Capítulo 4 —La culpa
Damiano: Había evitado conocerla. No quería involucrarme emocionalmente, prefería mantener la distancia y centrarme en mi objetivo; tener un hijo sin complicaciones sentimentales. Pero esa noche, después de tomar unos cuantos tragos, la curiosidad me llevó a la habitación donde ella se encontraba. Tropecé ligeramente al empujar la puerta y, al entrar, un escalofrío recorrió mi espalda. La habitación estaba silenciosa, excepto por el constante pitido de los monitores. Alexandra yacía en la cama, rodeada de cables, intubada y conectada a diversos dispositivos médicos. La visión me impactó de una manera que no esperaba. En el sillón se encontraba la enfermera. Al entrar me miró sorprendida. —Señor Zorzi, buenas noches, qué sorpresa verlo por aquí —me saludó poniéndose inmediatamente de pie. Pero yo fui descortés y no respondí su saludo —¡Dios mío... es peor de lo que imaginaba! —exclamé de forma espontánea —Sí señor, la señora Zorzi, está muy delicada —respondió a una pregunta que yo no le había hecho. —Ella no es la señora… —pero me detuve, ya que a todo el personal, se le había dicho de qué era mi esposa, ¿Si no cómo justificaríamos que esta mujer estuviera en la casa y embarazada? —descuide ya no tiene importancia —terminé la frase sacudiendo mi cabeza —Déjeme solo. —¿Cómo dijo, perdón? —Eso, lo que escuchó, que se vaya y que me deje solo con ella. —Pero, señor, la tengo que monitorear continuamente. —No se preocupe si pasa algo, yo la llamo, ahora obedezca, ¡y ya salga de la habitación! —le ordené un poco ofuscado, pues me estaba molestando su insistencia. Sin decir nada más agachó su cabeza y salió tal cual yo le había pedido. Me acerqué lentamente, sintiendo una mezcla de culpa y remordimiento crecer dentro de mí. Al mirarla detalladamente, su rostro se me hizo más nítido bajo la luz suave. Había algo en ella que me resultaba familiar. De repente, los recuerdos de aquella noche lluviosa comenzaron a inundar mi mente. —No puede ser... es ella —murmuré Y las imágenes me golpearon con fuerza. La parada de autobús, la joven empapada, mi oferta rechazada... Alexandra era esa muchacha. Cogí la ficha médica invadido por la curiosidad, y al ver que la fecha de su accidente coincidía con la de ese día, mis piernas se aflojaron, y me senté en una de las sillas junto a la cama, incapaz de apartar la vista de ella. —No puede ser posible... La culpa me envolvió. Si hubiera insistido un poco más aquella noche, si no hubiera aceptado su rechazo tan fácilmente, quizá ella no habría terminado en este estado. Soy un cobarde. Si hubiera sido más persuasivo, ella estaría bien ahora. Todo esto es mi culpa. El remordimiento invadió mi mente. Sentí un profundo dolor por mi indiferencia aquella noche. Ahora, esta joven, que estaba destinada a darme un hijo, sufría por mi falta de acción. —Alexandra, lo siento tanto. Nunca imaginé que te vería así. Debí haber insistido, debí haberte ayudado. Ahora, mírate... y todo por mi culpa. El silencio de la habitación era ensordecedor, roto solo por los sonidos de los monitores y el respirador. Apoyé la cabeza en mis manos, tratando de ahogar el torbellino de emociones que me abrumaba. Verla así, indefensa, conectada a máquinas que la mantenían con vida, me hacía sentir una responsabilidad que nunca antes había sentido. ¿Por qué tuve que ser tan insensible esa noche? Si hubiera hecho algo diferente, si hubiera insistido... pero no lo hice. La dejé ahí, sola, bajo la lluvia. Y ahora está aquí, en coma, por mi falta de acción. —Te prometo que haré todo lo posible para que estés bien. No dejaré que nada te pase, Alexandra. Te lo debo. Me quedé en la silla, observándola, mientras los pensamientos seguían corriendo por mi mente. Sabía que tenía que asumir la responsabilidad