En la mansión
—¿Cómo pueden estar comiendo tan tranquilos, después de todo lo que ha pasado?—exclamó Gabriela molesta. Nadie parecía prestarle importancia. —Es tu sobrina, papá, deberías de estar preocupado. Ambos sabemos que ella no sería capaz de suicidarse, sé que ese imbécil le hizo daño. Erik se bebió un trago de café y levantó la mirada, su hija estaba sufriendo demasiado por la pérdida de su prima, no aceptaba su muerte. —Será mejor que controles tu boca, Pablo ahora tiene demasiado poder, además Sofía fue muy arrogante. Yo mismo le pedí que no se casara con ese imbécil después de lo que pasó con Patricia, pero ella nunca me escuchó, ahora es su problema. Gabriela golpeó la mesa con fuerza, como su padre podía decir algo como eso. —¿Acaso no te importa que la esté pasando, mal papá? Yo no pienso quedarme de brazos cruzados, no soy una cobarde. El hombre le dio una mirada de disgusto a su hija. Era mejor mantenerse alejados de esa situación, de lo contrario podían terminar en problemas. —No quiero problemas con el señor Allen, te guste o no, ese hombre puede hacer lo que quiera, no podemos impedirlo. Gabriela se levantó furiosa y se marchó, iba vestida completamente de negro, y por nada del mundo se perdería el velorio de su prima. Al llegar al lugar indicado, se dio cuenta de la gran cantidad de periodistas que había en el sitio, bajo sin pensarlo. La iglesia estaba decorada con flores blancas, Caminó lentamente por el pasillo hasta llegar a donde se encontraba el cadáver de su prima. Pero se llevó tremenda sorpresa, había sido incinerada, sostuvo con fuerza el ramo de rosas en sus manos Contuvo la rabia en su interior, que era lo que ocultaba ese imbécil. Había muchas personas, lo mejor era mantener la calma. Se encaminó a los baños, necesitaba calmarse, abrió la puerta y quedó en shock, su prima estaba besándose de manera apasionada con Pablo, el viudo, quien supuestamente estaba sufriendo. Azotó la puerta con fuerza, llamando la atención de la pareja. —Entonces de esto se trata, no es verdad, m*****a, traidora, ella te consideraba una hermana, ni siquiera tienes algo de respeto por los muertos. Patricia dio un paso atrás al notar la molestia en el rostro de Gabriela. —Bueno, ella ya no está, así que no siento que le deba nada, ya está muerta, ojos que no ven, corazón que no siente. Gabriela se acercó y le dio tremenda bofetada a Patricia. Estaba realmente furiosa por lo que veía. Pablo se puso en medio de ambas para evitar que su novia saliera lastimada. —Y tú, fingiendo ante las cámaras estar dolido por la muerte de tu esposa, pero en lo privado te besuqueas con esta zorra. —Eso no es asunto tuyo, ella está muerta, yo puedo hacer lo que me dé la gana en este momento. Gabriela estaba realmente cabreada, levantó su mano y abofeteó a Pablo. El hombre la miró como si quisiera matarla. —Al menos le debes respeto, imbécil, ella nunca quiso ser incinerada y tú lo sabías, ¿acaso intentas ocultar algo? —Métete en tus propios asuntos si sabes lo que te conviene, de lo contrario tu familia puede salir perjudicada. Pablo le ordenó a sus hombres sacar a Gabriela. La joven estaba furiosa, pero no podía luchar contra cuatro hombres que la tomaron de los brazos y la hicieron sacada de la iglesia. Darío miraba desde la distancia cómo Patricia era sacada a rastras del lugar, había decidido asistir al velorio de la joven por mera curiosidad. —¿Qué más has podido investigar? Le pregunto a su asistente. —El cuerpo de la joven fue incinerado. Una sonrisa asomó en los labios de Darío, Pablo no era tan tonto después de todo. —Qué ingenioso, así nadie podrá darse cuenta de que no se trata del cadáver de su esposa. —Exactamente, ahora todo el imperio de la familia Clark le pertenece a su sobrino. El expediente sobre la defunción de Sofía fue eliminado por completo, no quedó nada. —Ya veo. Darío caminó por los pasillos, topándose de frente con Patricia, su exnovia. Le dio una mirada fría a la mujer, la vio detenerse en seco. Ella era la persona que más odiaba en el mundo. Por su culpa, había sido expulsado de la familia Allen. Le había jurado que se vengaría de ella cuando regresara a la ciudad, cumpliría su promesa. —Darío, tanto tiempo sin verte —habló la mujer con nerviosismo. —Te ves pálida, ¿pasa algo malo, Patricia? ¿Acaso viste a un fantasma? —Estoy bien, después de lo que sucedió, no pensé que tuvieras las agallas de volver, pero