—Porque ella es muy bonita —Él tosió, aunque no era intención de Diana que Marian escuchara fue inevitable.
—No princesa, ella trabajar para mí, ¿Recuerdas que te comenté de qué alguien te acompañara durante el día cuando yo no este contigo?
Diana sonrió, algo en Mariam hacía que pequeñas mariposas pasearan en ella, no sabía exactamente que era, pero sentía que iba a ser muy importante para ella.
—Hola, mi nombre es Diana Olivier Smith, mucho gusto, tengo casi así de años — Estirando su mano hasta el número nueve a lo que Marian se inclinó ligeramente hasta llegar a su nivel.
—Mucho gusto, preciosa, mi nombre es Mariam, si gustas puedes decirme no sé, nana, Mariam y hasta amiga si gustas, tienes una sonrisa muy bonita casi como cuando sale el sol en verano. — De pronto Diana la abrazo para sorpresas no solo de Mariam si no también del mismo William que se esperaba cualquier cosa menos eso.
—Entonces te diré amiga, vamos para que conozcas mi casa— La tomo de la mano mientras William no creía lo que veía hace mucho tiempo que su hija no abrazaba a alguien que no fuera él, ni siquiera a su maestra, igual de sorprendida estaba Mariam esa niña le dio un abrazo que le provoco un calorcito en el pecho de la emoción era tantas cositas bellas en un abrazo.
—Si señorita Sáenz entremos a la casa para que conozca la casa, aun si soltar su mano. Diana le mostró una sonrisa y entraron hasta la casa, rápidamente la subió por las escaleras hasta su habitación.
—Mira amiga, este es mi cuarto ¿Es precioso cierto? Parece como el de las chicas de los cuentos, como el de la bella durmiente.
Mariam estaba anonadada, era un cuarto hermoso digno de la realeza, una cama con finas telas adornadas con columnas una casa de Barbie gigante en una esquina en otra ala de la habitación había un escritorio hermoso con varios libreros con infinidad de libros de diferente tipo y colores, un piso de madera con una enorme alfombra afelpada de color blanca que te incitaba a dormir en ella y no despertar de lo cómoda que se veía, también había muñecas de porcelana en un estante una hermosa ventana que da la opción de sentarse todo era hermoso por donde lo veas.
—Tienes mucha razón princesa Diana, tu cuarto es realmente un sueño, es precioso de verdad que si.
—Me dijiste princesa ¿Verdad? — Diana la miraba detenidamente mientras que su padre observaba la escena en silencio tal como se lo recomendó el psicólogo.
—Pues claro, para mi tu eres tan hermosa como las princesitas de los cuentos. —Mostrándole una sonrisa que le decía que podía confiar en ella.
—Me puedes llamar así siempre, me gustó mucho que me diga así.
Aunque en estos años él era el único que la llamaba de esa manera, el hecho que su hija quisiera que alguien más la llamara así le agradaba, porque eso significaba que se estaba abriendo a alguien más, durante mucho tiempo había buscado que algo así sucediera y cada día era más difícil, pero ver como interactuaba con Mariam lo lleno de una sensación tranquilizadora que llenaba su pecho, ser repetía que definitivamente la mujer que había traído era perfecta para su hija.
—Papi, papi, te estoy hablando y no me haces caso—Diana protesto al sentirse ignorada por su padre algo que pasaba muy poco y le alzaba las manos su papa estaba metido en sus pensamientos.
—Dime cariño ¿Qué necesitas?
—Papi, tengo hambre mi estómago hace ruidos raros, me preparas algo por favor. — Tocando su panza para verse más dramática, Diana era la niña más dulce del planeta, pero también algo engreída y sobre protegida.
—Muy bien, lo que diga la princesa de la casa.
Bajaron los dos a la cocina mientras Mariam se acomodaba en su habitación de la primera planta señalada antes por William, al salir de la habitación para ver que podía hacer por ellos, llego a ver algo que le encanto, era algo que ella nunca había logrado tener, esa escena era digno de una fotografiada, Diana sentada en la encimera de la cocina mientras su papá le preparaba un emparedado de jamón y queso.
—Mariam, ¿Gustas probar uno? En mi defensa es lo que mejor me sale— Con una sonrisa que provoco en ella pequeños cosquilleos casi imperceptibles para cualquiera.
