NICOLLE
—Esto es demasiado entretenido —se burló mi hermana, mientras veíamos a escondidas como mi padre le informaba a Pierre Lemoine la decisión de anular el compromiso.— ¡No puede hacer eso! —Gritó Lemoine como todo un malcriado— ¡Prometió la mano de su hija a mí y no...!
—He cambiado de opinión, Nicolle estará mucho mejor en las manos del Conde Castelo.
— ¡Usted...!
—Señor Lemoine, acepté el compromiso por el respeto que tiene su familia en la sociedad francesa pero aquí Jesús Castelo es mucho mejor partido para mi hija. Así que le pediré con amabilidad que busque otra candidata a esposa, después de todo su compromiso nunca fue anunciado, su noviazgo pocos lo conocen y no será difícil para el Conde callar cualquier habladuría. —Esmee y yo re&iac
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~La mañana siguiente fue un ajetreo en la casa, mi madre y una doncella me arreglaban, jalaban mi cabello, maquillaban mi rostro y me mantuve callada dejando que hicieran su trabajo, cuando al fin pude ponerme el vestido.Ellas quedaron maravilladas por su obra de arte, me miré en el espejo. Adoraba verme, el vestido era precioso.—Te ves hermosa Nicolle. —me dijo Esmee con sinceridad.Un carruaje nos esperaba fuera para llevarme a la iglesia, mamá y Esmee irían en una diligencia aparte para llegar antes, en todo el camino evité mirar a papá. Hasta que él mismo tomó la iniciativa de hablarme—Luces hermosa Nicolle —sonreí.—Gracias padre—. Él sostuvo mi mano.—Nunca he sido el más afectivo contigo o tu hermana, estas muestras de cariño me son muy
NICOLLE.Elena me tranquilizó, solo será un segundo de dolor, luego se volverá ¿placentero? Aún sudaba y las manos me temblaban. El camino a la mansión se me hizo muy corto, trataba de no demostrar mis nervios, apenas entramos a la lujosa casa, el conde me presentó con los empleados como la nueva señora. Luego de eso, le pidió a una doncella que me llevara a mi habitación. Entré a la recámara nupcial, estaba preparada y limpia para mí, con un toque muy femenino y a parte de la puerta de entrada, tenía otra puerta que conectaba a la habitación del Conde. ¿Algún día podré cruzar esa puerta? Imaginarme solo durmiendo a su lado me hacía sonreír. Sabía que en cuanto nos casáramos él querría cumplir su deber como esposo, y para mi vergüenza yo deseaba que lo hiciera pero tenía miedo a sentir un horrible dolor y salir lastimada, me calmé todo lo que pude y me quité el vestido de novia. Me puse el fino camisón que Elena me había dado como regalo de bodas y la bata, la cual amarré en un
ANDRÉS*—De acuerdo, dime qué tengo que saber. —preguntó con tranquilidad. —Mi hermano...—rodó los ojos y no me dejó terminar la frase. —Sé que tu hermano está enamorado de mí, ya me ha abordado en todas partes de manera descarada para decírmelo sin morderse la lengua. —mi hermano siempre tan pasional, actuaba conforme a sus instintos pedían. —Él me lo dijo hace unas semanas, pero ya lo sabía desde la primera vez que él te vio a lo lejos, anhelando que te dignaras a mirarlo por eso quiero hablar contigo para que me digas que no lo lastimaras. —Pocas veces he cruzado con tu hermano, no sabría decir por qué siente lo que siente hacia mí, tal vez sea por... No importa, Andrés no lastimaré a nadie, ya lo he rechazado de todas las maneras posibles, tu hermano debe de entender que una relación entre nosotros así sea clandestina no llevará a nada bueno. —Él está muy enamorado. —Dije seriamente —No se rendirá y no deseo verlo despechado por tu culpa. —El amor juvenil siempre es así,
JESÚS. Regresé a la mansión muy entrada la noche, todos ya deberían estar dormidos pero vi una luz provenir de la sala. Fui hasta allá y encontré a una dormida Nicolle en el gran mueble con un libro tirado en el suelo. Me acerqué para observarla, traía el mismo vestido de hoy en la mañana, su cabello estaba totalmente suelto y libre, con mis dedos sostuve un pequeño mechón, su pelo era suave y ondulado, con un buen aroma. —Muchacha tonta, mañana seguro te dolerá todo por dormir ahí. —ella solo arrugó un poco su nariz respingona, la cargué en mis brazos con cuidado de no despertarla, recostó su cabeza sobre mi hombro y subí con ella hacia arriba.Nicolle era demasiado esbelta y muy ligera, no era un problema llevarla en brazos, entré a su dormitorio y la acosté en la cama con cuidado, quité sus zapatos y fui a mi habitación para cambiarme y dormir. Tuve que salir todo el día para no estar en compañía de mí ahora esposa, y evitar la incomodidad que ella provocaba a nuestro alrededor.
