—¿Quieres ser mi esposa Carolina? — Estoy ante la mujer perfecta, hermosa, cariñosa y más paciente del mundo.
—Claro que si William, acepto ser tu esposa.
Luego de celebrar esa cena íntima donde le pedí ser mi esposa y ella aceptó, nos dirigimos al hotel más lujoso de la ciudad en la habitación presidencial queremos celebrar como se debe nuestro compromiso.
—Eres perfecta Carolina— Mientras besos sus hombros y voy bajando su vestido negro de seda, su piel clara es realmente hermosa, cada uno de sus lunares que la adornan la hacen ver como una musa, tan hermosa y perfecta para mí.
—Te deseo William, quiero que esta noche me lo hagas duro e intenso como a mí me gusta, como nos gusta— Ella se gira y puedo ver que esta sin sujetador en la parte de arriba, cuando todo el vestido ha caído ella enreda sus piernas a mis caderas, mientras desata el nudo de mi corbata para luego soltar mi cinturón, está ansiosa porque la haga mía, estar con ella es como la gloria, cada vez que me introduzco en ella es placer puro, es sentir su fuego, aquel que emana como la diosa que es, sus gemidos llenan la habitación, mientras yo lo hago como a ella le gusta, intenso, mi respiración entre cortada me hace ver que estoy a punto de llegar, pero no puedo aún ella no lo ha hecho y no voy a dejar insatisfecha a mi chica, la giro dejándole a de espalda, empezando a besar su espalda, provocando que su piel se erice.
—Sigue William, me encanta que seas así de salvaje e improvisado — No sé qué significo sus últimas palabras, pero no importa tengo cosas más entretenidas que hacer que buscarle significado a sus palabras, con mi nariz huelo su piel hasta bajar a la frontera entre su espalda y su hermoso trasero, paso mi lengua por sobre él, chupándolo y mordisqueándolo a la vez, ella da un pequeño sobre salto, sé que está excitada, porque mi lengua siento su centro húmedo a través de sus bragas con los dientes se la arranco y de un golpe devoro sus pliegues, los lamo, los chupo sintiendo sus espasmos y mi pene ponerse aún más rígido con sus gemidos, me desespera la manera en que su cuerpo tiembla, necesito introducirme de manera más profundo en ella, no puedo esperar el preservativo y de una estocada me introduzco en ella, segundos después siento como derramo mi semen en su entrada y ella suena agitada porque acaba de venirse conmigo, me recuesto sobre su espalda con el frente sudada, sé que no le gusta, pero eso fue intenso.
—Cariño eso fue sensacional, pero sabes que no me gusta, mejor ve y date una ducha, por favor.
Ella es así, muy pulcra y no le gustan estas cosas, yo doy un suspiro profundo y me alejo de ella para hacer eso darme una ducha fría, la amo, pero a veces suele ser una mujer algo fría, pero igual será mi esposa, una vez casados tal vez las cosas mejoren.
…
—Es increíble cuando la vida te demuestra que nada es seguro, cuando la vida te enseña que cuando más seguro que te sientes más te puede sorprender
William Olivier creía que tenía todo lo que un hombre quiere y considera un sueño, para él su vida era perfecta, una hermosa esposa, una hija a la que adoraba como si fuera el sol que lo iluminaba, era un empresario exitoso del rubro de la exportación, tenía amigos que eran como si fueran su familia en resumen era la vida perfecta que había soñado y más, pero la vida casi siempre te demuestra que cuando más seguro esta es cuanto más puede cambiar.
