Katherine nunca se había sentido tan intimidada y atraída a la vez. En menos de un día ha perdido su empleo y ganado otro, aunque todavía no entiende la magnitud de su decisión… o el precio que tendrá que pagar.
Con el corazón acelerado, sale de la oficina y encuentra a Lucy sentada en una de las sillas del pasillo, está concentrada en la Tablet. La pequeña levanta la mirada al verla y esboza una sonrisa traviesa.
—Mamá —dice con entusiasmo—, mira, tengo el video. Ese niño tuvo toda la culpa, no tú.
Katherine no puede evitar sonreír. Se agacha para quedar a su altura y acaricia suavemente el cabello de su hija.
—Gracias, mi amor. Pero no importa, el señor Salvatore ya lo sabe.
—¿Entonces no te despidió?
Katherine vacila. ¿Cómo explicarle lo que realmente pasó? Lucy no lo entendería. Ni siquiera ella lo entiende del todo.
—Bueno, técnicamente… —comienza, pero antes de que pueda continuar, la puerta de la oficina se abre de golpe.
Anthony aparece en el umbral, su figura dominante llena el espacio. Sus ojos oscuros las observan con detenimiento, como si estuviera calculando cada uno de sus movimientos.
—Ven conmigo. Vamos a hacer un ensayo antes de esta noche —ordena con voz firme, sin dar espacio para objeciones.
Katherine se pone de pie instintivamente, colocando a Lucy detrás de ella en un gesto protector.
—Todavía no le he dicho nada…
Anthony la interrumpe con un tono gélido y autoritario.
—Si digo que saltes, saltas. Si digo que vienes conmigo, me sigues. Sin cuestionar. ¿Entendido?
Katherine parpadea, sorprendida por la dureza de su voz. Quiere protestar, pero la intensidad de su mirada la deja sin aliento.
—No puedo dejarla sola —logra murmurar finalmente.
Anthony ladea la cabeza con un aire de impaciencia, como si hubiera anticipado esa respuesta.
—Ya me encargué de eso. —Desvía la mirada hacia el pasillo justo cuando una joven aparece, apresurándose hacia ellos.
—Aquí estoy, señor Salvatore —dice la chica, inclinando ligeramente la cabeza en un gesto de respeto que no pasa desapercibido para Katherine.
Anthony da un paso hacia ella, su presencia se vuelve aún más imponente.
—Te encargarás de cuidar a la niña. Si algo le pasa, aunque sea un rasguño, te lo haré a ti diez veces peor —advierte con un tono bajo y helado.
El rostro de la joven palidece, y Katherine siente un escalofrío recorrer su columna. Por un instante, piensa que Anthony está exagerando, pero la seriedad en su expresión y el miedo en los ojos de la chica le confirman lo contrario.
“¿Quién demonios es este hombre?”, se pregunta mientras lo observa incrédula.
—¿Mami, me conseguiste una niñera? —pregunta Lucy, ajena a la tensión que flota en el aire.
Katherine se esfuerza por sonreír, aunque su corazón sigue latiendo con fuerza.
—Sí, hijita. El señor… Anthony nos está ayudando con eso para que yo pueda trabajar con él.
Anthony se cruza de brazos, observándola con desafío y satisfacción, como si hubiera ganado una partida que ella no sabía que estaba jugando.
Katherine se tensa cuando ve a Lucy dar un paso adelante, con su Tablet aún en las manos, mientras Anthony la observa desde su imponente altura. Su hija, sin una pizca de miedo en sus ojos curiosos, inclina la cabeza hacia un lado, evaluándolo con la misma intensidad con la que él evalúa a sus enemigos.
—¿Tú eres Anthony? —pregunta la niña con una sonrisa inocente, pero sus ojos brillan con algo más: astucia.
Anthony alza una ceja, ligeramente sorprendido por el descaro de la pequeña. Su mirada, que normalmente haría temblar a cualquier adulto, no parece afectar a Lucy en absoluto.
—Lo soy ¿Y tú quién eres? —pregunta, pero sin rastro de dureza.
