ESPAÑA, MADRID. 1836.
RESIDENCIA DE LOS BELMONTE
Jesús Castelo, estaba pensativo, su hermana lo sacaba de quicio pero su padre lo ponía de peor humor. El viejo solo sabía dar órdenes, cuando quiso que fuera a la casa de la familia Belmonte en su nombre, quiso negarse. Pero amenazó con suspender su viaje a América y recortar su mensualidad.
Ahora estaba prácticamente oculto en el gran jardín de la casa para escapar de las exageradas atenciones y amabilidades de la señora Belmonte. Hasta que escuchó uno torpes pasos acercándose, la persona debía creer que en serio era silencioso y que no lo notaba. Rodó los ojos, volteó, encontrándose con aquellos grandes y curiosos ojos marrones.
—Largo de aquí niña. —ordenó con brusquedad. Y la pequeña sintió un poco de temor.
—Yo... Lamento interrumpirlo Milord.
—Tu padre te debe estar buscando.
—No lo creo. —respondió con seguridad. Jesús ya estaba lo suficientemente irritado para aguantar ahora los ataques de rebeldía de una mocosa.
—Deseo estar solo por ahora. —la niña lo miró con esos grandes ojos marrones.
—No haré ruido.
—Por más que te corra no te irás ¿cierto?—ella negó muy decidida —De acuerdo, solo no hables.
Muchas cosas tenían en mente y vio como ella se sentaba a su lado.
— ¿Qué haces mocosa?
—Solo me siento.
—Eso veo, ¿Por qué a mi lado?—la niña miró sus pequeñas manos.
—Usted dijo que podía estar aquí, solo que no debía hacer ruido, nunca me dijo que no podía sentarme a su lado.
—Pues ahora te lo digo,
—Pero no quiero.
— ¿Qué pretendes niña?
—Nada.
— ¿Huyes de algo? ¿Rompiste algo especial? —Sus mejillas se volvieron rojas—Acerté, dime qué rompiste.
—Manché con tinta un documento especial de papá. ¡Pero fue sin querer, lo juro milord! —reí.
—Esconderte aquí conmigo no te salvará de tu castigo niña.
— ¡Usted me puede ayudar! —por primera vez en días, se rió con ganas.
— ¿Cómo podría ayudarte yo?
—Diciéndole a papá que no me castigue, si usted le explica tal vez no me pegue.
—Las medidas disciplinarias que tome tu padre sobre ti no son de mi incumbencia, estoy seguro que eso lo enojara muchísimo.
— ¡Por favor, se lo pido! —los ojos de la niña ya se habían aguado y casi parecía dispuesta arrodillarse. Que molestia.-pensó irritado.
—De acuerdo, hablaré con tu padre. Pero te pido que nunca más vuelvas a poner la cara de esa manera, ¿de acuerdo? —con una gran sonrisa la niña asintió feliz.
Mocosa manipuladora.
Jesús Castelo a sus veintinueve años, siendo persuadido por una mocosa, si Elena lo viera se reiría hasta el cansancio.
NICOLLE. "12 años"
El señor Castelo habló con mi padre y me alivió al no recibir ningún castigo o reprimenda. Mientras los adultos cenaban en la mesa del comedor, yo me colaba a escondidas y los miraba, sobre todo al señor Castelo, era muy lindo hasta parecía sacado de las pinturas que mamá siempre cuelga en la casa.
Corrí de nuevo a mi dormitorio antes de que me descubrieran. Mi hermana mayor Esmee, ya estaba dormida, así que en silencio fui hasta mi cama con una vela encendida. Saqué mi diario y la pluma que le había sacado a papá de su despacho y comencé a escribir.
"Hoy el día estuvo muy lindo, cuando manché el documento de mi padre, me asusté, quise correr y esconderme pero sabía que eso solo lo haría peor que un dragón, entonces vi al señor Castelo, se veía molesto por algo y pasaba el rato en el jardín. Le pedí que me ayudara y él aceptó, no me castigaron.
El señor Castelo, es muy bonito, lo que más me gusta de él es su mirada y la forma poco inusual que tiene para expresarse. A veces parece que no quiere nadie, pero yo de verdad siento que podría llegar a querer alguien.
Él no es malo.
