Un Papá Mafioso para Navidad
Un Papá Mafioso para Navidad
Por: Daimon Heartcarver
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La pequeña Lucy corre por los pasillos del centro comercial con el corazón acelerado, los zapatitos hacen eco en el suelo mientras esquiva a los empleados que preparan todo para la gran inauguración navideña. Sabe que está cometiendo una travesura y que seguramente su madre la regañará, pero su determinación es más fuerte que su miedo. Es la única oportunidad que tiene de hablar con Santa Claus antes de que el evento abra sus puertas al público. Mamá trabaja demasiado y no pueden permitirse pagar la entrada, pero eso no apaga su entusiasmo. Lucy sonríe con ilusión, imaginándose la cara del gran abuelito de rojo y su famosa barba blanca.

Con el corazón latiéndole a toda velocidad, Lucy llega al escenario improvisado, que parece salido de un cuento mágico. Las luces parpadean en tonos cálidos, las guirnaldas verdes y doradas caen con elegancia, y un enorme trono dorado ocupa el centro, rodeado de regalos envueltos en papeles brillantes. Por un momento, la pequeña se detiene a contemplar el lugar, maravillada por cada detalle. Le parece increíble estar ahí, como si hubiera cruzado a un mundo secreto.

A un lado, nota una puerta entreabierta que deja entrever un espacio menos decorado, más real. Sin pensarlo dos veces, Lucy se escabulle, moviéndose con cuidado para no hacer ruido. Cada paso la acerca más a su objetivo, y la emoción le hace cosquillear el estómago.

Cuando finalmente lo ve, su respiración se entrecorta. Ahí está Santa Claus. Es justo como lo había imaginado, pero más real. Gordito, con una barba tan blanca y esponjosa que parece algodón de azúcar, y sus mejillas rosadas como si acabara de salir del frío. Está comiendo tranquilamente unas galletas, con una expresión tan relajada que Lucy casi siente que no debería interrumpir.

Por un momento, duda. ¿Y si no es él? ¿Y si la regaña por estar ahí? Pero el deseo en su corazón es más fuerte. Reúne todo su valor, corre hacia él y, con sus manitas temblorosas, tira con suavidad de su abrigo mullido.

Al instante, un olor cálido y reconfortante llena sus sentidos: jengibre, almizcle y algo dulce que no puede identificar. Es un aroma tan especial que, de inmediato, la hace sentirse segura.

El hombre baja la mirada hacia ella con un poco de sorpresa, pero al verle la carita llena de ilusión, una sonrisa tierna se dibuja en su rostro, como si la hubiera estado esperando todo el tiempo.

—Hola, señor Santa. Soy… soy Lucy —dice con timidez en su voz.

El hombre se vuelve hacia ella con una ligera expresión de sorpresa que pronto se transforma en una sonrisa cálida.

—Sé muy bien quién eres, Lucy Cullen —responde con una voz grave y amigable.

Lucy queda boquiabierta. ¡Santa sabe su apellido!

—Yo… solo quería pedirle algo esta Navidad…

—Mmm… —Santa finge dudar mientras mastica una galleta—, pero se supone que no deberías estar aquí, ¿sabes? Hacer una travesura como esta podría llevarte a la lista de los niños malos.

—¡No! —protesta Lucy con energía—. ¡No soy mala! Solo quería pedirle un deseo. Nunca pido nada, pero esta Navidad quiero algo muy especial para mi mamá y para mí.

Santa se ríe, sus ojos brillan con ternura. Se agacha para quedar a la altura de Lucy.

—Muy bien, pequeña. ¿Qué es eso tan especial que deseas?

Lucy toma aire y suelta de golpe:

—¡Un papá! Y que mi mami sea feliz, que tenga un esposo.

Santa levanta las cejas, divertido, pero enternecido.

—Vaya, eso es un regalo inusual. ¿Estás segura?

—¡Sí! —Lucy asiente con fuerza, sus mejillas están muy rojas por la emoción—. De verdad, de verdad quiero un papá. ¡Por fiiis!

Santa se pone de pie nuevamente, sacudiendo las migas de su barba mientras termina su galleta.

—Muy bien, Lucy. Si eres una niña buena y tienes suficiente fe, prometo que tu deseo se hará realidad.

Lucy lo mira con los ojos brillantes de esperanza.

—¿De verdad?

—Por supuesto —dice él, guiñándole un ojo con complicidad.

En ese momento, un ruido en el pasillo la hace girarse. Es la voz de su madre, Katherine, quien la llama con preocupación. Lucy se da vuelta para despedirse, pero Santa ya no está. Desapareció, como si nunca hubiera estado allí, como si fuese magia.

Lucy no puede creerlo, pero está absoluta y sin ninguna duda, convencida, de que ese hombre era el verdadero Santa Claus.

—Voy a tener un papá —canturrea dando saltitos.

La niña corre de regreso con una sonrisa traviesa y el corazón lleno de expectativas. Aunque mamá seguramente estará enojada, Lucy sabe que algo mágico está por suceder. Estas serán unas fiestas diferentes; si confía lo suficiente, tendrá un papá para Navidad.

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