Andrés, que casualmente regresaba del exterior, vio la puerta abierta y su mirada se ennegreció al instante.—¿Quién vino hoy? —le preguntó al guardaespaldas con frialdad.—Solo Emma, que acababa de volver de la compra. Nadie más entró aquí.Andrés no se lo creyó en lo absoluto y fue a mirar las grabaciones de las cámaras de seguridad de la habitación. Al ver al niño aparecer en la escena, relajó un poco el ceño. Casi olvidaba por completo la existencia de ese niño... Estos días no le había prestado atención alguna por estar cuidando a Luna.En el centro comercial.Ana estaba probándose el vestido para la exposición de arte que tendría lugar en unos cuantos días. Sin embargo, últimamente había engordado un poco y parecía no quedarle del todo muy bien. Pensó en hacerse un aumento de pecho, pero al final optó mejor por ponerse un vestido blanco y ceñido que mostraba algo más de piel y se ajustaba muy bien a su cuerpo.—Señorita, el Grupo Prosperidad lleva dos días con algo de movimiento,
José lo había visto absolutamente todo desde la puerta. Esa muchacha tenía realmente agallas.Nadia sintió un fuerte pánico al verle, como si estuviese viendo al hermano mayor de Luna. Ambos daban la ligera impresión de ser malas personas, pero cuando quiso bajarse del coche ya era muy tarde: los guardaespaldas de Ana ya la habían alcanzado y habían rodeado en ese momento el auto. No se atrevía a salir.Con el cuello muy tenso, Nadia dijo sin atreverse a mirarlo:—Lo... lo siento..., señor. Tu auto se parece muchísimo al mío, me subí por equivocación sin querer, además... ella de verdad que no es buena persona. No me vas a echar, ¿verdad? —¿Señor?Los ojos afilados de José destellaban con gran frialdad, pero su cuerpo no mostraba ningún signo de ira. Sin embargo, era muy difícil ignorar su aura de ferocidad. Esa mirada tan fría no parecía en lo absoluto la de una buena persona, especialmente con esa fea cicatriz en el ojo, que parecía tan feroz como cruel.Con esa tímida actitud, Ana
José sentó a la mujer en su regazo y metió sus manos ásperas y feas debajo de su falda. Ana se sonrojó un poco y le agarró la mano con gran timidez.—Señor Rojas, pare, que hay gente delante.El olor de esa mujer era muy diferente al de la anterior, era el olor de un perfume caro que no podía considerarse nada desagradable. En realidad, a José no le duraban las mujeres más de una semana. Pensaba que, si pasaba demasiado tiempo, perdían realmente la frescura.Entre ellos se levantó un separador.—Se... señor Rojas, ¿le apetece que le sirva un poco? Me preocupa que el vestido se arrugue si esperamos.El hombre separó de inmediato las piernas y la delicada mujer se arrodilló de forma instintiva...Al volver a casa, Nadia pensaba en la forma de cómo jugársela a Ana. No contenta con robarle el álbum a Luna, fue diciendo por ahí que era suyo. Era la persona más sinvergüenza que había visto en su vida.Inmersa por completo en sus pensamientos, se durmió. Dormía plácidamente abrazando a su cer
Estudio Galaxia.Adam recibió en ese momento una llamada y giró la cabeza hacia todos los estudiantes que esperaban al profesor Montes.—El profesor Montes tiene algunos asuntos pendientes de los que tiene que encargarse, volverá al estudio más tarde.Los estudiantes que llegaron al estudio dijeron algo decepcionados:—Creíamos que hoy podríamos verle.—Sí, señor Rojas, efectivamente ¿y la señorita Luna? ¡¿Por qué nunca la vimos acá en el estudio?!—¡Eso! La semana pasada una de sus obras ganó un premio, ¡el Premio Dorado! Señor Rojas, ¿cuándo podremos ver a la señorita Luna?—Escuché muy bien que es la única discípula que aceptó el profesor, ¿es eso cierto? ¿No dijo que solo aceptó a una aprendiz? ¿Esa aprendiz no es precisamente Luna Méndez?Adam miró los mensajes que había recibido y se enfrentó a cada pregunta descaradas respondiendo con total calma.—No saquen conjeturas sobre lo que han visto en los periódicos. Sea verdad o no, primero encárguense de sus propios asuntos y esperem
