Dentro del salón, tuve que actuar como si en verdad no me importaba nada, y la verdad, es que es así. Admito que sí me molesta el hecho, de que conmigo, nunca se ha mostrado interesado en mis asuntos, y ni siquiera, pensó en nuestra hija. Pero fuera de eso, nada más.
—Hola —La misma voz chillona y venenosa de la hermana de mi jefe. Volteo para enfrentarla con la sonrisa más radiante que puedo brindar. Sé cuáles son sus intenciones, y no le permitiré tales actos sin defenderme—. Mucho gusto; soy Isidora Wright, la hermana de Ismael.
La observo sin importancia, demostrando desinterés en su papel, pero con bastante educación.
—El gusto es mío —respondo, tomando su mano de forma educada y ejerciendo una leve presión sobre ellas—. Soy Amelie Verlice; jefa del departamento de ventas.
Mi respuesta al parecer la descoloca un poco, haciendo tambalear su sonrisa irónica. Del mismo modo, veo como el rostro de mi ex esposo se vuelve rojo, quizás por la vergüenza.
—Hermano, pensé que era tu asistente —musita. Mi sonrisa se ensancha—. Lo decía por tu vestido. No es algo que una mujer con tu rango llevaría puesto en un evento como éste.
Arqueo las cejas con notable desinterés y gracia ante sus palabras. Evidentemente, ella nunca ha trabajado y no seré yo quien se lo diga. Definitivamente quería humillarme.
—La señorita Verlice, es la mejor empleada de la empresa. Es muy astuta en cuestiones de ventas y gracias a sus estrategias, mantenemos en alto el nombre de nuestro legado —responde halagador, lo cual me deja sorprendida.
—Solo hace su trabajo —escupe con repugnancia—. En fin, quiero presentarte a Dante Lous, mi prometido. —Si pudiera escupir el champagne que acababa de ingerir lo haría, pero debía mantener la compostura. El mencionado, parece incómodo con la situación que su “prometida” estaba creando; especialmente, cuando se ve observado de forma detallada, por unos ojos bastantes intimidantes.
—Mucho gusto, señor Wright. Su hermana me ha hablado mucho de usted —Dante quiere mostrarse seguro, sin embargo, su voz denota temblor.
—Señorita Verlice —habla mi jefe, con voz dura, haciéndome enderezarme en mi lugar y mirarlo. Sus ojos me detallan de pies a cabeza, ignorando por completo la mano extendida de Dante—. Necesito que me hables de los planes de venta con el cliente de allá. Vamos.
Al fin de cuentas, el señor Wright era el jefe, por lo que sus palabras eran órdenes para mí. Agradecí que ordenara aquello, porque ya me sentía sofocada con ambas personas no grata para mi situación emocional.
Les brindo a ambos un asentimiento de cabeza, fingiendo una disculpa, y con toda la elegancia que he aprendido, a lo largo de mi trayectoria en esta tierra, giro para seguir al jefe.
Cuando llegamos a nuestra mesa, pudimos disfrutar de la velada de forma amena. Muy a mi pesar, no podía hacer nada con sus presencias, pero logré ignorarlos por completo, aunque ellos, no apartaban los ojos de encima de mí en ningún momento. Martillándome.
Entre charlas y risas con los socios de la mesa; uno de ellos al parecer, se mostró interesado en mí. Literalmente, comenzaba a ofuscarme sus insinuaciones impertinentes y, me costaba ocultar mi molestia al respecto.
—¿Aceptarías salir conmigo, alguna vez? —pregunta el socio, a lo que me vi obligada a sonreír falsamente.
—Muchas gracias, pero me temo que debo declinar su invitación.
—¿Por qué? Podríamos divertirnos. En verdad me fascinas, señorita Verlice —insiste, pero cuando planeaba responder; la presencia del señor Wright aparece, su mano grande y fuerte se posa sobre el hombro del susodicho, y con sus dedos, realiza una presión.
—Creo que nuestra jefa de ventas fue clara con usted al rechazarlo. Por favor, no me obligue a accionar de otra forma, menos…, amable —advierte, con una voz bastante hostil y amenazante, sin espacios a contradicciones.
Todos los integrantes de la mesa, estábamos sorprendidos.
