—¡Oh, Chantel! Estaba esperándote ¿En donde te habías metido mujer?
La voz chillona de la jefa de Chantel resonó en los oídos de la chica. Pensando que ni siquiera podía tener cinco minutos de paz en el baño de damas. Entendía que era la asistente de la mujer, pero al menos podría respetar su espacio.
—Estaba en el baño señora Wons.
Chantel trabajaba para una revista importante de la ciudad de Anchorage (Alaska) ubicado en el extremo noroeste de América del norte (EE.UU).
Ella era la asistente de una prestigiosa editora, la señora Reina Wons. Escribia artículos sobre la moda y ropa interior. Chantel siempre quiso ese puesto, escribir era lo suyo. Pero llegar a esa cima no era para nada fácil. Así que por los momentos debía conformarse con llevarle café a su jefa y todo lo que está nacesitase.
—¡Ah sí! Bueno, ya estás aquí. Antes de que te marches necesito que recojas unos vestidos que me fueron enviados y los lleves a mi coche. Están en la bodega.
—En seguida señora Wons.
Solo faltaba diez minutos para acabar con su horario de trabajo pero su adorada jefa le encantaba robarse más de su tiempo… uno que no era pagado. Resignada suspiro, tomo su abrigo y pertenencias para terminar con su trabajo.
Caminaba distraída hasta su casa, hacía mucho frío en Anchorage… eran pasadas las cinco las de tarde, a pesar del día de perros que tuvo esa tarde se encontraba feliz… ya que al día siguiente era sábado y no tendría que trabajar y verse obligada a ver la cara de su jefa.
A escasos metros de su apartamento un bulto negro y peludo llama su atención… por un costado de su edificio había un pequeño callejón donde existía un contenedor de desechos perteneciente a la residencia. Y allí estaba ese bulto ¿Pero que era? La chica curiosa pero temerosa camina despacio hasta el mordiendo su labio.
Estando cerca Chantel noto que era un perro… frunció el ceño. Se encontraba casi acurrucado.
—¡Oh Dios! Está herido. Dijo agachándose. —¿Estará muerto? Se pregunto.
Fue a tocarlo pero vio que el animal se medio movía… retrajo la mano, lo miro un rato más. Era hermoso, admiro el pelaje grueso y negro. Nunca había visto a un perro como ese… cuando el animal movió el osico, Chantel retrocedió asustada cayéndose de culo.
—Joder… ¡es un maldito lobo! Exclamó.
Se puso en pie rápidamente e hizo el intento de entrar por la puerta del servicio del edificio. Pero algo la detuvo, cuando volteo enfoco aquellos hermosos y penetrantes ojos azules. La dejo impactada, su corazón latió como loco.
El animal la miraba fijamente sin hacer ningún movimiento. Ella volvió sobre sus pasos acercándose al lobo, a lo que escucho de parte de él un quejido lastimero.
—¡Hey! ¿No me morderas verdad? Solo… voy ayudarte ¿Está bien? Sonríe asustada.
Debía estar más loca que una cabra… a quien se le ocurría salvar la vida de un lobo. Pero la mirada de ese animal la atrapó. Parecía tan inofensivo, tan dulce. No tenía corazón para dejarlo morir.
[...]
Arquímedes después de adentrarse en la cuidad, tratando de evitar toparse con personas que pudieran darse cuenta que era un lobo al final la debilidad lo agotó. Había perdido muchísima sangre, cayendo inconsciente en un pequeño callejón.
No tenía idea del tiempo que tenía allí tirado, pero una voz melodiosa lo despertó. Y ese olor… ese grandioso olor llegó a sus fosas nasales inundando todo su sistema nervioso. Le devolvió la vida en un instante, cuando ya no podía más… cuando se había rendido dejándose morir… el aroma de ella al fin llegó a él salvandole la vida.
