La pequeña Lucy corre por los pasillos del centro comercial con el corazón acelerado, los zapatitos hacen eco en el suelo mientras esquiva a los empleados que preparan todo para la gran inauguración navideña. Sabe que está cometiendo una travesura y que seguramente su madre la regañará, pero su determinación es más fuerte que su miedo. Es la única oportunidad que tiene de hablar con Santa Claus antes de que el evento abra sus puertas al público. Mamá trabaja demasiado y no pueden permitirse pagar la entrada, pero eso no apaga su entusiasmo. Lucy sonríe con ilusión, imaginándose la cara del gran abuelito de rojo y su famosa barba blanca.
Con el corazón latiéndole a toda velocidad, Lucy llega al escenario improvisado, que parece salido de un cuento mágico. Las luces parpadean en tonos cálidos, las guirnaldas verdes y doradas caen con elegancia, y un enorme trono dorado ocupa el centro, rodeado de regalos envueltos en papeles brillantes. Por un momento, la pequeña se detiene a contemplar el lugar, maravillada por cada detalle. Le parece increíble estar ahí, como si hubiera cruzado a un mundo secreto.
A un lado, nota una puerta entreabierta que deja entrever un espacio menos decorado, más real. Sin pensarlo dos veces, Lucy se escabulle, moviéndose con cuidado para no hacer ruido. Cada paso la acerca más a su objetivo, y la emoción le hace cosquillear el estómago.
Cuando finalmente lo ve, su respiración se entrecorta. Ahí está Santa Claus. Es justo como lo había imaginado, pero más real. Gordito, con una barba tan blanca y esponjosa que parece algodón de azúcar, y sus mejillas rosadas como si acabara de salir del frío. Está comiendo tranquilamente unas galletas, con una expresión tan relajada que Lucy casi siente que no debería interrumpir.
Por un momento, duda. ¿Y si no es él? ¿Y si la regaña por estar ahí? Pero el deseo en su corazón es más fuerte. Reúne todo su valor, corre hacia él y, con sus manitas temblorosas, tira con suavidad de su abrigo mullido.
Al instante, un olor cálido y reconfortante llena sus sentidos: jengibre, almizcle y algo dulce que no puede identificar. Es un aroma tan especial que, de inmediato, la hace sentirse segura.
El hombre baja la mirada hacia ella con un poco de sorpresa, pero al verle la carita llena de ilusión, una sonrisa tierna se dibuja en su rostro, como si la hubiera estado esperando todo el tiempo.
—Hola, señor Santa. Soy… soy Lucy —dice con timidez en su voz.
El hombre se vuelve hacia ella con una ligera expresión de sorpresa que pronto se transforma en una sonrisa cálida.
—Sé muy bien quién eres, Lucy Cullen —responde con una voz grave y amigable.
Lucy queda boquiabierta. ¡Santa sabe su apellido!
—Yo… solo quería pedirle algo esta Navidad…
—Mmm… —Santa finge dudar mientras mastica una galleta—, pero se supone que no deberías estar aquí, ¿sabes? Hacer una travesura como esta podría llevarte a la lista de los niños malos.
—¡No! —protesta Lucy con energía—. ¡No soy mala! Solo quería pedirle un deseo. Nunca pido nada, pero esta Navidad quiero algo muy especial para mi mamá y para mí.
Santa se ríe, sus ojos brillan con ternura. Se agacha para quedar a la altura de Lucy.
—Muy bien, pequeña. ¿Qué es eso tan especial que deseas?
Lucy toma aire y suelta de golpe:
—¡Un papá! Y que mi mami sea feliz, que tenga un esposo.
Santa levanta las cejas, divertido, pero enternecido.
—Vaya, eso es un regalo inusual. ¿Estás segura?
—¡Sí! —Lucy asiente con fuerza, sus mejillas están muy rojas por la emoción—. De verdad, de verdad quiero un papá. ¡Por fiiis!
Santa se pone de pie nuevamente, sacudiendo las migas de su barba mientras termina su galleta.
—Muy bien, Lucy. Si eres una niña buena y tienes suficiente fe, prometo que tu deseo se hará realidad.
Lucy lo mira con los ojos brillantes de esperanza.
—¿De verdad?
—Por supuesto —dice él, guiñándole un ojo con complicidad.
En ese momento, un ruido en el pasillo la hace girarse. Es la voz de su madre, Katherine, quien la llama con preocupación. Lucy se da vuelta para despedirse, pero Santa ya no está. Desapareció, como si nunca hubiera estado allí, como si fuese magia.
