La pelirroja camina apresurada detrás de Anthony, esforzándose por mantener el ritmo que él impone con sus largas y seguras zancadas. Su corazón late con fuerza sintiéndose atrapada entre el nerviosismo y la anticipación que la hace marearse. Cada paso la acerca a un destino que no comprende, y el aura dominante de él no hace más que intensificar su inquietud.
El centro comercial está lleno de vida. Las luces brillantes y los adornos navideños parecen opuestas a la situación oscura en la que se está metiendo. Katherine observa a las personas ir y venir, inmersas en sus compras, mientras ella lucha por procesar lo que está sucediendo.
Anthony se detiene de golpe frente a una tienda de ropa de alta gama. Los grandes ventanales exhiben vestidos que parecen sacados de un sueño: cortes elegantes, telas que brillan bajo la luz, y precios que Katherine ni se atreve a imaginar. Ella ha pasado frente a esa tienda innumerables veces, siempre fantaseando con probarse uno de esos vestidos, aunque sabe que jamás podría permitírselo.
Sin mirar atrás, Anthony entra con la seguridad de alguien que parece poseerlo todo. Las dependientas, al notar su presencia, casi se atropellan entre ellas para atenderlo primero, como si fuera un rey al que deben complacer. Katherine, en cambio, duda en entrar. Se siente fuera de lugar, como una mancha en un lienzo perfecto.
Finalmente cruza el umbral, aunque se queda rezagada, incómoda bajo la mirada de una de las empleadas que la examina de arriba abajo.
—¿Qué busca, señorita? —le pregunta la mujer con un tono neutro que apenas oculta su desdén.
—Ah… yo… —balbucea Katherine insegura.
La empleada arquea una ceja y, tras un vistazo más, añade con una sonrisa mordaz:
—Creo que se equivocó de tienda. La ropa en liquidación está por el otro pasillo. Aquí solo manejamos… otro nivel.
Antes de que Katherine pueda responder, una voz profunda y cortante la interrumpe.
—Aquí parece que tienen prejuicios para atender a los clientes —dice Anthony desde detrás de ella, su tono es tan helado que la dependienta se pone rígida al instante.
La mujer gira hacia él, y su rostro pierde todo color al encontrarse con su mirada.
—Señor Salvatore… yo… no quise…
—No me interesan tus excusas. Quiero que la vistan. Algo decente. Algo que la haga… —se detiene un instante, evaluando a Katherine con una intensidad que la hace sentir desnuda— …presentable.
Las palabras la hieren como un golpe directo al ego, pero antes de que pueda reaccionar, otra de las empleadas interviene con una sonrisa servil.
—Por supuesto, señor Salvatore. Por aquí, señorita, tenemos un probador privado para que esté cómoda.
Katherine siente el impulso de protestar, de negarse a participar en este juego humillante, pero una mirada a Anthony le deja claro que no aceptará un no como respuesta.
—Ve —le ordena con suavidad, aunque su tono no deja espacio a discusiones—. No tengo tiempo para perderlo discutiendo contigo.
Ella traga en seco y asiente. Mientras la guían hacia el probador, no puede evitar sentir la mirada de él sobre su espalda, penetrante y dominante, como si pudiera ver más allá de lo que ella está dispuesta a mostrar.
Katherine se encuentra en un probador que parece salido de una película. La tarima elevada en el centro, rodeada de espejos que reflejan cada ángulo, la hace sentir como una actriz en una escena principal. Las luces perfectamente calibradas iluminan su piel pálida, resaltando su cabello rojo como una llama viva.
Le entregan varios vestidos, cada uno más caro y elaborado que el anterior. Telas suaves como la seda, cortes que insinúan sin revelar, y colores que nunca imaginó poder lucir. Se prueba uno tras otro, sintiéndose como una impostora en cada cambio. Finalmente, decide que algunos no son para ella y sale a devolverlos.
Al salir, su atención es atrapada por una figura al otro lado de la tienda. Anthony está de pie frente a un espejo de cuerpo entero, quitándose la camisa para probarse una nueva. Katherine se detiene en seco y sus ojos quedan atrapados por la visión del hombre con el torso desnudo al otro lado de la habitación.
Es una obra de arte viviente. Sus músculos definidos se tensan con cada movimiento. Katherine no puede evitarlo; sus ojos recorren cada línea de su musculatura perfectamente definida, la forma en que su piel se estira sobre sus hombros anchos, el contorno poderoso de su espalda.
Y en el medio de todo eso, un tatuaje ocupa casi toda la extensión de su piel: un lobo en actitud de ataque, con las fauces abiertas, tan realista que parece cobrar vida bajo la luz. Katherine siente cómo el aire abandona sus pulmones mientras sus ojos, hipnotizados, exploran cada detalle de esa imagen.
No se da cuenta de que él la ha notado. Anthony, sin girarse aún, la observa a través del reflejo en el espejo. Sus ojos se entrecierran de forma ligera, como si pudiera sentir su mirada atravesándolo. Finalmente, se da la vuelta; el movimiento es tan fluido y seguro que la saca de su trance.
