Katherine camina por los pasillos del centro comercial con la cara roja de angustia y rabia. Sabe que traer a su pequeña de cinco años al trabajo es complicado, pero la niñera le renunció y no tenía a nadie más con quién dejarla. Grita su nombre por el lugar mientras los empleados la miran con curiosidad, pero ella solo puede pensar en que debe encontrarla pronto, antes de que se den cuenta en el supermercado Essencia, que no está.
—¡Lucy! —grita— ¡Lucy!
Su corazón se acelera de tan solo pensar que le pasó algo malo. Se da media vuelta para regresar y probar suerte en otro lado, pero va tan apresurada que no se da cuenta de que detrás de ella venía caminando alguien. El choque es inevitable. Katherine se va de lleno contra el pecho de este hombre que le dobla en altura.
—¡Ah! ¡Fíjate por dónde vas! —protesta, sin embargo, cuando levanta la mirada siente un calor intenso apoderarse de sus mejillas. El hombre es muy guapo, pero la mira con severidad.
La vergüenza es demasiada, sale corriendo antes de que él le pueda decir algo y sigue el camino hacia las escaleras eléctricas. Ni siquiera se atreve a mirar hacia su dirección una vez más.
Cuando llega abajo y ve las decoraciones navideñas para la llegada de Santa se le ocurre la idea. Si hay algún sitio donde esté Lucy, debe ser ese. Sale corriendo y vuelve a gritar su nombre cuando la pequeña aparece desde la puerta gris tras el escenario.
—¡Lucy! —exclama.
—¡Mami! —dice la niña y se lanza a sus brazos.
Katherine le abraza, y se la lleva de la mano de regreso al supermercado.
—Estás muy castigada, señorita, ¿cómo se te ocurre escaparte así?
—Perdón mamá, es que quería ver a Santa —se excusa.
Katherine suspira y no le dice nada más. Sabe que su hija añora hablar con Santa y pedirle algún juguete. La culpa la invade cuando piensa en su billetera, “tal vez podría no cenar esta noche”, piensa.
—Te prometo que intentaré llevarte, ¿está bien?, pero no vuelvas a hacerme esto.
—Está bien mamá, no hace falta —asegura con una sonrisa divertida.
Katherine entra al supermercado y envía a la niña al cuarto de empleados, pero antes de que pueda irse ve como un niño malcriado está peleándose por una figura de muñeco de nieve echa de cerámica. Todo ocurre en un abrir y cerrar de ojos. El niño forcejea y su madre no le dice absolutamente nada.
De un momento a otro la figura se resbala de las manos de ambos niños y se hace trizas en el piso, pero lo peor es que el niño trastabilla y acaba aterrizando contra la repisa de globos de nieve.
El quebradero de cristal que se escucha en el piso es estruendoso. Katherine siente que su alma ha abandonado su cuerpo. El destrozo está valorado en mucho, mucho dinero.
—¡Dios mío! ¡Pero qué peligroso es este lugar! —chilla la señora.
Katherine siente que le hierve la sangre. Intenta calmarse, pero es difícil.
—Señora, disculpe, pero, va a tener que pagar esto.
—¡¿Qué?! ¿Yo? Pero si esto no fue mi culpa. Sus pisos están demasiado resbalosos y esos estantes están sin supervisión o una puerta de seguridad.
“¡Esto es inaudito!”, piensa Katherine. Pero sabe que ponerse a discutir con ella sería peor.
—Señora…
—Tú no sabes quién soy yo —dice con tono de superioridad—, conozco al dueño. Ya verás cómo te pongo en tu sitio, igualada.
Antes de que Katherine pueda protestar la mujer ya está con el teléfono en el oído llamando al dueño. Ella es solo una empleada y nunca ha visto al hombre que maneja la compañía, aunque ha escuchado rumores sobre él.
—Ya viene para acá —presume.
Un par de segundos después, escuchan unos pasos que se acercan por el pasillo del lugar. Katherine mira ansiosa, sin imaginarse que el hombre que se acerca es el mismo con el que había chocado afuera.
Su corazón da un vuelco y aunque desea esconderse, no puede huir.
—¿Qué es lo que sucede aquí? —pregunta él con una voz profunda que le causa escalofríos.
—Tu empleaducha no estaba en su puesto de trabajo y ahora quiere culparme por esto —dice con una voz chillona señalando el piso lleno de cristal roto.
Katherine no puede mentir, él la vio afuera, así que sabe que es verdad.
—Señor, yo…
—Primero limpia el desastre, luego sube a mi oficina —sentencia y se va.
La mujer le mira con el triunfo de quien ha ganado. Las compañeras de Katherine no dicen nada, solo le dan la escoba y la observan con pena. Ella quiere llorar, pero se aguanta las lágrimas hasta que termina.
Sube las escaleras hasta la oficina del jefe y toca la puerta con suavidad.
—Pasa.