Lucy no puede creerlo, pero está absoluta y sin ninguna duda, convencida, de que ese hombre era el verdadero Santa Claus.
—Voy a tener un papá —canturrea dando saltitos.
La niña corre de regreso con una sonrisa traviesa y el corazón lleno de expectativas. Aunque mamá seguramente estará enojada, Lucy sabe que algo mágico está por suceder. Estas serán unas fiestas diferentes; si confía lo suficiente, tendrá un papá para Navidad.
CAPÍTULO 1: LA CONFUSIÓNKatherine camina por los pasillos del centro comercial con la cara roja de angustia y rabia. Sabe que traer a su pequeña de cinco años al trabajo es complicado, pero la niñera le renunció y no tenía a nadie más con quién dejarla. Grita su nombre por el lugar mientras los empleados la miran con curiosidad, pero ella solo puede pensar en que debe encontrarla pronto, antes de que se den cuenta en el supermercado Essencia, que no está.—¡Lucy! —grita— ¡Lucy!Su corazón se acelera de tan solo pensar que le pasó algo malo. Se da media vuelta para regresar y probar suerte en otro lado, pero va tan apresurada que no se da cuenta de que detrás de ella venía caminando alguien. El choque es inevitable. Katherine se va de lleno contra el pecho de este hombre que le dobla en altura.—¡Ah! ¡Fíjate por dónde vas! —protesta, sin embargo, cuando levanta la mirada siente un calor intenso apoderarse de sus mejillas. El hombre es muy guapo, pero la mira con severidad.La vergüenz
CAPÍTULO 2: LA PROPUESTAAnthony Salvatore rara vez había perdido el control, pero esta vez sentía que el suelo se tambaleaba bajo sus pies. Su abuelo no pudo haber elegido peor momento para entrar: justo cuando Katherine con un gesto desesperado se había lanzado hacia él como si compartieran algo más que una estricta relación laboral.El silencio que sigue es denso, como una cuerda a punto de romperse. Anthony sabe que tiene solo unos segundos para actuar. Negarlo todo sería fácil, pero la mirada astuta de su abuelo le deja claro que no es una opción.—Abuelo, deberías tocar antes de entrar —dice con firmeza, sus ojos permanecen clavados en los del anciano, como si tratara de recuperar el control de la situación.—Tienes razón, Anthony. Pude haber interrumpido algo más… personal —responde su abuelo con una sonrisa cargada de malicia.Katherine siente que el aire se escapa de sus pulmones. La forma en que el viejo la mira, como si supiera más de lo que debería, le revuelve el estómago
CAPÍTULO 3: UN OBSTÁCULO ADORABLEKatherine nunca se había sentido tan intimidada y atraída a la vez. En menos de un día ha perdido su empleo y ganado otro, aunque todavía no entiende la magnitud de su decisión… o el precio que tendrá que pagar.Con el corazón acelerado, sale de la oficina y encuentra a Lucy sentada en una de las sillas del pasillo, está concentrada en la Tablet. La pequeña levanta la mirada al verla y esboza una sonrisa traviesa.—Mamá —dice con entusiasmo—, mira, tengo el video. Ese niño tuvo toda la culpa, no tú.Katherine no puede evitar sonreír. Se agacha para quedar a su altura y acaricia suavemente el cabello de su hija.—Gracias, mi amor. Pero no importa, el señor Salvatore ya lo sabe.—¿Entonces no te despidió?Katherine vacila. ¿Cómo explicarle lo que realmente pasó? Lucy no lo entendería. Ni siquiera ella lo entiende del todo.—Bueno, técnicamente… —comienza, pero antes de que pueda continuar, la puerta de la oficina se abre de golpe.Anthony aparece en el
CAPÍTULO 4: UN MOMENTO EN EL PROBADORLa pelirroja camina apresurada detrás de Anthony, esforzándose por mantener el ritmo que él impone con sus largas y seguras zancadas. Su corazón late con fuerza sintiéndose atrapada entre el nerviosismo y la anticipación que la hace marearse. Cada paso la acerca a un destino que no comprende, y el aura dominante de él no hace más que intensificar su inquietud.El centro comercial está lleno de vida. Las luces brillantes y los adornos navideños parecen opuestas a la situación oscura en la que se está metiendo. Katherine observa a las personas ir y venir, inmersas en sus compras, mientras ella lucha por procesar lo que está sucediendo.Anthony se detiene de golpe frente a una tienda de ropa de alta gama. Los grandes ventanales exhiben vestidos que parecen sacados de un sueño: cortes elegantes, telas que brillan bajo la luz, y precios que Katherine ni se atreve a imaginar. Ella ha pasado frente a esa tienda innumerables veces, siempre fantaseando con
