AMELIE.
ACTUALIDAD.
Un día hermoso, quizás sería el mejor; la última oportunidad que le doy a éste matrimonio que poco a poco me está consumiendo la vida. Eran apenas las ocho de la mañana y necesitaba salir temprano, para poder organizar una sorpresa para Dante, por su cumpleaños.
Me acerco hasta la oficina del gerente, y éste me recibe un poco serio.
—Señor Campell —El hombre levanta la mirada para observarme con el ceño fruncido, pidiéndome que prosiga—. Solicito permiso para ir a retirar a mi hija del kínder.
—Tómate el día, Verlice. Eres la mejor en tu área, por lo que no hay problema —responde sin volver a mirarme.
—Gracias, señor —digo, y salgo de su oficina.
Tomo mi cartera y me retiro del edificio. Subo a mi auto, y paso directamente por la escuela de mi hija. Necesitábamos hacer esto juntas, y me sentía emocionada. Hoy era su cumpleaños, por lo que, en verdad, deseaba que estuviera feliz y se diera cuenta de la familia que teníamos.
Me estacioné frente a la escuela, y la maestra ya estaba con Maga esperando afuera. Apenas bajo del coche, mi hija sale corriendo para alcanzarme y rodear sus bracitos en mí.
—¡Mami! ¡Mami! —grita emocionada. Me pongo de cuclillas y dejo un beso en su cabecita.
—Mi niña hermosa –susurro, levantándola al mismo tiempo en mis brazos. Miro a la maestra con una sonrisa—. Muchas gracias por todo lo que haces por ella.
—Es un placer, señora Lous.
Bajo a mi hija, para abrir la puerta trasera del coche, la pongo y la aseguro a ella allí, para luego subir en el asiento del conductor y ponernos en marcha.
—¿Preparada para darle una sorpresa a papi? —pregunto con una sonrisa.
Tenía planeado, cocinar algo, decorar un poco y almorzar juntos, ya que el por la tarde no estaría. Entregarle su obsequio y pues salvar esta familia. Diez años casados no son cualquier cosa.
—¡Si! —responde emocionada, prolongando la pronunciación de la letra “i”—. Papi estará muy emocionado… ¿verdad?
—Claro que sí, si la niña más hermosa le dará una sorpresa de cumpleaños.
Magali es la niña más hermosa que mis ojos han podido tener la dicha de ver, y es mía, mi hija. Tiene un parecido a mí, el color de mi cabello, mis ojos e incluso el color de piel.
Nos estacionamos frente a nuestra casa y disponemos a entrar, pero en el mismo momento en que ponemos un pie adentro, visualizo un bolso femenino que no es mío, y el presentimiento negativo invade mi cuerpo.
—Mami… —La voz de mi niña me saca de mi estupor. Le sonrío como si no estuviese sucediendo nada y me pongo a su altura.
—¿Puedes ir a la cocina y ver si hay todos los ingredientes? —Ella duda unos segundos, es muy inteligente, pero finalmente acepta y se dirige dando pequeños saltos.
Sin esperar más, comienzo a subir las escaleras, y con cada escalón, mi corazón latía más fuerte. A medida que me acercaba se oía gemidos, provenientes de mi habitación, obligándome a detener mis pasos, justo en frente de la puerta, y así poder respirar mejor.
Tomo el pomo y de una manera exageradamente lenta, comencé a abrir la puerta; y ahí esta él, teniendo sexo con una mujer en mi casa y en mi propia cama.
Quería gritar, quería golpearlos a ambos por verme la cara de estúpida por no sé cuánto tiempo, en especial, quería matarlo a él. Yo, Amelie Verlice, aguantando desprecios por querer salvar un matrimonio, cuando él ni siquiera piensa igual, no piensa en mí ni piensa en la hija que tenemos. Con esto me he convencido de que no hay marcha atrás con la decisión que voy a tomar.
Recordando que mi hija se encontraba en el piso de abajo, decido tomar mi celular y grabarlo todo, para tenerlo como prueba.
No me dolía que se haya enamorado de otra mujer, me dolía que me engañara, que haya hecho perder tanto tiempo en un matrimonio sin cura. Retrocedo unos pasos cuando tengo captado en cámara lo suficiente para poder hundirlo en caso que no acepte mis términos; y como si nada hubiese sucedido, me alejo de ese lugar.