Lucy sujeta la Tablet contra su pecho y da un pequeño paso hacia él, desafiando la distancia que Katherine intentaba mantener entre ambos.
—Soy Lucy. Y si eres Anthony, ¿vas a ser mi nuevo papá?
Katherine siente que el aire se le atora en los pulmones.
—¡Lucy! —exclama, horrorizada. Se adelanta para tomar a su hija, pero Anthony levanta una mano, deteniéndola con un simple gesto.
Él se inclina ligeramente hacia la pequeña, su rostro ahora está a la altura de los ojos de Lucy. Sus labios se curvan apenas en una sonrisa que podría considerarse cálida si no fuera por el destello peligroso que nunca abandona su mirada.
—¿Y por qué piensas eso? —le pregunta con una curiosidad genuina.
Lucy parpadea, como si la respuesta fuera obvia.
—Porque escuché cuando le dijiste a mi mami que tiene que ser tu prometida. —La niña levanta un dedo, como si estuviera regañándolo—. Y si se va a casar contigo, entonces tú serías mi papá, ¿no?
Anthony suelta una breve risa, algo entre divertido y sorprendido por la lógica implacable de la niña. Katherine, por su parte, está al borde de la desesperación.
—Lucy, no es tan sencillo como eso —interviene Katherine rápidamente, tratando de enmendar el desastre.
Pero Anthony no le quita la mirada de encima a la pequeña. Su sonrisa se amplía un poco más, y aunque sigue siendo sutil, Katherine puede ver que la niña lo ha intrigado.
—Tienes razón, Lucy. Si fuera así de fácil, probablemente ya lo sería. —Sus palabras son suaves.
Lucy sonríe triunfante, como si acabara de ganar un argumento, y da un paso más hacia él. Antes de que Katherine pueda detenerla, Lucy extiende su mano hacia Anthony.
—Entonces, ¿me vas a cuidar igual que a mi mami?
La pregunta, directa y llena de una confianza infantil parece tomar a Anthony por sorpresa. Por un momento su semblante se suaviza y Katherine siente que está viendo una faceta completamente diferente de él.
Anthony se inclina y estrecha la pequeña mano de Lucy con una delicadeza que contrasta enormemente con su habitual rudeza.
—Por supuesto. A tu mamá y a ti.
Lucy sonríe ampliamente, satisfecha con su respuesta.
—Entonces, serás un buen papá.
Anthony suelta su mano, pero no antes de darle una pequeña palmadita en la cabeza, algo inusualmente afectuoso viniendo de él. Luego se pone de pie y mira a Katherine, quien todavía está tratando de procesar lo que acaba de pasar.
—Ahora sí, es hora de trabajar. Ella estará bien.
Lucy corre hacia la niñera con una risa ligera, pero no sin antes girarse para despedirse.
—Adiós, señor Anthony.
Él asiente y sus labios se curvan apenas en algo parecido a una sonrisa.
Cuando la puerta finalmente se cierra tras Lucy, Anthony vuelve a fijar su mirada en Katherine, quien lo observa como si intentara leerlo.
—Tienes una niña interesante. Astuta. No esperaba menos.
Su tono es tan neutro como siempre, pero Katherine no puede ignorar el leve brillo en sus ojos, un indicio de que Lucy ha logrado algo que pocos pueden: descongelar, aunque sea por un momento, al hombre de hielo que tiene frente a ella.
—Ahora que está resuelto, muévete. No me gusta perder tiempo —declara, girándose con la misma autoridad con la que había llegado.