Por su parte, el socio, se ha marchado casi corriendo, al verse intimidado por su propio jefe, con el ego completamente herido, y con el rostro, demostrando su descontento al no conseguir su propósito.
—Muchas gracias; podía sola —musito. Él por su parte, solo me observa con la ceja arqueada y una leve sonrisa, que solo yo puedo notarla.
Él señor Wright, se marcha de la mesa, dejándome sola y completamente confundida. Con el transcurrir de los minutos, comencé a beber de más, tanto, que el alcohol ya surcaba efectos en mi organismo; por ello, decido ir hasta el baño, para poder refrescar un poco mi rostro.
No obstante, para mi desgracia, el mismo socio que me acosaba en el salón, volvió a aparecer. De seguro aprovechó para seguirme, al verme sola y arrinconarme a la pared.
—¡Suélteme en este mismo instante! —pedí, pero el hombre estaba decidido a hacerme suya por la fuerza, situación que me llenaba de temor—. Por favor, suélteme, o voy a gritar.
—¿Y quién te va a escuchar? La música alta no te ayudará con tu propósito —Inhala mi perfume en mi cuello, y tal acto me genera arcadas por la repugnancia que siento—. Hueles delicioso.
De un momento a otro, su peso desaparece de encima de mí, mantengo mis ojos cerrados, mientras oigo el impacto de unos golpes. Unos brazos me sostienen y siento unos dedos, apartar una lágrima de mi mejilla.
Cuando decido abrirlos, finalmente, el rostro de mí jefe aparece en frente mío, robándome el aliento por su cercanía.
—Es la segunda vez que te salvo en lo que va de la noche —masculla arrogante. Tal gesto, me molesta un poco, pero debo agradecerle el hecho de que sola no iba a poder defenderme, especialmente cuando estaba con unas copas demás.
—Gracias —musito avergonzada. Agacho la mirada, pero él, con sus dedos, levanta nuevamente para que lo enfrente.
—Vamos a la mesa —dice tajante, y con una de sus manos, en mi espalda baja, me obliga a caminar fuera del pasillo.
Una vez en el salón, él toma asiento a mi lado. Comienza a beber, sin apartar los ojos de mí, y haciendo que mis mejillas se ruboricen en el proceso.
—¿Tengo algo en la cara, señor Wright? —Me atrevo finalmente a preguntar.
Puedo sentir su sonrisa burbujeante, aunque no lo demuestre.
—No —responde. Una sola palabra, segura y dominante me eriza la piel—. ¿Siempre bebe mucho?
Aunque su pregunta me desconcierta un poco, no puedo evitar sentir vergüenza, sintiendo el calor en toda mi cara; por la realidad es que, no suelo beber, pero creí necesitarlo de alguna forma.
—No —Suelto un suspiro pesado—. Simplemente no me he dado cuenta de la cantidad que bebí; además… —Decido enfrentarlo, pero me arrepiento en el instante, porque sus ojos me detallan de una forma que nadie nunca lo ha hecho—, además, fueron días un poco pesados.
—Entiendo. —Bebe de su vaso y yo quedo embelesada con la forma en que su lengua remoja sus labios—. Puedes beber todo lo que quieras.
—Pues, muchas gracias por su permiso, jefe —respondo un poco más suelta.
—¿Le gustaría bailar? —pregunta de repente, lo que me obliga a levantar la mirada de golpe. Tomo el vaso con alcohol y lo bebo de un solo trago, brindándole luego de eso, una respuesta positiva a su pedido. El vuelve a llenar mi vaso y me incita a ingerirlo—. Lo necesitas, para más valor.
—Es que eres mi jefe —musito. Él sonríe, y es la primera que no lo oculta.
—Esa no es una excusa para un baile.
Tomo su mano, y nos dirigimos hacia la pista. Comenzamos a danzar ante la atenta mirada de todos, y por lo que puedo notar, sorprendidos de vernos juntos.
—Espero que no nos estén mirando a mí —siseo.
—Están mirándome a mí, en realidad. —Ruedo los ojos.
—Eres muy arrogante, cuando lo quieres ser —manifiesto.
