Capítulo 1—El inicio de todo
Alexandra Valente Abriendo mi boca en busca de aire, sentí mis ojos cristalizarse ante la escena frente a mí. Todo era cierto, Bruno me era infiel, y permaneciendo estática, no podía creer. —Bruno—Musité en un hilo de voz. Sintiendo mis lágrimas rodar por mis mejillas, y retrocediendo un par de pasos, mi prometido salió de la nube de excitación en la que se hallaba al escucharme. —Alex... No es lo que crees Bufando ante su descaro, lo vi salir del interior de su amante, con quien sostenía una faena de se*xo bastante entretenida, y chocando contra la puerta a mis espaldas, intenté huir, pero él me detuvo de mi mano, mientras intentaba sostener sus pantalones a medio caer. —Déjame explicarte... Ella, no es nada, Alex... Su frase quedó inconclusa, cuando llena de coraje, elevando mi mano la impacté en su mejilla, y sintiendo el ardor extenderse en ella, salí de ese lugar lo más rápido que pude. —Alex, ¿A dónde vas? Espera. Santiago, el barman del lugar, intentó llamarme al verme caminar a la salida de prisa, e ignorando el bullicio, y las luces incandescentes de mi alrededor, me marché de allí mandando todo al demonio. —He sido una tonta, Él... Sintiendo cómo el aire me faltaba, deje mi frase inconclusa para recargar mi espalda en la fría pared a unas cuantas cuadras del bar al que Bruno solía frecuentar, y sintiendo las gotas de lluvia mojar mi cuerpo, miré al cielo oscuro. La verdad siempre estuvo ante mis ojos, y jamás lo noté. Él no me amaba, él solo fingía disfrutar de mi compañía, dar todo por mí, solo para usarme, mientras que a mis espaldas me era infiel. Caminando un par de calles, la lluvia empezó a caer de manera torrencial, y empapando toda mi ropa, esta empezó a escurrir el agua; mientras buscaba como marcharme de esa zona de la ciudad —Debo buscar un taxi Deteniendo mi andar en la primera parada que hallé, permanecí allí rogando por un salvador debido a la alta hora de la noche que era, y mirando a la distancia una luz que encaneció mis ojos, respiré aliviada. —Buenas noches… Bajando mi cabeza a la altura de la ventana, una vez se detuvo a mi lado, me quedé descolocada al notar que el auto no era un taxi, y mirando al interior, noté a un hombre enfundado en un traje, y apariencia apuesta, que dijo. —¿A dónde va? Yo la llevaré. Me aferré al desconocerlo, no sabía quién era como para subir así nada más a su vehículo, sin saber a dónde podría parar, por lo que retrocediendo, solo respondí, conteniendo el aire algo tensa. —Disculpe, me equivoqué. Pensé que era alguien más que venía por mí. En realidad, todo era una gran mentira, nadie vendría a buscarme, siquiera existía alguien que se preocupara por mí, solamente no sería tan tonta como para decírselo; sabría Dios, quién era ese hombre como para acceder a irme con él así nada más. El hombre en el interior, quien debo resaltar, era muy apuesto como para andar en la zona de quinta en la que me hallaba, se acercó más a la ventana para verme mejor, e insistiendo, volvió a decir. —Es muy tarde, si quieres, llama a tu novio, y dile que te llevaré a un punto en donde él pueda ir a buscarte. Mis ojos volvieron a derramar lágrimas silenciosas allí mismo, al recordar al idiota de Bruno y su mugrosa traición, y limpiando enseguida el rastro que ellas dejaban en mi rostro, respondí. —No, gracias, él ya está por llegar, de igual forma valoro sus ganas de ayudarme. El hombre no dijo nada más por un breve instante en el que no movió su auto de mi lado, y permaneciendo molesta por su presencia silenciosa, y por mis males amorosos, espeté —¿Ahora qué quiere? El hombre parecía verdaderamente interesado en captar mi atención, lo cual me intrigó un poco, porque de ser un depravado sex*ual, en lugar de hablar, solo me hubiese tomado de los cabellos, y me hubiese metido en su auto, pero solo enarcando una ceja, agregó. —Solo quiero asegurarme que esté bien, es muy tarde, y esta zona es peligrosa. Una vez vengan por ti, me marcharé, y jamás nos volveremos a ver las caras. Bufé, ante eso, era absurdo lo que pretendía. ¿Con qué intensión deseaba ayudarme, si no lo conocía? Soltando una maldición, hice de mi mano un puño completamente molesta, y mirando a mi alrededor, contemplando solo la soledad de la ciudad, pregunté. —¿Acaso una dama no puede llorar sola en la calle cuando se le place? El hombre, de rostro perfilado y cabello oscuro, se quedó descolocado por mi pregunta, y empezando a caminar, lo dejé atrás. No tenía la más mínima idea de lo que haría, ni cuál sería mi destino, a las casi 12:00 am, pero alejándome de ese tipo, avancé un par de calles, peleando al viento