¡SÁLVALA!

El hombre les ordenó a ambas mujeres bajar del auto.

Sofía no puso resistencia y bajó lentamente del coche.

Gabriela hizo lo mismo, estaba aterrada de solo imaginar que asesinarían a Sofía por su culpa.

—La mataré primero a ella, para que puedas observar todo, mi querida Sofía, luego lanzaré su cuerpo al río —señaló el vacío —es una caída de cuatro metros, pero no sentirá nada, no te preocupes por eso.

El hombre tomó a Gabriela del brazo y la obligó a arrodillarse; había empezado a nevar con intensidad.

Saltar al vacío sería un suicidio. El agua estaba congelada, unos minutos en ese lugar, y morirían de hipotermia.

Sofía había estudiado todas sus posibilidades con cuidado y era realmente frustrante no poder hacer nada.

No quería terminar asesinada, luego lanzada a un lago congelado, quizás su cuerpo nunca sería encontrado.

—Últimas palabras, cariño —preguntó la mujer mientras le quitaba el seguro a su arma.

Se acercó a Gaby y apuntó directo a su cabeza.

—Es tu última oportunidad, soy
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