Capítulo 2 —El encargo.

Capítulo 2 —El encargo.

Narrador:

Damiano estaba parado en su despacho, observando la ciudad desde su ventana. La tarde caía lentamente, tiñendo el cielo de un anaranjado cálido. La puerta se abrió y su fiel guardaespaldas, Antonio, entró en la habitación con la misma discreción de siempre.

—Disculpe que lo interrumpa, pero me dijeron que me estaba buscando.

—En efecto, Antonio, necesito hablar contigo sobre un asunto delicado —dijo Damiano sin voltear a verlo.

—Claro, señor. Estoy aquí para servirle —respondió a su jefe haciendo una pequeña reverencia con la cabeza.

Damiano al fin volteó, respondió al gesto de su guardaespaldas y caminó hasta su escritorio, tomando asiento en la silla de cuero que había presidido tantas reuniones importantes. Miró a Antonio con una seriedad inusual, lo cual hizo que el guardaespaldas se pusiera en alerta.

Él había sufrido un desengaño amoroso años atrás. Una mujer en la que había depositado toda su confianza y amor lo había traicionado de la peor manera posible. Desde entonces, no confiaba en ninguna mujer y había decidido que no quería compromisos sentimentales. Sin embargo, el deseo de tener un hijo y dejar un legado había crecido en él, llevándolo a la decisión que estaba a punto de comunicar a su guardaespaldas.

—He estado pensando mucho en mi futuro y en el legado que quiero dejar. Así que quiero tener un hijo —le dijo luego de coger una gran bocanada de aire como si estuviera cogiendo valor para lo que iba a decir. Antonio levantó una ceja, sorprendido por la revelación, pero permaneció en silencio, esperando que su jefe continuara. —Pero no quiero complicaciones. No quiero una esposa, ni una novia. Quiero que todo sea… discreto. Necesito que encuentres a una mujer que esté dispuesta a llevar a cabo una inseminación artificial y que, una vez nazca el niño, lo entregue sin problemas.

—¿Está seguro de esto, señor? Usted sabe que yo jamás cuestionó sus órdenes, pero creo que este es un asunto bastante complicado y delicado. Encontrar a alguien que acepte esas condiciones no será fácil —respondió Antonio con algo de preocupación.

—Lo sé, Antonio. Pero confío en ti. Sé que puedes manejarlo con la discreción y eficacia que siempre has demostrado. Necesito que la mujer esté dispuesta a firmar un acuerdo legal que garantice que no habrá reclamaciones posteriores.

—Entiendo —dijo asintiendo con la cabeza lentamente— ¿Tiene alguna preferencia sobre quién debería ser la madre?

—No —respondió su jefe negando con la cabeza— Confío en tu juicio. Solo asegúrate de que sea alguien adecuado. Quiero lo mejor para mi hijo, aunque nunca llegue a conocer a su madre.

Antonio observó a su jefe por un momento más, notando la determinación en sus ojos. No era la primera vez que Damiano le pedía algo fuera de lo común, pero sabía que esto era importante para él.

—Me pondré en marcha de inmediato, señor. Le mantendré informado de los progresos —sin volver a cuestionarlo, pues sabía que cuando él tomaba una decisión no había marcha atrás.

—Gracias, Antonio. Sé que puedo contar contigo.

Antonio se retiró del despacho, dejando a Damiano sumido en sus pensamientos. Sabía que no sería una tarea fácil, pero estaba decidido a cumplir con el deseo de su jefe. Mientras tanto, Damiano volvió a la ventana, observando cómo las luces de la ciudad comenzaban a brillar, soñando con el futuro que tanto anhelaba. El recuerdo del desengaño amoroso todavía dolía, pero su deseo de ser padre y dejar un legado era más fuerte que cualquier herida del pasado. Pero de todas formas no dejaría entrar a una mujer a su vida con facilidad. Él quería una familia; pero le era imposible volver a confiar en alguien para hacerlo, así que la tendría solo. Laura, la novia de Damiano, era una mujer en la que él había depositado toda su confianza y amor. Estaban planeando un futuro juntos, y Damiano estaba convencido de que había encontrado a su compañera de vida. Sin embargo, un día descubrió que Laura lo estaba engañando con uno de sus socios comerciales. Lo que hizo que la traición fuera aún más dolorosa es que Laura no solo lo estaba engañando sentimentalmente, sino que también estaba compartiendo información confidencial de sus negocios con ese socio. Esta traición doble fue devastadora para Damiano. En un solo golpe, perdió a la mujer que amaba y sufrió un duro revés en su negocio debido a la información que ella había revelado. Tal es así, que estuvo a punto de caer en quiebra. A partir de ese momento, decidió que no podía volver a confiar en ninguna mujer. El dolor y la desconfianza se arraigaron profundamente en su corazón, llevándolo a evitar cualquier tipo de compromiso sentimental en el futuro. Solo quería tener un hijo para dejar un legado, pero sin los riesgos emocionales y personales que implicaba tener una relación. Cuando tenía la necesidad de estar con una mujer, simplemente iba a un club nocturno y elegía a la que más le gustara. Pagaba una gran suma de dinero para que esa dama le hiciera compañía, complaciéndolo con lo que necesitara, según las circunstancias.

Así que esa noche, luego de la conversación que había tenido con Antonio, cosa que le había hecho recordar su tortuoso pasado, él decidió, justamente, ir en busca de la compañía de alguna chica que al menos le hiciera olvidar, por un rato, su desprecio hacia él se*xo opuesto. Por lo que cogió su coche y salió rumbo al club. Cuando llegó, tomó un par de copas, pero no encontró ninguna mujer que él considerara digna de acompañarlo. Un poco decepcionado, abandonó el local nocturno y simplemente se dispuso a dar vueltas por la ciudad, sin ningún destino en concreto. A lo mejor, así, conseguía la compañía deseada. Pero volvió a su casa solo, ya que esa noche, por lo visto, estaba más exigente que de costumbre. Solo una chica, en una esquina, llamó su atención, pero al ser rechazado, siguió su camino sin darle mayor importancia. Se dio una ducha caliente y se recostó en la cama, un poco ansioso por el pedido que le había hecho a su guardaespaldas. En los días venideros, sabía que ese iba a ser su principal pensamiento, y a pesar de que lo llenaba un poco de ansiedad, también le ilusionaba el hecho de tener un hijo.

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