Capítulo 5 —Nueva vida.
Alexandra Intentando abrir mis ojos, sentí mis párpados pesados, así como también mi cuerpo entumecido, y mi boca reseca; me sentía cansada, falta de energía como si no hubiese dormido en mucho tiempo, por lo que haciendo un gran esfuerzo logré ver un atisbo de luz que apenas logré abrirlos. Llevando la mano hasta mi cabeza, sentí el ardor de una aguja en el dorso de ella, y observando esta, noté que me hallaba conectada a un montón de máquinas, incluyendo una solución que me mantenía hidratada. —Ayuda… Dije con voz rasposa, una que salió tan bajo que nadie logró escuchar; moviendo mis manos con torpeza, quité las sábanas que cubrían mi cuerpo, y notando que llevaba una bata de hospital, intenté colocarme de pie, pero mis piernas me fallaron, y me desplomé al suelo cayendo a bruces. —¡Señora Zorzi! Corriendo, entrando a lo que parecía una sala de hospital improvisada, una mujer de mediana edad, cabello oscuro; intentó colocarme de pie, tirando de mi espalda, y fracasando debido a mi peso, empezó a gritar a pedir ayuda. —¡Auxilio! ¡La señora Zorzi ha despertado! Perturbada al no conocer en donde me hallaba, tiré de la bata de enfermería de la mujer un poco desesperada, y forzándola a mirarme, le pregunté —¿En dónde estoy? Ignorando por completo mi pregunta, ya que al parecer su prioridad era auxiliarme y levantarme del helado suelo, siguió llamando; e ingresando seguidamente dos mujeres, y un caballero bastante alto, y robusto, me tomó en sus brazos, y me regresó a la camilla sin problema alguno. —Un momento, ¿Qué hago aquí? Por más que intentaba entablar una conversación con algunos de ellos, ninguno parecía escucharme, lo cual era completamente comprensible, ya que se centraron en revisar los monitores; por lo que remojando mis labios, con mi espesa saliva, me forcé hablar más alto. —¿Qué se supone estoy haciendo aquí? Esta vez quien conectó su mirada con la mía, fue el hombre antes mencionado, quien centró sus ojos oscuros en mí; y juntando sus manos frente a su cuerpo, elevó su mentón antes de hablar. —Está siendo atendida por un equipo especializado, entiendo que ahora esté confundida, que tenga mil preguntas, pero una vez sea evaluada por el médico, yo responderé cada una de ellas. La manera en la que me habló, me intimido un poco, parecía un verdadero robot; Por lo que asentí viendo como las mujeres a mi alrededor corrían revisando mi estado, y llegando pasado unos minutos, el médico ingresó mandando a todas —¿Hace cuanto despertó? ¿Presión? ¿Pulsaciones por minutos? Confundida, mi vista pasaba de una a otra persona, y observando uno de los rincones de la sala, bajé mi cabeza incómoda al ver al mismo hombre que prometió responder mis preguntas, hacía unos minutos. —Señora Zorzi, un placer soy el doctor Rossi; el encargado de su caso… Cuando le pida respirar, hágalo despacio. El hombre procedió a examinarme por completo, y finalizando unos minutos después, salió de la sala con el desconocido, del cual no sabía ni su nombre. —Señora, llegó el momento de alimentarla Tras comer algo de comida, se me indicó tomar las medicinas; y asegurándome que sentir mis párpados pesados, era algo completamente normal, solo fingí tomarlas. Por más tonta que fuera, no sabía en dónde me hallaba, ni quiénes eran estas personas; por lo que sonriendo cerré mis ojos tratando de pensar. ¿Qué hacía en este lugar? ¿Por qué…? Y allí las respuestas empezaron a llegar, Bruno, su engaño, mi huida del bar, el desconocido, el accidente. Asustada, desesperada, tomé asiento en la cama; y regresando en el momento que forcejeaba con la enfermera para salir de allí, el hombre soltó en voz alta. —Salgan de aquí… Tengo que hablar con la señora. Bajando levemente la cabeza, las tres mujeres lo obedecieron sin refutar en contra, y quedando sola en la sala con él, sentí mi corazón agitado, al no saber quién era. —Mi nombre es Antonio… Sé que tal vez tiene mil preguntas, pero empecemos porque se encuentra aquí por su salud… Mi jefe la ha cuidado por un largo tiempo, mientras su vida ha corrido peligro. Mi frente se frunció ante esto ¿Largo tiempo? ¿A qué se refería con eso? —¿Cuánto tiempo llevo así? ¿Quién