Reconocía a la perfección ese rostro, por el simple hecho, de que se grabó de forma instantánea en mi cabeza. Cada uno de sus gestos de placer, cuando cabalgaba sobre el hombre que juró ser fiel hasta el final de nuestros días.
—¡Hermano! —gritó, con una alegría digna de admirar. Sin embargo, yo estaba tensa con su manera de llamar a mi jefe. Estaba aún más sorprendida, y la situación comenzó a encajar.
No me extraña que Dante haya aceptado con tanta facilidad marcharse con las manos vacías, sin ningún centavo, sin darme pelea. Obviamente, la respuesta la tenía en frente de mis ojos. Tenía una mujer rica a su lado.
—¿Qué haces aquí, hermana? —preguntó con un tono carente de felicidad, lo opuesto a como ella se encontraba en estos momentos—. ¿Sigues con la misma idea de siempre?
—Mi bebé ya se divorció, me lo ha asegurado y ahora, por fin podremos casarnos. ¡¿No es eso lindo?! —manifiesta, como una niña viviendo un cuento de hadas.
“Claro que es lindo y estoy agradecida contigo” —quería decírselo, pero prefería mantenerme al margen.
Instintivamente sonreí de forma amarga. Esta mujercita ni siquiera sabe dónde se está metiendo al querer casarse con un hombre como mi ex esposo, pero no sería yo la que la sacaría de su error. Ella era consciente de que él era un hombre casado.
—No estoy de acuerdo, y no daré mi apoyo a tal eventualidad. ¿Acaso siquiera has pensado en la pobre esposa? —Mi jefe la observa, y siento que estoy sobrando aquí.
—Dante decía que era una amargada. Además…, ya se ha divorciado para estar conmigo. Por fin podemos estar juntos. ¡Es tan romántico!
“Claro, si estuvo follándote en mi cama para después prepararme la cena con flores y velas.”
Desde el punto de vista de cualquier mujer que estuviera en mi posición, esto sería una aberración. Ella sería una rompe hogares. Pero al ser yo la víctima, y sabiendo la clase de mujer que soy, no puede preocuparme más. Estoy bastante segura de que sabe cuál es la situación real de los hechos.
Estoy dolida… Sí. ¡Por los mil demonios, que estoy dolida!
Me mintieron en mi cara y se revolcaban en mí cama. En la casa donde vivimos mi hija y yo. ¿Cómo no voy a estar cabreada?
—La respuesta seguirá siendo la misma. Por favor, sal de mi oficina. Has interrumpido una reunión. —La hermana voltea a verme y se percata de mi presencia. Su cuerpo se tensa e inmediatamente hace un puchero con los labios, luego unos berrinches con los pies, y sale del lugar.
Parecía una cabrilla molesta; una niña malcriada y su comportamiento lo demuestra.
Cuando por fin se marchó y al no tener más nada por decir ni hacer, decidí retirarme.
—Creo que ya puedo retirarme —musito, caminando hacia la salida.
—¿Qué le causaba gracia, señorita Verlice? —¡Mierda! Se ha percatado de mi sonrisa arrogancia.
—Nada, señor.
—Toma asiento —sentencia. Tenía el rostro pétreo y eso me asustaba un poco. No estaba bromeando. ¿Qué más necesita?
—Está bien. —Me alejo de la puerta y tomo asiento en la silla frente a su escritorio—. ¿En que soy buena?
Su respiración se vuelve más agitada, sus hombros se tensan y puedo ver el momento exacto en que sus pupilas se dilatan. Su nuez de Adán se mueve en cámara lenta y con certeza puedo decir, que es la cosa más excitante que alguna vez pude ver.
Su mirada era intensa y la tensión en esta oficia podía cortarse con un simple cuchillo. Sus ojos me desafiaban a hablar, pero mi voz se reusaba a emitir sonido alguno.
Estaba fascinada por tanta perfección masculina.
—En muchas… —susurra. Simulé que no escuchar, esperando a que prosiga—. Hoy fuiste testigo de las palabras de mi hermana y está claro que no debe salir de ésta oficina.
—De mi parte, no debe de preocuparse. No tengo intenciones de divulgar información que no me competen —explico. En realidad, ni siquiera estaba pensando en eso.
—¿De dónde eres, Amelie? —Frunce el ceño, confundida—. ¿Cuántos años tienes?
—Creo que ya has leído mi expediente. —Me observa y me da una media sonrisa.
—Tienes una hija y… —Observa mi mano, exactamente mi dedo anular—. Dice que eres casada.
—Divorciada…, recientemente. —Mueve la cabeza de arriba, abajo, entendiendo.
—Vamos a actualizarlo luego. En fin, ya sabes que ni puedes contarle a nadie. Si lo haces… —Guarda silencio y me observa desde debajo de sus largas y bien tupidas pestañas—, tendré que despedirla.
