El mensaje me pareció repugnante, y con la rabia instalada en la sangre y la decisión tomada; decidí quedarme unas horas extras en la oficina y así, poder redactar un acuerdo de divorcio. Un buen rato después, cuando me convencí de todo lo que solicitaba en este documento, lo firmé sin dudar ni un segundo y salí de la empresa, dispuesta a negociar con Dante.
Él no tenía ni idea de que yo lo había pillado con su amante y mucho menos, la sorpresa de cumpleaños que le daría en este instante. Cuando me estaciono frente a la casa, tomo a carpeta donde se encuentra el documento, junto un lapicero y con pasos seguros, me adentro en el interior.
Estaba en silencio, con las luces tenues, decorados con rosas y algunas velas y el aroma de una cena exquisita. Sonreí, porque si no hubiese visto lo de hoy, hubiera caído fácilmente a este juego de seducción. Talvez, al percatarse de la ausencia de Magali, creyó que podría deslumbrarme con esto, pero para su mala suerte, nada de su esfuerzo serviría en este momento.
En definitiva, ya no quería nada con él.
—Cariño, que bueno que regresaste —dice, con una sonrisa tan falsa como él. Se acerca a mí y me envuelve en sus brazos. La sensación nauseosa se apodera de mi cuerpo y lo único que deseo es que se aparte de mi cuerpo. Contengo la respiración para no vomitar, pero al parecer él se da cuenta—. ¿Sucede algo?
La seriedad era inmutable en mi rostro y al parecer a él le preocupaba bastantes.
—Es la primera vez que preparas la cena desde que nos casamos —Él se obliga a sonreír.
—¿Te gusta?
—Me hubiese gustado antes, pero creo que ahora no servirá de nada. Nuestro matrimonio…, ya no tiene solución —comento, caminando hacia el comedor.
—No entiendo, Amelie.
El comedor está decorado con dos velas en el centro, un mantel blanco sobre ellas, los platos y cubiertos bien alineados, y un ramo de rosas rojas descansando a un lado, que se supongo sería para mí. Volteo a enfrentarlo.
—¿Estás seguro? Yo creo que si sabes perfectamente de que hablo. Intenté e intenté, miles de veces salvar éste matrimonio; años tras años, plantada en mis cumpleaños, en los aniversarios, e incluso con Maga, y, sin embargo, hoy logré entender por qué. —Inicio mi discurso—. Ya no me amabas, Dante.
—Amelie, sea lo que sea que sucede, podemos solucionarlo, juntos —rebuzna desesperado.
Vuelvo a sonreír.
—¡No! no poder remendar algo roto, torcido y muerto, Dante. Quizás nos mantuvimos en matrimonio por Magali, pero ella es muy inteligente, sabrá entender. —En ese momento, enfoca su atención en la carpeta.
—¿Qué es eso?
—Son los papeles del divorcio. Quiero divorciarme de ti, Dante.
El hombre se veía asustado, sorprendido. Él estaba atónico. Intenta acercarse a mí, pero retrocedo dos pasos atrás, poniendo la carpeta como escudo. Quizás creía que volvería a caer entre sus garras, que creería en sus mentiras, pero ya había tomado la decisión.
—¡NO! ¡NO TE DARÉ EL DIVORCIO, AMELIE!
—Lo harás, de lo contrario te voy a hundir.
—Te puedo explicar todo, cariño… —Saco el celular y comienzo a buscar el video—. ¿Qué es eso?
El video comienza a reproducirse, mostrando el momento exacto de su encuentro sexual con su amante, en nuestra cama.
—Tendrás que firmarlo, si no quieres que arruine tu reputación —Él suelta un suspiro, pasa sus manos por su cabello y toma los papeles con brusquedad. Le facilito la pluma y no le queda más opción que hacerlo.
Pensé que me daría más pelea, pero al parecer, su reputación es más importante que mantener su familia unida. La cláusula era clara; Dante abandonaba la casa y renunciaba a todos los bienes que teníamos, lo que significaba que se marchaba con las manos vacías. Además de brindarle la pensión alimentaria a mi hija. Todo estaba claro y directo.
Me fui de la casa para darle tiempo de juntar sus cosas y marcharse, y mientras conducía hacia la casa de mi madre para recoger a mi hija, en la mente se reproducía una y otra vez ese momento.
Estaba dolida.
Cuando llegué, abracé a Maga con tanta fuerza. La aseguré en el asiento trasero, para después agradecerle y despedirme de mi madre.
