ISMAEL WRIGHT.Volver a estas tierras no estaban parte de mis planes, pero aquí estaba, furiosamente concentrado en el trabajo, tratando de disipar los recuerdos del pasado que aún me golpean con fuerza.Había una presión asfixiante comprimiendo mi tórax, impidiendo con eso, que pueda respirar libremente.Cuando pisé tierra, lo primero que solicité fue una reunión, para que todos me conozcan y sepan que soy su nuevo jefe. Dejarles en claro que soy el que manda y que las cosas se harán como yo lo dicte. Sin embargo, en el rebaño, siempre existe un que es rebelde y en mi caso, en la empresa había una mujer en particular que, se veía bastante empoderada, tranquila y a su vez, muy inteligente.Cuando llegó a la sala de conferencia, donde todos estábamos, quede en shock con el parecido que tenía con Jen, mi ex novia. Esa mujer me atraía de sobre manera, pero su traición me llevó a alejarla de mí.No obstante, ver a alguien con tal similitud, me generaba cierto sentimiento de dolor; los rec
AMELIEMartes.Hoy sería un gran día, o por defecto, eso tendría que ser así; pues, al lograr firmar un contrato de suma relevancia para la empresa, es motivo para celebrarlo con todos los empleados. Sin embargo, la mala suerte despertó abrazado conmigo, y me he dado cuento que me dio los buenos días, en el momento exacto, en que mi café se derramó por mí al resbalarse de mis manos.Ahora, luego de cambiarme, estaba saliendo de la casa, con el tiempo pisándome los talones. Subo a mi coche. Incrusto las llaves donde deben ir, e inmediatamente lo giro para encenderlo, pero este no lo hace.—No, no, no —susurro para mi sola. Este no es momento.Anoche funcionaba a la perfección.En ese instante, mi celular suena, y es solo un número desconocido lo que aparece en pantalla. Miro la hora, y deduzco que no será del trabajo, porque aún falta unos pocos minutos para la entrada. Contesto.—¿Bueno? —hablo, con una duda latente. Todo mi día inicio con el pie izquierdo, que no quiero otra sorpresa
Cuando finalmente llegamos a la empresa, decidí bajar por mi cuenta del coche. Mi jefe en esta ocasión, no se molestó por demostrar su caballerosidad, y no es que me importe mucho en realidad. Ya estaba lo suficientemente nerviosa con su cercanía, que necesitaba respirar con tranquilidad y pensar en su comportamiento raro.Llego a mi oficina y dejo la cartera sobre un de los sofás, justo cuando Patty, ingresa, con una sonrisa pícara en el rostro.—Vimos que llegaste con el jefe —musita, coqueta, moviendo repetidas veces las cejas de arriba para abajo.Ruedo los ojos.—Sí, Patty. Llegamos juntos, no vinimos juntos.—Son las nueve de la mañana, casi las diez. ¿Dónde estabas? —La verdad, no estaba en mis planes que fui a desayunar con él, porque no me dejaría en paz.—Mi carro simplemente decidió no funcionar hoy. Por eso mi retraso. Además, estaba monitoreando a futuros clientes —suspiro—. Me conoces más que nadie, Patty y sabes cuál es mi manera de trabajar.—Está bien, solo quería bro
Hice una mueca, cuando sentí el frío líquido tocar mi piel. No iba a hacer una escena ridícula, pero sí, me sentía molesta, y desde un principio, presentí que esto iba a pasar. —Actos pobres, provienes de personas pobre de inteligencia —siseo—. No se preocupe por mí, señor Wright. Me extiende una servilleta, cuando la mujer que me vertió el agua se pone de pie. —¿Cómo te atreves a llamarme pobre? —grazna la misma—. Defiéndeme, Isma. Sonrío y me pongo de pie, para retirarme, tomando la servilleta de la mano de mi jefe. De reojo, pude notar, como se estaba conteniendo para no estallar, las venas en su cuello, y el puño hecho en su mano. —No debes molestarte por eso. A una cuadra de aquí hay ofertas en ropa. Digo, por si necesitas ir —dice su hermana, riéndose. —Siempre lo arruinas todo. ¿Es esa la educación que te di? —sisea mi jefe a su hermana. Ella tenía el rostro pálido después de escucharlo, asustada—. Me has decepcionado una vez más. Me has avergonzado frente a personas impor