A este punto, todo lo que quería hacer, era golpearlo con la silla libre que estaba a mi lado. Lastimosamente, no podía hacerlo. Necesitaba este trabajo. Me sentía irritada.
Asentí y me retiré, maldiciéndolo en todos los idiomas que existía.
Cuando llegué a mi puesto de trabajo, todos los compañeros se acercaron a husmear por información, que no le debía de interesar.
—¿Conoces al nuevo jefe? —pregunta la chica de recursos.
Negué rápidamente. —No, no lo conozco. Solo lleve unos documentos.
—Es muy apuesto. —No respondí nada.
—La mujer que ingreso junto a ustedes… ¿Era su novia? —pregunta otra de las chicas, y también opté por no responder.
—De seguro que sí. Es muy elegante. Un hombre como él, no saldría con mujeres como nosotras —responde otra de las mujeres que trabaja aquí.
Sus palabras de cierta forma, me golpearon con la realidad y no entiendo porque me afectó.
—¿Qué crees tú? —Me pregunta la primera de todas.
—Creo que, es un hombre muy duro con sus empleados. Solo queda hacer bien nuestro trabajo, para que no nos alcance su furia —susurro, haciendo movimientos con las manos, simulando algo tenebroso.
Ellas comienzan a reír y así, cada una volver a su puesto, pues lo que dije es verdad. Él no puede vernos libres, así que, yo también me concentré en mis deberes y evitar con eso, pensar en mi matrimonio. A pesar de que no quería hacerlo; de alguna manera, la vida estaba empeñada en recordarme mi fracaso, especialmente la escena de ellos dos, juntos, repitiéndose como una película una y otra vez, obligándome en un acto reflejo, golpear la mesa.
En ese momento, el supervisor ingresa en mi pequeña estancia, y me observa con una ceja arqueada; pero no le reclamo el comportamiento, imaginando lo obvio.
—Señora Verlice. Debes realizar algunos preparativos de estancia. Esta noche tienes que acompañar al jefe en las actividades sociales en nombre del departamento de tu cargo —Lo mire con total aburrimiento, pero opté por no protestar ni demostrar mi descontento.
La veracidad del momento, es que, no quería participar del evento. Ir implicaba lidiar con clientes egocéntricos y arrogantes, y mi vida en estos momentos, era un caos total para soportarlo.
¿Rechazar?
No podía hacerlo, porque es mi trabajo dar la cara desde el momento en que asumí como jefa del departamento.
—Claro, supervisor. Ya mismo me pongo en marcha con todo —respondí, con mi habitual sonrisa profesional. No quería problemas con él.
—Perfecto. Y, por favor, por una sonrisa menos falsa —manifiesta y la que tenía dibujada en el rostro, se disuelve por completo, mientras él, se marcha, dejándome completamente sola, y con el rostro, ahora rojo de la vergüenza.
Ahora, además de los de mí cabeza con mil demonios, también debía lidiar con mi jefe todo, sonrisas.
La hora comenzó a transcurrir y ya todo estaba organizado. Dos horas antes, decido salir, para ver algún vestido y posterior a eso, pasar a una peluquería para que me arreglen el cabello.
El atuendo que escogí, es un vestido de corte sirena en color beige, con un escote levemente pronunciado; y piedras incrustadas en algunas partes importantes, como las mangas y el pecho. Elegí un maquillaje muy sutil, y con el cabello, solo ondas.
La noche llegó, y mi madre ya llegó para recoger a Maga.
—¡Estás hermosa, hija! —halaga mi madre, con sus manos cubriendo sus labios por la emoción.
—Siempre dices lo mismo, hasta cuando estoy en pijamas —recalco con una sonrisa.
—Eso porque eres hermosa, independientemente de que seas mi hija; con cualquier cosa que lleves puesto.
—Mi mami parece una princesa —grita mi hija, dando saltos a mi alrededor—. ¡Wow! ¡Eres una princesa, mami!
Levanto a la luz de mis ojos en mis brazos, y dejo un casto beso en su frente, dejando la marca de mi labial allí.
—¿Te vas a portar bien con la abuela? —Ella asiente efusivamente, con su sonrisa radiante.
—Te lo prometo —dice firme, enganchando su dedo meñique con el mío, sellando la promesa de ese modo.
—Perfecto. —Las despido, asegurándome de que mi pequeña esté segura en el asiento trasero. Recibo un beso de mi madre y finalmente, se van.
Llamo un taxi y le doy la dirección del lugar. Una hora después, ya me encuentro allí y minutos más tarde, mi jefe llega.
