¿Qué se creía? ¿Que todo lo que había dicho y hecho se podía ignorar por completo como si no hubiera ocurrido?—Andrés, no te arrepientas de tus palabras.Dijo Luna con un tono frío y decisivo.En ese preciso instante, Luna levantó el cuchillo que tenía en la mano y se dispuso a apuñalarle sin vacilar. Álvaro abrió de manera horrorizada los ojos de par en par con una mezcla de sorpresa y terror. Rápidamente le agarró la muñeca, pero llegó demasiado tarde. La punta del cuchillo ya se había hundido en el cuello de Andrés.Andrés sintió una fuerte punzada de dolor y notó el calor de la sangre brotándole del cuello. Extendió los dedos y palpó con horror la sangre. En ese momento, el dolor físico no significaba nada para él en comparación con la absoluta tristeza de su corazón. Había intentado asesinarlo de verdad.—¡Señor!Álvaro le arrebató con rabia el cuchillo de las manos a Luna y lo lanzó con fuerza al suelo. Andrés levantó la mano para detenerle, indicándole que estaba bien y se leva
—Ni una sola de las personas que han caído en sus manos han salido con vida de la prisión. Será mejor que pienses muy bien antes de tomar una decisión, porque en realidad soy el único que puede sacar a Nadia de allí.Luna sabía lo terrorífica que era la prisión de José, era la designada para encerrar a los condenados a muerte. Nadie salía de allí con vida o, al menos, no de una simple pieza. Incluso si alguien inocente entraba sin querer, saldría de allí convertido en como un cadáver despedazado.Andrés estaba sentado en su sitio y los sirvientes ya le habían preparado los platos y los cubiertos. Luna respiró muy hondo y trató de reprimir sus fluctuantes emociones clavándose las uñas en la palma de la mano.Finalmente, cedió.Durante la cena, Luna apenas comió unos cuantos bocados y no tocó nada de lo que Andrés le sirvió. El tiempo que pasó hasta la medianoche se le hizo una completa eternidad.Cuando Andrés terminó de comer y dejó los palilloscubiertos, la comida ya estaba casi fría
Luna se acercó poco a poco y se dio cuenta de que no se movía en lo absoluto. Si estaba esperando a que ella se le acercara, ya se habría despertado, así que extendió con cuidado la mano para tocarle.—¿A... Andrés? Luna gritó asustada su nombre.Justo en ese preciso momento, Andrés abrió los ojos de repente y la ferocidad del momento sobresaltó a Luna. Al instante, el hombre la agarró fuertemente de la muñeca y la lanzó a la cama. El corpulento cuerpo de Andrés la presionaba con fuerza contra la cama. Pesaba mucho.Luna se sentía como un indefenso conejo acorralado, aterrorizada y sin poder hacer nada al respecto. La cabeza de Andrés cayó muy pesada al lado de su oreja y ella pudo escuchar su suave respiración. Parecía que se había quedado dormido otra vez.—Andrés, me haces daño, levántate.Pero seguía sin reaccionar.Luna se dio cuenta enseguida de que algo no iba bien. Andrés estaba ardiendo y, al bajar la vista, vio que tenía el camisón lleno por completo de sangre. Entonces, agu
Al principio, Álvaro no pensó demasiado ni hizo muchas preguntas, sino que envió la ubicación directamente. Pocos segundos después recibió una respuesta.Luna estaba muy sorprendida, pero, sobre todo, furiosa. Sabía realmente que Andrés era un sinvergüenza, pero no se esperaba que pudiera llegar hasta ese punto. ¡Nadia estaba en el Jardín Flotante! ¿Acaso, por qué le había mentido diciéndole que estaba en la prisión? «Maldito bastardo...», maldijo para sus adentros.Agarró apresurada los documentos y salió de inmediato de la habitación. Después, miró al hombre y, aprovechando que estaba tumbado en la cama inconsciente, le dio dos bofetadas en la cara. Después recogió algunas cosas y salió corriendo de la mansión. Se metió en el auto y le dijo al chófer que la llevara al Jardín Flotante.Nadia, ajena a todo lo que estaba ocurriendo, saboreaba un dulce pastelito delicadamente bocado tras bocado. A su lado estaba Shirley, aburrida sentada frente a la televisión mirando el nuevo programa d
Shirley se acercó cautelosamente a la puerta, miró a través de la mirilla y abrió de inmediato la puerta. Inesperadamente, era ella.—¿Luna? ¿Qué vienes a hacer aquí?—¿Eh? ¿Luna? ¿Está aquí Luna?A Nadia le brillaron los ojos de repente e incluso dejó de comerse el pastel que tenía en las manos. Se puso el calzado apresuradamente y salió corriendo a la puerta para abrazar a Luna con todas sus fuerzas.—Luna, ¡cómo te extrañaba! ¿Por qué has tardado tanto?Nadia la estaba apretando tanto que apenas podía respirar.—Nadia, dime ¿desde cuándo estás viviendo aquí?—Ay, Luna, ya ni me acuerdo... ¡Ven a estar conmigo un rato!Nadia agarró en ese momento a Luna y tiró de ella hacia dentro de la casa, sin embargo, esta se negó.—No puedo, solo vine a decirte que tienes que regresar a casa. Tus padres...Nadia vaciló antes de continuar. Era una verdadera suerte que Nadia estuviera a salvo, pero, al verla de esa forma, no sabía en realidad si Andrés la había engañado.—¿Qué pasa con mis padres?
