CAPÍTULO 2: LA PROPUESTA

CAPÍTULO 2: LA PROPUESTA

Anthony Salvatore rara vez había perdido el control, pero esta vez sentía que el suelo se tambaleaba bajo sus pies. Su abuelo no pudo haber elegido peor momento para entrar: justo cuando Katherine con un gesto desesperado se había lanzado hacia él como si compartieran algo más que una estricta relación laboral.

El silencio que sigue es denso, como una cuerda a punto de romperse. Anthony sabe que tiene solo unos segundos para actuar. Negarlo todo sería fácil, pero la mirada astuta de su abuelo le deja claro que no es una opción.

—Abuelo, deberías tocar antes de entrar —dice con firmeza, sus ojos permanecen clavados en los del anciano, como si tratara de recuperar el control de la situación.

—Tienes razón, Anthony. Pude haber interrumpido algo más… personal —responde su abuelo con una sonrisa cargada de malicia.

Katherine siente que el aire se escapa de sus pulmones. La forma en que el viejo la mira, como si supiera más de lo que debería, le revuelve el estómago. Anthony lo nota de inmediato. Antes de que ella pueda balbucear una negación que arruine todo, da un paso inesperado.

—No era así como quería presentarla. Esto no estaba en los planes —dice girándose hacia Katherine y en ese momento, la sujeta firmemente por la cintura.

El contacto es eléctrico, y Katherine no puede evitar un jadeo suave. La cercanía de Anthony, el calor de su cuerpo, el aroma embriagador de su loción… todo se mezcla en sus sentidos dejándola bastante aturdida.

—¿Qué… qué estás haciendo? —susurra, incapaz de apartar los ojos de los suyos.

Anthony se inclina y acerca su rostro peligrosamente al de ella.

—Confía en mí, Katherine. Solo sigue mi juego —susurra, con un tono bajo y ronco que le acelera el pulso.

Anthony apenas tiene tiempo de procesar la mirada inquisitiva de su abuelo cuando la puerta se abre de nuevo. Una vocecita llena de entusiasmo interrumpe la tensión.

—¡Mamá, mamá! Aquí tengo… —La pequeña Lucy se detiene en seco al ver a su madre en los brazos de Anthony. Sus ojos brillan de curiosidad mientras examina la escena.

El abuelo de Anthony gira la cabeza con lentitud hacia la niña sin disimular la sorpresa. Su mirada recorre a Lucy y luego vuelve a posarse en Katherine con una mezcla de curiosidad y desconcierto.

Anthony también está sorprendido, aunque lo disimula mejor. Suelta a Katherine y se acerca con calma hacia su abuelo colocando una mano firme sobre su hombro.

—Este es uno de los motivos por los que me había reservado presentártela —dice con una voz controlada, aunque sus ojos brillan con una chispa de ironía.

El anciano estudia a Lucy, que lo mira con asombro y algo de miedo. Finalmente, esboza una sonrisa cálida.

—Quiero conocerlas a ambas en la cena de esta noche —anuncia en voz alta, ignorando cualquier oportunidad para que alguien se oponga.

Lucy, más valiente de lo que parece, da un paso al frente y mira al anciano directo a los ojos.

—Por favor, no se enoje con mi mami —le dice con una sinceridad que hace que Katherine se lleve una mano al pecho, mientras Anthony levanta una ceja, impresionado.

El abuelo ríe suavemente y se inclina hacia la niña.

—Jamás me enojaría con ella —responde con un guiño, y luego, con su característico aire de autoridad, añade—. Los espero esta noche.

Dicho esto, se marcha, dejando tras de sí un silencio tenso.

Katherine se agacha rápidamente para ponerse a la altura de Lucy.

—Cariño, espera afuera, ¿sí? Siéntate en las sillas del pasillo. No tardaré.

Lucy asiente, aunque lanza una mirada preocupada hacia Anthony antes de salir.