de mis acciones, o de mi inacción, y hacer todo lo que estuviera en mi poder para redimir mis errores. En ese momento, una nueva determinación comenzó a formarse en mi interior. Alexandra sería la madre de mi hijo. —Esto no puede quedar así. Debo hacer algo, debo cambiar las cosas. Alexandra, te prometo que haré todo lo posible para ayudarte. No te fallaré otra vez —le prometí, como si ella pudiera escucharme Con una sensación angustiante y la mente nublada por el alcohol, me quedé en la silla, observándola. Sabía que el camino por delante sería difícil, pero estaba dispuesto a enfrentar cualquier desafío y yo haría todo lo posible para darle una oportunidad y asegurarme que estuviera segura y cuidada. Eventualmente, el cansancio y el alcohol me vencieron, y me quedé dormido allí mismo, en esa incómoda silla. Unas horas después, fui despertado por una mano suave en mi hombro. Abrí los ojos y vi a una enfermera mirándome con preocupación. —Señor, ¿Se encuentra bien? —me preguntó en un susurro Me enderecé y froté mis ojos, tratando de despejar la niebla del sueño y la resaca. Me levanté lentamente, sintiendo cada músculo de mi cuerpo quejarse por la posición incómoda en la que había estado. —Sí, estoy bien. Gracias. La enfermera asintió y comenzó a revisar los monitores. Antes de salir, le eché un último vistazo. Salí de la habitación y me dirigí a mi cuarto. Después de tomar una ducha caliente, me sentí algo más despejado, aunque la culpa y la preocupación seguían presentes. Me puse ropa limpia y bajé a la cocina para prepararme un café bien cargado. Necesitaba estar completamente lúcido para lo que iba a hacer. Con el café en la mano, me senté en mi despacho y marqué el número del médico que estaba a cargo. —Doctor Rossi, soy Damiano Zorzi. Necesito hablar con usted sobre el estado de Alexandra —Claro, señor. ¿Cómo puedo ayudarle? —Quiero saber las posibilidades que hay de sacarla de este coma. Y quiero que haga todo lo posible por lograrlo. No escatime en esfuerzos ni en recursos. Si es necesario llamar a especialistas de cualquier parte del mundo, hágalo. El dinero no es un problema. Hubo un breve silencio al otro lado de la línea antes de que el doctor respondiera. —Entiendo, señor. La situación de la señora Zorzi, es complicada. Podemos intentar varios tratamientos y consultar con especialistas. Sin embargo, debo ser honesto, no hay garantías. —No quiero oír sobre las dificultades, doctor. Quiero soluciones. Haga todo lo que sea necesario. Contrate a los mejores. No importa el costo. Solo quiero que tenga una oportunidad de salir de esto. —Haré todo lo posible, señor. Organizaré una consulta con algunos de los mejores neurólogos y especialistas en cuidados intensivos. Comenzaremos de inmediato. —Gracias, doctor. Confío en usted. Manténgame informado de cada paso. Colgué el teléfono y me dejé caer en mi silla, respirando profundamente. Sabía que había tomado la decisión correcta, pero el camino por delante sería difícil y lleno de incertidumbres. Aun así, no podía permitir que siguiera sufriendo por mi culpa. Así que me dispuse a enfrentar lo que fuera necesario para darle la oportunidad que se merecía. Iba a asegurarme de que recibiera el mejor cuidado posible y de que tuviera la mejor posibilidad de despertar y tener una vida plena, sin importar el costo o el esfuerzo requerido.Capítulo 5 —Nueva vida.AlexandraIntentando abrir mis ojos, sentí mis párpados pesados, así como también mi cuerpo entumecido, y mi boca reseca; me sentía cansada, falta de energía como si no hubiese dormido en mucho tiempo, por lo que haciendo un gran esfuerzo logré ver un atisbo de luz que apenas logré abrirlos.Llevando la mano hasta mi cabeza, sentí el ardor de una aguja en el dorso de ella, y observando esta, noté que me hallaba conectada a un montón de máquinas, incluyendo una solución que me mantenía hidratada.