Katherine abre la puerta despacio, temblando como una hoja. Anthony Salvatore está detrás del escritorio, con una expresión indescifrable en el rostro. Antes de que pueda decir algo, ella empieza a hablar rápidamente, atropellando las palabras.
—Señor Salvatore, yo sé que debería haber estado en mi puesto, pero le juro que no fue mi culpa. El niño… el niño tiró todo, yo traté de detenerlo, pero la señora no hizo nada, y no es justo que yo…
Anthony levanta una mano para detener su retahíla, y sus ojos la detienen en seco.
—Lo sé —dice con calma, recargándose en la silla.
—¿Lo sabe? —pregunta atónita, pero con un leve alivio en la voz.
—Sí, lo vi todo en las cámaras de seguridad.
Por un momento, Katherine piensa que eso significa que está a salvo, sin embargo, Anthony continúa…
—Pero tengo que despedirte de todos modos.
—¡No, por favor, no! —exclama entrando en pánico. Cruza la oficina de un salto y se aferra a la camisa impecable de Anthony, mirándolo con desesperación.
—Necesito este trabajo. Por favor… ¡no puede despedirme!
Anthony parece sorprendido por su reacción, pero antes de que pueda responder, la puerta se abre de golpe.
—Así que es ella —dice una voz grave detrás de ellos.
Katherine se congela y suelta la camisa de Anthony. Frente a la puerta está un hombre mayor, elegante, con ojos penetrantes y una sonrisa casi divertida.
—Al fin conozco a tu prometida, Anthony.
CAPÍTULO 2: LA PROPUESTAAnthony Salvatore rara vez había perdido el control, pero esta vez sentía que el suelo se tambaleaba bajo sus pies. Su abuelo no pudo haber elegido peor momento para entrar: justo cuando Katherine con un gesto desesperado se había lanzado hacia él como si compartieran algo más que una estricta relación laboral.El silencio que sigue es denso, como una cuerda a punto de romperse. Anthony sabe que tiene solo unos segundos para actuar. Negarlo todo sería fácil, pero la mirada astuta de su abuelo le deja claro que no es una opción.—Abuelo, deberías tocar antes de entrar —dice con firmeza, sus ojos permanecen clavados en los del anciano, como si tratara de recuperar el control de la situación.—Tienes razón, Anthony. Pude haber interrumpido algo más… personal —responde su abuelo con una sonrisa cargada de malicia.Katherine siente que el aire se escapa de sus pulmones. La forma en que el viejo la mira, como si supiera más de lo que debería, le revuelve el estómago
CAPÍTULO 3: UN OBSTÁCULO ADORABLEKatherine nunca se había sentido tan intimidada y atraída a la vez. En menos de un día ha perdido su empleo y ganado otro, aunque todavía no entiende la magnitud de su decisión… o el precio que tendrá que pagar.Con el corazón acelerado, sale de la oficina y encuentra a Lucy sentada en una de las sillas del pasillo, está concentrada en la Tablet. La pequeña levanta la mirada al verla y esboza una sonrisa traviesa.—Mamá —dice con entusiasmo—, mira, tengo el video. Ese niño tuvo toda la culpa, no tú.Katherine no puede evitar sonreír. Se agacha para quedar a su altura y acaricia suavemente el cabello de su hija.—Gracias, mi amor. Pero no importa, el señor Salvatore ya lo sabe.—¿Entonces no te despidió?Katherine vacila. ¿Cómo explicarle lo que realmente pasó? Lucy no lo entendería. Ni siquiera ella lo entiende del todo.—Bueno, técnicamente… —comienza, pero antes de que pueda continuar, la puerta de la oficina se abre de golpe.Anthony aparece en el
CAPÍTULO 4: UN MOMENTO EN EL PROBADORLa pelirroja camina apresurada detrás de Anthony, esforzándose por mantener el ritmo que él impone con sus largas y seguras zancadas. Su corazón late con fuerza sintiéndose atrapada entre el nerviosismo y la anticipación que la hace marearse. Cada paso la acerca a un destino que no comprende, y el aura dominante de él no hace más que intensificar su inquietud.El centro comercial está lleno de vida. Las luces brillantes y los adornos navideños parecen opuestas a la situación oscura en la que se está metiendo. Katherine observa a las personas ir y venir, inmersas en sus compras, mientras ella lucha por procesar lo que está sucediendo.Anthony se detiene de golpe frente a una tienda de ropa de alta gama. Los grandes ventanales exhiben vestidos que parecen sacados de un sueño: cortes elegantes, telas que brillan bajo la luz, y precios que Katherine ni se atreve a imaginar. Ella ha pasado frente a esa tienda innumerables veces, siempre fantaseando con