La felicidad de mi hija, no se comparaba con nada, y a pesar de que, a cada rato, me recordaba que el hombre sentado en una de las sillas de mi cocina, era no solo mi jefe, sino el hombre más importante de todo el país y del mundo, trataba de mantenerme serena, aunque por dentro estallaba de emoción, como una adolescente. Se mostraba bastante cómodo, mientras hablaba de cosas sin sentido tanto con Maga y con mi madre, mientras yo, preparaba un zumo de naranja, para beber. —Entonces… ¿Qué hace un hombre poderoso como tú, acompañando a mi hija y a mi nieta, hasta la casa? —¡Mamá! —exclamo avergonzada. —¡¿Qué tiene de malo que pregunte?! Al fin de cuentas, no tienes experiencia con los hombres. —Nuestra relación es meramente profesional —respondo tajante—. Y ese, es un tema personal. No debes gritarlo a los cuatro vientos. El señor Wright, me observaba de forma meticulosa, y a su vez, intentaba ocultar la sonrisa en sus labios, quizás, para no hacerme sentir más avergonzada de lo qu
A penas puse un pie en la empresa, Patty y los chicos m bombardearon con preguntas. —¿Dónde te metiste anoche? Te he dejado miles de llamadas perdidas —inicia m amiga. —La noche estuvo estupenda, jefa. Solo faltabas tú —comenta otro de mis chicos. —Es verdad. ¿Por qué no has venida? —pregunta otra chica. —De verdad, lamento no poder estar, surgió algo importante, y tuve que buscar a mi hija del kínder —explico y parece que todos entienden. —Espero que podamos recuperar, además de que usamos tú dinero. Eres muy buena, jefa. En ese instante, aparece el señor Wright, y todos y cada uno de ellos, huyen como moscas asustadas, por un veneno en aerosol. “Vaya comparación, Amelie.” —¿De qué fiesta hablaban? —pregunta con la voz varonil y el ceño fruncido en confusión. —De nada importante, señor Wright. ¿Qué trae allí? —pregunto, para cambiar a conversación. —Escuche que utilizaste dinero, para una fiesta a la que, no asististe. Explícame. —Solo festejaron lo del contrato. Ya sabes,
ISMAEL WRIGHT.Peculiarmente, algo muy raro para una persona tan sedentaria como yo, esta mujercita recién divorciada, ha acariciado una fibra sensible en mí y ha despertado un sentimiento poco peculiar. El deseo desenfrenado de poseerla.Por el momento se ha mantenido muy tranquila, respondiendo a mis caprichos; sin embargo, muy en el fondo, estoy seguro, que ella es una fiera salvaje, capaz de sacarme de quicio en cuestión de segundos.La ayudé a ingresar a la nueva casa, que lo compré netamente para nosotros, no para terceros, ni para mí, sino para nosotros. Tanto ella como yo, podemos venir aquí cuando quisiéramos, sin siquiera preguntar nada.Me quito el saco y lo lanzo en el sofá, mientras me dirijo hacia la cocina. Quito una botella con agua y lo bebo, para después, voltear y verla observar el lugar, intacta en su lugar.—Es muy bonita —dice, y simplemente sonrío leve. Me encanta impresionarla.—¿Quieres comer algo? —Ella niega, mientras baja su bolso sobre el sofá y viene haci
Giro para ayudarla, aseguro a su hija, luego de tranquilizarla, posterior a eso a ella, abrocho su cinturón y me meto en el lado del conductor. Enciendo el coche pobre que tiene y nos pongo en marcha. —Lamento que hayas tenido que ver todo eso —susurro, la miro, y tiene la mejilla aun roja. Su hija se ha quedado dormida. —¿Lo ha hecho antes? —Me observa y sé que entiende a que me refiero. —Es un tema complicado. —¿Por qué lo permites? —No lo permito, es más, no me ha tocado en más de tres ocasiones, y antes de que digas algo, en ese tiempo estaba enamorada. El amor suele volver estúpidos a las personas, especialmente en la juventud —No digo nada, pues tiene razón. Nos vuelven imbéciles, cegados por las mariposas estúpidas. —¿Por qué no me despertaste? —No iba a molestarlo, además, no debería inmiscuirse en esto. Es una situación… —No me pidas eso. Me voy a meter porque, en primer lugar, ha golpeado a mi mujer frente a su hija —Hecho un vistazo a la niña y está dormida—, y segun