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Un Juego de Apariencias
Un Juego de Apariencias
Por: S. Dal Santo
Capitulo 1: El Comienzo

Mayo 15

El ruido de mis tacones vuelve a hacerse presente al entrar en contacto con el piso de mármol de este lujoso hotel donde una noche más jugamos a ser el matrimonio perfecto. Su brazo sujeta el mío para evitar que me caiga, o tal vez para pretender, no lo sé muy bien; lo único que tengo claro es la manera en la que todos nos miran a medida que atravesamos el pasillo que nos lleva al salón de eventos donde se lleva a cabo la ceremonia inaugural de este hotel, uno de los tantos de la familia Carballares, apellido que ahora yo utilizo a diario —¿Preparada? — Me pregunta mi esposo clavando sus ojos grises en los míos y yo simplemente asiento.

—Como siempre— Respondo con seguridad y uno de los hombres que está apostado en la puerta y el cual tiene la tarea de abrirle a cada invitado que llega, abre la puerta dejándonos pasar al mundo donde hace más de seis meses juego a ser feliz.

La música se confunde con el sonido de las conversaciones que mantienen los más de mil invitados que se han dado cita está noche, las luces violetas, azules y rosas, se confunden con la decoración del salón y los cristales que acentúan todo el espacio aportan un toque de elegancia de esos que solo el mejor decorador de Miami puede llegar a conseguir. —Señores Carballares, bienvenidos— Escuchamos decir una y otra vez mientras vamos caminando por el enorme salón y mi esposo como siempre, saluda a cada persona de la manera más amable posible; algo que lo caracteriza y diferencia en este mundo que a veces puede parecer una jungla.

—Deja de saludar a todos, tu padre te está esperando— Le comento al oído y su manera de respirar me deja saber que no le agrada en absoluto tener que sucumbir a los deseos de su padre, al menos no otra vez.

—Si te soy sincero, creía que esto se acabaría el día que tú y yo nos casamos— Se queja.

—Lo sé, es lo mismo que me pasa a mi, pero no te preocupes, al menos en esto estamos juntos, ahora sigamos— Propongo y nuestros pasos continúan hasta que llegamos frente a Francisco Carballares y su esposa Verónica —Señor Caballares, que gusto verlo nuevamente— Lo saludo y la sonrisa de mi suegro se hace evidente mientras que sus ojos grises observan la imagen de su hijo y yo.

—Nuera querida, te ves muy elegante, bienvenida— Me saluda y yo tan solo juego a sonreír.

—Muchísimas gracias, usted también se ve muy elegante, y usted señora Verónica, ni se diga— Les digo sabiendo muy bien como manejarme en este mundo de apariencias.

—Gracias querida— Me responde mi suegra.

—Mauro, ¿ya has leído el discurso que te ha preparado el equipo de relaciones publicas? — Cuestiona su padre y mi esposo tan solo asiente.

—Lo he leído, y aunque no es algo que yo diría, un trato es un trato, ¿no? — Responde y puedo notar la tensión que se ha formado aquí entre los dos.

—Tú lo has dicho— Rebate mi suegro y bajo el sonido de estás palabras, mi esposo me mira.

—¿Vamos por una copa de champagne mi vida? — Me propone y sé perfectamente que lo hace para que nos escapemos de aquí.

—Claro amor— Le contesto siguiendo nuestro teatro y sin más le damos una sonrisa de esas algo forzadas a sus padres y nos damos la media vuelta para marcharnos de aquí. Él y yo nos damos la vuelta para alejarnos de ellos y no hacemos más que llegar a un área solitaria del salón, y Mauro respira profundo —Mau, tranquilízate— Le pido y él cierra y abre sus ojos.

—Te juro que, si no fuera porque tengo un gran motivo para prestarme a todo este juego, no lo haría— Me repite y asiento.

—Lo sé, yo también tengo mis motivos para hacer esto, pero no te preocupes estoy contigo, ¿sí? — Le dejo saber y me sonríe.

