SALVADOR

—Unos hombres intentan asesinarme, estoy aterrada.

—Guarde la calma —le responde la mujer del otro lado de la línea —¿dónde se encuentra?

Intentó acelerar, pero el conductor del otro auto volvió a golpear su coche y esta vez perdió el control, el coche se precipitó por el barranco, dando vueltas en el aire.

En el proceso se golpeó la cabeza, estaba algo mareada, pronto todo quedó en silencio de nuevo, todavía podía moverse, pero el dolor en su cuerpo era espantoso.

Lucharía con todo lo que tenía por su vida, no quería morir, no allí, no de esa manera.

Salió de las latas retorcidas con mucha dificultad, se arrastró unos metros.

Era de noche y hacía demasiado frío, lágrimas gruesas rodaron por su mejilla, rogaba por su vida, quería otra oportunidad, para arreglar todo y cobrar venganza.

Escuchó una fuerte explosión cerca de ella, se giró y observó el auto arder en llamas, eso había estado demasiado cerca, todo su cuerpo palpita de dolor.

Trató de levantarse del suelo sin éxito, estaba demasiado débil y golpeada, su bebé era en lo único en lo que pensaba en ese momento.

Sofía estaba desorientada, a lo lejos veía luces, podía sentir la sangre deslizándose por su piel.

Hizo otro intento, tenía que hacerlo por su hijo, se levantó del suelo a como pudo, y empezó a caminar lentamente, con cada paso, sentía que le estaban arrancando las entrañas.

La luna la dejaba ver sombras en la oscuridad, nada más, tropezó un par de veces y cayó al suelo, un grito de agonía, abandonó sus labios, que era lo que estaba pagando para recibir tal castigo.

Se levantó a como pudo del suelo, estaba realmente mareada, no sabía cuentas, minutos u horas habían transcurrido, perdido la noción del tiempo.

Caminaba para no morir allí, esa idea la causaba pavor, miraba las luces a lo lejos.

Tiempo después se detuvo al sentir el pavimento bajo sus pies, había llegado a una carretera, tenía el sabor de la sangre en su boca.

Lágrimas brotaron de sus ojos, que había hecho ella para terminar de esa manera, se sentó a la orilla de la carretera.

No sabía cuánto tiempo le quedaba, era consciente de que estaba malherida, su cuerpo estaba agonizando lentamente, le pidió perdón a sus padres, quizás no había sido una buena hija, se llevó las manos a cabeza, podía tocar una herida abierta allí.

Si en unos minutos no pasaba un auto, iba a morir desangrada, a lo lejos vio las luces de un coche, se levantó del suelo a como pudo.

Estaba tratando de aferrarse a la vida, solo pedía una oportunidad, una última oportunidad para hacer las cosas bien.

Caminó a cómo pudo al centro de la carretera, el coche venía a toda velocidad, solo esperaba que por piedad se detuviera.

Se mantuvo de pie, el chico empezó a sonar la bocina para qué se apartará, pero no lo hizo, el coche se detuvo en seco a centímetros de ella, cayó de rodillas al suelo.

—¿Qué ocurre? —vociferó Darío molesto.

—Hay una chica en la carretera, señor, lo siento —respondió su chófer algo nervioso, conocía el temperamento de su jefe.

—¡Una mujer, a estas horas de la noche!

La súbita aparición de una mano ensangrentada en la ventanilla hizo que el hombre se preocupara.

A pesar de que fingía ser un persona fría, había un corazón cálido bajo todo esa piel.

—A… ayúdeme po… Por favor —sollozó la mujer en voz baja.

Darío abrió la puerta sin dudarlo, salió para evaluar la situación.

La joven estaba tan débil que cayó de rodillas al suelo nuevamente.

—¿Señorita se encuentra bien?

Se acercó al frágil cuerpo de la joven, podía notar la sangre sobre su vestido.

—¡Ayúdeme! ¡Ayúdeme!… Salve a mi hijo, por favor, se lo suplico…

La levantó del suelo sin dudarlo, debía de salvarla.

—¡Sofía! —murmuro al reconocer a la muchacha.

Se sentía confundido, ella debía de estar en su flamante mansión, no en medio de la carretera, a punto de morir, sin ningún guardaespaldas.

—¡Conductor!, llévala inmediatamente al hospital.

—Pero jefe…

—¡¡¡Ahora mismo!!!

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