—Ayuda…Dije con voz rasposa, una que salió tan bajo que nadie logró escuchar; moviendo mis manos con torpeza, quité las sábanas que cubrían mi cuerpo, y notando que llevaba una bata de hospital, intenté colocarme de pie, pero mis piernas me fallaron, y me desplomé al suelo cayendo a bruces.—¡Señora Zorzi!Corriendo, entrando a lo que parecía una sala de hospital improvisada, una mujer de mediana edad, cabello oscuro; intentó colocarme de pie, tirando de mi espalda, y
Capítulo 6 — No me iré. AlexandraObservando al pequeño bebé mientras dormía, liberé una bocanada de aire, mientras meditaba sobre lo sucedido los últimos días; mi vida había cambiado tanto, que creía que todo se trataba de un sueño.Extendiendo mi mano despacio, la acerqué a él, quien reposaba plácidamente en su cuna; y acariciando sus mejillas sonrojadas, sonreí al sentir la calidez de su piel, notando que era real, que no se trataba de un sueño.—Señora Zorzi... Su esposo acaba de llegar.Tras más de dos semanas de despertar del coma, recuperar la movilidad progresivamente de mi cuerpo, al fin conocería a mi captor, al responsable de encontrarme en este lugar, y asintiendo; solo apreté mis manos alrededor del barandal de la cuna, por lo que estaba pronto a venir.Decir captor, creo que era un calificativo pequeño para este tipo. Quien me había mantenido cautiva por muchos meses, me había inseminado sin mi permiso, y decía ser mi esposo. Un hecho que, por más que aclaré, nadie me c
Capítulo 7 —Frente a frente.Damiano:Llamé a mi abogado, Marcos Lombardi, para discutir la situación del bebé con Alexandra. Necesitaba asegurarme de que el contrato que había firmado con el exnovio de Alexandra, Bruno, me garantizaría la custodia del niño. Nos reunimos en mi despacho, donde Marcos llegó puntualmente, como siempre.—Marcos, gracias por venir. Necesito hablar contigo sobre el contrato que firmé con Bruno Monti. Quiero asegurarme de que tengo todos los derechos sobre el bebé.—Claro, Damiano ¿Tienes una copia del contrato para que lo revise? —me respondió con el tono profesional que siempre tenía cuando tocábamos temas legales e importantes. Le pasé el contrato y lo observé mientras lo leía detenidamente. Sabía que Marcos era meticuloso y que no dejaría pasar ningún detalle. —Este contrato establece que el señor Monti, como tutor legal de Alexandra Valente, te cede todos los derechos sobre el niño a cambio del pago de las deudas del hospital, y una gran suma de dinero.
Capítulo 8 —Intruso.Narrador. Bruno, tras la visita de Zorzi no quedó muy conforme, y aunque se comprometió a alejarse de Alexandra, quien sospechaba basándose en la petición de Damiano había despertado, no lo haría. De ninguna manera se alejaría de su verdadero amor, solo por la exigencia de un desconocido, quien llenó su cuenta de dinero de nuevo.Saliendo del club, regresó al departamento que compartía con ella, y realizando un par de llamadas, le pidió a sus contactos averiguar todo sobre el hombre adinerado; el cual tenía no solo dinero para arrojar al cielo, sino también un sin fin de empresas, y una reputación que lo hacía parecer un hombre íntegro ante la sociedad.—¿Estarás bien?Musitó mirando la fotografía de la residencia Zorzi, y determinado a visitarlo esa misma tarde, tomó una ducha, y salió rumbo a la casa que habitaba su ex prometida con su bebé.—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarlo?Saliendo uno de los hombres encargados de la seguridad de la mansión, le preguntó
