ISMAEL WRIGHT.Peculiarmente, algo muy raro para una persona tan sedentaria como yo, esta mujercita recién divorciada, ha acariciado una fibra sensible en mí y ha despertado un sentimiento poco peculiar. El deseo desenfrenado de poseerla.Por el momento se ha mantenido muy tranquila, respondiendo a mis caprichos; sin embargo, muy en el fondo, estoy seguro, que ella es una fiera salvaje, capaz de sacarme de quicio en cuestión de segundos.La ayudé a ingresar a la nueva casa, que lo compré netamente para nosotros, no para terceros, ni para mí, sino para nosotros. Tanto ella como yo, podemos venir aquí cuando quisiéramos, sin siquiera preguntar nada.Me quito el saco y lo lanzo en el sofá, mientras me dirijo hacia la cocina. Quito una botella con agua y lo bebo, para después, voltear y verla observar el lugar, intacta en su lugar.—Es muy bonita —dice, y simplemente sonrío leve. Me encanta impresionarla.—¿Quieres comer algo? —Ella niega, mientras baja su bolso sobre el sofá y viene haci
Giro para ayudarla, aseguro a su hija, luego de tranquilizarla, posterior a eso a ella, abrocho su cinturón y me meto en el lado del conductor. Enciendo el coche pobre que tiene y nos pongo en marcha. —Lamento que hayas tenido que ver todo eso —susurro, la miro, y tiene la mejilla aun roja. Su hija se ha quedado dormida. —¿Lo ha hecho antes? —Me observa y sé que entiende a que me refiero. —Es un tema complicado. —¿Por qué lo permites? —No lo permito, es más, no me ha tocado en más de tres ocasiones, y antes de que digas algo, en ese tiempo estaba enamorada. El amor suele volver estúpidos a las personas, especialmente en la juventud —No digo nada, pues tiene razón. Nos vuelven imbéciles, cegados por las mariposas estúpidas. —¿Por qué no me despertaste? —No iba a molestarlo, además, no debería inmiscuirse en esto. Es una situación… —No me pidas eso. Me voy a meter porque, en primer lugar, ha golpeado a mi mujer frente a su hija —Hecho un vistazo a la niña y está dormida—, y segun
AMELIE.El comportamiento de Dante es una de las razones por la que nuestro matrimonio se desvaneció, y pese a todas las señales, quise salvarlo hasta el último segundo. No funcionó.Esa noche, mi hija cayó enferma con fiebre de cuarenta grados. Es algo que suele suceder cuando tu garganta esta irritada y una fuerte gripa te va a llegar, pero no es una situación que implica que él tenga el derecho de arrebatarme a mi hija. Su amenaza me ha asustada, de hecho, sigo asustada. Él tiene todo el poder de ganar, se va a casar y su futura esposa tiene el dinero, mientras yo, solo soy una mujer soltera, incapaz de brindarle una familia a mi hija.Estaba muy asustada con la situación.No obstante, el temor desapareció solo un poco, pues cuando el señor Wright apareció, cierta paz se apoderó de mí, entregándole a él el peso de la situación. Se sintió bien no sentirse sola, cargando con todo.Me defendió como un príncipe azul defendiendo a su princesa, me protegió de los golpes del enemigo.No s
—¿Por qué lo corriste? —Mi madre se acerca a mí, reprendiéndome—. Se ha estado comportando de una manera muy caballerosa, y tú lo corres. —Ahora no, mamá. —¿Entonces, cuando? ¿Crees que me gusta verte de esta forma? Sola y triste. Desdichada —La miro incrédula. —No estoy triste ni desdichada, y mucho menos sola —respondo indignada. —¿Por qué lo hiciste? —insiste. —Por Maga. ¿Contenta? Ella se ha encariñado mucho con él, y pues, seamos honestos. Tanto el señor Wright como yo, no estamos preparados para una relación por mas solteros que estemos —explico—. Acabo de divorciarme y lo conozco hace apenas, unos días. “Y ya se conocen hasta el alma” —pienso. —Pero se atraen, podrían conocerse. Solo no te cierres. —Lo más importante en estos momentos es mi hija, su seguridad. Debo conseguir un buen abogado, porque Dante, me ha amenazado con quitármela —suelto, y mi madre, casi grita. —¡Ese imbécil! No va a lograr. Eres una excelente madre. —Pero estoy sola, no puedo darle una familia