—Solo respondo lo obvio. Soy un hombre que nunca baila con nadie, por lo que, eso responde a las miradas de todos. —Detengo mis movimientos en ese instante, y estudio su rostro.
No rastro de mentira alguna.
—¿Debo sentirme afortunada?
—Si así lo deseas.
Nos alejamos un poco de la multitud, y yo, viéndome fuera de sí, miré sus labios sin pudor alguno, al mismo tiempo en que remojaba los míos, por el deseo de probarlos.
Al parecer, él se percató de mis gestos; se inclinó hacia delante, de moto que su rostro estaba cerca de mí y pude tener la oportunidad de detallarlo más de cerca; el color de sus ojos, tan azules como el mismo cielo, y tan dilatados como se pueda.
No pude resistirlo, la tentación estaba parado justo en frente de mí. Podría usar de excusa al alcohol, pero en el fondo, yo sabía que quería hacerlo. Su boca cerca de la mía, con su respiración, chocándome; me obligaron a actuar por instinto.
Lo besé.
Sus labios gruesos y rosados, pegados a los míos, eran un deleite. Mentiría si dijera que no lo disfruté, especialmente, cuando él me devolvió el beso, de forma más apasionada, tomando en ese momento el control.
Sin pensarlo, cuando el aire comenzó a faltar, me separé; pero él, rápidamente volvió a aprisionarme entre sus brazos, para atrapar mis labios y volver a fundirnos.
Un gemido brota desde su garganta, cuando lo muerdo y solo ese sonido, hace que mi cuerpo se encienda, deseando estar con él, en este preciso momento.
—Vamos al hotel —pide en un gruñido, mientras sus dedos se clavan en la piel desnuda de mi muslo—. Por favor.
Su súplica, hace que mi cuerpo tiemble de deseo. Dante jamás suplicaba tenerme, porque simplemente era yo, quien siempre lo buscaba y aquí, en medio de un evento importante, siendo besada de una forma que jamás conocí, mi jefe me lo pide.
—Donde me digas —gruñe en respuesta.
Se aparta de mí y pasa sus dedos sobre mis labios, mientras con la otra acomoda mi cabello.
—¿No te arrepentirás? —Niego varias veces en respuesta—. Te espero afuera.
Dicho esto, simplemente como un fantasma, sale del lugar.
Con la respiración aun agitada, acomodé mejor mi cabello, y mi vestido, y pasado unos minutos, decidí seguirlo. Cuando pisé nuevamente el salón de eventos, lo encontré hablando con su hermana. Opté por pasar de largo, y simular que no teníamos nada, por obvias razones.
Una vez que puse un pie afuera de la estancia, el aire frío choca con mi rostro, haciéndome temblar en el momento, dándome una sensación de escalofrío. Doy un respingo en mi lugar, cuando siento unas manos empujarme hacia el vehículo estacionado en frente.
Con su rostro serio, me indica que suba en la parte trasera, y yo como una niña, nerviosa lo obedezco. Él rodea e ingresa a mi lado y en ese momento, el auto se pone en marcha y mi cuerpo comienza a temblar, imaginando lo que va a pasar en unos minutos.
Finalmente, ingresamos a un estacionamiento privado. Me invita a salir y posterior a eso, ingresar a un elevador que contiene una clave personal. Cuando pretendo renunciar a esta noche tan apasionada, el señor Wright, el posiciona con autoridad su mano detrás de mi nuca y me besa con frenesí, y con ello, todo rastro d raciocinio desaparece.
De forma apasionada, nos adentramos al elevador, donde literalmente, el hombre ya me estaba desnudando. Él tenía un propósito, y era hacerme suya; y el mío era disfrutarlo.
Comencé a hacer lo mismo, hasta que las puertas se abrieron, y ni siquiera tuve tiempo de estudiar el lugar, porque el hombre desgarró mi vestido en un solo tirón, dejándome ahora sí, totalmente desnuda bajo su merced.
Era una pequeña presa, ante los ojos de un gran depredador.