Abrió los ojos y allí estaba, era increíblemente hermosa. El frío hacia que sus mejillas se volvieran más rosadas, sus ojos eran color ámbar, y ese tono de piel blanquecino parecía de terciopelo. Pero lo más hermoso de ella era su cabello, le recordaba a los magestuosos lobos blancos. Eran una rareza entre las manadas, exóticos y hermosos.
Llevaba el cabello plateado, tan largo que pasaba la curva de su cintura. ¡Dios! Era una hermosa hembra humana. Y esa chica era su luna. Su salvación.
[...]
Chantel no encontró otra manera de meter el cuerpo del lobo hasta su casa que utilizar el carrito que se usaba para transladar cosas pesadas. Y le sirvió de mucho, porque una media hora después se encontraba en el quinto piso atendiendo al pobre animal.
—¡Mierda! Te han disparado amigo ¿En qué líos te metiste? Decía ella intentando sacar la bala.
No era experta en la medicina pero con las pinzas de ceja que tenía esperaba que pudiera servirle para extraer la bala. Unas vueltas más, hasta que extrajo la cosa metálica.
—Si. Dijo victoriosa. —Deberia estudiar medicina, se me da bien. Dijo con la bala en las manos.
Pero no se percató que la herida comenzó a sangrar mucho y al hacerlo se alarmó presionando con muchas mantas.
—Tranquilo amigo, te ayudaré.
[...]
Por la noche Arquímedes despertó miro su pata y está ya estaba sanada. Su cuerpo también sano a la perfección, pero aún seguía en su forma lobuna. Eso quería decir que esa noche no había luna.
Se puso en cuatro patas caminando por la casa guiado solo por su olfato, la buscaba a ella… entro en una habitación y allí estaba la chica, completamente dormida. Entro despacio acercándose hasta la cama, la olfateó y babeo en seguida. Era ella, no había dudas olía a lavanda. Como la que crecía en la manada.
Se sentó solo a observarla y pensar cómo le iba hacer ahora para explicarle todo a esa chica humana... Ser humana significaba un gran problema, estos solían ser muy escépticos tratándose de asuntos de hombres lobos y brujas o cosas sobrenatural. Se echó al lado de la cama, aún sentía los efectos del cansancio pero al menos esa noche dormiría en paz como no lo hacía en mucho tiempo.
De las miles de lobas que habían, tenía que ser una humana la que desharía su hechizo... Bueno, por la mañana se preocuparía en pensar que hacer para solucionar ese detalle sobre ella. El lobo poso la cabeza sobre sus patas y poco a poco cerró los ojos aspirando solo el aroma de su chica.
Al salir el sol algunos rayos de luz se filtraron por la ventanilla de la habitación de Chantel, lo que la impulso a moverse y con eso terminó por despertarse. Se sentó en la cama y al poner un pie en el piso se dio cuenta que había pisado al pobre animal.—¡Oh por dios! ¿Tú qué haces aquí? Brama.Arquímedes levantó la cabeza con sus dos orejas puntiagudas y aquellos hermosos e hignoticos ojos azules.—Eres muy hermoso ¿Lo sabías? Ella le sonríe lo que causa que el mueva la cola. —¡Oh! ¿Te caigo bien? Que bien, porque no deseo que me muerdas.La chica tímidamente y un poco temerosa acaricia una de sus oreja, Arquímedes se deja y si
Esa chica si que tenía una buena imaginación, pero se equivocaba en todo. Nadie lo esperaba, ¿Como le haría para saber el nombre de ella? Hasta ahora no lo había dicho y era frustrante. El lobo volvió a posar el osico sobre sus pies, tenerla así era maravilloso pensó Arquímedes. Su olor lo embriagaba por completo.De pronto comenzó a sentirse extraño, se puso en cuatro patas y corrió hasta la ventana. La noche estaba por caer y con ella la luna aparecería, se convertiría en un humano esa noche ¡Mierda!—Oye lobito ¿Que pasa? Chantel se puso en pie y rasco su oreja. —Voy a darme un baño, no hagas travesuras.Este la vio encerrarse en el baño y el se preocupo, quizás solo tuviera uno
Chantel se ríe a carcajadas después de escucharlo hablar.—¿Hombres lobos? ¿Brujas? ¿500 años? Continua riendo. —Debe ser una broma de mal gusto, quizás esto sea un sueño. O simplemente yo me caí en el baño y...—Chantel. Esto es real.—No… tú no eres real. Lo señala con el dedo poniéndose en pie.—Entonces ¿Como sane de mi herida? ¿Como cerró tan rápido?—Bueno… Ella suspiró. —No lo se, ok no lo sé. Pero nada de esto tiene sentido para mí. Los hombres lobos no existen, ja, y ni hablar de las brujas.