que se puede esperar de alguien como tú. Darío le mostró una sonrisa, podía notar el miedo en su mirada, iba a disfrutar destruirla. —Vine para cumplir la promesa que te hice aquella tarde, lo recuerdas, mi amor. El corazón de Patricia empezó a latir con fuerza, en la mirada de Darío no había amor, ni ternura. Solo odio y resentimiento, su mirada hacía que quisiera correr, tenía miedo. Si la verdad salía a la luz, ella podía terminar en la cárcel. —Sigues sin aceptar lo que hiciste, eres un maldito desgraciado. Darío la miró fijamente, en ese momento quería retorcer su hermoso cuello, pero sería en otra ocasión. Observó a Pablo caminar en su dirección, se veía algo molesto. Su sobrino tomó la mano de Patricia y se la llevó, ¡curioso! Pensó para sí mismo. Continuó caminando, salió por la puerta trasera y abandonó la iglesia, no sentía ánimo de estar entre tantos hipócritas. Seguía investigando lo que había sucedido, cinco años atrás.Pablo estaba molesto con Patricia, no quería que ella estuviera cerca de su exnovio, sentía celos de Darío.Quien era un hombre realmente atractivo, pero él tenía dinero, lo que le resultaba algo realmente interesante a las mujeres.—No quiero que hables con él, no te le acerques —le advirtió a su novia.Patricia por su parte estaba nerviosa, Darío estaba de regreso por venganza, eso en realidad le aterraba.Sí, la verdad salía a la luz, su reputación estaría arruinada, eso no sería bueno para ella.No podía permitirlo.—¿Por qué no me dijiste que había regresado?—preguntó con disgusto.Pablo le dio una mirada fría a la joven, ella parecía estar muy interesada en Darío.Jamás iba a permitir que su tío le arrebatara el amor de su novia.—No creí que fuera importante para ti —habló con sarcasmo.—No lo es, pero sé que regresó para vengarse de mí y eso no es bueno, acaso no lo entiendes.Pablo se acercó y la abrazo para consolarla.—No te preocupes, mi amor, él no es nadie, tengo suficie
Tres semanas después. Sofía se removió incómoda, sentía que los párpados le pasaban. Abrió los ojos de golpe al recordar fracciones de lo sucedido, y se llevó las manos al pecho, angustiosa. ¿Dónde estaba? ¿Qué hacía allí? Se levantó aterrada. Él iba a matarla, la quería muerta, sentía que el oxígeno no llegaba a sus pulmones Intento caminar, pero le fue imposible; casi terminó en el suelo. Todo su cuerpo palpitaba de dolor, tenía moretones horribles en su piel. Su respiración se volvió más pesada, tenía un ataque de ansiedad. Avanzó con dificultad, pero cayó pesadamente al suelo. Un grito de dolor abandonó sus labios. La puerta se abrió, observó a una enfermera. La mujer se preocupó al verla a la joven en el suelo, se acercó y la ayudó a levantarse. —Señora, cálmese, todavía está muy débil, por favor cálmese. —¿Dónde estoy? ¡Mi bebé! —murmuró con el alma en un hilo. —Su bebé está bien, solo cálmese y regrese a la cama, respire profundamente.
Un grito ahogado y desgarrador abandonó los labios de la joven. El doctor y mejor amigo de Darío estaba en la puerta. Observo a la joven perder el conocimiento y terminar en el suelo. —¿Qué fue lo que le hiciste? —preguntó Carlo, molesto. Darío pensaba que su amigo era un hombre sentimental, él era todo lo contrario. —Le dije la verdad, acaso es un delito. Carlo se acercó a la joven y la levantó del suelo con delicadeza y la colocó en la cama. Tomo el periódico que estaba en el suelo y leyó la nota, frunció los labios y le dio una mirada de pocos amigos a Darío. Él parecía no entender lo difícil que debía de ser para Sofía lo que estaba pasando, traicionada por su esposo y familiares. —Esta embarazada, acaso no lo entiendes, siempre tienes que ser un imbécil con todos, te imaginas cómo debió sentirse. —¿Querías que le ocultara la verdad? Carlo soltó un suspiro pesado, su amigo y Sofía no se llevaban bien, eran enemigos, pero por algún motivo aquella no
—Querido tío, es bueno verte, ahora que estamos frente a frente, quiero presentarte a mi prometida.Darío trató de fingir que nada de eso le afectaba. Pero por dentro sentía como si alguien hubiera tomado su corazón y lo estuviera estrujando en su pecho. —Me sorprende, tu amada esposa ni siquiera se ha enfriado y tú ya estás comprometido nuevamente. Habló Darío con sarcasmo, e hizo una pausa dramática. —Cualquiera pensaría que te querías deshacer de Sofía, eso en realidad se escucha horrible.El rostro de Pablo se volvió gélido, como su tío podía hablarle de esa manera en público. —Y tú —señaló a Patricia —dado los hechos, cualquiera pensarías que habías traicionado la confianza de la única persona que confiaba en ti a ojos cerrados.—Cállate —exclamó Pablo —no sabes lo que dices, ame a mi esposa, pero no pienso guardarle luto toda una vida. Darío estaba disfrutando de provocar que su sobrino extraviara la calma, y se comportara como un imbécil; se veía furioso. —Solo ha pasado
