Inicio / Romántica / Un Papá Mafioso para Navidad / CAPÍTULO 4: UN MOMENTO EN EL PROBADOR
CAPÍTULO 4: UN MOMENTO EN EL PROBADOR

CAPÍTULO 4: UN MOMENTO EN EL PROBADOR

La pelirroja camina apresurada detrás de Anthony, esforzándose por mantener el ritmo que él impone con sus largas y seguras zancadas. Su corazón late con fuerza sintiéndose atrapada entre el nerviosismo y la anticipación que la hace marearse. Cada paso la acerca a un destino que no comprende, y el aura dominante de él no hace más que intensificar su inquietud.

El centro comercial está lleno de vida. Las luces brillantes y los adornos navideños parecen opuestas a la situación oscura en la que se está metiendo. Katherine observa a las personas ir y venir, inmersas en sus compras, mientras ella lucha por procesar lo que está sucediendo.

Anthony se detiene de golpe frente a una tienda de ropa de alta gama. Los grandes ventanales exhiben vestidos que parecen sacados de un sueño: cortes elegantes, telas que brillan bajo la luz, y precios que Katherine ni se atreve a imaginar. Ella ha pasado frente a esa tienda innumerables veces, siempre fantaseando con probarse uno de esos vestidos, aunque sabe que jamás podría permitírselo.

Sin mirar atrás, Anthony entra con la seguridad de alguien que parece poseerlo todo. Las dependientas, al notar su presencia, casi se atropellan entre ellas para atenderlo primero, como si fuera un rey al que deben complacer. Katherine, en cambio, duda en entrar. Se siente fuera de lugar, como una mancha en un lienzo perfecto.

Finalmente cruza el umbral, aunque se queda rezagada, incómoda bajo la mirada de una de las empleadas que la examina de arriba abajo.

—¿Qué busca, señorita? —le pregunta la mujer con un tono neutro que apenas oculta su desdén.

—Ah… yo… —balbucea Katherine insegura.

La empleada arquea una ceja y, tras un vistazo más, añade con una sonrisa mordaz:

—Creo que se equivocó de tienda. La ropa en liquidación está por el otro pasillo. Aquí solo manejamos… otro nivel.

Antes de que Katherine pueda responder, una voz profunda y cortante la interrumpe.

—Aquí parece que tienen prejuicios para atender a los clientes —dice Anthony desde detrás de ella, su tono es tan helado que la dependienta se pone rígida al instante.

La mujer gira hacia él, y su rostro pierde todo color al encontrarse con su mirada.

—Señor Salvatore… yo… no quise…

—No me interesan tus excusas. Quiero que la vistan. Algo decente. Algo que la haga… —se detiene un instante, evaluando a Katherine con una intensidad que la hace sentir desnuda— …presentable.

Las palabras la hieren como un golpe directo al ego, pero antes de que pueda reaccionar, otra de las empleadas interviene con una sonrisa servil.

—Por supuesto, señor Salvatore. Por aquí, señorita, tenemos un probador privado para que esté cómoda.

Katherine siente el impulso de protestar, de negarse a participar en este juego humillante, pero una mirada a Anthony le deja claro que no aceptará un no como respuesta.

—Ve —le ordena con suavidad, aunque su tono no deja espacio a discusiones—. No tengo tiempo para perderlo discutiendo contigo.

Ella traga en seco y asiente. Mientras la guían hacia el probador, no puede evitar sentir la mirada de él sobre su espalda, penetrante y dominante, como si pudiera ver más allá de lo que ella está dispuesta a mostrar.

Katherine se encuentra en un probador que parece salido de una película. La tarima elevada en el centro, rodeada de espejos que reflejan cada ángulo, la hace sentir como una actriz en una escena principal. Las luces perfectamente calibradas iluminan su piel pálida, resaltando su cabello rojo como una llama viva.

Le entregan varios vestidos, cada uno más caro y elaborado que el anterior. Telas suaves como la seda, cortes que insinúan sin revelar, y colores que nunca imaginó poder lucir. Se prueba uno tras otro, sintiéndose como una impostora en cada cambio. Finalmente, decide que algunos no son para ella y sale a devolverlos.

Al salir, su atención es atrapada por una figura al otro lado de la tienda. Anthony está de pie frente a un espejo de cuerpo entero, quitándose la camisa para probarse una nueva. Katherine se detiene en seco y sus ojos quedan atrapados por la visión del hombre con el torso desnudo al otro lado de la habitación.

Es una obra de arte viviente. Sus músculos definidos se tensan con cada movimiento. Katherine no puede evitarlo; sus ojos recorren cada línea de su musculatura perfectamente definida, la forma en que su piel se estira sobre sus hombros anchos, el contorno poderoso de su espalda.

Y en el medio de todo eso, un tatuaje ocupa casi toda la extensión de su piel: un lobo en actitud de ataque, con las fauces abiertas, tan realista que parece cobrar vida bajo la luz. Katherine siente cómo el aire abandona sus pulmones mientras sus ojos, hipnotizados, exploran cada detalle de esa imagen.

No se da cuenta de que él la ha notado. Anthony, sin girarse aún, la observa a través del reflejo en el espejo. Sus ojos se entrecierran de forma ligera, como si pudiera sentir su mirada atravesándolo. Finalmente, se da la vuelta; el movimiento es tan fluido y seguro que la saca de su trance.

Katherine da un respingo, con el rostro encendido como una hoguera. Anthony avanza hacia ella con pasos lentos y calculados, cerrando la distancia entre ambos hasta que ella siente su calor y su imponente presencia envolviéndola.

—¿Te gusta lo que ves? —murmura con una voz baja y cargada de insinuación. Sus ojos oscuros bajan lentamente hasta sus labios y luego suben, atrapándola en su mirada.

Katherine traga con dificultad, intentando pensar en una respuesta, pero sus palabras no logran formarse.

Anthony ladea la cabeza, sus ojos la recorren con la misma intensidad. Se detiene en las venas verdosas que se insinúan bajo la piel pálida de su cuello, en su cabello rojizo que enmarca un rostro lleno de rubor, y en esos labios suaves que parecen tan... tentadores.

Se inclina apenas, lo suficiente para que Katherine crea que va a besarla, para que su respiración se entrecorte y su corazón golpee contra su pecho como un tambor. Pero justo cuando sus labios están a milímetros de los suyos, Anthony se detiene y se aparta, dejando que el frío del aire ocupe el lugar donde estuvo su calor.

—Escoge un vestido. —Su voz vuelve a ser práctica, aunque con un tono más bajo y cargado—. Luego iremos a comer y a firmar el contrato.

Y sin más, se da la vuelta, la deja temblando y con el corazón al borde de explotar.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo