MENTIRAS

—Al hospital no, él va a matarme — ella agarró la esquina del traje del hombre y murmuró —me quiere muerta.

—¿Quién te quiere muerta? —preguntó rápidamente.

Darío observó a la mujer perder el conocimiento, eso lo alarmo, se veía muy mal.

—¡¿Va a morir?! —el conductor gritó aterrado.

—¡Cállate y conduce!

El chófer iba a toda velocidad rezando para que la mujer no muriera en el coche, era muy supersticioso, además de miedoso.

—Señor, dígame que esa mujer todavía respira.

—Sí, date prisa, se ve muy mal.

Tomó su celular y llamó a su amigo para que estuviera preparado.

Él podría ayudarla, era el mejor médico de la ciudad.

El conductor aceleró al máximo, la clínica del señor Carlo estaba cerca, después de unos minutos llegaron al lugar indicado.

Darío bajó con la mujer en sus brazos y corrió al interior del lugar donde lo esperaba una enfermera junto a su amigo, colocó a la chica en la camilla y ellos se la llevaron.

Tenía sangre en la ropa y casi le hizo vomitar, odiaba ese olor.

El olor de la muerte.

John se sentó a su lado, todavía estaba pálido, conocía a su jefe, jamás accedería a ayudar a nadie, pero esta vez había tenido compasión de una desconocida.

—Je… jefe. ¿Por qué la ayudaste? —preguntó el joven con curiosidad.

—Me recordó a mi hermana —respondió mirando a la nada.

John guardó silencio, sabía lo delicado que era ese tema, así que era mejor no hablar.

Dos horas después apareció Carlo, tenía cara larga y parecía que las cosas no estaban bien.

—Está en estado crítico, necesita una transfusión sanguínea, tenía una bala en el abdomen, me sorprende que no haya perdido al bebé, tiene una herida abierta en la cabeza, en fin, si pasa esta noche, será de puro milagro.

—Lo bueno es que no perdió al bebé, quien pudo hacer algo tan horrible cómo eso.

—No lo sé, tiene tres meses aproximadamente, deberías de ir a tu casa y descansar un poco Darío.

—La encontré en la carretera, solo espero que se recupere, hice mi buena acción del día, pagaré los gastos médicos, no te preocupes, solo llama a Lola y mantén esto en secreto, creo que algo no está bien, sabes a lo que me refiero.

—No te preocupes, lo haré, cuidaré bien de ella.

Darío abandonó la clínica, esa chica lo hizo recordar a su hermana mayor, ella estaba esperando su primer hijo cuando murió, no pudo conocer a su sobrino.

¡Qué casualidad!

Al día siguiente…

“La ciudad amaneció conmocionada con la noticia de la muerte de Sofía Clark, una joven a la que todos catalogaban como alegre y muy extrovertida…”

Habló la periodista, con profunda tristeza en su voz.

La taza de café cayó de las manos de Gabriela, se llevó las manos al pecho, gruesas lágrimas rodaron por sus mejillas al observar la conferencia de prensa que brindaba Pablo.

—Esta mañana encontré el cuerpo sin vida de mi esposa en su habitación, en algunas ocasiones tuvimos diferencias como en todos los matrimonios —hablo el hombre fingiendo tristeza —pero no pensé que fuera capaz de arrancarse la vida, nuestro matrimonio pasaba por una crisis, ella no podía tener hijos y creo que eso la llevo a esto, la tristeza y el dolor me están consumiendo, yo la amaba más que a mi propia vida.

Gabriela golpeó su escritorio con fuerza, eso no era verdad, Sofía estaba embarazada, ella le había enviado un mensaje, pero estaba tan ocupada atendiendo un asunto familiar que no pudo responder el mensaje, además ella no sería capaz de suicidarse en esa situación.

Tomó las llaves de su auto y se dirigió a la mansión de su prima, ella no se creía nada de lo que decía ese imbécil, siempre había desconfiado de Pablo.

—No permitan que nadie entre, además de los policías a los cuales les pague —le advirtió Pablo a sus hombres.

Solo unos pocos tenían acceso a la mansión, Pablo había llevado el cuerpo de una mujer a la mansión y lo colocó en la cama, además de dejar una gran cantidad de pastillas, a su alrededor.

Los encargados sabían cuál era su trabajo, rectificar qué la mujer en la cama era Sofía Clark y dictaminar que había muerto por una sobredosis de medicamentos y drogas.

Observó a los hombres subir las escaleras, se quedó en la planta baja con cautela, había una gran cantidad de periodistas a las afueras de la mansión, debía de actuar como un hombre destrozado por la muerte de su esposa.

Caminaba de un lado al otro, no le importaba cuánto debía de pagar, pero su único objetivo, la herencia de su difunta esposa.

—Señorita, no puede entrar —escucho la voz de uno de sus guardaespaldas.

Se giró y observó a Gabriela en la puerta, eso no era bueno.

—No me iré de aquí, quiero ver su cuerpo, sé que ella no se quitaría la vida, eso jamás —gritó la joven —la conozco demasiado bien.

—Gabriela, vete de aquí, ten un poco más de respeto, mi esposa murió, la vi con mis propios ojos.

—Mientes, ella jamás se quitaría la vida, no después de la noticia que recibió, ¿qué fue lo que le hiciste maldito?

Pablo trató de calmarse, quería golpear a esa estúpida, cómo se atrevía a dudar de él en público.

—El dolor no te deja ver con claridad, ahora vete.

Gabriela estaba decidida a ver el cuerpo de su prima, no iba a quedarse con las dudas, eso jamás.

Observó a los forenses bajar lentamente, en la camilla llevaban el cadáver de la joven, en una bolsa negra.

Trato de apartar a los hombres de Pablo para ver a Sofía, pero ellos no se lo permitieron.

La tomaron de los brazos, en su corazón sabía que algo no estaba bien, Sofía no podía estar muerta.

Observó cómo la colocaron en el auto y se marcharon, estaba realmente molesta, los hombres liberaron sus brazos, podía notar las marcas rojas en su pálida piel.

—Sé que tú eres el culpable de esto, puedes mentirle a los demás, pero a mí no, ella jamás se quitaría la vida, ¿y sabes por qué? —le preguntó mirándolo fijamente —estaba embarazada, maldito imbécil.

Un escalofrío recorrió la espalda de Pablo, Sofía estaba embarazada y él ni siquiera lo sabía.

—¡Mientes! —respondió enojado.

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