. Dime qué deseas y retírate, aún estoy ocupada. —él miró a su alrededor y vio todas las hojas arrugadas en el piso. —Ya es tarde, ¿Por qué no te has ido? —Debo terminar los nuevos diseños para la colección, no puedo irme aún. Me falta tan poco...—me dejé caer cansada en la silla frente a mi mesa de dibujo, buscaba descansar mi mente y mi cabeza, estaba agotada física y mentalmente. —Admiro eso de ti. —volteé a verlo, él sonreía—Siempre has luchado y trabajado, in
JESÚS CASTELOTerminé de desayunar y estaba a punto de irme cuando escuché los pasos de Nicolle. — ¡Milord, por favor espere! —ella bajaba los escalones de una manera tan apresurada que podía llegar a caerse. — ¡Ten cuidado!—le reclamé molesto. Se acercó a mí. — ¿Qué sucede Nicolle? — ¿Podríamos salir hoy? —Vos podéis salir, ya te dije que... —No yo sola, nosotros, usted y yo, salir juntos. —levanté una ceja. —Nicolle... —Por favor, no le pediré nada más, por favor. —sostuvo mis manos mientras me miraba con esos ojos lastimeros, chiquilla manipuladora. —De acuerdo. Solo por hoy. — ¡Gracias mi señor!— dijo con una gran sonrisa. — ¿A dónde le gustaría ir? —Tú eres la que me ha invitado ¿No tenías pensado nada?—pregunté divertido. —Si lo tengo... ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~La diligencia nos llevó hacia donde ella quiso, a la pintoresca plaza San Miguel, había muchas personas y los cajones de los puestos de mercados de la vista de los transeúntes, personas