En las últimas semanas había sentido a su esposa muy distante y fría, todo lo que se refería a él le fastidiaba, se sentía culpable porque había estado trabajando más de lo habitual para darle la vida a la que la había acostumbrado, lujos, ropa cara, viajes, autos de último modelo todo lo que su reina quería él le daba, aunque en el fondo no fuera la esposa perfecta que todos pensaban, le habían detectado depresión posparto y él asumía que esa era la causa que tampoco se acercara a su hija y que al poco tiempo de dar a luz volvió a su vida social de siempre dejando a su pequeña con una nana, algo que no le gustaba a él, pero no se atrevía a contradecir a su esposa la adoraba y no veía su vida sin ella o sin su hija, y su temor siempre fue que el día que ella se fuera sea capaz de llevarse a su hija y ese día él no creía capaz de seguir viendo sin su pequeño rayito de sol, pero él estaba ciego de amor por Carolina que no veía más allá de sus narices hasta que un día que por un fuerte dolor de cabeza que sentía decidió llegar a casa más temprano de lo normal tratando de sorprender a su esposa y tal vez cenar juntos como hace mucho tiempo no hacían, pero al final el sorprendido fue él y de qué manera.
—Señora no sé cómo su esposo no se da cuenta de nada, hay que estar bien ciego de verdad. —Mientras cargaba a la dulce Diana quien a sus diez meses era una niña tan linda con sus cabellos dorados y su sonrisa de ángel que iluminaba el lugar donde estuviera, pero la persona que más debería quererla era la que menos la quería cerca.
—Eso lo se hace mucho tiempo, él no ve más allá de sus narices o solo ve lo que yo quiero que vea, hablando de eso hoy me cubres por favor no le digas que recién me voy le dirás que Salí hace un rato por una emergencia con una de mis amigas. Sabes de sobra que serás muy bien recompensada, soy una mujer generosa y ya te lo he demostrado, si gustas coge alguna de mis joyas la tú quieras. — Y se ponía los zarcillos frente al espejo, admirando su esbelto que gracias al ejercicio adicional que hacía con John su amante de turno, había logrado recuperar su cuerpo, ese que era la envidia de toda la sociedad en que desenvolvió gracias a lo que significaba ser la esposa de un empresario de menos de treinta años en pleno auge y un crecimiento fenomenal, adoraba su cuerpo y en especial aquel que tenía antes de quedar embarazada por un maldito descuido se repetía ella siempre que veía a su hija, era “Eres un maldito error, antes de ti tenía todo y tú llegaste a opacar mi belleza, a quitar mi lozana y tersa piel, era tan feliz antes de que tú nacieras”
— Claro señora yo lo apoyo como siempre en lo que usted necesite, usted es joven y hermosa y no debería esclavizar su vida a solo ser madre y esposa, viva su juventud disfrute para que luego los años no le pesen, pero esta vez ¿Quién es Pedro, Alejandro, Derek? — Sin dejar de sonreír y hacer sonar la sonaja de Diana.
—No te rías de mi querido John, ese hombre es fuego puro, si supieras las cosas que hace con esa boquita suya y sus manos ¡Dios mío!, solo mira cómo se me pone de chinita la piel de solo pensar en él, en cambio mi marido no me hace sentir ni la mitad de eso, odiaba su tacto cuando éramos novios muchas veces tuve que fingir un orgasmo porque no daba la talla a una mujer tan experimentada como yo.
—Sigo sin creer que su esposo no se dé cuenta de que se anda acostando con otro, de verdad que no le duele la cabeza cuando atraviesa esa puerta con los cuernos que tiene.
William no podía creerlo, salió de la casa sin que se dieran cuenta de que había llegado, se sentía traicionado y dolido, sabía que las cosas con su esposa estaban mal, pero llegar al punto de engañarlo de esa manera y secundada por la nana de su hija, el que todo lo que hacía era para darle la vida que se merecían, su corazón se partió en dos, pero por otro lado estaba el hecho que no podía tirar a la b****a un matrimonio de tres años y una hija hermosa con la cual no podía dejar de vivir, tenía miedo que al marcharse se la quisiera llevar y aun con el orgullo por los suelos y el corazón hechos pesados lucharía por su matrimonio, lucharía por reconstruir ese amor que se tenían hace no mucho tiempo, por su esposa y su hija haría lo que sea, sin prever que esa mujer era peor de lo que él podía imaginar.