¡Dios! He de admitir que no esperaba verlo tan…, tan apuesto. El señor Wright estaba demasiado guapo, que me costaba apartar los ojos de él. Su traje le quedaba perfecto, entallado a su majestuoso cuerpo bien trabajado y, acompañado, de su rostro tan varonil, con esos labios tentadores.
Pero todo momento se desvanece, cuando detrás de él, aparece su hermana, acompañada de mi ex esposo. Parecían estar discutiendo, y siendo franca, me sorprende que Dante haya aceptado venir, ya que no es un evento de su agrado.
Nuestras miradas se cruzan, y sus ojos destellan sorpresa. Se inclina para susurrar algo a su nueva pareja, y esta me mira, evidentemente, con sorpresa al igual que él. En ese momento, decido, ignorarlos. Pero, aunque mis intenciones estaban decididas, era imposible no vislumbrar el momento en que ella lo toma del brazo, sonriendo hacia mí, de modo que es su manera de alardear que me ha ganado la batalla.
Entonces, decido devolverle la sonrisa, para finalmente darle la espalda y caminar junto a mi jefe.
Dentro del salón, tuve que actuar como si en verdad no me importaba nada, y la verdad, es que es así. Admito que sí me molesta el hecho, de que conmigo, nunca se ha mostrado interesado en mis asuntos, y ni siquiera, pensó en nuestra hija. Pero fuera de eso, nada más. —Hola —La misma voz chillona y venenosa de la hermana de mi jefe. Volteo para enfrentarla con la sonrisa más radiante que puedo brindar. Sé cuáles son sus intenciones, y no le permitiré tales actos sin defenderme—. Mucho gusto; soy Isidora Wright, la hermana de Ismael. La observo sin importancia, demostrando desinterés en su papel, pero con bastante educación. —El gusto es mío —respondo, tomando su mano de forma educada y ejerciendo una leve presión sobre ellas—. Soy Amelie Verlice; jefa del departamento de ventas. Mi respuesta al parecer la descoloca un poco, haciendo tambalear su sonrisa irónica. Del mismo modo, veo como el rostro de mi ex esposo se vuelve rojo, quizás por la vergüenza. —Hermano, pensé que era tu a
Cuando la luz del día se filtra por la ventana del majestuoso hotel, me doy cuenta de todo. Los recuerdos de mis comportamientos pocos prudente, el socio acosador y, sobre todo, los labios de mi jefe, consumiéndome. Llevo mis dedos sobre mis labios, como si con ello pudiera repetir el momento, hasta que caigo en cuenta, que estoy sentada y completamente desnuda.Miro para un costado y puedo verlo a mi lado. El señor Wright se encuentra profundamente dormido, con todas sus facciones relajadas.¿Realmente lo hice?Me levanto de la cama con mucho cuidado para no despertarlo; observo mi vestido completamente desgarrado, por lo que obviamente no tengo con que salir. Me pongo a rebuscar en cada cajón de su estantería hasta que encuentro un pantalón, una remera y sin dudarlo, me visto con ellos. Tomo mi bolso de mano, después de dejar bien doblado mi pobre vestido roto, y camino hasta la salida. Hecho una última mirada al hombre que me dio la mejor noche de placer, para salir completamente.
El día lunes llegó, y volver al trabajo era una situación por la que no quería atravesar. Parecerá algo muy infantil de mi parte, pero no tengo idea de cómo enfrentarme a la situación de mirarlo a los ojos, sin que se me venga el recuerdo de lo que hicimos.Doy varias respiraciones profundas, y camino fuera de mi habitación, donde me encuentro con mi madre.También debo buscar una niñera que se encargue de mi hija, pues salgo más temprano de la casa que ella, y por el momento es mi madre quien se encarga de ayudarme.—Gracias por quedarte con ella. De verdad. Prometo encontrar una niñera lo más pronto posible —digo, apenada pues sé que está dejando de lado su trabajo en el campo, por quedarse aquí con Maga.—No digas tonterías. Sabes que estoy feliz de quedarme con mi nieta.—Gracias de todas formas —musito y me acerco a abrazarla—. No sé qué haría sin ti.—Anda; ve a trabajar mi niña, que yo, me encargo de llevarla al kínder —manifiesta.Salgo de la casa y me monto en mi coche. Condu