Cuando la luz del día se filtra por la ventana del majestuoso hotel, me doy cuenta de todo. Los recuerdos de mis comportamientos pocos prudente, el socio acosador y, sobre todo, los labios de mi jefe, consumiéndome. Llevo mis dedos sobre mis labios, como si con ello pudiera repetir el momento, hasta que caigo en cuenta, que estoy sentada y completamente desnuda.Miro para un costado y puedo verlo a mi lado. El señor Wright se encuentra profundamente dormido, con todas sus facciones relajadas.¿Realmente lo hice?Me levanto de la cama con mucho cuidado para no despertarlo; observo mi vestido completamente desgarrado, por lo que obviamente no tengo con que salir. Me pongo a rebuscar en cada cajón de su estantería hasta que encuentro un pantalón, una remera y sin dudarlo, me visto con ellos. Tomo mi bolso de mano, después de dejar bien doblado mi pobre vestido roto, y camino hasta la salida. Hecho una última mirada al hombre que me dio la mejor noche de placer, para salir completamente.
El día lunes llegó, y volver al trabajo era una situación por la que no quería atravesar. Parecerá algo muy infantil de mi parte, pero no tengo idea de cómo enfrentarme a la situación de mirarlo a los ojos, sin que se me venga el recuerdo de lo que hicimos.Doy varias respiraciones profundas, y camino fuera de mi habitación, donde me encuentro con mi madre.También debo buscar una niñera que se encargue de mi hija, pues salgo más temprano de la casa que ella, y por el momento es mi madre quien se encarga de ayudarme.—Gracias por quedarte con ella. De verdad. Prometo encontrar una niñera lo más pronto posible —digo, apenada pues sé que está dejando de lado su trabajo en el campo, por quedarse aquí con Maga.—No digas tonterías. Sabes que estoy feliz de quedarme con mi nieta.—Gracias de todas formas —musito y me acerco a abrazarla—. No sé qué haría sin ti.—Anda; ve a trabajar mi niña, que yo, me encargo de llevarla al kínder —manifiesta.Salgo de la casa y me monto en mi coche. Condu
ISMAEL WRIGHT.Volver a estas tierras no estaban parte de mis planes, pero aquí estaba, furiosamente concentrado en el trabajo, tratando de disipar los recuerdos del pasado que aún me golpean con fuerza.Había una presión asfixiante comprimiendo mi tórax, impidiendo con eso, que pueda respirar libremente.Cuando pisé tierra, lo primero que solicité fue una reunión, para que todos me conozcan y sepan que soy su nuevo jefe. Dejarles en claro que soy el que manda y que las cosas se harán como yo lo dicte. Sin embargo, en el rebaño, siempre existe un que es rebelde y en mi caso, en la empresa había una mujer en particular que, se veía bastante empoderada, tranquila y a su vez, muy inteligente.Cuando llegó a la sala de conferencia, donde todos estábamos, quede en shock con el parecido que tenía con Jen, mi ex novia. Esa mujer me atraía de sobre manera, pero su traición me llevó a alejarla de mí.No obstante, ver a alguien con tal similitud, me generaba cierto sentimiento de dolor; los rec
AMELIEMartes.Hoy sería un gran día, o por defecto, eso tendría que ser así; pues, al lograr firmar un contrato de suma relevancia para la empresa, es motivo para celebrarlo con todos los empleados. Sin embargo, la mala suerte despertó abrazado conmigo, y me he dado cuento que me dio los buenos días, en el momento exacto, en que mi café se derramó por mí al resbalarse de mis manos.Ahora, luego de cambiarme, estaba saliendo de la casa, con el tiempo pisándome los talones. Subo a mi coche. Incrusto las llaves donde deben ir, e inmediatamente lo giro para encenderlo, pero este no lo hace.—No, no, no —susurro para mi sola. Este no es momento.Anoche funcionaba a la perfección.En ese instante, mi celular suena, y es solo un número desconocido lo que aparece en pantalla. Miro la hora, y deduzco que no será del trabajo, porque aún falta unos pocos minutos para la entrada. Contesto.—¿Bueno? —hablo, con una duda latente. Todo mi día inicio con el pie izquierdo, que no quiero otra sorpresa