Cuando estaba afuera, colocando a mi hija en el asiento trasero nuevamente, sentí el vibrar de mi celular, leí el nombre de mi colega e inmediatamente contesté.
—Patricia —Mi voz salió un poco más dura de lo que debía. Aún tenía esas ganas de subir nuevamente y golpearlos hasta saciarme completamente—. ¿Sucede algo?
—¡Uy! Estamos de malas por casa, pero ahora eso es lo de menos. Debes volver con urgencia a la empresa —avisa. Su voz es de una mujer preocupada, desesperada y ella no siempre se ponía de esa forma, además, no entendía porque debía volver si ya había solicitado permiso.
—He comunicado mi ausencia, Patty —manifiesto.
—Tal vez lo hiciste antes de que el nuevo presidente haya anunciado una reunión repentina. —Eso definitivamente sí es una sorpresa—. Por favor, amiga, ven lo antes posible. Ese hombre quiere conocer a todos los empleados, y no lo pidió tan amablemente.
—Mm… Entiendo —susurro, pero la verdad es que no entendía absolutamente nada.
No me quedaba más opción que llevar a Maga a la casa de campo junto a mi madre. Encendí el motor, y me puse en marcha, dirigiéndome hacia las afuera de la ciudad, por un sendero donde por los costados se veían animales de granja. Durante mi trayecto, contenía mis ganas de llorar frente a mí hija; porque no deseaba que me viera débil. Tomé el anillo de mis dedos con rabia y lo lancé por la ventana. Cuando finalmente llegamos a la casa, me disculpe con mi madre por la manera sorpresiva de llegar, que no tenía planeado hacerlo, pero surgió un inconveniente que se lo explicaría más adelante.
Y con un nudo en la garganta, conduje de regreso.
Durante mi viaje, estuve muy distraída, perdida en mis pensamientos y por más que hubiese deseado teletransportarme para poder llegar a tiempo, no lo lograría. Cruzo la puerta, y todas las miradas van dirigida a mi presencia. Todos estaban sentados, a excepción de un hombre alto, de unos, metro noventa, aproximadamente, cabello oscuro y ojos azules endemoniados. Quizás querían matarme por la interrupción, o tal vez sentía curiosidad. No podía reconocer esa mirada. bajé la cabeza en modo de respeto, no de sumisión; pidiendo una disculpa y diciéndole que prosiga con su discurso. Sin embargo, el gerente, el señor Campell, no podía resistirse a mantener su boca cerrada.
—¿Cómo te atreves a llegar tarde, señora Verlice? ¿No vez acaso que el presidente de la empresa ha solicitado una reunión? —Lo observo serena; con una contención insana de querer reírme de este hombre quien fue el que me ha dado el día libre, específicamente.
Arqueo una de mis cejas, observándolo. Es un chiste que diga tales palabras.
—Siento tanto mi demora, señor Campell, señor presidente. No estaba cerca y como la reunión fue repentina, no pude salir antes del tráfico. —Todo lo dije sin apartar los ojos del gerente. Él sabe que tuve su permiso y eso lo hace moverse incómodo, porque simplemente puedo decir que él fue quien me autorizó la salida.
Tampoco armaría una escena, porque no soy ese tipo de persona. Sin embargo, sentía la mirada clavándome del nuevo jefe.
—Ella tiene razón —dice, fuerte y claro—. No debes dirigirte a los empleados con ese tono. No eres más que un simple gerente de ésta empresa.
Todos los presentes dejaron de respirar por las palabras tan duras del nuevo presidente, que no podían creer.
En realidad, no me sorprendía. Frank es de los hombres que quiere regañar por todo. No suele medir sus palabras ante nadie y quizás el nuevo jefe ya tenía ganas de reprenderlo por no cerrar la boca.
Cuando la reunión llegó a su fin, decido encerrarme en mi pequeña oficina a tomarme el día. Todos sabían que tenía el día libre, por lo que estoy segura no me molestarán. Realmente estaba demasiado distraída, y cuando el horario estaba llegando a su fin, recibo un encantador mensaje de mi esposo Dante. Un mensaje muy seductor.