—Ella es mi esposa y la voy a recuperar, voy a hacer que entienda que nos amamos, que tenemos una familia y eso es lo que debe ser primordial, yo sé que ella me ama lo sé. — El amor suele ser ciego, sordo y mudo decían, pero eso era algo que William no se daba cuenta.
Aquel día decidió que cambiaría para demostrar a su esposa que valía la pena luchar por su matrimonio, empezó a llegar temprano a casa, traerle flores, cenar fuera como lo hacían antes del nacimiento de su princesa, por un momento pensó que había logrado recuperar su matrimonio hasta habían vuelto a hacer el amor como en los viejos tiempos o eso creía él, pero un día al llegar a casa con rosas en las manos, sintió que su mundo se caía a pedazos no valió de nada humillarse y aceptar que lo hayan engañado, simplemente a ella nada le importaba ni siquiera su hija.
—Carolina ¿Qué estás haciendo? ¿Qué te pasa? — Tratando de detenerla, ya que la veía guardar sus vestidos, y toda su ropa en unas maletas, la desesperación se estaba apoderando de él mientras veía y oía a Diana llorar sobre la cama de ella.
—No seas ridículo William y suéltame, date cuenta me largo de una vez, se acabó este cuadrito de familia feliz. — No soportaba su toque, lo detestaba a morir, nunca lo amo simplemente fue el medio para lograr entrar en esa sociedad que también ya la había hastiado, se le había presentado la oportunidad de su vida de vivir la vida de reina que creía merecer y una hija o un esposo le estorbaban.
—¿Cómo puedes hablar de esa manera? ¿Cómo puedes pretender dejarnos? Tu hija está llorando y tú solo quieres irte, no puedo permitir que te vayas yo te amo Carolina, Diana y tú son mi vida entera — No quería que se fuera, no quería que su familia se viniera abajo como fuera trato de persuadirla, tratando de quitarle la maleta que estaba haciendo, está ciego no quería que se fuera, se sentía sumido en una pesadilla, la idea que su amada esposa lo dejara lo desquiciaba.
—No seas patético William, ni tú ni la niña me importan, quiero ser libre y vivir mi vida como a mí se me da la gana, ustedes son más que un estorbo para seguir mis sueños.
—¿Qué tienes en la cabeza Carolina? Piensa en tu hija, en mí, en nuestra familia, te he dado la vida que querías, te he llenado de lujos, me he desvivido por complacer cada capricho tuyo y ahora simplemente dices ¡Me voy!!
—¡Entiende esto no es vida para mí! No nací para madre, no nací para esposa, estoy harta de aparentar lo que no soy — Sin importarle los sollozos de su hija que cada vez era más fuerte, los niños son sensibles ante los gritos y aunque tenga menos de un año, sabía que algo no estaba bien
—Entonces ¿Que es vida para ti? Seguramente andar de ramera de cama en cama ¡Para eso si naciste Carolina no eres más que una mujerzuela! — Ya o podía callar más, ya todo estaba perdido, su corazón humillado no aguantaba todo lo que en silencio había retenido en su alma, los sollozos de su hija lo terminaron por convencer de que no se merecían una mujer así en sus vidas viviría para ella de ahora en adelante.
—No tanto de cama en cama, solo con quien se me plazca y que bueno que ya lo sabes así nos ahorramos más este teatro insulso, te mandaré los papeles del divorcio y más vale que tengas un cheque muy jugos para mí, no me iré con las manos vacías, aunque no la quiera, esa niña vale su peso en oro y si la quieres para ti vas a pagar muy bien porque después de todo soy su madre y puede lanzar una que otra lagrimita hasta convencer a un juez y te puedes quedar sin tu princesita. — Con una sonrisita de satisfacción sabía que él haría lo que fuera por quedarse con la niña.