—¿Y papá? —Magali es una niña muy inteligente y sé con certeza que intuía que las cosas no están bien, pero, aun así, no sabía cómo darle una respuesta a ella; cómo explicarle que nos separamos.
Y antes siquiera pronunciar alguna palabra, ella presionó sus manitas en mi hombro, y me abrazó, calmándome completamente y agradeciéndole en silencio.
Finalmente, al llegar a la casa, Dante ya no se encontraba. Acosté a mi hija en su habitación, para luego dirigirme a la habitación de invitados y comenzar a descargar mi frustración, mi dolor, todo.
Al día siguiente, cuando llegue a la empresa, todos los compañeros corrían de un lado para otro, con terror en sus rostros. Todo parecía un caos. El nuevo jefe, trataba a todos con mucha prepotencia, sin medir sus palabras. Patricia se acerca de inmediato a mí, con un rostro de miedo y desesperación.
—¡Dios, Amelie! Qué bueno que llegas. El jefe está con un humor de los mil demonios —manifiesta. Parecía un cachorro asustado, temblando en frente de mí.
—Oí sus gritos desde el primer piso. ¿Qué es lo que sucede? —pregunto.
—No lo sé. Simplemente comenzó a gritar como un loco, dando órdenes de aquí para allá —explica.
—Debo ir a entregar unos documentos.
—Pues, en ese caso, te deseo la mejor de las suertes con ese tirano —Sonríe, pero no era real, más bien parecía forzada, pues sus nervios la estaban dominando.
Tomo los documentos y me dirijo con los papeles en mano hacia su oficina. Cuando su asistente me anuncia, él de inmediato da la orden para que ingrese.
Sus ojos azules me estudian de pie a cabeza; mismos que parecen sentir emoción, enojo y sorpresa a la vez. Al principio me siento intimidada por la profundidad de su mirada, como si quisiera tomarme con sus garras y despedazarme y al mismo tiempo abrazarme. Trato de no demostrarlo, y espero no fallar en el intento.
Me acerco.
—Buenos días, señor Wright. Aquí le traigo los documentos que solicitó. —Él lo toma con brusquedad, sin apartar sus ojos asesinos de mí. Es un duelo de miradas, que no le daré el gusto de ganar. No pienso agachar la cabeza ante él.
Al parecer eso le sorprende y arruga el entrecejo, lo que lo hace ver adorable.
—Ayer se retiró más temprano de lo normal. Eso no está permitido en mi empresa y espero no vuelva a ocurrir. —Me reprende como si fuese una niña pequeña—. Necesito personas competentes trabajando para mí, no quienes se toman como un chiste su puesto.
Arrogante, imbécil. No me cae bien, pero me atrae.
—Si tengo el puesto de directora, es porque me lo gané trabajando, señor. Los números no mienten —manifiesto y agradezco que la voz me haya salido firme. Me observa molesto, y no me importa. No puedo permitir que insinúe que me tomo a la ligera mi puesto de trabajo—. Además, si revisa el circuito, podrá comprobar que durante toda la tarde estuve en la empresa, incluso, realicé horas extras. Me tomo muy en serio, mi trabajo y le aseguro que soy bastante competente, señor.
Su mirada quiere asesinarme, y por un momento, me arrepiento de mis palabras, creo que me propasé con ellas. En menos de veinticuatro horas me he convertido en una mujer divorciada, y todo lo que he pasado me tiene bastante tensa, por lo que creo que han afectado mi raciocinio y no me permite pensar con claridad antes de actuar.
No dice nada. Absolutamente, nada. Solo mantiene la mirada fija en mí, y yo mantengo mi boca cerrada. Estoy bastante a la defensiva, y no quiero reaccionar en contra de mi propio jefe.
—Debes medir tus palabras conmigo. —dice renuente, y la gravedad de su voz me excitó. Me encendió.
No pronuncio nada, mi boca está sellada y solo me queda asentir ante sus palabras, dándole a entender que lo oí.
—Entiendo y me disculpo.
—¿De verdad?
—En realidad, solo dejo saber lo que le interesa —respondo, cortante y seria.
—Parece que estas muy a la defensiva, señorita Verlice —manifiesta, y sus labios se curvan hacia un lado.
—Solo debe parecerle. Me encuentro perfectamente bien.
—Razón por la que aseguro que lo estás. Trata de no mezclar tu vida personal con la del trabajo.