CAPÍTULO 4: UN MOMENTO EN EL PROBADORLa pelirroja camina apresurada detrás de Anthony, esforzándose por mantener el ritmo que él impone con sus largas y seguras zancadas. Su corazón late con fuerza sintiéndose atrapada entre el nerviosismo y la anticipación que la hace marearse. Cada paso la acerca a un destino que no comprende, y el aura dominante de él no hace más que intensificar su inquietud.El centro comercial está lleno de vida. Las luces brillantes y los adornos navideños parecen opuestas a la situación oscura en la que se está metiendo. Katherine observa a las personas ir y venir, inmersas en sus compras, mientras ella lucha por procesar lo que está sucediendo.Anthony se detiene de golpe frente a una tienda de ropa de alta gama. Los grandes ventanales exhiben vestidos que parecen sacados de un sueño: cortes elegantes, telas que brillan bajo la luz, y precios que Katherine ni se atreve a imaginar. Ella ha pasado frente a esa tienda innumerables veces, siempre fantaseando con
CAPÍTULO 5: EL ENSAYOEl magnetismo de Anthony era una mezcla peligrosa de atracción y control, algo que Katherine apenas podía manejar. Tras lo ocurrido en el probador, había hecho todo lo posible por mantener distancia. Sin embargo, estar cerca de él era inevitable, como un imán al que no podía escapar.Cuando salen del centro comercial, Katherine encuentra a su pequeña hija esperando con una enorme sonrisa y una paleta de helado a medio derretir en las manos. A su lado, la niñera asignada mantiene una postura recta y profesional, observándolas con calma.—¡Mamá! —grita Lucy con entusiasmo y corre hacia ella con los brazos abiertos. Katherine la levanta en un abrazo fuerte, sintiendo que su corazón se calma un poco al tenerla cerca.La niña, sin embargo, se queda boquiabierta al notar la transformación de su madre. Con los ojos grandes y brillantes, la recorre de arriba abajo con asombro.—¡Wow, mamá! ¡Te ves hermosa! —exclama con admiración antes de volverse hacia Anthony, quien la
CAPÍTULO 6: LA FIRMA DEL TRATOLa idea de fingir un romance apasionado con un hombre como Anthony se siente surrealista para Katherine. Por mucho que lo intente, no puede ignorar la tensión que genera su presencia. Su actitud dominante y ese aire de control absoluto la irrita profundamente. Sin embargo, al desviar la mirada hacia su pequeña hija, una ola de determinación la inunda. Ese cheque de un millón de dólares podría cambiarlo todo, brindarle a Lucy la estabilidad que nunca ha tenido.—Muy bien, nos conocimos en Florencia, yo llevaba un vestido rojo vino en una gala benéfica y nos enamoramos a primera vista. Me pediste matrimonio en París, frente a una vista espectacular de la Torre Eiffel, después de que nos reencontramos, y te dije que sí —repite Katherine, palabra por palabra, como si estuviera recitando una lección.Anthony asiente, pero sus ojos reflejan una pizca de insatisfacción.—Puedes pretender olvidar algunos detalles; eso lo hará más creíble. Pero no seas tan mecáni
CAPÍTULO 7: LA NIÑA LO SABEEl viaje de regreso es aún más tenso de lo que Katherine podría haber imaginado. Mientras las luces de la ciudad pasan fugaces por la ventana, su mente no deja de darle vueltas al contrato que acaba de firmar y a la creciente sensación de que ha cometido un error. Pero ya es tarde para echarse atrás.Por un momento, asume que se dirigen a la casa del abuelo de Anthony. Sin embargo, cuando las calles comienzan a resultarle familiares, un presentimiento inquietante se apodera de ella. Reconoce las casas, los edificios… y, de repente, se da cuenta de que están yendo hacia su vecindario.—¿A dónde vamos? —pregunta con un tono alterado, intentando ocultar el temblor en su voz.Anthony, imperturbable, responde con la misma indiferencia que ha mostrado todo el día:—A tu casa.El corazón de Katherine salta en su pecho. Su mente se llena de preguntas. “¿Cómo es posible que sepa dónde vivo?”, piensa.—¿Cómo… cómo sabes eso? —insiste en voz alta, incapaz de contener