—Se acabó el imbécil que se desvivía por ti, se acabó tu payaso Carolina, lo único que me provocas es asco y repulsión, eres un monstruo, así que puedes irte y llevarte a esa alcahueta de tu querida Isidora que son tal para cual par de víboras, desde este momento en adelante tú estás muerta para nosotros y espero que nunca te arrepientas de lo que acaba de perder, porque escúchame bien — Tomando de su mano de manera brusca, algo que la sorprendió porque William nunca había sido violento— Te marchas por esa puerta y hare de cuenta que nunca exististe, que hoy te entierro junto con lo que siento por ti.
—Para lo poco que me importa tu opinión o tus estúpidos sentimientos, bye amorcito que este fantasma se va a vivir su vida de ensueño — Sonriendo sintiéndose vencedora lanzándole un beso al aire como estocada final, poniendo más sal a la herida que forjado en el corazón de un hombre que la amaba y que en ese momento solo sentía rabia y decepción de el mismo por haber sido tan idiota de caer en sus garras.
Mientras ella atravesaba esa puerta, él se prometía a sí mismo nunca más caer en las garras de ninguna mujer, nunca más sería tan estúpido, su hija sería su motor y motivo para seguir viviendo, mientras Carolina tomaba un taxi rumbo a la vida que según ella se merecía John la esperaba para subir a un crucero alrededor del mundo la única condición que le puso fue que dejara a su familia y en ningún momento dudo que fue la mejor decisión que había tomado.
AÑOS DESPUÉS
—Princesa, vamos a ver una película, acaban de estrenar la de la princesa del hielo la que te gusta ver ¿Qué te parece? — Tratando de llamar su atención y hace que deje de jugar con las muñecas.
—No papi mejor vemos blanca nieves en la sala — Sin voltear a ver su padre sabio sus intenciones y aunque tenga ocho años y muchos la consideren una niña retraída e introvertida, ella no se sentía capaz de enfrentar el mundo, amaba a su padre, pero no era capaz de estar entre tanta gente desconocida, cuando eso pasaba se había sentido tan pequeñita como una hormiga entre gigantes y esa sensación la había asustado demasiado,
—Vamos princesa será divertido hasta podemos ir por una malteada de chocolate esas que tanto te gustas y un algodón de azúcar — Cada día se le hacía más difícil entender a su hija, criarla solo no era fácil y más con los problemas de interacción que Diana había adquirido con los años.
—No papi es mucho dulce para mis dientes, se me pueden picar y el Hada de los dientes se puede molestar conmigo y dejarme nada en mi almohada cuando se me caigan.
—Diana por favor. — Mientras ella se giraba para guardar sus muñecas y sacar unos libros.
—Te quiero mucho papi, le voy a escribir una carta a santa falta poco para navidad.
No podía hacer nada más, se sentía derrotado y un inútil como padre, una hora después subió, ya que le llevo unas galletas y leche para que merendara y lo que escuchó lo puso muy triste saber que su hija se sentía así de esa manera, saber que había una culpable, aquella que no le tembló la mano al firmar cediéndole la tutela total de su princesa y llevarse un cheque que casi lo deja en la quiebra.
—No Barbie tú no juegas eres muy fea por eso no tienes mamá, pero yo quiero jugar con ustedes, no Barbie busca tus juguetes y juega sola, nosotras no jugamos con huérfanas.
No podía creer que su hija pensara eso de ella misma, sentía que era la entrada a una nueva crisis tenía que hacer una llamada.
—Doctor no sé qué hacer, siento que, a pesar de la terapia y los años invertidos en ella, las cosas no avanzan y ella está empeorando con el tiempo, no sé qué hacer con la situación de mi hija.
—Entiendo que se sienta de esa manera señor Olivier, pero creo que tendrá que tomar medidas más serias, la falta de figura materna en la vida de Diana la ha afectado más de lo que yo suponía, ella necesita eso una figura materna en su vida, tendrá que contratar no una nana si no una amiga para que ella aprenda a desarrollar sus habilidades sociales. — El psicólogo de Diana ya lo había pensado, pero pensó que eso solo sería un último recurso, Diana ya llevaba en terapia cuatro años la mitad de su corta vida y una no había avances significativos.