por mi mala fortuna. —Bruno, mal*dito idi*ota… Y pensar que deseaba casarme contigo, tener una familia, hijos… Y tú. Mi voz se entrecortó, y mis ojos se humedecieron de nuevo al recordar sus promesas vacías, que no fueron más que mentiras. Caminando sin mirar a los lados, pasé un par de calles sin prestar atención a nada, y llegando a otra parada de taxis, me quedé allí esperando cualquier cosa en donde irme. ¿Quién en su sano juicio andaría en la calle a esa hora? Por supuesto que nadie, solo el desgraciado de mi prometido que se hallaba alcoholizado, un par más como él, el acosador, y claro… Yo. Una pen*deja que no se amaba a sí misma, y perseguía a un infiel como tonta. Siguiendo mi camino al ver que el tiempo pasaba y no llegaba nada, continué lamentándome por mi mala fortuna, y escuchando de pronto el rechinar de unas llantas, patinar en el asfalto, me quedé estática al ver la luz encandecer mi visión. —¡No! Musité con respiración agitada y mis pies fijados en el suelo a media calle, como si me hallase pegada a él, y sin poderme mover esperé el impacto Juro que intenté quitarme de allí, quería correr, ponerme a salvo del demente que venía del otro lado del volante, y notando cómo este se dirigía a mi dirección, perdí la conciencia cuando me arrolló.Capítulo 2 —El encargo.Narrador:Damiano estaba parado en su despacho, observando la ciudad desde su ventana. La tarde caía lentamente, tiñendo el cielo de un anaranjado cálido. La puerta se abrió y su fiel guardaespaldas, Antonio, entró en la habitación con la misma discreción de siempre.—Disculpe que lo interrumpa, pero me dijeron que me estaba buscando.—En efecto, Antonio, necesito hablar contigo sobre un asunto delicado —dijo Damiano sin voltear a verlo.—Claro, señor. Estoy aquí para servirle —respondió a su jefe haciendo una pequeña reverencia con la cabeza.Damiano al fin volteó, respondió al gesto de su guardaespaldas y caminó hasta su escritorio, tomando asiento en la silla de cuero que había presidido tantas reuniones importantes. Miró a Antonio con una seriedad inusual, lo cual hizo que el guardaespaldas se pusiera en alerta.Él había sufrido un desengaño amoroso años atrás. Una mujer en la que había depositado toda su confianza y amor lo había traicionado de la peor man
Capítulo 3 —La concepción.Narrador:Pasaron dos meses desde que Damiano le hizo la petición a Antonio. Durante ese tiempo, Antonio exploró todas las opciones posibles, buscando una mujer que aceptara las condiciones que Damiano había establecido. Finalmente, una noche, se encontró en un antro en los bajos de la ciudad, siguiendo un rastro que lo llevó a Bruno. El antro estaba lleno de humo y luces tenues, con la música a un volumen ensordecedor. Antonio se abrió paso entre la multitud hasta encontrar a Bruno, un hombre con la reputación de conocer a personas que estaban dispuestas a hacer cualquier cosa por dinero.—¿Eres Bruno? — Preguntó acercándose al desconocido.—¿Quién lo pregunta? —Mirando a Antonio con desconfianza.—Me dijeron que podrías ayudarme con un asunto delicado. Estoy buscando a una mujer que acepte llevar a cabo una inseminación artificial, y que esté dispuesta a entregar al niño después del nacimiento.Bruno levantó una ceja, sorprendido por la propuesta, pero tam
Capítulo 4 —La culpaDamiano:Había evitado conocerla. No quería involucrarme emocionalmente, prefería mantener la distancia y centrarme en mi objetivo; tener un hijo sin complicaciones sentimentales. Pero esa noche, después de tomar unos cuantos tragos, la curiosidad me llevó a la habitación donde ella se encontraba. Tropecé ligeramente al empujar la puerta y, al entrar, un escalofrío recorrió mi espalda. La habitación estaba silenciosa, excepto por el constante pitido de los monitores. Alexandra yacía en la cama, rodeada de cables, intubada y conectada a diversos dispositivos médicos. La visión me impactó de una manera que no esperaba. En el sillón se encontraba la enfermera. Al entrar me miró sorprendida.—Señor Zorzi, buenas noches, qué sorpresa verlo por aquí —me saludó poniéndose inmediatamente de pie. Pero yo fui descortés y no respondí su saludo —¡Dios mío... es peor de lo que imaginaba! —exclamé de forma espontánea —Sí señor, la señora Zorzi, está muy delicada —respondió a