En ese momento, alguien interrumpe en su oficina, y agradezco enormemente que lo haya hecho, porque sentía que el aire me faltaba. Sin embargo, cuando descubro de quien se rata, efectivamente, el aire se me va, quedándome en shock, mis ojos se abren sin disimulo por la sorpresa. El golpe imaginario en mi pecho, me golpea tan fuerte, devolviéndome a la realidad.
Atónica queda corto para describir como me encuentro.
Reconocía a la perfección ese rostro, por el simple hecho, de que se grabó de forma instantánea en mi cabeza. Cada uno de sus gestos de placer, cuando cabalgaba sobre el hombre que juró ser fiel hasta el final de nuestros días. —¡Hermano! —gritó, con una alegría digna de admirar. Sin embargo, yo estaba tensa con su manera de llamar a mi jefe. Estaba aún más sorprendida, y la situación comenzó a encajar. No me extraña que Dante haya aceptado con tanta facilidad marcharse con las manos vacías, sin ningún centavo, sin darme pelea. Obviamente, la respuesta la tenía en frente de mis ojos. Tenía una mujer rica a su lado. —¿Qué haces aquí, hermana? —preguntó con un tono carente de felicidad, lo opuesto a como ella se encontraba en estos momentos—. ¿Sigues con la misma idea de siempre? —Mi bebé ya se divorció, me lo ha asegurado y ahora, por fin podremos casarnos. ¡¿No es eso lindo?! —manifiesta, como una niña viviendo un cuento de hadas. “Claro q
Dentro del salón, tuve que actuar como si en verdad no me importaba nada, y la verdad, es que es así. Admito que sí me molesta el hecho, de que conmigo, nunca se ha mostrado interesado en mis asuntos, y ni siquiera, pensó en nuestra hija. Pero fuera de eso, nada más. —Hola —La misma voz chillona y venenosa de la hermana de mi jefe. Volteo para enfrentarla con la sonrisa más radiante que puedo brindar. Sé cuáles son sus intenciones, y no le permitiré tales actos sin defenderme—. Mucho gusto; soy Isidora Wright, la hermana de Ismael. La observo sin importancia, demostrando desinterés en su papel, pero con bastante educación. —El gusto es mío —respondo, tomando su mano de forma educada y ejerciendo una leve presión sobre ellas—. Soy Amelie Verlice; jefa del departamento de ventas. Mi respuesta al parecer la descoloca un poco, haciendo tambalear su sonrisa irónica. Del mismo modo, veo como el rostro de mi ex esposo se vuelve rojo, quizás por la vergüenza. —Hermano, pensé que era tu a
Cuando la luz del día se filtra por la ventana del majestuoso hotel, me doy cuenta de todo. Los recuerdos de mis comportamientos pocos prudente, el socio acosador y, sobre todo, los labios de mi jefe, consumiéndome. Llevo mis dedos sobre mis labios, como si con ello pudiera repetir el momento, hasta que caigo en cuenta, que estoy sentada y completamente desnuda.Miro para un costado y puedo verlo a mi lado. El señor Wright se encuentra profundamente dormido, con todas sus facciones relajadas.¿Realmente lo hice?Me levanto de la cama con mucho cuidado para no despertarlo; observo mi vestido completamente desgarrado, por lo que obviamente no tengo con que salir. Me pongo a rebuscar en cada cajón de su estantería hasta que encuentro un pantalón, una remera y sin dudarlo, me visto con ellos. Tomo mi bolso de mano, después de dejar bien doblado mi pobre vestido roto, y camino hasta la salida. Hecho una última mirada al hombre que me dio la mejor noche de placer, para salir completamente.