CAPÍTULO 8: LA CENA CON EL ABUELOLas mujeres trabajan en Katherine con precisión y gusto, transformándola en una versión sofisticada y radiante de sí misma. El vestido realza su figura, el maquillaje destaca sus rasgos, y el peinado elegante completa el conjunto. Cuando vuelve a encontrarse con Anthony, nota cómo sus ojos se detienen en ella, evaluándola en silencio. Por primera vez no hay un comentario cortante ni una mirada de desprecio. Tampoco un halago, pero su falta de crítica la siente como una pequeña victoria.—Bien, —dice finalmente, extendiéndole la mano para que tome su brazo—. Vamos.Katherine respira hondo y cuelga su mano en el interior de su codo. Lucy, emocionada, toma la mano de su madre, y los tres avanzan hacia la entrada principal como una familia improvisada.Por fuera, la mansión ya parecía excesiva, pero al cruzar el umbral, Katherine siente como si hubiese entrado en un mundo completamente diferente. La opulencia se multiplica: paredes de madera oscura con ve
CAPÍTULO 9: UNA VERDAD A MEDIASEl cuerpo de Katherine se tensa tanto que siente como si estuviera hecha de mármol. Cada músculo de su cuerpo está rígido, y su mente corre a mil por hora buscando desesperadamente una salida. La mirada de Giuseppe es gélida, cortante; como un bisturí que no admite más que la verdad. Su corazón late tan fuerte que parece un tambor resonando en sus oídos, como si aquel viejo cuento del hombre enloquecido por los latidos de un corazón oculto en el suelo se estuviera reproduciendo en carne propia.—¿Ah… qué? —susurra, intentando ganar tiempo, pero su voz apenas es un murmullo torpe—. No, yo… él no… —empieza a negar con movimientos confusos de la cabeza, pero Giuseppe no le da tregua.—Conozco a mi nieto mejor que nadie. —Su voz es baja, pero le hiela la sangre—. Primero, él no es capaz de conquistar a una mujer tan dulce y encantadora como tú. Segundo, sé que jamás has pisado París… y tampoco tu hija.Katherine siente que el suelo bajo sus pies desaparece.
CAPÍTULO 10: YA NO HAY VUELTA ATRÁSLucy desaparece dando saltitos hacia la sala de juegos, su risa infantil se desvanece en la distancia mientras que Katherine siente que su corazón late con tanta fuerza que parece estar buscando una salida de su pecho. La tensión se hace insoportable cuando Anthony se gira hacia ella con paso decidido y una mirada oscura cargada de amenaza.—¿Qué caraj0s le dijiste a mi abuelo? —su voz es un gruñido bajo, el tipo de tono que no admite evasivas.—Yo… lo siento, no tuve opción —logra balbucear Katherine llevándose las manos al pecho como si pudiera protegerse de su intensidad—. Se dio cuenta, fue directo y no…—¡No te…! —Anthony suelta un gruñido de frustración, pasa una mano por su cabello antes de clavarle los ojos otra vez—. ¿Qué le dijiste exactamente?—Él supo de inmediato que todo era una mentira —admite ella con voz temblorosa—. Intenté decirte en el almuerzo que no funcionaría, pero no me dejaste hablar.—¿Así que ahora es mi culpa? —le espeta
CAPÍTULO 11: CONTROL ABSOLUTO“Solo será un mes”.Katherine se repite esas palabras como un mantra: “Solo será un mes”, pero incluso mientras las dice, siente que no puede engañarse del todo. Este acuerdo con Anthony Salvatore ya empieza a parecer mucho más de lo que había imaginado.El sol se filtra tímidamente por las cortinas marcando el inicio de un día que promete ser igual de complicado que los anteriores. Katherine suspira mientras termina de preparar el desayuno. Lucy, a su lado, habla emocionada sobre el día de juegos que le espera. Pero la conversación se interrumpe cuando suena el timbre. Katherine frunce el ceño y se seca las manos en un paño antes de abrir la puerta.Una mujer joven, vestida con ropa casual pero impecable, la saluda con una sonrisa profesional.—Buenos días, soy la niñera que el señor Salvatore contrató. Estoy aquí para cuidar a Lucy mientras usted realiza sus asuntos.Katherine siente un nudo en el estómago. No puede evitar sentir que Anthony sigue contr