Capítulo 9 —¿Estaba fingiendo?Damiano:La irrupción del ex novio de Alexandra, en mi casa, me dejó bastante trastornado, fue una situación por demás violenta, esas de las que a mí no me gusta participar. Por suerte, Antonio estuvo para evitar que pasara mayores. Sentí pena por Alexandra, un sentimiento que odio, pero lo sentí, pues ese hombre era el típico abusivo y ella había estado a su merced por mucho tiempo. La invitación a la fiesta llegó en un sobre lacrado, un evento importante al que no podía faltar. Decidí llevar a Alexandra, quien se haría pasar por mi esposa, ya que la invitación decía claramente Damiano Zorzi y señora. Sabía que sería un reto mantener las apariencias, pero era necesario.—Alexandra, recuerda que en esta fiesta debemos comportarnos como una pareja casada. No podemos permitirnos ningún error.—¿Es necesario que yo vaya?—Sí, es muy importante para mí. Así que vendrás conmigo y te harás pasar por una esposa enamorada.—Pero, Damiano…—Pero nada, Alexandra,
Capítulo 10.— Dispuesto a ayudar.Alexandra Valente.Tras sentir las manos de Damiano recorrer mi cuerpo con lujuria, y casi cometer la estupidez de acostarme con él, producto al alcohol, traté de calmar mi respiración agitada al verlo desaparecer de mi vista al ingresar a su habitación, y ordenando mi vestido desarreglado, liberé un poco de aire.—¿Qué fue lo que sucedió? Casi me dejo llevar.Solamente una estúpida no entiende qué es lo que casi sucede. Damiano por más imbécil que fuese, no se podía negar que era un hombre muy apuesto, inteligente y exitoso, sin mencionar que el alcohol ingerido en la fiesta me hizo perder el control. Tomando el pomo de mi puerta, ingresé a la habitación que ocupaba, y dejándome caer en la cama, me pregunté cómo haría para verlo a la cara al día siguiente.—Buen día, señora, la comida está servida.Descendiendo por las escaleras, llegué a la enorme estancia, la cual era arreglada por el personal, y hallándome en el camino al ama de llaves, me indicó
Capítulo 11— La visita de un ser querido. Narrador. Así como acordaron, un par de días después de la propuesta, Analía, la prima de Alexandra, llegó a la ciudad, gracias a la colaboración económica de Damiano, dichosa de ver a su ser querido luego de un tiempo. — Recuerda que somos un matrimonio feliz, Analía es importante para mí. De pie en la amplia estancia de la mansión Zorzi a la espera de que la antes mencionada llegara. Alexandra pidió a su supuesto esposo, quien se hallaba allí solo para mantener la imagen de la familia feliz, y viendo cómo la puerta era abierta de pronto por Antonio, Alexandra sintió sus ojos cristalizarse ante la alegría que sentía en ese instante. — ¡Alex! Caminando a ella, ignorando a los demás presentes en el lugar, Analía se acercó a Alexandra, o a Alex, como solía decirle por cariño para abrazarla, y dejando un par de lágrimas caer, dijo. — Cuánto tiempo sin verte… Estás hermosa. Tomándola de las mejillas, las dos se observaron en silencio, y s
Capítulo 12 — Sangre.Narrador:Alexandra llegó al apartamento de Damiano, en el centro de la ciudad, donde se encontraba alojada Analía, cargando a Giovanni, su hijo, en brazos. El niño estaba tranquilo al principio, pero algo en su expresión preocupó a Alexandra, quien sabía que cualquier pequeño cambio podría ser indicativo de algo más serio. Analía la recibió, abriendo la puerta de par en par.—¡Alexandra! Te estaba esperando ansiosa. Adelante, pasa. ¿Cómo estás? —ofreciéndole una cálida sonrisa.—Hola, Analía. Todo bien, solo un poco agotada con todo esto de ser madre primeriza —le respondió sonriendo y redondeando los ojos.Analía miró al pequeño Giovanni y su sonrisa se amplió.—Es un bebé precioso. Debes estar muy orgullosa.Alexandra sonrió, pero antes de que pudiera responder, notó que Giovanni comenzaba a retorcerse en sus brazos. Al principio pensó que solo estaba incómodo, pero pronto se dio cuenta de que algo no estaba bien. Su rostro se arrugaba en una mueca de dolor y