Anthony Salvatore rara vez había perdido el control, pero esta vez sentía que el suelo se tambaleaba bajo sus pies. Su abuelo no pudo haber elegido peor momento para entrar: justo cuando Katherine con un gesto desesperado se había lanzado hacia él como si compartieran algo más que una estricta relación laboral.
El silencio que sigue es denso, como una cuerda a punto de romperse. Anthony sabe que tiene solo unos segundos para actuar. Negarlo todo sería fácil, pero la mirada astuta de su abuelo le deja claro que no es una opción.
—Abuelo, deberías tocar antes de entrar —dice con firmeza, sus ojos permanecen clavados en los del anciano, como si tratara de recuperar el control de la situación.
—Tienes razón, Anthony. Pude haber interrumpido algo más… personal —responde su abuelo con una sonrisa cargada de malicia.
Katherine siente que el aire se escapa de sus pulmones. La forma en que el viejo la mira, como si supiera más de lo que debería, le revuelve el estómago. Anthony lo nota de inmediato. Antes de que ella pueda balbucear una negación que arruine todo, da un paso inesperado.
—No era así como quería presentarla. Esto no estaba en los planes —dice girándose hacia Katherine y en ese momento, la sujeta firmemente por la cintura.
El contacto es eléctrico, y Katherine no puede evitar un jadeo suave. La cercanía de Anthony, el calor de su cuerpo, el aroma embriagador de su loción… todo se mezcla en sus sentidos dejándola bastante aturdida.
—¿Qué… qué estás haciendo? —susurra, incapaz de apartar los ojos de los suyos.
Anthony se inclina y acerca su rostro peligrosamente al de ella.
—Confía en mí, Katherine. Solo sigue mi juego —susurra, con un tono bajo y ronco que le acelera el pulso.
Anthony apenas tiene tiempo de procesar la mirada inquisitiva de su abuelo cuando la puerta se abre de nuevo. Una vocecita llena de entusiasmo interrumpe la tensión.
—¡Mamá, mamá! Aquí tengo… —La pequeña Lucy se detiene en seco al ver a su madre en los brazos de Anthony. Sus ojos brillan de curiosidad mientras examina la escena.
El abuelo de Anthony gira la cabeza con lentitud hacia la niña sin disimular la sorpresa. Su mirada recorre a Lucy y luego vuelve a posarse en Katherine con una mezcla de curiosidad y desconcierto.
Anthony también está sorprendido, aunque lo disimula mejor. Suelta a Katherine y se acerca con calma hacia su abuelo colocando una mano firme sobre su hombro.
—Este es uno de los motivos por los que me había reservado presentártela —dice con una voz controlada, aunque sus ojos brillan con una chispa de ironía.
El anciano estudia a Lucy, que lo mira con asombro y algo de miedo. Finalmente, esboza una sonrisa cálida.
—Quiero conocerlas a ambas en la cena de esta noche —anuncia en voz alta, ignorando cualquier oportunidad para que alguien se oponga.
Lucy, más valiente de lo que parece, da un paso al frente y mira al anciano directo a los ojos.
—Por favor, no se enoje con mi mami —le dice con una sinceridad que hace que Katherine se lleve una mano al pecho, mientras Anthony levanta una ceja, impresionado.
El abuelo ríe suavemente y se inclina hacia la niña.
—Jamás me enojaría con ella —responde con un guiño, y luego, con su característico aire de autoridad, añade—. Los espero esta noche.
Dicho esto, se marcha, dejando tras de sí un silencio tenso.
Katherine se agacha rápidamente para ponerse a la altura de Lucy.
—Cariño, espera afuera, ¿sí? Siéntate en las sillas del pasillo. No tardaré.
Lucy asiente, aunque lanza una mirada preocupada hacia Anthony antes de salir.
Cuando la puerta se cierra, Anthony se gira hacia Katherine y pones sus ojos oscuros en ella.
—El despido sigue en pie —anuncia con frialdad, aunque su tono tiene un matiz que la mantiene alerta.
Katherine abre la boca para protestar, pero él la detiene levantando una mano.