CAPÍTULO 5: EL ENSAYOEl magnetismo de Anthony era una mezcla peligrosa de atracción y control, algo que Katherine apenas podía manejar. Tras lo ocurrido en el probador, había hecho todo lo posible por mantener distancia. Sin embargo, estar cerca de él era inevitable, como un imán al que no podía escapar.Cuando salen del centro comercial, Katherine encuentra a su pequeña hija esperando con una enorme sonrisa y una paleta de helado a medio derretir en las manos. A su lado, la niñera asignada mantiene una postura recta y profesional, observándolas con calma.—¡Mamá! —grita Lucy con entusiasmo y corre hacia ella con los brazos abiertos. Katherine la levanta en un abrazo fuerte, sintiendo que su corazón se calma un poco al tenerla cerca.La niña, sin embargo, se queda boquiabierta al notar la transformación de su madre. Con los ojos grandes y brillantes, la recorre de arriba abajo con asombro.—¡Wow, mamá! ¡Te ves hermosa! —exclama con admiración antes de volverse hacia Anthony, quien la
CAPÍTULO 6: LA FIRMA DEL TRATOLa idea de fingir un romance apasionado con un hombre como Anthony se siente surrealista para Katherine. Por mucho que lo intente, no puede ignorar la tensión que genera su presencia. Su actitud dominante y ese aire de control absoluto la irrita profundamente. Sin embargo, al desviar la mirada hacia su pequeña hija, una ola de determinación la inunda. Ese cheque de un millón de dólares podría cambiarlo todo, brindarle a Lucy la estabilidad que nunca ha tenido.—Muy bien, nos conocimos en Florencia, yo llevaba un vestido rojo vino en una gala benéfica y nos enamoramos a primera vista. Me pediste matrimonio en París, frente a una vista espectacular de la Torre Eiffel, después de que nos reencontramos, y te dije que sí —repite Katherine, palabra por palabra, como si estuviera recitando una lección.Anthony asiente, pero sus ojos reflejan una pizca de insatisfacción.—Puedes pretender olvidar algunos detalles; eso lo hará más creíble. Pero no seas tan mecáni
CAPÍTULO 7: LA NIÑA LO SABEEl viaje de regreso es aún más tenso de lo que Katherine podría haber imaginado. Mientras las luces de la ciudad pasan fugaces por la ventana, su mente no deja de darle vueltas al contrato que acaba de firmar y a la creciente sensación de que ha cometido un error. Pero ya es tarde para echarse atrás.Por un momento, asume que se dirigen a la casa del abuelo de Anthony. Sin embargo, cuando las calles comienzan a resultarle familiares, un presentimiento inquietante se apodera de ella. Reconoce las casas, los edificios… y, de repente, se da cuenta de que están yendo hacia su vecindario.—¿A dónde vamos? —pregunta con un tono alterado, intentando ocultar el temblor en su voz.Anthony, imperturbable, responde con la misma indiferencia que ha mostrado todo el día:—A tu casa.El corazón de Katherine salta en su pecho. Su mente se llena de preguntas. “¿Cómo es posible que sepa dónde vivo?”, piensa.—¿Cómo… cómo sabes eso? —insiste en voz alta, incapaz de contener
CAPÍTULO 8: LA CENA CON EL ABUELOLas mujeres trabajan en Katherine con precisión y gusto, transformándola en una versión sofisticada y radiante de sí misma. El vestido realza su figura, el maquillaje destaca sus rasgos, y el peinado elegante completa el conjunto. Cuando vuelve a encontrarse con Anthony, nota cómo sus ojos se detienen en ella, evaluándola en silencio. Por primera vez no hay un comentario cortante ni una mirada de desprecio. Tampoco un halago, pero su falta de crítica la siente como una pequeña victoria.—Bien, —dice finalmente, extendiéndole la mano para que tome su brazo—. Vamos.Katherine respira hondo y cuelga su mano en el interior de su codo. Lucy, emocionada, toma la mano de su madre, y los tres avanzan hacia la entrada principal como una familia improvisada.Por fuera, la mansión ya parecía excesiva, pero al cruzar el umbral, Katherine siente como si hubiese entrado en un mundo completamente diferente. La opulencia se multiplica: paredes de madera oscura con ve