El señor Wright solo entró a mi oficina para decirme eso, y obviamente, poder ver mi reacción; sin embargo, me mantuve serena en todo el tiempo que estuvo parado en mi puerta. Al final, parecía haberse molestado, por no darle la atención que esperaba y se marchó. Frustrado es la palabra que lo describe mejor. Reí en mis adentros. Y nuevamente, me concentré en mis tareas cotidianas, sumergiéndome de lleno en ellas. Ni siquiera me percaté que ya era de noche, hasta que nuevamente, él invadió mi espacio personal. —¿Qué es lo que buscas ahora, señor Wright? —pregunto con aburrimiento—. He perdido la cuenta de las veces que has ingresado aquí. —Entro a donde yo quiera, y cuando quiera —responde. Lo observo y tiene la ceja levantada, desafiándome—. Y en estos momentos, quiero entrar entre tus piernas. —¡Dios! Eres imparable. —Simplemente, suelta una carcajada. —Te voy a respetar. No haremos nada que no quieras, aunque deseo que también lo quisieras —Pongo los ojos en blanco—. Solo te
El trabajo en la empresa transcurrió con normalidad. El señor Wright no intervenía en lo que hacía, ni insistía en hablar conmigo, ni obligarme a cenar, ni nada. Pero, siempre me llegaba el almuerzo con una nota en la base de la vianda. A los quince días, comencé a quedarme hasta pasada la hora de la salida, y a eso se sumó la cena, que también me llegaba.Pocas veces nos cruzábamos, pero las veces que lo hacíamos, él trataba de mantener su distancia de mí. Me ignoraba y evitaba enormemente siquiera rosarme.Desde la última vez que hablamos, pasaron dos semanas. Son dos de ni siquiera hablar, de comunicarnos a través de su asistente, y en efecto, eso significa, que no me acompañará al viaje previsto de mañana.Con respecto a Dante, me ha llegado una notificación para fin de mes, y en teoría es una demanda por la custodia de mi hija. Realmente estoy preocupada. Será la primera reunión. El problema es que, desde que nos divorciamos, ni una sola vez se ha a cercado a Maga, y tampoco ha h
Oculta en la habitación de hotel, me dedico a trabajar. Hacer cualquier cosa que no sea pensar en Ismael Wright. Entre todos los hombres, tuve que venir a caer en sus garras de depredador intenso. Estoy tan solo en pijamas, cuando tocan la puerta. Con mi mano, agarro la bata y me la coloco, mientras camino hacia la entrada. Por la perilla, intento visualizar a la persona que se encuentra el otro lado, y me sorprendo al descubrir que se trata de mi jefe. Abro la puerta y lo enfrento. —¿En que lo puedo ayudar, señor Wright? —pregunto, manteniendo mi rostro sereno. Sin embargo, a él parece causarle gracia. —Lamento la hora —Pero perfectamente su rostro demuestra que lo menos que siente es pena, teniendo que aún es temprano—, solo quiero hablar respecto a lo que trata tu hija. Es decir, el acuerdo. —Imagino que ya te has tomado el tiempo de investigarlo todo. —Ismael sonríe y asiente. —Todo lo que provenga de ti, me importa. Creo que te lo he demostrado —responde, tranquilo—. ¿Puedo
ISMAEL WRIGHT. Desperté cuando la luz del sol invadía mi espacio. Abrazando un pequeño cuerpo desnudo. Su aroma peculiar, me encantaba. Parecía una mezcla afrodisiaca de flores y frutas, algo único, suave y exquisito. Su cabello enmarañado, cubría parte de su rostro, y cuando lo aparte, una pequeña arruga se formó entre sus perfectas cejas bien perfiladas. De forma suave, me moví para no despertarla, me levanté de la cama y caminé hasta las ventanas. Cerré las mismas con la cortina, impidiéndola alumbrar más de lo normal. Su rostro se mostraba relajado, como muy pocas veces logro ver. Serena y tan profesional. Tan astuta y tan tranquila a la vez. Toda ella. Ahora, acostada durmiendo en mi cama, después de hacerla mía, no solo una, sino varias veces en lo que transcurría la noche. No sé qué me ha hecho, pero dudo mucho que sea el parecido a Jen lo que me atraiga. Amelie tiene más carácter y más inteligencia. Ella es tan ella, tan sencilla y tan atrayente, que ni siquiera se ha dado