—Pero te acabo de conseguir un nuevo empleo —añade con una mirada intensa y calculadora.
Ella lo observa, incrédula y desconcertada, mientras el aire entre ellos se carga de algo que no es solo tensión.
—¿Qué? —exhala Katherine, con la voz apenas controlada. Su confusión está escrita en cada línea de su rostro—. No entiendo lo que acaba de pasar, pero…
—Mi abuelo, por alguna razón que todavía no comprendo, cree que eres la prometida que le aseguré tener desde hace un año —la interrumpe en un tono frío como el hielo mientras toma asiento detrás de su imponente escritorio. Con movimientos fluidos, saca un bolígrafo y comienza a teclear en la computadora—. Te ofrezco un nuevo trabajo. Te pagaré bien. Solo será por este mes.
—¿Qué? —repite ella, atónita.
Anthony levanta la vista, su mirada oscura se clava en ella con una intensidad que la hace estremecer.
—¿Esa es la única palabra que sabes decir? —su voz, afilada como una navaja, corta el aire entre ambos—. Si eres tan inútil como pareces, no durarás ni un minuto frente a mi abuelo.
El insulto es un balde de agua fría. Katherine recupera la compostura, sus ojos verdes chispean de indignación.
—¿Disculpa? ¿Quién te crees que eres? Podrás ser el jefe, pero no tienes derecho a…
—¿Lo aceptas o no? —la interrumpe colocando un cheque frente a ella con un golpe seco sobre el escritorio.
Los ojos de Katherine se desvían involuntariamente hacia la cifra. Su corazón late con fuerza al ver la cantidad.
—Por lo que he leído en tus informes, estás en una situación desesperada —añade Anthony de forma gélida y calculadora—. Quedarte sin trabajo justo en Navidad no parece una opción para ti ni para tu hija.
Katherine aprieta los puños. La humillación y el desprecio en su voz deberían enfurecerla, pero hay algo más. Una parte de ella está inexplicablemente cautivada por esa presencia dominante, por la forma en que él parece controlar todo sin esfuerzo.
—¿Quiere que sea su…?
—Mi prometida —afirma, inclinándose hacia ella con una voz grave y persuasiva—. Es un trato simple. Fingiremos para mi familia. Después de Año Nuevo, mi abuelo volverá a Italia y no volveremos a cruzarnos.
Ella traga con dificultad, la lógica de su cerebro lucha contra la tentación del cheque… y la atracción hacia ese hombre oscuro y peligroso.
—No puedo decir que sí si no sé exactamente lo que voy a hacer.
Una sonrisa fría se dibuja en el rostro de Anthony.
—No eres tan ingenua como pensé. Bien. Te haré un contrato que detallará cada uno de tus servicios. Esto es solo una fachada. No habrá nada personal entre nosotros, solo apariencias.
Katherine respira profundo, pero luego recuerda algo.
—¿Y mi hija?
Anthony la mira fijamente, evaluándola.
—Servirá para ablandar a mi abuelo. Contrataré una niñera para que la cuide mientras cumplas tu parte.
La frialdad con la que lo dice hace que un escalofrío recorra su espalda. Todo en él parece calculado, mecánico, pero hay algo en su mirada… una chispa que le hace pensar que no es tan indiferente como aparenta.
—Está bien —murmura—. Acepto.
Anthony asiente, satisfecho, y vuelve a fijar la mirada en la pantalla de su computadora.
—Sabia decisión —dice sin levantar la vista, aunque el leve alzamiento de las comisuras de sus labios revela algo más. Algo que Katherine no sabe si debería temer o desear.