Katherine da un respingo, con el rostro encendido como una hoguera. Anthony avanza hacia ella con pasos lentos y calculados, cerrando la distancia entre ambos hasta que ella siente su calor y su imponente presencia envolviéndola.
—¿Te gusta lo que ves? —murmura con una voz baja y cargada de insinuación. Sus ojos oscuros bajan lentamente hasta sus labios y luego suben, atrapándola en su mirada.
Katherine traga con dificultad, intentando pensar en una respuesta, pero sus palabras no logran formarse.
Anthony ladea la cabeza, sus ojos la recorren con la misma intensidad. Se detiene en las venas verdosas que se insinúan bajo la piel pálida de su cuello, en su cabello rojizo que enmarca un rostro lleno de rubor, y en esos labios suaves que parecen tan... tentadores.
Se inclina apenas, lo suficiente para que Katherine crea que va a besarla, para que su respiración se entrecorte y su corazón golpee contra su pecho como un tambor. Pero justo cuando sus labios están a milímetros de los suyos, Anthony se detiene y se aparta, dejando que el frío del aire ocupe el lugar donde estuvo su calor.
—Escoge un vestido. —Su voz vuelve a ser práctica, aunque con un tono más bajo y cargado—. Luego iremos a comer y a firmar el contrato.
Y sin más, se da la vuelta, la deja temblando y con el corazón al borde de explotar.
CAPÍTULO 5: EL ENSAYOEl magnetismo de Anthony era una mezcla peligrosa de atracción y control, algo que Katherine apenas podía manejar. Tras lo ocurrido en el probador, había hecho todo lo posible por mantener distancia. Sin embargo, estar cerca de él era inevitable, como un imán al que no podía escapar.Cuando salen del centro comercial, Katherine encuentra a su pequeña hija esperando con una enorme sonrisa y una paleta de helado a medio derretir en las manos. A su lado, la niñera asignada mantiene una postura recta y profesional, observándolas con calma.—¡Mamá! —grita Lucy con entusiasmo y corre hacia ella con los brazos abiertos. Katherine la levanta en un abrazo fuerte, sintiendo que su corazón se calma un poco al tenerla cerca.La niña, sin embargo, se queda boquiabierta al notar la transformación de su madre. Con los ojos grandes y brillantes, la recorre de arriba abajo con asombro.—¡Wow, mamá! ¡Te ves hermosa! —exclama con admiración antes de volverse hacia Anthony, quien la
CAPÍTULO 6: LA FIRMA DEL TRATOLa idea de fingir un romance apasionado con un hombre como Anthony se siente surrealista para Katherine. Por mucho que lo intente, no puede ignorar la tensión que genera su presencia. Su actitud dominante y ese aire de control absoluto la irrita profundamente. Sin embargo, al desviar la mirada hacia su pequeña hija, una ola de determinación la inunda. Ese cheque de un millón de dólares podría cambiarlo todo, brindarle a Lucy la estabilidad que nunca ha tenido.—Muy bien, nos conocimos en Florencia, yo llevaba un vestido rojo vino en una gala benéfica y nos enamoramos a primera vista. Me pediste matrimonio en París, frente a una vista espectacular de la Torre Eiffel, después de que nos reencontramos, y te dije que sí —repite Katherine, palabra por palabra, como si estuviera recitando una lección.Anthony asiente, pero sus ojos reflejan una pizca de insatisfacción.—Puedes pretender olvidar algunos detalles; eso lo hará más creíble. Pero no seas tan mecáni
CAPÍTULO 7: LA NIÑA LO SABEEl viaje de regreso es aún más tenso de lo que Katherine podría haber imaginado. Mientras las luces de la ciudad pasan fugaces por la ventana, su mente no deja de darle vueltas al contrato que acaba de firmar y a la creciente sensación de que ha cometido un error. Pero ya es tarde para echarse atrás.Por un momento, asume que se dirigen a la casa del abuelo de Anthony. Sin embargo, cuando las calles comienzan a resultarle familiares, un presentimiento inquietante se apodera de ella. Reconoce las casas, los edificios… y, de repente, se da cuenta de que están yendo hacia su vecindario.—¿A dónde vamos? —pregunta con un tono alterado, intentando ocultar el temblor en su voz.Anthony, imperturbable, responde con la misma indiferencia que ha mostrado todo el día:—A tu casa.El corazón de Katherine salta en su pecho. Su mente se llena de preguntas. “¿Cómo es posible que sepa dónde vivo?”, piensa.—¿Cómo… cómo sabes eso? —insiste en voz alta, incapaz de contener