Papá dice que un soberbio pero yo lo veo como un caballero que necesita de una princesa a la cual rescatar y proteger, pero a la que todavía no ha encontrado.... ¿Podría ser yo esa princesa?"..
NICOLLE, "17 años".Pasaba mis dedos por la fina tela de la camisa, la acerqué a mi nariz, el aroma que desprendía era un perfume suave pero notable, muy masculino y que me hacía anhelar muchas cosas. — ¿¡Nicolle qué haces!? —me vi sorprendida por Esmee, mi hermana mayor. — ¡Nada!— ¿Cómo que nada? Escondes algo, ¡déjame verlo!— ¡No!— ¡Nicolle! —Mi hermana logró quitarme la camisa — ¡Oh, por dios! ¿Esta es una de las camisas del señor Castelo?— ¡Por supuesto que no! Dámela, es una...—Eres muy joven para pensar en hombres como él.— ¿Hombres como él? ¿Qué quieres decir?—Experimentado, él no parece de los que quieran atarse a una sola mujer. —Eso lo sé —dije decepcionada.— ¿Entonces por qué robas su ropa?—No la robé, la tomé prestada. Pensaba volver a ponerla en su sitio.—Me gustaría saber cómo lo harás, puedo apostar que será un gran espectáculo —dijo Esmee divertida.—Ya encontraré una manera, deja de molestarme.~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~Ya muy
MADRID, ESPAÑA. AÑO 1846JESÚS CASTELO "37 años".Tuve que salir de Londres lo más rápido que pude, con la sola idea de venir al rescate de Elena, pero al llegar a la gran casa familiar. La sorpresa que me llevé al ver llegar a Elena con una radiante sonrisa y vestida con las ropas más finas, me dejó furioso y estupefacto.— ¡Oh, Jesús! Llegaste. —dijo muy alegre.— ¡Podrías explicar cómo es que estás a punto de quedar en la ruina y te paseas tan feliz y campante con ropas caras! —pregunté con una ceja levantada.—Ah, eso... Sabía que si te lo pedía amablemente no regresarías a España, así que tuve que mentir un poquito al escribir dicha carta. —quería matarla, viajé contra todo para buscar "salvarla" y me encuentro con esta mentira, le dejé el camino libre a Cambell.—Elena, ¿tienes idea de las ganas que tengo de estrangularte? —ella se acercó y me dio un beso en la mejilla.—Yo también te extrañé Jesús. Además nadie puede dejarme en la calle, moví muy bien mis hilos cuando ese asque
JESÚS CASTELO.Después de un baño y ponerme ropa limpia, bajé al comedor para acompañar a Elena, en cuanto la cena fue servida, ella comió con regocijo. Mientras yo solo daba pequeños bocados, lo menos que me apetecía era comer.— ¿No tienes hambre hermano? ¿O es que algo te aflige? —preguntó con una ceja levantada.—Pienso en que al venir aquí por tu mentira le dejé el camino libre a un idiota que rondaba a mi futura condesa.— ¡Ja! Entonces debo celebrar por eso. —se burló, y contuve un gruñido. —Vamos Jesús, un día me lo agradecerás, ¿todavía no aceptarás mi propuesta?—No me casaré con esa mocosa puritana.— ¿Cómo sabes que sigue siendo puritana si ni siquiera la has visto?, puede que siga vistiendo un poco recatada pero su belleza está bien acentuada. —Elena no sé lo que te propones pero busca a otro. —ella rodó los ojos.—Eres tan obstinado y soberbio, pero puedo apostar mi hermoso collar de rubíes que en cuanto veas a Nicolle te sentirás profundamente atraído. —Mejor termina
JESÚS CASTELOLa familia Belmonte siempre ha sido una familia tradicional que respeta las buenas costumbres, pero a la que también la domina el estatus y la ambición de poseer más, conozco muy bien al señor Belmonte y no será difícil convencerlo de darme a Nicolle.Cabalgue hasta la entrada de la casa y dejo al caballo amarrado, me acerqué y golpeé la puerta, la abrió una sirvienta. — ¿Sí milord? ¿Qué desea?—preguntó con respeto.—Busco al señor Belmonte. —la muchacha me dejó pasar y después de anunciarme con el señor Belmonte, pasé a la sala. Fran Belmonte seguía igual que hace unos años, lo que lo diferenciaba ahora, era su pelo casi canoso. —Conde Castelo, que placer verlo. —nos estrechamos la mano y tomamos asiento.—Señor Belmonte, estoy consciente que debe suponer que mi visita tiene un motivo oculto. —él sonrió. —Así me temo, usted es igual que su padre, nunca ofrece sin recibir algo a cambio y tengo curiosidad por saberlo. Soy todo oídos milord. —sonreí con cinismo. —Quier
