Capítulo 837
José lo había visto absolutamente todo desde la puerta. Esa muchacha tenía realmente agallas.

Nadia sintió un fuerte pánico al verle, como si estuviese viendo al hermano mayor de Luna. Ambos daban la ligera impresión de ser malas personas, pero cuando quiso bajarse del coche ya era muy tarde: los guardaespaldas de Ana ya la habían alcanzado y habían rodeado en ese momento el auto. No se atrevía a salir.

Con el cuello muy tenso, Nadia dijo sin atreverse a mirarlo:

—Lo... lo siento..., señor. Tu auto se parece muchísimo al mío, me subí por equivocación sin querer, además... ella de verdad que no es buena persona. No me vas a echar, ¿verdad?

—¿Señor?

Los ojos afilados de José destellaban con gran frialdad, pero su cuerpo no mostraba ningún signo de ira. Sin embargo, era muy difícil ignorar su aura de ferocidad. Esa mirada tan fría no parecía en lo absoluto la de una buena persona, especialmente con esa fea cicatriz en el ojo, que parecía tan feroz como cruel.

Con esa tímida actitud, Ana
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