CAPÍTULO 3: UN OBSTÁCULO ADORABLEKatherine nunca se había sentido tan intimidada y atraída a la vez. En menos de un día ha perdido su empleo y ganado otro, aunque todavía no entiende la magnitud de su decisión… o el precio que tendrá que pagar.Con el corazón acelerado, sale de la oficina y encuentra a Lucy sentada en una de las sillas del pasillo, está concentrada en la Tablet. La pequeña levanta la mirada al verla y esboza una sonrisa traviesa.—Mamá —dice con entusiasmo—, mira, tengo el video. Ese niño tuvo toda la culpa, no tú.Katherine no puede evitar sonreír. Se agacha para quedar a su altura y acaricia suavemente el cabello de su hija.—Gracias, mi amor. Pero no importa, el señor Salvatore ya lo sabe.—¿Entonces no te despidió?Katherine vacila. ¿Cómo explicarle lo que realmente pasó? Lucy no lo entendería. Ni siquiera ella lo entiende del todo.—Bueno, técnicamente… —comienza, pero antes de que pueda continuar, la puerta de la oficina se abre de golpe.Anthony aparece en el
CAPÍTULO 4: UN MOMENTO EN EL PROBADORLa pelirroja camina apresurada detrás de Anthony, esforzándose por mantener el ritmo que él impone con sus largas y seguras zancadas. Su corazón late con fuerza sintiéndose atrapada entre el nerviosismo y la anticipación que la hace marearse. Cada paso la acerca a un destino que no comprende, y el aura dominante de él no hace más que intensificar su inquietud.El centro comercial está lleno de vida. Las luces brillantes y los adornos navideños parecen opuestas a la situación oscura en la que se está metiendo. Katherine observa a las personas ir y venir, inmersas en sus compras, mientras ella lucha por procesar lo que está sucediendo.Anthony se detiene de golpe frente a una tienda de ropa de alta gama. Los grandes ventanales exhiben vestidos que parecen sacados de un sueño: cortes elegantes, telas que brillan bajo la luz, y precios que Katherine ni se atreve a imaginar. Ella ha pasado frente a esa tienda innumerables veces, siempre fantaseando con
CAPÍTULO 5: EL ENSAYOEl magnetismo de Anthony era una mezcla peligrosa de atracción y control, algo que Katherine apenas podía manejar. Tras lo ocurrido en el probador, había hecho todo lo posible por mantener distancia. Sin embargo, estar cerca de él era inevitable, como un imán al que no podía escapar.Cuando salen del centro comercial, Katherine encuentra a su pequeña hija esperando con una enorme sonrisa y una paleta de helado a medio derretir en las manos. A su lado, la niñera asignada mantiene una postura recta y profesional, observándolas con calma.—¡Mamá! —grita Lucy con entusiasmo y corre hacia ella con los brazos abiertos. Katherine la levanta en un abrazo fuerte, sintiendo que su corazón se calma un poco al tenerla cerca.La niña, sin embargo, se queda boquiabierta al notar la transformación de su madre. Con los ojos grandes y brillantes, la recorre de arriba abajo con asombro.—¡Wow, mamá! ¡Te ves hermosa! —exclama con admiración antes de volverse hacia Anthony, quien la
CAPÍTULO 6: LA FIRMA DEL TRATOLa idea de fingir un romance apasionado con un hombre como Anthony se siente surrealista para Katherine. Por mucho que lo intente, no puede ignorar la tensión que genera su presencia. Su actitud dominante y ese aire de control absoluto la irrita profundamente. Sin embargo, al desviar la mirada hacia su pequeña hija, una ola de determinación la inunda. Ese cheque de un millón de dólares podría cambiarlo todo, brindarle a Lucy la estabilidad que nunca ha tenido.—Muy bien, nos conocimos en Florencia, yo llevaba un vestido rojo vino en una gala benéfica y nos enamoramos a primera vista. Me pediste matrimonio en París, frente a una vista espectacular de la Torre Eiffel, después de que nos reencontramos, y te dije que sí —repite Katherine, palabra por palabra, como si estuviera recitando una lección.Anthony asiente, pero sus ojos reflejan una pizca de insatisfacción.—Puedes pretender olvidar algunos detalles; eso lo hará más creíble. Pero no seas tan mecáni