Sentada detrás del asiento del copiloto, Luna se quedó dormida por unos instantes. Despertó justo cuando el auto pasó por encima de un bache y, al ver un entorno totalmente desconocido a través de la ventanilla, preguntó curiosa:—Disculpe, ¿dónde estamos?—Estamos en Cetramar, al lado de Vallebrisa. Llegaremos en unos 40 minutos.—Déjeme aquí por ahora —ordenó Luna.—Pero bueno, ¿no ibas a Vallebrisa? Que sepasDebes saber que ya has pagado y no te voy a devolver ni un solo centavo.—Lo sé, no hay problema por ello—contestó ella.Muy contento, el chófer dejó a Luna en un concurrido mercado de aquella ciudad. El plan era perfecto pues, así, cuando Andrés despertase, creería que estaría en Astraluna, así que mejor se quedaría en Cetramar por un largo tiempo, trataría de no llamar la atención y regresaría más adelante.Tras bajarse del coche, encontró un pequeño hostal que no necesitaba identificación alguna para reservar habitación.—Vaya, muchachita, parece que has venido sola a esta c
Leonardo le cosió y desinfectó de inmediato la herida, le puso un gotero y esperó hasta que le bajara la fiebre. A las once de la noche, Ada bajó del apartamento de la planta de arriba con un pequeño refrigerio.—¿Está mejor?Leonardo por un momento dejó en la mesa la revista que estaba leyendo muy entretenido y se pellizcó el entrecejo.—Ya está mucho mejor, puede que se despierte en un buen rato. Voy a quedarme aquí a cuidarlo para que no vuelva a subirle la fiebre, pero tú vete a dormir, ya es muy tarde.Ada agarró un taburete para sentarse al lado de él y Leonardo se levantó rápidamente para ayudarla a moverlo.—Me quedaré aquí un rato contigo y cuando despierte me iré —dijo tras sentarse muy cómoda.Leonardo sonrió con sutileza y colocó la mano de la mujer en una de sus piernas.—Está bien, quédate solo media hora.—Sí —afirmó Ada obedeciendo.Luego de poner en orden algunos asuntos, Álvaro fue apresurado al Jardín Flotante en busca de Nadia. Cuál fue su gran sorpresa al llegar y
—¡Pero la empresa la necesita, señor! —Exclamó Álvaro.—¡Te he dicho que vayas a buscarla! —Ordenó de nuevo Andrés.Álvaro apretó los labios muy disgustado, pero obedeció con la cabeza.—Sí, señor.—Vaya, ¡ni siquiera te importa la empresa! Andrés... ¿qué has hecho? —Sonrió con sarcasmo Leonardo. ...A Luna le dio tiempo suficiente de cenar, se cambió de ropa y se tumbó en la cama para dormir ligeramente hasta que escuchó un ligero ruido que se acercaba hacia la puerta. Entonces, escuchó con cautela a una mujer decir al otro lado en voz baja:—Les digo que esa mujer está aquí dentro.Al decirlo, levantó el dedo pulgar. La persona que le acompañaba era obesa y con un maquillaje muy recargado de pobre calidad. Tenía el polvo atrapado en la punta de la nariz, unos labios pintados exóticamente de color rojo intenso, un cigarrillo entre los dedos y varios hombres la acompañaban.—No te preocupes, si me gusta no te faltará ni un solo centavo.—No te preocupes por eso, sino, no te habría lla