—Escucha yo solo deseo que me conozcas, no soy una persona mala y mis intensiones hacia ti son sinceras.—Necesito irme a descansar. Esto es mucho para procesar.—Mañana no estaré aquí.—¿Te vas? Pregunto sorprendida.—No. Solo que te recuerdo que regresare a mi forma de lobo por la mañana.—Entiendo… bueno yo, lo siento debo intentar dormir y pensar las cosas. Estoy abrumada.—¡Está bien! Responde un tanto triste.—El sofá es cómodo, puedes… bueno allí puedes dormir.
—Me siento… jadeo. —Me siento extraña, yo… necesito. Ella se gira para encararlo. —Necesito más de lo que acaba de pasar, ¿Que me pasa? Susurra contra el pecho desnudo de Arquímedes.—¡Es normal! Sonríe sujetando su cintura contra su erección. —Mi aroma llama tu atención.—¿Tu… tú qué? ¡Joder Arquímedes! Yo no comprendo nada de esto. Ella posa la frente sobre ese pehcho firme y músculoso.—Tengo toda la noche para explicarte lo que quieras.—Si. Eso me parece bien.Luego de una cena un tanto silenciosa, pero de m
Lentamente la acostó en el sofá acomodando ese frágil cuerpo virginal, como pudo acomodo su enorme cuerpo musculoso sobre el de ella. Realmente era muy grande para ella, pero eso no importaba.—Chantel. Susurra con la carne de su boca.—¡Oh! Dime… gimió contra sus labios, estaba completamente excitada.—No puedo llegar muy lejos contigo.—¿Porque? Está se quejo aferrandose del cuello.—No puedo. Responde como reprimiendo sus ganas.—Q
Al día siguiente Chantel se removió sintiendo una calidez a su lado que le agrado bastante. Pero esa calidez respiraba, era peluda y olía a su champo. Está abrió los ojos fijándose que se había quedado dormida encima de Arquímedes, pero ahora volvía a ser un lobo.Se incorporó y el lobo se despertó al no sentirla sobre su cuerpo. Ella lo miró, seguido de eso acaricio su oreja. Le encantaban esas orejas peludas.—Buenos días. Sonríe. El lobo le lamió por el cuello erizandole todo el cuerpo a la chica. —Supongo que son tus buenos días. Está se ríe por la intensidad del beso del animal.En eso ella ve por la ventana dándose cuenta que el sol había salido.
El lobo los vio salir cogeando y corriendo a duras penas… se dio la vuelta para ver a su luna tirada en el suelo, más asustada que nunca tanto por los agresores como por el mismo. Lo podía ver en la forma en que lo estaba observando. Este bajo las orejas como un sumiso, relajando su cuerpo, el lomo de su espalda se encontraba engrinchado así que supo que eso la tenía asustada.Camino en dirección hacia ella con la cabeza agachada, al parecer ella entendió que no la lastimaría. Chantel acercó su mano y Arquímedes la lamió, seguido de eso ella acaricio su oreja.—¡Gracias! Sonríe con timidez.Y después de eso la joven abrazo al lobo que se había sentado en dos patas delante de ella. Chantel comenzó