NICOLLE—Esto es demasiado entretenido —se burló mi hermana, mientras veíamos a escondidas como mi padre le informaba a Pierre Lemoine la decisión de anular el compromiso.— ¡No puede hacer eso! —Gritó Lemoine como todo un malcriado— ¡Prometió la mano de su hija a mí y no...!—He cambiado de opinión, Nicolle estará mucho mejor en las manos del Conde Castelo.— ¡Usted...!—Señor Lemoine, acepté el compromiso por el respeto que tiene su familia en la sociedad francesa pero aquí Jesús Castelo es mucho mejor partido para mi hija. Así que le pediré con amabilidad que busque otra candidata a esposa, después de todo su compromiso nunca fue anunciado, su noviazgo pocos lo conocen y no será difícil para el Conde callar cualquier habladuría. —Esmee y yo re&iac
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~La mañana siguiente fue un ajetreo en la casa, mi madre y una doncella me arreglaban, jalaban mi cabello, maquillaban mi rostro y me mantuve callada dejando que hicieran su trabajo, cuando al fin pude ponerme el vestido.Ellas quedaron maravilladas por su obra de arte, me miré en el espejo. Adoraba verme, el vestido era precioso.—Te ves hermosa Nicolle. —me dijo Esmee con sinceridad.Un carruaje nos esperaba fuera para llevarme a la iglesia, mamá y Esmee irían en una diligencia aparte para llegar antes, en todo el camino evité mirar a papá. Hasta que él mismo tomó la iniciativa de hablarme—Luces hermosa Nicolle —sonreí.—Gracias padre—. Él sostuvo mi mano.—Nunca he sido el más afectivo contigo o tu hermana, estas muestras de cariño me son muy
NICOLLE.Elena me tranquilizó, solo será un segundo de dolor, luego se volverá ¿placentero? Aún sudaba y las manos me temblaban. El camino a la mansión se me hizo muy corto, trataba de no demostrar mis nervios, apenas entramos a la lujosa casa, el conde me presentó con los empleados como la nueva señora. Luego de eso, le pidió a una doncella que me llevara a mi habitación. Entré a la recámara nupcial, estaba preparada y limpia para mí, con un toque muy femenino y a parte de la puerta de entrada, tenía otra puerta que conectaba a la habitación del Conde. ¿Algún día podré cruzar esa puerta? Imaginarme solo durmiendo a su lado me hacía sonreír. Sabía que en cuanto nos casáramos él querría cumplir su deber como esposo, y para mi vergüenza yo deseaba que lo hiciera pero tenía miedo a sentir un horrible dolor y salir lastimada, me calmé todo lo que pude y me quité el vestido de novia. Me puse el fino camisón que Elena me había dado como regalo de bodas y la bata, la cual amarré en un
ANDRÉS*—De acuerdo, dime qué tengo que saber. —preguntó con tranquilidad. —Mi hermano...—rodó los ojos y no me dejó terminar la frase. —Sé que tu hermano está enamorado de mí, ya me ha abordado en todas partes de manera descarada para decírmelo sin morderse la lengua. —mi hermano siempre tan pasional, actuaba conforme a sus instintos pedían. —Él me lo dijo hace unas semanas, pero ya lo sabía desde la primera vez que él te vio a lo lejos, anhelando que te dignaras a mirarlo por eso quiero hablar contigo para que me digas que no lo lastimaras. —Pocas veces he cruzado con tu hermano, no sabría decir por qué siente lo que siente hacia mí, tal vez sea por... No importa, Andrés no lastimaré a nadie, ya lo he rechazado de todas las maneras posibles, tu hermano debe de entender que una relación entre nosotros así sea clandestina no llevará a nada bueno. —Él está muy enamorado. —Dije seriamente —No se rendirá y no deseo verlo despechado por tu culpa. —El amor juvenil siempre es así,