ELENA. Ya había oscurecido, estuve todo el día metida en la empresa. Vagaba por mi propio estudio, buscando inspiración para mis diseños. Trazaba líneas con el grafito pero no me convencían... —No, no, no. ¡Está horrible! —arranqué la hoja y la tiré al piso, así siguieron una tras otra. — ¡Ha! Mi cabeza duele de tanta rabia. Tocaron la puerta. —Adelante. —Me di la vuelta y miré al intruso — ¿Qué deseas ahora Ferrer? —Por favor Elena, solo quiero que me llames Antonio —sonreí de forma cínica. —Sabes que eso no pasará. Dime qué deseas y retírate, aún estoy ocupada. —él miró a su alrededor y vio todas las hojas arrugadas en el piso. —Ya es tarde, ¿Por qué no te has ido? —Debo terminar los nuevos diseños para la colección, no puedo irme aún. Me falta tan poco...—me dejé caer cansada en la silla frente a mi mesa de dibujo, buscaba descansar mi mente y mi cabeza, estaba agotada física y mentalmente. —Admiro eso de ti. —volteé a verlo, él sonreía—Siempre has luchado y trabajado, in
JESÚS CASTELOTerminé de desayunar y estaba a punto de irme cuando escuché los pasos de Nicolle. — ¡Milord, por favor espere! —ella bajaba los escalones de una manera tan apresurada que podía llegar a caerse. — ¡Ten cuidado!—le reclamé molesto. Se acercó a mí. — ¿Qué sucede Nicolle? — ¿Podríamos salir hoy? —Vos podéis salir, ya te dije que... —No yo sola, nosotros, usted y yo, salir juntos. —levanté una ceja. —Nicolle... —Por favor, no le pediré nada más, por favor. —sostuvo mis manos mientras me miraba con esos ojos lastimeros, chiquilla manipuladora. —De acuerdo. Solo por hoy. — ¡Gracias mi señor!— dijo con una gran sonrisa. — ¿A dónde le gustaría ir? —Tú eres la que me ha invitado ¿No tenías pensado nada?—pregunté divertido. —Si lo tengo... ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~La diligencia nos llevó hacia donde ella quiso, a la pintoresca plaza San Miguel, había muchas personas y los cajones de los puestos de mercados de la vista de los transeúntes, personas
ANTONIO.Ya no soportaba más esto, los halagos de la señora Belmonte y las miradas enamoradas de la señorita Esmee, me irritaban. Mi hermano se escapó, cuando él sería el más feliz de disfrutar de esta conversación. — ¿Qué me dice vos señor Ferrer?—Sí, mi señora. —mi sonrisa forzada decayó, al ver como mi hermano salía del club con mi Elena aferrada a su brazo. Apreté mis manos en puños, ¡Soy yo quien debe caminar de su lado, no mi hermano!— ¿Señor Ferrer hay un problema?—tuve que mantener mi compostura.—Ninguno, señora Belmonte de verdad que la estoy pasando muy bien en su compañía pero tengo un asunto importante que atender. —Miré a Esmee—. Hasta pronto señorita Esmee.—Hasta luego mi señor —dijo con la mejilla sonrojada. Cuando me despedí fui directamente hacia donde ellos dos se habían ido pero nos los encontraba, ya se habían marchado.Estaba colérico, descargué parte de mi ira golpeando una pared, respiré varias veces para mantenerme sereno y no llamar la atención. ELENA.
NICOLLEEl paseo que había dado con Jesús, me subió mucho el ánimo, le dije a una sirvienta que sería yo la que le llevara su comida al despacho pero al pasar no lo encontré por ningún lado, dejé la bandeja sobre una mesita. Y me acerqué a su escritorio repleto de documentos. — ¿Qué es lo que te tendrá tan ocupado? —cuando toqué algo, varias cosas cayeron de su escritorio y con rapidez comencé a recogerlas, entre esos documento encontré un retrato, lo tomé y fruncí el ceño al ver que era una mujer rubia poseedora de unos claros ojos azules, era linda de cierta manera. — ¿Qué haces Nicolle? —me sobresalté y me levanté del piso. —Lo siento, se cayeron y solo trataba de recogerlos. —él se acercó a mí. — ¿Qué escondes en tu mano? — ¡Nada! —levantó una ceja. —Odio las mentiras Nicolle. —avergonzada le entregué el retrato de la mujer. — ¿Quién es ella?—él lo miró y sonrió de una forma que no había visto antes y comencé a sentir un profundo rencor por la mujer del retrato. —Un anti