es tu jefe? ¿Qué quiere de mí? Lo último lo dije en un hilo de voz, y abriendo mi boca, empecé a preguntar sin vergüenza alguna; descubriendo que llevaba poco más de un año en ese estado, lo cual me hizo sentir mis ojos cristalizarse ¿Cómo podía pasarme esto a mí? ¿Cómo fue que dure un año en coma, y para mí solo había dormido un par de horas? Permaneciendo de pie, como si fuese una estatua, Antonio no demostró, ningún tipo de expresión, y respondiendo mi última pregunta, sentí morir. —El señor Bruno Monti prácticamente la vendió a mi jefe por una gran suma de dinero; usted solamente debía traer a un bebé al mundo, ser un recipiente para concebir un niño, uno que nació afortunadamente sano. Abriendo mi boca busqué una bocanada de aire al sentir mi corazón retorcerse, y dando solo un paso al frente, este siguió —El señor Zorzi la compró para usar su vientre, y ser inseminada… nada de lo que está imaginando sucedió, por supuesto, una vez él regresé seguirá respondiendo sus interrogantes. Sin nada más que decir, este se giró sobre sus talones como si hubiese hablado de ordenar pizzas, y palpando mi abdomen, sin saber cómo sucedió lo que él recién decía, le pedí detenerse para preguntar. —¿Dices que tengo un hijo? ¿Cuánto tiempo tiene? Antonio me observó unos segundos desprovisto de emociones, y bajando su cabeza levemente, respondió. —2 meses… ¿Acaso desea conocerlo? Asentí sin pensarlo dos veces, si lo que este hombre decía era cierto, yo era la madre de ese niño; lo mínimo que merecía era conocerlo, cargarlo entre mis brazos, una vez estuviera recuperada; y siendo llevada en una silla de ruedas. Llegué a una habitación parecida a la que yo ocupaba, con una enfermera atenta al pequeño en la cuna. —¿Es él? ¿Ese es mi hijo? Pregunté con mi voz rota; mi madre había fallecido cuando era pequeña, y mi padre, tenía poco más de 3 años de haberlo hecho, por lo que me hallaba sola en el mundo, tras la traición de Bruno. —Sí, es él… Pidiendo privacidad, la mujer que cuidaba de él, salió de la sala, y empujando mi silla, Antonio la puso al borde de la cuna, antes de entregarme al pequeño con sumo cuidado. —Alexandra Valente… Él es el pequeño Zorzi.Capítulo 6 — No me iré. AlexandraObservando al pequeño bebé mientras dormía, liberé una bocanada de aire, mientras meditaba sobre lo sucedido los últimos días; mi vida había cambiado tanto, que creía que todo se trataba de un sueño.Extendiendo mi mano despacio, la acerqué a él, quien reposaba plácidamente en su cuna; y acariciando sus mejillas sonrojadas, sonreí al sentir la calidez de su piel, notando que era real, que no se trataba de un sueño.—Señora Zorzi... Su esposo acaba de llegar.Tras más de dos semanas de despertar del coma, recuperar la movilidad progresivamente de mi cuerpo, al fin conocería a mi captor, al responsable de encontrarme en este lugar, y asintiendo; solo apreté mis manos alrededor del barandal de la cuna, por lo que estaba pronto a venir.Decir captor, creo que era un calificativo pequeño para este tipo. Quien me había mantenido cautiva por muchos meses, me había inseminado sin mi permiso, y decía ser mi esposo. Un hecho que, por más que aclaré, nadie me c
Capítulo 7 —Frente a frente.Damiano:Llamé a mi abogado, Marcos Lombardi, para discutir la situación del bebé con Alexandra. Necesitaba asegurarme de que el contrato que había firmado con el exnovio de Alexandra, Bruno, me garantizaría la custodia del niño. Nos reunimos en mi despacho, donde Marcos llegó puntualmente, como siempre.—Marcos, gracias por venir. Necesito hablar contigo sobre el contrato que firmé con Bruno Monti. Quiero asegurarme de que tengo todos los derechos sobre el bebé.—Claro, Damiano ¿Tienes una copia del contrato para que lo revise? —me respondió con el tono profesional que siempre tenía cuando tocábamos temas legales e importantes. Le pasé el contrato y lo observé mientras lo leía detenidamente. Sabía que Marcos era meticuloso y que no dejaría pasar ningún detalle. —Este contrato establece que el señor Monti, como tutor legal de Alexandra Valente, te cede todos los derechos sobre el niño a cambio del pago de las deudas del hospital, y una gran suma de dinero.