Capítulo 5 —Nueva vida.AlexandraIntentando abrir mis ojos, sentí mis párpados pesados, así como también mi cuerpo entumecido, y mi boca reseca; me sentía cansada, falta de energía como si no hubiese dormido en mucho tiempo, por lo que haciendo un gran esfuerzo logré ver un atisbo de luz que apenas logré abrirlos.Llevando la mano hasta mi cabeza, sentí el ardor de una aguja en el dorso de ella, y observando esta, noté que me hallaba conectada a un montón de máquinas, incluyendo una solución que me mantenía hidratada.—Ayuda…Dije con voz rasposa, una que salió tan bajo que nadie logró escuchar; moviendo mis manos con torpeza, quité las sábanas que cubrían mi cuerpo, y notando que llevaba una bata de hospital, intenté colocarme de pie, pero mis piernas me fallaron, y me desplomé al suelo cayendo a bruces.—¡Señora Zorzi!Corriendo, entrando a lo que parecía una sala de hospital improvisada, una mujer de mediana edad, cabello oscuro; intentó colocarme de pie, tirando de mi espalda, y
Capítulo 6 — No me iré. AlexandraObservando al pequeño bebé mientras dormía, liberé una bocanada de aire, mientras meditaba sobre lo sucedido los últimos días; mi vida había cambiado tanto, que creía que todo se trataba de un sueño.Extendiendo mi mano despacio, la acerqué a él, quien reposaba plácidamente en su cuna; y acariciando sus mejillas sonrojadas, sonreí al sentir la calidez de su piel, notando que era real, que no se trataba de un sueño.—Señora Zorzi... Su esposo acaba de llegar.Tras más de dos semanas de despertar del coma, recuperar la movilidad progresivamente de mi cuerpo, al fin conocería a mi captor, al responsable de encontrarme en este lugar, y asintiendo; solo apreté mis manos alrededor del barandal de la cuna, por lo que estaba pronto a venir.Decir captor, creo que era un calificativo pequeño para este tipo. Quien me había mantenido cautiva por muchos meses, me había inseminado sin mi permiso, y decía ser mi esposo. Un hecho que, por más que aclaré, nadie me c
Capítulo 7 —Frente a frente.Damiano:Llamé a mi abogado, Marcos Lombardi, para discutir la situación del bebé con Alexandra. Necesitaba asegurarme de que el contrato que había firmado con el exnovio de Alexandra, Bruno, me garantizaría la custodia del niño. Nos reunimos en mi despacho, donde Marcos llegó puntualmente, como siempre.—Marcos, gracias por venir. Necesito hablar contigo sobre el contrato que firmé con Bruno Monti. Quiero asegurarme de que tengo todos los derechos sobre el bebé.—Claro, Damiano ¿Tienes una copia del contrato para que lo revise? —me respondió con el tono profesional que siempre tenía cuando tocábamos temas legales e importantes. Le pasé el contrato y lo observé mientras lo leía detenidamente. Sabía que Marcos era meticuloso y que no dejaría pasar ningún detalle. —Este contrato establece que el señor Monti, como tutor legal de Alexandra Valente, te cede todos los derechos sobre el niño a cambio del pago de las deudas del hospital, y una gran suma de dinero.
Capítulo 8 —Intruso.Narrador. Bruno, tras la visita de Zorzi no quedó muy conforme, y aunque se comprometió a alejarse de Alexandra, quien sospechaba basándose en la petición de Damiano había despertado, no lo haría. De ninguna manera se alejaría de su verdadero amor, solo por la exigencia de un desconocido, quien llenó su cuenta de dinero de nuevo.Saliendo del club, regresó al departamento que compartía con ella, y realizando un par de llamadas, le pidió a sus contactos averiguar todo sobre el hombre adinerado; el cual tenía no solo dinero para arrojar al cielo, sino también un sin fin de empresas, y una reputación que lo hacía parecer un hombre íntegro ante la sociedad.—¿Estarás bien?Musitó mirando la fotografía de la residencia Zorzi, y determinado a visitarlo esa misma tarde, tomó una ducha, y salió rumbo a la casa que habitaba su ex prometida con su bebé.—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarlo?Saliendo uno de los hombres encargados de la seguridad de la mansión, le preguntó
Capítulo 9 —¿Estaba fingiendo?Damiano:La irrupción del ex novio de Alexandra, en mi casa, me dejó bastante trastornado, fue una situación por demás violenta, esas de las que a mí no me gusta participar. Por suerte, Antonio estuvo para evitar que pasara mayores. Sentí pena por Alexandra, un sentimiento que odio, pero lo sentí, pues ese hombre era el típico abusivo y ella había estado a su merced por mucho tiempo. La invitación a la fiesta llegó en un sobre lacrado, un evento importante al que no podía faltar. Decidí llevar a Alexandra, quien se haría pasar por mi esposa, ya que la invitación decía claramente Damiano Zorzi y señora. Sabía que sería un reto mantener las apariencias, pero era necesario.—Alexandra, recuerda que en esta fiesta debemos comportarnos como una pareja casada. No podemos permitirnos ningún error.—¿Es necesario que yo vaya?—Sí, es muy importante para mí. Así que vendrás conmigo y te harás pasar por una esposa enamorada.—Pero, Damiano…—Pero nada, Alexandra,