Cuando finalmente llegamos a la empresa, decidí bajar por mi cuenta del coche. Mi jefe en esta ocasión, no se molestó por demostrar su caballerosidad, y no es que me importe mucho en realidad. Ya estaba lo suficientemente nerviosa con su cercanía, que necesitaba respirar con tranquilidad y pensar en su comportamiento raro.Llego a mi oficina y dejo la cartera sobre un de los sofás, justo cuando Patty, ingresa, con una sonrisa pícara en el rostro.—Vimos que llegaste con el jefe —musita, coqueta, moviendo repetidas veces las cejas de arriba para abajo.Ruedo los ojos.—Sí, Patty. Llegamos juntos, no vinimos juntos.—Son las nueve de la mañana, casi las diez. ¿Dónde estabas? —La verdad, no estaba en mis planes que fui a desayunar con él, porque no me dejaría en paz.—Mi carro simplemente decidió no funcionar hoy. Por eso mi retraso. Además, estaba monitoreando a futuros clientes —suspiro—. Me conoces más que nadie, Patty y sabes cuál es mi manera de trabajar.—Está bien, solo quería bro
Hice una mueca, cuando sentí el frío líquido tocar mi piel. No iba a hacer una escena ridícula, pero sí, me sentía molesta, y desde un principio, presentí que esto iba a pasar. —Actos pobres, provienes de personas pobre de inteligencia —siseo—. No se preocupe por mí, señor Wright. Me extiende una servilleta, cuando la mujer que me vertió el agua se pone de pie. —¿Cómo te atreves a llamarme pobre? —grazna la misma—. Defiéndeme, Isma. Sonrío y me pongo de pie, para retirarme, tomando la servilleta de la mano de mi jefe. De reojo, pude notar, como se estaba conteniendo para no estallar, las venas en su cuello, y el puño hecho en su mano. —No debes molestarte por eso. A una cuadra de aquí hay ofertas en ropa. Digo, por si necesitas ir —dice su hermana, riéndose. —Siempre lo arruinas todo. ¿Es esa la educación que te di? —sisea mi jefe a su hermana. Ella tenía el rostro pálido después de escucharlo, asustada—. Me has decepcionado una vez más. Me has avergonzado frente a personas impor
La felicidad de mi hija, no se comparaba con nada, y a pesar de que, a cada rato, me recordaba que el hombre sentado en una de las sillas de mi cocina, era no solo mi jefe, sino el hombre más importante de todo el país y del mundo, trataba de mantenerme serena, aunque por dentro estallaba de emoción, como una adolescente. Se mostraba bastante cómodo, mientras hablaba de cosas sin sentido tanto con Maga y con mi madre, mientras yo, preparaba un zumo de naranja, para beber. —Entonces… ¿Qué hace un hombre poderoso como tú, acompañando a mi hija y a mi nieta, hasta la casa? —¡Mamá! —exclamo avergonzada. —¡¿Qué tiene de malo que pregunte?! Al fin de cuentas, no tienes experiencia con los hombres. —Nuestra relación es meramente profesional —respondo tajante—. Y ese, es un tema personal. No debes gritarlo a los cuatro vientos. El señor Wright, me observaba de forma meticulosa, y a su vez, intentaba ocultar la sonrisa en sus labios, quizás, para no hacerme sentir más avergonzada de lo qu
A penas puse un pie en la empresa, Patty y los chicos m bombardearon con preguntas. —¿Dónde te metiste anoche? Te he dejado miles de llamadas perdidas —inicia m amiga. —La noche estuvo estupenda, jefa. Solo faltabas tú —comenta otro de mis chicos. —Es verdad. ¿Por qué no has venida? —pregunta otra chica. —De verdad, lamento no poder estar, surgió algo importante, y tuve que buscar a mi hija del kínder —explico y parece que todos entienden. —Espero que podamos recuperar, además de que usamos tú dinero. Eres muy buena, jefa. En ese instante, aparece el señor Wright, y todos y cada uno de ellos, huyen como moscas asustadas, por un veneno en aerosol. “Vaya comparación, Amelie.” —¿De qué fiesta hablaban? —pregunta con la voz varonil y el ceño fruncido en confusión. —De nada importante, señor Wright. ¿Qué trae allí? —pregunto, para cambiar a conversación. —Escuche que utilizaste dinero, para una fiesta a la que, no asististe. Explícame. —Solo festejaron lo del contrato. Ya sabes,