Ahora solo faltaba que el señor Montes asistiese. Su presencia sería la cereza del pastel. Después de todo, el señor Montes había aparecido muy poco frente al público y hace muchísimo tiempo. ¿Quién no querría conocer a alguien tan destacado dentro del mundo del arte?Ana terminó de maquillarse en el camerino y estaba a punto de salir al evento. La escena era perfecta, mucho más impactante que la que organizó el señor Montes aquel año. Sentada muy erguida frente al espejo del tocador, contemplaba su rostro perfecto.—¿Preparaste todo lo que te pedí?—Todo está listo, señorita, no se preocupe.—Tráemelo en este momento para que lo vea.Ana parecía estar totalmente convencida de que el señor Montes la aceptaría como aprendiz. Estaba tan segura de que conseguiría la victoria absoluta que no se preocupaba por nadie. Observó con detalle la pintura antigua que el guardaespaldas le trajo. Esa obra era una pintura auténtica de un pintor medieval, una pieza única que el señor Montes estuvo busc
Capítulo 841—¡Hijo... escucho a mi hijo llorando! Alguien que ayude a mi hijo... Bebé... mamá está aquí...Luna fue atrapada en el mismo lugar, sin poder salir por más que lo intentara...En ese momento, una silueta entró y se paró junto a la cama, mientras le decía:—Te pareces tanto a ella… Ella… debería ser mi esposa. Todo es por su culpa, me arrebató vilmente a mi esposa... Afortunadamente... tú, que tienes su sangre, aún puedes regresar de nuevo a mi lado… Hans extendía sus manos muy temblorosas. Con una total mirada de obsesión casi delirante, acariciaba con ternura ese rostro tan similar al de Serenidad. Se inclinó y olió con delicadeza su aroma familiar cerrando lentamente los ojos, como si estuviera recordando algo hermoso del pasado.—Hijo... Mi hijo... —susurró de repente la joven en la cama.Su hijo no había muerto...Su bebé había regresado a su lado¡Asterio era su hijo!Luna pareció ver algo fugaz en sueños. Después de casi cuatro años de estar inconsciente, ella fina
En realidad, Ana era bastante conocida en el extranjero. Le agradeció enormemente a Jorge con una amplia sonrisa:—Muchas gracias por su gran elogio, señor Montes. Sabía que vendría, así que le preparé un obsequio muy especial. Sé que aprecia en gran manera el arte, espero que le guste.Un guardia de seguridad rápidamente con guantes blancos le trajo una antigua caja de madera muy delicada con una actitud muy respetuosa. Justo cuando Ana estaba a punto de entregársela, Jorge la detuvo al instante:—Hoy solo vine a ver las pinturas, en realidad no necesito nada más.Jorge contempló la pintura del cielo despejado y mar azul con olas imponentes. Era una extraordinaria obra de gran realismo. Le preguntó a Ana:—¿Dónde pintaste esta escena? Es un paisaje realmente muy impresionante.Aunque la pintura era impresionante a primera vista, los que conocían a Luna se dieron cuenta de inmediato del punto sospechoso de la obra. —Es que lo pinté hace mucho tiempo y se me olvidó… Señor Montes, ¿qué
—Simplemente estaba diciendo la verdad. Me invitaste, así que tuve que venir, pero no puedo quedarme aquí sin hacer nada en lo absoluto —le dijo Jorge.Los reporteros a su alrededor se sorprendieron demasiado, pues ya habían olvidado el propósito principal de su visita; y en su lugar, parecían tener la oportunidad de enterarse de algo realmente impactante.Sin embargo, en ese momento, un lujoso automóvil se detuvo justo frente a la entrada. Un hombre vestido con traje impecable y corbata salió del vehículo, subió los escalones blancos y sus pasos firmes resonaron por completo en la sala de exhibición. Todos lo escucharon muy atentos y miraron hacia la entrada, sorprendidos.¿Sería acaso el presidente del Grupo Prosperidad?Andrés, con una presencia imponente y un aura muy intimidante, se acercó con una mano en el bolsillo. Una ráfaga de frío viento que lo acompañaba erizaba la piel de todos los presentes.Andrés habló en tono muy severo:—Álvaro.Álvaro obedeció con la cabeza:—Entendi