—¿Usted cree que es lo mejor?
—Lo estuve meditando mucho últimamente y es lo mejor, si quiere que Diana muestre mejoras notables.
—Haré lo que usted me diga, mañana mismo pondré un aviso en el diario local “Se necesita dama de compañía para cuidado de un infante”
DIAS DESPÚES
—Dime Manuel ¿Por qué todas las mujeres que entrevisto tienen que venir como la entrevista fuera a un burdel? Quiero una niñera no una puta para mí, para eso no necesito un aviso
—No seas zopenco ¿Qué esperabas? A la madre teresa de Calcuta o Mery Popins, mira bien lo que pones pues pones en letras negras y mayúsculas “DAMA DE COMPAÑÍA” Tienes que ser más específico ¿No crees?, Mejor déjame que yo me encargo de buscarle nana a mi ahijada yo me encargo del anuncio “Te gustan los niños, tienes paciencia y estás dispuesta a trabajar cama adentro acércate y ayúdame con una niña de ocho años por favor, TE LO SUPLICO, yo soy un ogro, pero mi hija es un ángel”
Mariam es una dulce chica de solo veinte un años, de estatura mediana, cabello Castaño oscuro, ojos grandes color caramelo, su cuerpo no es voluptuoso o demasiado delgado, ella era una chica común se decía muchas veces cuando se veía al espejo, pero con un increíble ángel para los niños pequeños, cuando estaba con ellos era como si todo a su alrededor desapareciera, gracias a ellos descubrió su talento y amor por el arte, con ellos se sentía como pisando nubes en el cielo, pero cuando esa parte de su mundo no estaba vivía su propio infierno a manos de quien hace unos años le prometió el cielo y las estrellas, de quien con el tiempo se vio imposibilitada de escapar el miedo era tal que ese valor que se necesita para escapar de tu verdugo no existía. Solo sabía obedecer, porque si no lo hacía sabia hasta qu&eacut
—Porque ella es muy bonita —Él tosió, aunque no era intención de Diana que Marian escuchara fue inevitable.—No princesa, ella trabajar para mí, ¿Recuerdas que te comenté de qué alguien te acompañara durante el día cuando yo no este contigo?Diana sonrió, algo en Mariam hacía que pequeñas mariposas pasearan en ella, no sabía exactamente que era, pero sentía que iba a ser muy importante para ella.—Hola, mi nombre es Diana Olivier Smith, mucho gusto, tengo casi así de años — Estirando su mano hasta el número nueve a lo que Marian se inclinó ligeramente hasta llegar a su nivel.—Mucho gusto, preciosa, mi nombre es Mariam, si gustas puedes decirme no sé, nana, Mariam y hasta amiga si gustas, tienes una sonrisa muy bonita ca
A la mañana siguiente, Mariam se despertó muy temprano, quería darle una sorpresa a la niña como lo era con un desayuno que la ayudara a estar muy activa, sin saber que Diana lo hacía normalmente en la escuela, cuando subió a la habitación de la pequeña con la bandeja llena de jugo, fruta picada, queso y un poco de leche, la pequeña princesa no podía creerlo, su papá a veces le subía el desayuno a la cama, pero nunca uno como este que hasta una carita feliz tenia dibujada sobre los hotcakes.—No puedo creerlo, amiga ¿Todo esto es para mí? — Acomodándose sobre la cama para que no se caiga ni una migaja.—Claro, o acaso yo veo otra princesa por aquí, no la verdad — Tratando de hacer como si buscara a alguien, haciendo que la pequeña empezara a reírse y aplaudir de la emoción.