CAPÍTULO 8: LA CENA CON EL ABUELOLas mujeres trabajan en Katherine con precisión y gusto, transformándola en una versión sofisticada y radiante de sí misma. El vestido realza su figura, el maquillaje destaca sus rasgos, y el peinado elegante completa el conjunto. Cuando vuelve a encontrarse con Anthony, nota cómo sus ojos se detienen en ella, evaluándola en silencio. Por primera vez no hay un comentario cortante ni una mirada de desprecio. Tampoco un halago, pero su falta de crítica la siente como una pequeña victoria.—Bien, —dice finalmente, extendiéndole la mano para que tome su brazo—. Vamos.Katherine respira hondo y cuelga su mano en el interior de su codo. Lucy, emocionada, toma la mano de su madre, y los tres avanzan hacia la entrada principal como una familia improvisada.Por fuera, la mansión ya parecía excesiva, pero al cruzar el umbral, Katherine siente como si hubiese entrado en un mundo completamente diferente. La opulencia se multiplica: paredes de madera oscura con ve
CAPÍTULO 9: UNA VERDAD A MEDIASEl cuerpo de Katherine se tensa tanto que siente como si estuviera hecha de mármol. Cada músculo de su cuerpo está rígido, y su mente corre a mil por hora buscando desesperadamente una salida. La mirada de Giuseppe es gélida, cortante; como un bisturí que no admite más que la verdad. Su corazón late tan fuerte que parece un tambor resonando en sus oídos, como si aquel viejo cuento del hombre enloquecido por los latidos de un corazón oculto en el suelo se estuviera reproduciendo en carne propia.—¿Ah… qué? —susurra, intentando ganar tiempo, pero su voz apenas es un murmullo torpe—. No, yo… él no… —empieza a negar con movimientos confusos de la cabeza, pero Giuseppe no le da tregua.—Conozco a mi nieto mejor que nadie. —Su voz es baja, pero le hiela la sangre—. Primero, él no es capaz de conquistar a una mujer tan dulce y encantadora como tú. Segundo, sé que jamás has pisado París… y tampoco tu hija.Katherine siente que el suelo bajo sus pies desaparece.
CAPÍTULO 10: YA NO HAY VUELTA ATRÁSLucy desaparece dando saltitos hacia la sala de juegos, su risa infantil se desvanece en la distancia mientras que Katherine siente que su corazón late con tanta fuerza que parece estar buscando una salida de su pecho. La tensión se hace insoportable cuando Anthony se gira hacia ella con paso decidido y una mirada oscura cargada de amenaza.—¿Qué caraj0s le dijiste a mi abuelo? —su voz es un gruñido bajo, el tipo de tono que no admite evasivas.—Yo… lo siento, no tuve opción —logra balbucear Katherine llevándose las manos al pecho como si pudiera protegerse de su intensidad—. Se dio cuenta, fue directo y no…—¡No te…! —Anthony suelta un gruñido de frustración, pasa una mano por su cabello antes de clavarle los ojos otra vez—. ¿Qué le dijiste exactamente?—Él supo de inmediato que todo era una mentira —admite ella con voz temblorosa—. Intenté decirte en el almuerzo que no funcionaría, pero no me dejaste hablar.—¿Así que ahora es mi culpa? —le espeta
CAPÍTULO 11: CONTROL ABSOLUTO“Solo será un mes”.Katherine se repite esas palabras como un mantra: “Solo será un mes”, pero incluso mientras las dice, siente que no puede engañarse del todo. Este acuerdo con Anthony Salvatore ya empieza a parecer mucho más de lo que había imaginado.El sol se filtra tímidamente por las cortinas marcando el inicio de un día que promete ser igual de complicado que los anteriores. Katherine suspira mientras termina de preparar el desayuno. Lucy, a su lado, habla emocionada sobre el día de juegos que le espera. Pero la conversación se interrumpe cuando suena el timbre. Katherine frunce el ceño y se seca las manos en un paño antes de abrir la puerta.Una mujer joven, vestida con ropa casual pero impecable, la saluda con una sonrisa profesional.—Buenos días, soy la niñera que el señor Salvatore contrató. Estoy aquí para cuidar a Lucy mientras usted realiza sus asuntos.Katherine siente un nudo en el estómago. No puede evitar sentir que Anthony sigue contr
CAPÍTULO 12: GIULIAKatherine siente que el corazón amenaza con salirle del pecho cuando la mujer rubia toma a Anthony de los hombros y le planta dos besos ruidosos en las mejillas, como si estuviera marcando territorio.—¿Pensaste que me ibas a dejar aquí? —pregunta la mujer frunciendo los labios en un puchero ensayado.El gesto es medido, pero tiene un aire de intimidad que a Katherine le incomoda. Antes de que pueda procesarlo, la rubia se quita los lentes de sol y deja que resbalen hasta el puente de su nariz, dándole una rápida mirada a la pelirroja. Sin dedicarle más atención, se despoja del abrigo y de su cartera costosa, tendiéndolos hacia ella como si esperara que los cargara.—Oh, caro —dice en un italiano melódico que a Katherine le cuesta procesar—, lleva mis cosas adentro, por favor. Ah, y quisiera un cóctel refrescante, algo ligero, no quiero que se me suba demasiado en el avión, ¿entiendes? —Termina con un guiño amistoso que no hace nada por apaciguar la tensión en el a