ISMAEL WRIGHT.Volver a estas tierras no estaban parte de mis planes, pero aquí estaba, furiosamente concentrado en el trabajo, tratando de disipar los recuerdos del pasado que aún me golpean con fuerza.Había una presión asfixiante comprimiendo mi tórax, impidiendo con eso, que pueda respirar libremente.Cuando pisé tierra, lo primero que solicité fue una reunión, para que todos me conozcan y sepan que soy su nuevo jefe. Dejarles en claro que soy el que manda y que las cosas se harán como yo lo dicte. Sin embargo, en el rebaño, siempre existe un que es rebelde y en mi caso, en la empresa había una mujer en particular que, se veía bastante empoderada, tranquila y a su vez, muy inteligente.Cuando llegó a la sala de conferencia, donde todos estábamos, quede en shock con el parecido que tenía con Jen, mi ex novia. Esa mujer me atraía de sobre manera, pero su traición me llevó a alejarla de mí.No obstante, ver a alguien con tal similitud, me generaba cierto sentimiento de dolor; los rec
AMELIEMartes.Hoy sería un gran día, o por defecto, eso tendría que ser así; pues, al lograr firmar un contrato de suma relevancia para la empresa, es motivo para celebrarlo con todos los empleados. Sin embargo, la mala suerte despertó abrazado conmigo, y me he dado cuento que me dio los buenos días, en el momento exacto, en que mi café se derramó por mí al resbalarse de mis manos.Ahora, luego de cambiarme, estaba saliendo de la casa, con el tiempo pisándome los talones. Subo a mi coche. Incrusto las llaves donde deben ir, e inmediatamente lo giro para encenderlo, pero este no lo hace.—No, no, no —susurro para mi sola. Este no es momento.Anoche funcionaba a la perfección.En ese instante, mi celular suena, y es solo un número desconocido lo que aparece en pantalla. Miro la hora, y deduzco que no será del trabajo, porque aún falta unos pocos minutos para la entrada. Contesto.—¿Bueno? —hablo, con una duda latente. Todo mi día inicio con el pie izquierdo, que no quiero otra sorpresa
Cuando finalmente llegamos a la empresa, decidí bajar por mi cuenta del coche. Mi jefe en esta ocasión, no se molestó por demostrar su caballerosidad, y no es que me importe mucho en realidad. Ya estaba lo suficientemente nerviosa con su cercanía, que necesitaba respirar con tranquilidad y pensar en su comportamiento raro.Llego a mi oficina y dejo la cartera sobre un de los sofás, justo cuando Patty, ingresa, con una sonrisa pícara en el rostro.—Vimos que llegaste con el jefe —musita, coqueta, moviendo repetidas veces las cejas de arriba para abajo.Ruedo los ojos.—Sí, Patty. Llegamos juntos, no vinimos juntos.—Son las nueve de la mañana, casi las diez. ¿Dónde estabas? —La verdad, no estaba en mis planes que fui a desayunar con él, porque no me dejaría en paz.—Mi carro simplemente decidió no funcionar hoy. Por eso mi retraso. Además, estaba monitoreando a futuros clientes —suspiro—. Me conoces más que nadie, Patty y sabes cuál es mi manera de trabajar.—Está bien, solo quería bro
Hice una mueca, cuando sentí el frío líquido tocar mi piel. No iba a hacer una escena ridícula, pero sí, me sentía molesta, y desde un principio, presentí que esto iba a pasar. —Actos pobres, provienes de personas pobre de inteligencia —siseo—. No se preocupe por mí, señor Wright. Me extiende una servilleta, cuando la mujer que me vertió el agua se pone de pie. —¿Cómo te atreves a llamarme pobre? —grazna la misma—. Defiéndeme, Isma. Sonrío y me pongo de pie, para retirarme, tomando la servilleta de la mano de mi jefe. De reojo, pude notar, como se estaba conteniendo para no estallar, las venas en su cuello, y el puño hecho en su mano. —No debes molestarte por eso. A una cuadra de aquí hay ofertas en ropa. Digo, por si necesitas ir —dice su hermana, riéndose. —Siempre lo arruinas todo. ¿Es esa la educación que te di? —sisea mi jefe a su hermana. Ella tenía el rostro pálido después de escucharlo, asustada—. Me has decepcionado una vez más. Me has avergonzado frente a personas impor
La felicidad de mi hija, no se comparaba con nada, y a pesar de que, a cada rato, me recordaba que el hombre sentado en una de las sillas de mi cocina, era no solo mi jefe, sino el hombre más importante de todo el país y del mundo, trataba de mantenerme serena, aunque por dentro estallaba de emoción, como una adolescente. Se mostraba bastante cómodo, mientras hablaba de cosas sin sentido tanto con Maga y con mi madre, mientras yo, preparaba un zumo de naranja, para beber. —Entonces… ¿Qué hace un hombre poderoso como tú, acompañando a mi hija y a mi nieta, hasta la casa? —¡Mamá! —exclamo avergonzada. —¡¿Qué tiene de malo que pregunte?! Al fin de cuentas, no tienes experiencia con los hombres. —Nuestra relación es meramente profesional —respondo tajante—. Y ese, es un tema personal. No debes gritarlo a los cuatro vientos. El señor Wright, me observaba de forma meticulosa, y a su vez, intentaba ocultar la sonrisa en sus labios, quizás, para no hacerme sentir más avergonzada de lo qu