Cuando la puerta se cierra, Anthony se gira hacia Katherine y pones sus ojos oscuros en ella.

—El despido sigue en pie —anuncia con frialdad, aunque su tono tiene un matiz que la mantiene alerta.

Katherine abre la boca para protestar, pero él la detiene levantando una mano.

—Pero te acabo de conseguir un nuevo empleo —añade con una mirada intensa y calculadora.

Ella lo observa, incrédula y desconcertada, mientras el aire entre ellos se carga de algo que no es solo tensión.

—¿Qué? —exhala Katherine, con la voz apenas controlada. Su confusión está escrita en cada línea de su rostro—. No entiendo lo que acaba de pasar, pero…

—Mi abuelo, por alguna razón que todavía no comprendo, cree que eres la prometida que le aseguré tener desde hace un año —la interrumpe en un tono frío como el hielo mientras toma asiento detrás de su imponente escritorio. Con movimientos fluidos, saca un bolígrafo y comienza a teclear en la computadora—. Te ofrezco un nuevo trabajo. Te pagaré bien. Solo será por este mes.

—¿Qué? —repite ella, atónita.

Anthony levanta la vista, su mirada oscura se clava en ella con una intensidad que la hace estremecer.

—¿Esa es la única palabra que sabes decir? —su voz, afilada como una navaja, corta el aire entre ambos—. Si eres tan inútil como pareces, no durarás ni un minuto frente a mi abuelo.

El insulto es un balde de agua fría. Katherine recupera la compostura, sus ojos verdes chispean de indignación.

—¿Disculpa? ¿Quién te crees que eres? Podrás ser el jefe, pero no tienes derecho a…

—¿Lo aceptas o no? —la interrumpe colocando un cheque frente a ella con un golpe seco sobre el escritorio.

Los ojos de Katherine se desvían involuntariamente hacia la cifra. Su corazón late con fuerza al ver la cantidad.

—Por lo que he leído en tus informes, estás en una situación desesperada —añade Anthony de forma gélida y calculadora—. Quedarte sin trabajo justo en Navidad no parece una opción para ti ni para tu hija.

Katherine aprieta los puños. La humillación y el desprecio en su voz deberían enfurecerla, pero hay algo más. Una parte de ella está inexplicablemente cautivada por esa presencia dominante, por la forma en que él parece controlar todo sin esfuerzo.

—¿Quiere que sea su…?

—Mi prometida —afirma, inclinándose hacia ella con una voz grave y persuasiva—. Es un trato simple. Fingiremos para mi familia. Después de Año Nuevo, mi abuelo volverá a Italia y no volveremos a cruzarnos.

Ella traga con dificultad, la lógica de su cerebro lucha contra la tentación del cheque… y la atracción hacia ese hombre oscuro y peligroso.

—No puedo decir que sí si no sé exactamente lo que voy a hacer.

Una sonrisa fría se dibuja en el rostro de Anthony.

—No eres tan ingenua como pensé. Bien. Te haré un contrato que detallará cada uno de tus servicios. Esto es solo una fachada. No habrá nada personal entre nosotros, solo apariencias.

Katherine respira profundo, pero luego recuerda algo.

—¿Y mi hija?

Anthony la mira fijamente, evaluándola.

—Servirá para ablandar a mi abuelo. Contrataré una niñera para que la cuide mientras cumplas tu parte.

La frialdad con la que lo dice hace que un escalofrío recorra su espalda. Todo en él parece calculado, mecánico, pero hay algo en su mirada… una chispa que le hace pensar que no es tan indiferente como aparenta.

—Está bien —murmura—. Acepto.

Anthony asiente, satisfecho, y vuelve a fijar la mirada en la pantalla de su computadora.

—Sabia decisión —dice sin levantar la vista, aunque el leve alzamiento de las comisuras de sus labios revela algo más. Algo que Katherine no sabe si debería temer o desear.

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