Capítulo 838
José sentó a la mujer en su regazo y metió sus manos ásperas y feas debajo de su falda. Ana se sonrojó un poco y le agarró la mano con gran timidez.

—Señor Rojas, pare, que hay gente delante.

El olor de esa mujer era muy diferente al de la anterior, era el olor de un perfume caro que no podía considerarse nada desagradable. En realidad, a José no le duraban las mujeres más de una semana. Pensaba que, si pasaba demasiado tiempo, perdían realmente la frescura.

Entre ellos se levantó un separador.

—Se... señor Rojas, ¿le apetece que le sirva un poco? Me preocupa que el vestido se arrugue si esperamos.

El hombre separó de inmediato las piernas y la delicada mujer se arrodilló de forma instintiva...

Al volver a casa, Nadia pensaba en la forma de cómo jugársela a Ana. No contenta con robarle el álbum a Luna, fue diciendo por ahí que era suyo. Era la persona más sinvergüenza que había visto en su vida.

Inmersa por completo en sus pensamientos, se durmió. Dormía plácidamente abrazando a su cer
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