Sus ojos grises se clavan en los míos color azules mientras que una de sus manos acaricia mi mejilla con delicadeza —¿Cómo te voy a pagar por esto? Es que el dinero no es una opción, tú también eres asquerosamente rica— Bromea haciéndome reír.

—Sabes que cuando sepamos la verdad, todo esto habrá merecido la pena— Comento y asiente.

—Tal vez terminemos con todo, o quizás terminen con nosotros— Murmura y decido llevar mi mano sobre su boca para callarlo por si alguien nos pueda estar escuchando.

—No hables de eso aquí— Advierto y su gesto de disculpas me deja saber que ha entendido todo.

—Lo siento, a veces lo olvido— Se disculpa y de pronto sus brazos me rodean por la cintura y me pegan a su cuerpo de una manera que no entiendo a que se debe.

—¿Qué hac…?— Intento preguntar, pero él me besa sin que entienda nada. Su beso es intenso y me deja saber que debo seguirle el juego cuando en medio de su beso él me da tres leves toques con su dedo índice a la altura de mi cintura; señal que utilizamos siempre que debemos besarnos para fingir.

Teniendo en claro que debo continuar con este beso, coloco mis manos sobre su nuca y acaricio levemente su cabello para hacer que todo esto parezca más real hasta que una falsa tos nos interrumpe por llamarlo así —Perdón, no quería ser inoportuna, pero el señor Fernández quiere hablar contigo Mauro— Escucho su voz y ahora entiendo porque mi esposo me ha besado… su exnovia, o amante, o amiga, o lo que sea, estaba cerca y ella tampoco puede saber que todo este matrimonio no es de verdad.

Mauro hace que nos separemos y yo sigo mi juego limpiando los restos de labial —Gracias Natalia— Le dice mi esposo y al girarme, veo a esta mujer de figura perfecta y cabello rubio como el sol con sus ojos cristalizados que intenta disimular que todo está bien, aunque en el fondo supongo que sigue locamente enamorada de este hombre y no la culpo, Mauro es todo lo que una mujer pudiera querer…

—Debo seguir encargándome de que todo marche como se debe, los dejo— Nos dice y rápidamente se da la media vuelta como si estuviera intentando huir.

—Nunca me has dicho que fueron… ¿novios? ¿amantes? ¿amiga con derecho? — Pregunto cuando veo que él se la queda mirando mientras se aleja.

—Prometida— Responde dejándome en total estado de sorpresa.

—¿Prometida? — Repito sin poder creérmelo.

—Como sabes, mi padre nunca lo hubiera aceptado, después de todo ella es una empleada más de la empresa—

—Es la gerente de relaciones publicas— Murmuro.

—Una empleada…— Insiste y me mira —En cambio tú, eres la hija de uno de los empresarios con los que él trabaja, por eso no dudo ni un solo segundo en aceptarte— Me explica y realmente no sé como reaccionar estás palabras.

—Mismos motivos por los que mi padre te acepto— Es lo único que puedo acotar y me mira.

—¿Ves? Por eso somos los únicos que nos podíamos unir para tal cosa— Comenta como dejándome saber los motivos por los cuales estamos juntos.

—Te prometo que cuando todo esto pase, yo misma hablare con ella para que puedas recuperarla— Digo en un intento por hacer que su animo cambie, pero él niega.

—Será muy tarde ya, yo no quiero que ella se quede esperándome— Murmura y mueve su cabeza de un lado a otro como queriendo sacudir sus pensamientos y me mira —Ahora mejor vayamos hay un accionista que quiere hablar con el nuevo presidente de la empresa— Me dice haciéndome sonreír a pesar de la situación.

—Te sienta muy bien ese titulo— Confieso tratando de que se anime un poco.

—Sin ti no me lo hubiera cedido, lo sabes perfectamente— Me responde y sonrió de manera cómplice para luego tomar su brazo y así caminar hacia donde está el señor Fernández y continuar con esta noche que debería ser una muy feliz para él, pero como cada movimiento que damos tiene un solo propósito, no podemos disfrutar de nada de todo lo que ocurre a nuestro alrededor, sobre todo cuando en el camino vamos lastimando a personas que no quisiéramos que sufran.

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