La joven tenía un aspecto desalineado, en sus manos tenía sangre seca y las uñas rotas.La mujer apartó bruscamente la mano de Pablo, parecía estar asustada y fuera de sí. —¿Dónde está Sofía? La vi ingresar a esta habitación. —Se encuentra en el piso de psiquiatría, no me hago responsable si algo malo le sucede, señor, algunos de estos pacientes son peligrosos. Le advirtió la mujer tratando de distraerlo. Había notado el pánico de su paciente cuando había ingresado a la habitación aterrada; estaba segura de que algo no estaba bien. No podía permitir que el hombre encontrara a la joven que estaba oculta en el baño. —No me mienta, señorita, sé lo que vi, no intenté engañarme. Patricia ingresó a la habitación preocupada, su novio se estaba volviendo loco.Había actuado de manera irracional. Veía cosas que no eran, y de seguro el estrés le estaba jugando en contra. —Por favor, salga de la habitación, no altere a la paciente. —Pablo, vámonos, no podemos estar aquí. —Sé lo que vi,
Gabriela estaba molesta, la muerte de su prima era como una herida abierta en su pecho. No podía aceptar que estaba muerta, quizás solo se trataba de una horrible mentira. Ingresó a la mansión de su tía; debía de hablar con ella. Patricia estaba haciendo cosas que avergonzaban a la familia. No respetaba la memoria de su difunta prima, era una de desvergonzada. Observó a la mujer en la sala de estar leyendo un diario, al verla le mostró una sonrisa y la invitó a tomar asiento. —Tía, vine a hablar con usted algo realmente importante, que pienso, que ignora por completo. La mujer no dijo absolutamente nada y le permitió continuar hablando. —Patricia es la amante de Pablo, estoy casi segura de que él envió a asesinar a Sofía, todos sabemos que ella jamás sería capaz de suicidarse. La mujer dejó el diario de lado, guardó silencio por unos segundos, parecía estar sorprendida, luego se rio con diversión. —Mi hija volvió con su exnovio, ¿cuál es el problema? Además, Sofía se
—Se trata de tu sobrina —le recordó para hacerlo entrar en razón. Su actitud le molestaba, todos parecían tan tranquilos con todo eso, incluso le resultaba enfermo.Sabía que el dinero hacía que las personas se volvieran, ciegas, sordas y mudas, eso no le sorprendía.—Sabes que algo no está bien, pero prefieres hacerte el ciego e ignorar lo que sucede. Su padre le dedicó una mirada de disgusto. —Piensas en Sofía, como si ella se hubiera preocupado por ti, que hizo ella por nosotros, le dio todo al inútil de su esposo y mira cómo terminó por tonta. Su padre estaba resentido con Sofía, lo entendía, pero ella se había enamorado y se volvió ciega ante lo que sucedía. Era mejor guardar silencio, quizás él tenía la razón. —Firmaré el contrato, no voy a perder más dinero, cada quien recibe aquello que siembra. Se quedó mirándolo con decepción. —Si no te gusta la decisión que tome, puedes renunciar.Observó a su padre perderse de su vista por completo. Pablo iba en el auto pensativo,
Patricia estaba en una tienda exclusiva mirando los vestidos de novia disponibles. Imaginaba celebrar una gran boda, ella se lo merecía, era hermosa y la futura esposa de un hombre multimillonario. Violeta se acercó a ella y le mostró un hermoso vestido, diseñado en Francia. Sus ojos se iluminaron en segundos. Iba a casarse en unos meses y quería que todo fuera espectacular, no aceptaba menos, ella merecía lo mejor de lo mejor. —El vestido vale una fortuna —exclamó su amiga —podría comprarme un departamento con este dinero, puedo buscar otro, no te preocupes. Patricia se acercó y miró el precio, era lo de menos, su futuro esposo estaba ahogado en dinero. Su amiga a veces era muy tonta y olvidaba que ahora sería una mujer con muchos dólares para gastar. —Me casaré con el hombre más rico de la ciudad, no veo el problema —respondió con una sonrisa —puedes mostrarme cualquier diseño.—Eres tan afortunada, te envidio, me gustaría tener tu suerte —exclamó su amiga. Continuó mirando