El mensaje me pareció repugnante, y con la rabia instalada en la sangre y la decisión tomada; decidí quedarme unas horas extras en la oficina y así, poder redactar un acuerdo de divorcio. Un buen rato después, cuando me convencí de todo lo que solicitaba en este documento, lo firmé sin dudar ni un segundo y salí de la empresa, dispuesta a negociar con Dante.Él no tenía ni idea de que yo lo había pillado con su amante y mucho menos, la sorpresa de cumpleaños que le daría en este instante. Cuando me estaciono frente a la casa, tomo a carpeta donde se encuentra el documento, junto un lapicero y con pasos seguros, me adentro en el interior.Estaba en silencio, con las luces tenues, decorados con rosas y algunas velas y el aroma de una cena exquisita. Sonreí, porque si no hubiese visto lo de hoy, hubiera caído fácilmente a este juego de seducción. Talvez,
Reconocía a la perfección ese rostro, por el simple hecho, de que se grabó de forma instantánea en mi cabeza. Cada uno de sus gestos de placer, cuando cabalgaba sobre el hombre que juró ser fiel hasta el final de nuestros días. —¡Hermano! —gritó, con una alegría digna de admirar. Sin embargo, yo estaba tensa con su manera de llamar a mi jefe. Estaba aún más sorprendida, y la situación comenzó a encajar. No me extraña que Dante haya aceptado con tanta facilidad marcharse con las manos vacías, sin ningún centavo, sin darme pelea. Obviamente, la respuesta la tenía en frente de mis ojos. Tenía una mujer rica a su lado. —¿Qué haces aquí, hermana? —preguntó con un tono carente de felicidad, lo opuesto a como ella se encontraba en estos momentos—. ¿Sigues con la misma idea de siempre? —Mi bebé ya se divorció, me lo ha asegurado y ahora, por fin podremos casarnos. ¡¿No es eso lindo?! —manifiesta, como una niña viviendo un cuento de hadas. “Claro q
Dentro del salón, tuve que actuar como si en verdad no me importaba nada, y la verdad, es que es así. Admito que sí me molesta el hecho, de que conmigo, nunca se ha mostrado interesado en mis asuntos, y ni siquiera, pensó en nuestra hija. Pero fuera de eso, nada más. —Hola —La misma voz chillona y venenosa de la hermana de mi jefe. Volteo para enfrentarla con la sonrisa más radiante que puedo brindar. Sé cuáles son sus intenciones, y no le permitiré tales actos sin defenderme—. Mucho gusto; soy Isidora Wright, la hermana de Ismael. La observo sin importancia, demostrando desinterés en su papel, pero con bastante educación. —El gusto es mío —respondo, tomando su mano de forma educada y ejerciendo una leve presión sobre ellas—. Soy Amelie Verlice; jefa del departamento de ventas. Mi respuesta al parecer la descoloca un poco, haciendo tambalear su sonrisa irónica. Del mismo modo, veo como el rostro de mi ex esposo se vuelve rojo, quizás por la vergüenza. —Hermano, pensé que era tu a
Cuando la luz del día se filtra por la ventana del majestuoso hotel, me doy cuenta de todo. Los recuerdos de mis comportamientos pocos prudente, el socio acosador y, sobre todo, los labios de mi jefe, consumiéndome. Llevo mis dedos sobre mis labios, como si con ello pudiera repetir el momento, hasta que caigo en cuenta, que estoy sentada y completamente desnuda.Miro para un costado y puedo verlo a mi lado. El señor Wright se encuentra profundamente dormido, con todas sus facciones relajadas.¿Realmente lo hice?Me levanto de la cama con mucho cuidado para no despertarlo; observo mi vestido completamente desgarrado, por lo que obviamente no tengo con que salir. Me pongo a rebuscar en cada cajón de su estantería hasta que encuentro un pantalón, una remera y sin dudarlo, me visto con ellos. Tomo mi bolso de mano, después de dejar bien doblado mi pobre vestido roto, y camino hasta la salida. Hecho una última mirada al hombre que me dio la mejor noche de placer, para salir completamente.