Capítulo 8 —Intruso.Narrador. Bruno, tras la visita de Zorzi no quedó muy conforme, y aunque se comprometió a alejarse de Alexandra, quien sospechaba basándose en la petición de Damiano había despertado, no lo haría. De ninguna manera se alejaría de su verdadero amor, solo por la exigencia de un desconocido, quien llenó su cuenta de dinero de nuevo.Saliendo del club, regresó al departamento que compartía con ella, y realizando un par de llamadas, le pidió a sus contactos averiguar todo sobre el hombre adinerado; el cual tenía no solo dinero para arrojar al cielo, sino también un sin fin de empresas, y una reputación que lo hacía parecer un hombre íntegro ante la sociedad.—¿Estarás bien?Musitó mirando la fotografía de la residencia Zorzi, y determinado a visitarlo esa misma tarde, tomó una ducha, y salió rumbo a la casa que habitaba su ex prometida con su bebé.—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarlo?Saliendo uno de los hombres encargados de la seguridad de la mansión, le preguntó
Capítulo 9 —¿Estaba fingiendo?Damiano:La irrupción del ex novio de Alexandra, en mi casa, me dejó bastante trastornado, fue una situación por demás violenta, esas de las que a mí no me gusta participar. Por suerte, Antonio estuvo para evitar que pasara mayores. Sentí pena por Alexandra, un sentimiento que odio, pero lo sentí, pues ese hombre era el típico abusivo y ella había estado a su merced por mucho tiempo. La invitación a la fiesta llegó en un sobre lacrado, un evento importante al que no podía faltar. Decidí llevar a Alexandra, quien se haría pasar por mi esposa, ya que la invitación decía claramente Damiano Zorzi y señora. Sabía que sería un reto mantener las apariencias, pero era necesario.—Alexandra, recuerda que en esta fiesta debemos comportarnos como una pareja casada. No podemos permitirnos ningún error.—¿Es necesario que yo vaya?—Sí, es muy importante para mí. Así que vendrás conmigo y te harás pasar por una esposa enamorada.—Pero, Damiano…—Pero nada, Alexandra,
Capítulo 10.— Dispuesto a ayudar.Alexandra Valente.Tras sentir las manos de Damiano recorrer mi cuerpo con lujuria, y casi cometer la estupidez de acostarme con él, producto al alcohol, traté de calmar mi respiración agitada al verlo desaparecer de mi vista al ingresar a su habitación, y ordenando mi vestido desarreglado, liberé un poco de aire.—¿Qué fue lo que sucedió? Casi me dejo llevar.Solamente una estúpida no entiende qué es lo que casi sucede. Damiano por más imbécil que fuese, no se podía negar que era un hombre muy apuesto, inteligente y exitoso, sin mencionar que el alcohol ingerido en la fiesta me hizo perder el control. Tomando el pomo de mi puerta, ingresé a la habitación que ocupaba, y dejándome caer en la cama, me pregunté cómo haría para verlo a la cara al día siguiente.—Buen día, señora, la comida está servida.Descendiendo por las escaleras, llegué a la enorme estancia, la cual era arreglada por el personal, y hallándome en el camino al ama de llaves, me indicó
Capítulo 11— La visita de un ser querido. Narrador. Así como acordaron, un par de días después de la propuesta, Analía, la prima de Alexandra, llegó a la ciudad, gracias a la colaboración económica de Damiano, dichosa de ver a su ser querido luego de un tiempo. — Recuerda que somos un matrimonio feliz, Analía es importante para mí. De pie en la amplia estancia de la mansión Zorzi a la espera de que la antes mencionada llegara. Alexandra pidió a su supuesto esposo, quien se hallaba allí solo para mantener la imagen de la familia feliz, y viendo cómo la puerta era abierta de pronto por Antonio, Alexandra sintió sus ojos cristalizarse ante la alegría que sentía en ese instante. — ¡Alex! Caminando a ella, ignorando a los demás presentes en el lugar, Analía se acercó a Alexandra, o a Alex, como solía decirle por cariño para abrazarla, y dejando un par de lágrimas caer, dijo. — Cuánto tiempo sin verte… Estás hermosa. Tomándola de las mejillas, las dos se observaron en silencio, y s
Capítulo 12 — Sangre.Narrador:Alexandra llegó al apartamento de Damiano, en el centro de la ciudad, donde se encontraba alojada Analía, cargando a Giovanni, su hijo, en brazos. El niño estaba tranquilo al principio, pero algo en su expresión preocupó a Alexandra, quien sabía que cualquier pequeño cambio podría ser indicativo de algo más serio. Analía la recibió, abriendo la puerta de par en par.—¡Alexandra! Te estaba esperando ansiosa. Adelante, pasa. ¿Cómo estás? —ofreciéndole una cálida sonrisa.—Hola, Analía. Todo bien, solo un poco agotada con todo esto de ser madre primeriza —le respondió sonriendo y redondeando los ojos.Analía miró al pequeño Giovanni y su sonrisa se amplió.—Es un bebé precioso. Debes estar muy orgullosa.Alexandra sonrió, pero antes de que pudiera responder, notó que Giovanni comenzaba a retorcerse en sus brazos. Al principio pensó que solo estaba incómodo, pero pronto se dio cuenta de que algo no estaba bien. Su rostro se arrugaba en una mueca de dolor y
Capítulo 13—Cuidados intensivos Narrador. Mientras que Alexandra se hallaba corriendo de un lado al otro, preocupada por la salud de su pequeño, Damiano se hallaba centrado en su trabajo, en medio de una junta bastante tediosa, pero necesaria para su empresa. —Se estima que para final de mes nuestro rendimiento será el doble del mes pasado. Evaluando un par de gráficas, la junta privada finalizó, y saliendo de la sala en donde se hallaban, se dirigió a su oficina, ya que debía revisar un par de informes antes de terminar la mañana. —Damiano, llegó tu correspondencia, y debes ocuparte de la agenda de la tarde. Ingresando al lugar, Sandra, moviendo sus caderas de manera sensual, con la intención de atraer la atención de su jefe, de quien deseaba obedecer más que órdenes laborales. La mujer de tez morena se acercó a él, y apartando la mirada de los papeles que hojeaba, él solo asintió, sin decir nada más. —Además de eso, la señorita Alexandra Valente también llamó, insistió