CAPÍTULO 7: LA NIÑA LO SABEEl viaje de regreso es aún más tenso de lo que Katherine podría haber imaginado. Mientras las luces de la ciudad pasan fugaces por la ventana, su mente no deja de darle vueltas al contrato que acaba de firmar y a la creciente sensación de que ha cometido un error. Pero ya es tarde para echarse atrás.Por un momento, asume que se dirigen a la casa del abuelo de Anthony. Sin embargo, cuando las calles comienzan a resultarle familiares, un presentimiento inquietante se apodera de ella. Reconoce las casas, los edificios… y, de repente, se da cuenta de que están yendo hacia su vecindario.—¿A dónde vamos? —pregunta con un tono alterado, intentando ocultar el temblor en su voz.Anthony, imperturbable, responde con la misma indiferencia que ha mostrado todo el día:—A tu casa.El corazón de Katherine salta en su pecho. Su mente se llena de preguntas. “¿Cómo es posible que sepa dónde vivo?”, piensa.—¿Cómo… cómo sabes eso? —insiste en voz alta, incapaz de contener
CAPÍTULO 8: LA CENA CON EL ABUELOLas mujeres trabajan en Katherine con precisión y gusto, transformándola en una versión sofisticada y radiante de sí misma. El vestido realza su figura, el maquillaje destaca sus rasgos, y el peinado elegante completa el conjunto. Cuando vuelve a encontrarse con Anthony, nota cómo sus ojos se detienen en ella, evaluándola en silencio. Por primera vez no hay un comentario cortante ni una mirada de desprecio. Tampoco un halago, pero su falta de crítica la siente como una pequeña victoria.—Bien, —dice finalmente, extendiéndole la mano para que tome su brazo—. Vamos.Katherine respira hondo y cuelga su mano en el interior de su codo. Lucy, emocionada, toma la mano de su madre, y los tres avanzan hacia la entrada principal como una familia improvisada.Por fuera, la mansión ya parecía excesiva, pero al cruzar el umbral, Katherine siente como si hubiese entrado en un mundo completamente diferente. La opulencia se multiplica: paredes de madera oscura con ve
CAPÍTULO 9: UNA VERDAD A MEDIASEl cuerpo de Katherine se tensa tanto que siente como si estuviera hecha de mármol. Cada músculo de su cuerpo está rígido, y su mente corre a mil por hora buscando desesperadamente una salida. La mirada de Giuseppe es gélida, cortante; como un bisturí que no admite más que la verdad. Su corazón late tan fuerte que parece un tambor resonando en sus oídos, como si aquel viejo cuento del hombre enloquecido por los latidos de un corazón oculto en el suelo se estuviera reproduciendo en carne propia.—¿Ah… qué? —susurra, intentando ganar tiempo, pero su voz apenas es un murmullo torpe—. No, yo… él no… —empieza a negar con movimientos confusos de la cabeza, pero Giuseppe no le da tregua.—Conozco a mi nieto mejor que nadie. —Su voz es baja, pero le hiela la sangre—. Primero, él no es capaz de conquistar a una mujer tan dulce y encantadora como tú. Segundo, sé que jamás has pisado París… y tampoco tu hija.Katherine siente que el suelo bajo sus pies desaparece.
CAPÍTULO 10: YA NO HAY VUELTA ATRÁSLucy desaparece dando saltitos hacia la sala de juegos, su risa infantil se desvanece en la distancia mientras que Katherine siente que su corazón late con tanta fuerza que parece estar buscando una salida de su pecho. La tensión se hace insoportable cuando Anthony se gira hacia ella con paso decidido y una mirada oscura cargada de amenaza.—¿Qué caraj0s le dijiste a mi abuelo? —su voz es un gruñido bajo, el tipo de tono que no admite evasivas.—Yo… lo siento, no tuve opción —logra balbucear Katherine llevándose las manos al pecho como si pudiera protegerse de su intensidad—. Se dio cuenta, fue directo y no…—¡No te…! —Anthony suelta un gruñido de frustración, pasa una mano por su cabello antes de clavarle los ojos otra vez—. ¿Qué le dijiste exactamente?—Él supo de inmediato que todo era una mentira —admite ella con voz temblorosa—. Intenté decirte en el almuerzo que no funcionaría, pero no me dejaste hablar.—¿Así que ahora es mi culpa? —le espeta