CAPÍTULO 5: EL ENSAYOEl magnetismo de Anthony era una mezcla peligrosa de atracción y control, algo que Katherine apenas podía manejar. Tras lo ocurrido en el probador, había hecho todo lo posible por mantener distancia. Sin embargo, estar cerca de él era inevitable, como un imán al que no podía escapar.Cuando salen del centro comercial, Katherine encuentra a su pequeña hija esperando con una enorme sonrisa y una paleta de helado a medio derretir en las manos. A su lado, la niñera asignada mantiene una postura recta y profesional, observándolas con calma.—¡Mamá! —grita Lucy con entusiasmo y corre hacia ella con los brazos abiertos. Katherine la levanta en un abrazo fuerte, sintiendo que su corazón se calma un poco al tenerla cerca.La niña, sin embargo, se queda boquiabierta al notar la transformación de su madre. Con los ojos grandes y brillantes, la recorre de arriba abajo con asombro.—¡Wow, mamá! ¡Te ves hermosa! —exclama con admiración antes de volverse hacia Anthony, quien la
CAPÍTULO 6: LA FIRMA DEL TRATOLa idea de fingir un romance apasionado con un hombre como Anthony se siente surrealista para Katherine. Por mucho que lo intente, no puede ignorar la tensión que genera su presencia. Su actitud dominante y ese aire de control absoluto la irrita profundamente. Sin embargo, al desviar la mirada hacia su pequeña hija, una ola de determinación la inunda. Ese cheque de un millón de dólares podría cambiarlo todo, brindarle a Lucy la estabilidad que nunca ha tenido.—Muy bien, nos conocimos en Florencia, yo llevaba un vestido rojo vino en una gala benéfica y nos enamoramos a primera vista. Me pediste matrimonio en París, frente a una vista espectacular de la Torre Eiffel, después de que nos reencontramos, y te dije que sí —repite Katherine, palabra por palabra, como si estuviera recitando una lección.Anthony asiente, pero sus ojos reflejan una pizca de insatisfacción.—Puedes pretender olvidar algunos detalles; eso lo hará más creíble. Pero no seas tan mecáni
CAPÍTULO 7: LA NIÑA LO SABEEl viaje de regreso es aún más tenso de lo que Katherine podría haber imaginado. Mientras las luces de la ciudad pasan fugaces por la ventana, su mente no deja de darle vueltas al contrato que acaba de firmar y a la creciente sensación de que ha cometido un error. Pero ya es tarde para echarse atrás.Por un momento, asume que se dirigen a la casa del abuelo de Anthony. Sin embargo, cuando las calles comienzan a resultarle familiares, un presentimiento inquietante se apodera de ella. Reconoce las casas, los edificios… y, de repente, se da cuenta de que están yendo hacia su vecindario.—¿A dónde vamos? —pregunta con un tono alterado, intentando ocultar el temblor en su voz.Anthony, imperturbable, responde con la misma indiferencia que ha mostrado todo el día:—A tu casa.El corazón de Katherine salta en su pecho. Su mente se llena de preguntas. “¿Cómo es posible que sepa dónde vivo?”, piensa.—¿Cómo… cómo sabes eso? —insiste en voz alta, incapaz de contener
CAPÍTULO 8: LA CENA CON EL ABUELOLas mujeres trabajan en Katherine con precisión y gusto, transformándola en una versión sofisticada y radiante de sí misma. El vestido realza su figura, el maquillaje destaca sus rasgos, y el peinado elegante completa el conjunto. Cuando vuelve a encontrarse con Anthony, nota cómo sus ojos se detienen en ella, evaluándola en silencio. Por primera vez no hay un comentario cortante ni una mirada de desprecio. Tampoco un halago, pero su falta de crítica la siente como una pequeña victoria.—Bien, —dice finalmente, extendiéndole la mano para que tome su brazo—. Vamos.Katherine respira hondo y cuelga su mano en el interior de su codo. Lucy, emocionada, toma la mano de su madre, y los tres avanzan hacia la entrada principal como una familia improvisada.Por fuera, la mansión ya parecía excesiva, pero al cruzar el umbral, Katherine siente como si hubiese entrado en un mundo completamente diferente. La opulencia se multiplica: paredes de madera oscura con ve
CAPÍTULO 9: UNA VERDAD A MEDIASEl cuerpo de Katherine se tensa tanto que siente como si estuviera hecha de mármol. Cada músculo de su cuerpo está rígido, y su mente corre a mil por hora buscando desesperadamente una salida. La mirada de Giuseppe es gélida, cortante; como un bisturí que no admite más que la verdad. Su corazón late tan fuerte que parece un tambor resonando en sus oídos, como si aquel viejo cuento del hombre enloquecido por los latidos de un corazón oculto en el suelo se estuviera reproduciendo en carne propia.—¿Ah… qué? —susurra, intentando ganar tiempo, pero su voz apenas es un murmullo torpe—. No, yo… él no… —empieza a negar con movimientos confusos de la cabeza, pero Giuseppe no le da tregua.—Conozco a mi nieto mejor que nadie. —Su voz es baja, pero le hiela la sangre—. Primero, él no es capaz de conquistar a una mujer tan dulce y encantadora como tú. Segundo, sé que jamás has pisado París… y tampoco tu hija.Katherine siente que el suelo bajo sus pies desaparece.