El día lunes llegó, y volver al trabajo era una situación por la que no quería atravesar. Parecerá algo muy infantil de mi parte, pero no tengo idea de cómo enfrentarme a la situación de mirarlo a los ojos, sin que se me venga el recuerdo de lo que hicimos.Doy varias respiraciones profundas, y camino fuera de mi habitación, donde me encuentro con mi madre.También debo buscar una niñera que se encargue de mi hija, pues salgo más temprano de la casa que ella, y por el momento es mi madre quien se encarga de ayudarme.—Gracias por quedarte con ella. De verdad. Prometo encontrar una niñera lo más pronto posible —digo, apenada pues sé que está dejando de lado su trabajo en el campo, por quedarse aquí con Maga.—No digas tonterías. Sabes que estoy feliz de quedarme con mi nieta.—Gracias de todas formas —musito y me acerco a abrazarla—. No sé qué haría sin ti.—Anda; ve a trabajar mi niña, que yo, me encargo de llevarla al kínder —manifiesta.Salgo de la casa y me monto en mi coche. Condu
ISMAEL WRIGHT.Volver a estas tierras no estaban parte de mis planes, pero aquí estaba, furiosamente concentrado en el trabajo, tratando de disipar los recuerdos del pasado que aún me golpean con fuerza.Había una presión asfixiante comprimiendo mi tórax, impidiendo con eso, que pueda respirar libremente.Cuando pisé tierra, lo primero que solicité fue una reunión, para que todos me conozcan y sepan que soy su nuevo jefe. Dejarles en claro que soy el que manda y que las cosas se harán como yo lo dicte. Sin embargo, en el rebaño, siempre existe un que es rebelde y en mi caso, en la empresa había una mujer en particular que, se veía bastante empoderada, tranquila y a su vez, muy inteligente.Cuando llegó a la sala de conferencia, donde todos estábamos, quede en shock con el parecido que tenía con Jen, mi ex novia. Esa mujer me atraía de sobre manera, pero su traición me llevó a alejarla de mí.No obstante, ver a alguien con tal similitud, me generaba cierto sentimiento de dolor; los rec
AMELIEMartes.Hoy sería un gran día, o por defecto, eso tendría que ser así; pues, al lograr firmar un contrato de suma relevancia para la empresa, es motivo para celebrarlo con todos los empleados. Sin embargo, la mala suerte despertó abrazado conmigo, y me he dado cuento que me dio los buenos días, en el momento exacto, en que mi café se derramó por mí al resbalarse de mis manos.Ahora, luego de cambiarme, estaba saliendo de la casa, con el tiempo pisándome los talones. Subo a mi coche. Incrusto las llaves donde deben ir, e inmediatamente lo giro para encenderlo, pero este no lo hace.—No, no, no —susurro para mi sola. Este no es momento.Anoche funcionaba a la perfección.En ese instante, mi celular suena, y es solo un número desconocido lo que aparece en pantalla. Miro la hora, y deduzco que no será del trabajo, porque aún falta unos pocos minutos para la entrada. Contesto.—¿Bueno? —hablo, con una duda latente. Todo mi día inicio con el pie izquierdo, que no quiero otra sorpresa
Cuando finalmente llegamos a la empresa, decidí bajar por mi cuenta del coche. Mi jefe en esta ocasión, no se molestó por demostrar su caballerosidad, y no es que me importe mucho en realidad. Ya estaba lo suficientemente nerviosa con su cercanía, que necesitaba respirar con tranquilidad y pensar en su comportamiento raro.Llego a mi oficina y dejo la cartera sobre un de los sofás, justo cuando Patty, ingresa, con una sonrisa pícara en el rostro.—Vimos que llegaste con el jefe —musita, coqueta, moviendo repetidas veces las cejas de arriba para abajo.Ruedo los ojos.—Sí, Patty. Llegamos juntos, no vinimos juntos.—Son las nueve de la mañana, casi las diez. ¿Dónde estabas? —La verdad, no estaba en mis planes que fui a desayunar con él, porque no me dejaría en paz.—Mi carro simplemente decidió no funcionar hoy. Por eso mi retraso. Además, estaba monitoreando a futuros clientes —suspiro—. Me conoces más que nadie, Patty y sabes cuál es mi manera de trabajar.—Está bien, solo quería bro
Hice una mueca, cuando sentí el frío líquido tocar mi piel. No iba a hacer una escena ridícula, pero sí, me sentía molesta, y desde un principio, presentí que esto iba a pasar. —Actos pobres, provienes de personas pobre de inteligencia —siseo—. No se preocupe por mí, señor Wright. Me extiende una servilleta, cuando la mujer que me vertió el agua se pone de pie. —¿Cómo te atreves a llamarme pobre? —grazna la misma—. Defiéndeme, Isma. Sonrío y me pongo de pie, para retirarme, tomando la servilleta de la mano de mi jefe. De reojo, pude notar, como se estaba conteniendo para no estallar, las venas en su cuello, y el puño hecho en su mano. —No debes molestarte por eso. A una cuadra de aquí hay ofertas en ropa. Digo, por si necesitas ir —dice su hermana, riéndose. —Siempre lo arruinas todo. ¿Es esa la educación que te di? —sisea mi jefe a su hermana. Ella tenía el rostro pálido después de escucharlo, asustada—. Me has decepcionado una vez más. Me has avergonzado frente a personas impor