Ese día se la paso llorando hasta la hora de recoger a la pequeña, tratando de disimular, pero era imposible le invento algo a la hermosa niña en su ingenuidad le creyó, fueron a casa—Gracias, amiga, de verdad muchas gracias — Mientras la tomaba de la mano.—Porque lo dices princesa, aunque sé que sea lo que sea no tienes nada que agradecer — Inclinándose a su altura, acariciando su suave y lizo cabello casi rubio de la pequeña Diana antes de entrar a la casa.—Gracias, porque eres muy buena conmigo, yo nunca tuve una amiga que me busque a la escuela o me prepare el desayuno, por eso estoy muy feliz, mi corazón da volteretas de lo feliz que se siente, es como si uno de mis sueños se volviera realidad.—Me alegra mucho pequeña, pero dices que uno de ellos y los otr
En el trascurso de los días venideros, la interacción entre Diana y Mariam era como un sueño hecho realidad para Williams, se sentía tan feliz de ver a su hija contenta, se sentía feliz de tener una hija que no dejaba de hablar ni un minuto, eso es lo que siempre había querido que su princesa se sienta cómoda para ser ella misma, pero había algo que aún tenía el temor que no sea capaz, una de las barreras que siempre tuvo, pero no era bueno tener siempre miedo y haría lo necesario por su hija.Era viernes por la tarde y Mariam sentía una opresión en su pecho, sabía perfectamente lo que esperaba en ese departamento al que tenía que llamar casa aunque no lo sintiera así, imaginaba la furia del puño de Mateo sobre su rostro o tal vez los aberrantes cosas que haría con ella algo tan común como doloroso, muchas veces
La pequeña Diana quedó rápidamente dormida y en cuando a Mariam, el viaje paso muy rápido, divertido y eso gracias a las dos copas de coñac que termino bebiendo a insistencia de William, ya que la veía muy nerviosa por más que quiso ocultarlo, a él le pareció algo gracioso verla así tan sonriente o con las mejillas sonrojadas se veía tierna pensaba, aun con su hija dormida en brazos, la ayudo a bajar del avión como si ella fuera parte de la realeza pisando tierra desconocida.—Señor disculpé, que vergüenza con usted, en mi defensa le dije que no era buena bebiendo, — De verdad que sentía pena, sabía que sus pasos salían torpes por el alcohol en su sistema.—No tengas penas por eso recuerda que yo te insiste, además por lo menos eso ayudo a calmar tus nervios y ni cuenta te diste qu
Como negarse a esos ojos, a esa carita casi suplicando, tal vez no estaba bien, que debía mantener su distancia, pero el ojito de Diana era como si sus defensas se bajaran e hiciera todo lo que la pequeña quisiera.—Pequeña, pero no traigo ropa para la ocasión, así que dudo que pueda acompañarlos — Tratando de alguna manera de salir de ese compromiso.—Si tú no vas amiga, yo tampoco porque no tengo un vestido — Cruzando los brazos sentándose sobre la cama, dispuesta a seguir en su postura si es que no lograba su objetivo.—Por eso no hay problema hija, te puedo comprar o mandar a traer el vestido más bonito de la tienda — Sin proveer que su hija era aún más inteligente de lo que él creía.—Entonces también puedes traer un vestido para mi amiga &mdas
—Es usted una mujer muy hermosa, casi tanto como mi querida Sally que está en los cielos.—Lo siento mucho señor, debió quererla mucho — Mientras giraba como si fuera una princesa en pleno baile, aunque su mirada estaba fija hacia otra dirección.—Claro estuvimos juntos por casi cuarenta años, cuando ella sonreía era como si él solo iluminara el lado más oscuro.—Entonces no soy ni la mitad de hermosa que ella, pero lo bueno es que la conoció y esos recuerdos hermosos son los que debe conservar.—Aparte de hermosa humilde la condenada — Provocando risas en Mariam por la manera tan peculiar que la tenía de hablar como alargando las palabras al final, mientras que William no apartaba la mirada de ellos y la dulce y encantadora de Diana solo reía al momento en que su padre