El día lunes llegó, y volver al trabajo era una situación por la que no quería atravesar. Parecerá algo muy infantil de mi parte, pero no tengo idea de cómo enfrentarme a la situación de mirarlo a los ojos, sin que se me venga el recuerdo de lo que hicimos.Doy varias respiraciones profundas, y camino fuera de mi habitación, donde me encuentro con mi madre.También debo buscar una niñera que se encargue de mi hija, pues salgo más temprano de la casa que ella, y por el momento es mi madre quien se encarga de ayudarme.—Gracias por quedarte con ella. De verdad. Prometo encontrar una niñera lo más pronto posible —digo, apenada pues sé que está dejando de lado su trabajo en el campo, por quedarse aquí con Maga.—No digas tonterías. Sabes que estoy feliz de quedarme con mi nieta.—Gracias de todas formas —musito y me acerco a abrazarla—. No sé qué haría sin ti.—Anda; ve a trabajar mi niña, que yo, me encargo de llevarla al kínder —manifiesta.Salgo de la casa y me monto en mi coche. Condu
ISMAEL WRIGHT.Volver a estas tierras no estaban parte de mis planes, pero aquí estaba, furiosamente concentrado en el trabajo, tratando de disipar los recuerdos del pasado que aún me golpean con fuerza.Había una presión asfixiante comprimiendo mi tórax, impidiendo con eso, que pueda respirar libremente.Cuando pisé tierra, lo primero que solicité fue una reunión, para que todos me conozcan y sepan que soy su nuevo jefe. Dejarles en claro que soy el que manda y que las cosas se harán como yo lo dicte. Sin embargo, en el rebaño, siempre existe un que es rebelde y en mi caso, en la empresa había una mujer en particular que, se veía bastante empoderada, tranquila y a su vez, muy inteligente.Cuando llegó a la sala de conferencia, donde todos estábamos, quede en shock con el parecido que tenía con Jen, mi ex novia. Esa mujer me atraía de sobre manera, pero su traición me llevó a alejarla de mí.No obstante, ver a alguien con tal similitud, me generaba cierto sentimiento de dolor; los rec
AMELIEMartes.Hoy sería un gran día, o por defecto, eso tendría que ser así; pues, al lograr firmar un contrato de suma relevancia para la empresa, es motivo para celebrarlo con todos los empleados. Sin embargo, la mala suerte despertó abrazado conmigo, y me he dado cuento que me dio los buenos días, en el momento exacto, en que mi café se derramó por mí al resbalarse de mis manos.Ahora, luego de cambiarme, estaba saliendo de la casa, con el tiempo pisándome los talones. Subo a mi coche. Incrusto las llaves donde deben ir, e inmediatamente lo giro para encenderlo, pero este no lo hace.—No, no, no —susurro para mi sola. Este no es momento.Anoche funcionaba a la perfección.En ese instante, mi celular suena, y es solo un número desconocido lo que aparece en pantalla. Miro la hora, y deduzco que no será del trabajo, porque aún falta unos pocos minutos para la entrada. Contesto.—¿Bueno? —hablo, con una duda latente. Todo mi día inicio con el pie izquierdo, que no quiero otra sorpresa
Cuando finalmente llegamos a la empresa, decidí bajar por mi cuenta del coche. Mi jefe en esta ocasión, no se molestó por demostrar su caballerosidad, y no es que me importe mucho en realidad. Ya estaba lo suficientemente nerviosa con su cercanía, que necesitaba respirar con tranquilidad y pensar en su comportamiento raro.Llego a mi oficina y dejo la cartera sobre un de los sofás, justo cuando Patty, ingresa, con una sonrisa pícara en el rostro.—Vimos que llegaste con el jefe —musita, coqueta, moviendo repetidas veces las cejas de arriba para abajo.Ruedo los ojos.—Sí, Patty. Llegamos juntos, no vinimos juntos.—Son las nueve de la mañana, casi las diez. ¿Dónde estabas? —La verdad, no estaba en mis planes que fui a desayunar con él, porque no me dejaría en paz.—Mi carro simplemente decidió no funcionar hoy. Por eso mi retraso. Además, estaba monitoreando a futuros clientes —suspiro—. Me conoces más que nadie, Patty y sabes cuál es mi manera de trabajar.—Está bien, solo quería bro