—Le agradezco el gesto, pero soy alérgica al queso— Algo avergonzada por rechazar su ofrecimiento.
—Entonces papi, no quiero tampoco, nunca más comeré queso y tú tampoco, si a mi amiga no le cae bien a mí tampoco.
—Pero hija solo es Mariam la alérgica no nosotros—Le encantaba el queso, así que la idea de renunciar a el n le parecía justa además que era parte de su platillo estrella, los emparedados.
—No papá, si a ella no le cae mal y se puede enfermar entonces yo tampoco quiero.
Mariam sonreía de la escena, una pequeña pelea entre padre e hija, ambos no se iban a rendir tan fácil o eso creía hasta que oyó a su nuevo jefe y se dio cuenta de que si Diana fuera una mala niña se podría aprovechar del poder que tenía sobre su padre.
—Tu ganas princesa, a partir de este momento nunca más habrá queso en esta casa.
—Señor Olivier no quise incomodar con mi alergia, pero Diana habanos un trato, mira tú no debes dejar de comer queso porque eso te ayuda a crecer de manera sana porque tiene muchas vitaminas, pero en cambio a mí me hace algo mal, pero también sé que en la tienda vender un queso especial para mí, cuando tú comas algo con queso poderoso yo lo hago con el otro queso especial ¿Qué te parece?
—Yo creo que mmmm está bien trato hecho, amiga— Estrechando el dedo meñique con su nueva amiga mientras William sin que Diana se diera cuenta junto las manos como agradeciendo la intervención y ayuda de Mariam.
—Señor Olivier tal vez le parecerá algo atrevido, pero puedo prepararme algo en su cocina. —Él lo pensó un poco antes de señalarle donde estaba casa cosa en la cocina ante la atenta mirada de Diana.
—Si amiga mira la cocina es muy grande, ¿Qué vas a preparar?
Mariam se subió las mangas, saco huevos, tocino harina algunas verduras entrevero aquí, batió allá, pico esto y lo otro, luego a la sartén todo ante la atenta mirada de padre e hija que la verdad, se habían acostumbrado a la comida congelada que dejaba la cocinera de la casa, cuando Mariam termino ambos quedaron sorprendido de la destreza que tenía para preparar de manera rápida las cosas.
—¿Desean probar? —Cuando empezó a cocinar, lo hacía con un gusto que no experimentaba hacia mucho, no había nadie que le esté gritando como lo hacía su marido no había oído “Ya” “Apúrate y date prisa” “Tanto te demoras para eso ““Me aburres “No acá el público era otro, cuando probaron oyó “En serio esta delicioso” “Como lo haces eres maga o que” “Sabe a gloria”
—Ya vez papi, mi amiga cocina muchisisisimo más rico que Doña Rita.
—Eso es algo que no discuto princesa, de verdad que sí estuvo como de magia.
…
Las horas pasaron como volando, la pequeña Diana había prácticamente secuestrado a Mariám contándole de todo un poco, William estaba admirado ver a su hija tan suelta hablando como si se conocieran de toda la vida le agradaba tanto.
—Si amiga esta muñeca me la regalo mi madrina y está mi padrino, este es un rey y ella una reina, se parece a mi papi porque mi papá es tan guapo como un rey por eso no yo soy una princesa ¿Verdad papi?
—Lo que tú digas hija, pero ya paso de la hora que debes de dormir, que mañana hay escuela. Además, que ella todavía tiene que terminar de instalarse en su cuarto y si siguen hablando nunca lo hará.
—Está bien papá gruñón, mañana será un gran día ¿Cierto amiga?
—Claro princesa ahora si antes termias tu vaso de leche como la hermosa niña que eres, luego te lavas los dientes y regresas para que yo te cuente algo cuento ¿Te gustaría? — Diana abrió mucho los ojos, la idea de que ella le cuente un cuento como lo hacían las mamás con sus hijas casi casi la hacía llorar, lo había oído mucho de sus compañeras en la escuela y siempre se sintió triste que a ella no le pasara.
—¿En serio amiga me contarías un cuento? — Trata de no llorar, aunque Mariam se dio cuenta no quiso decírselo para darle confianza para que ella después le cuente.
—¡Pues claro! Yo se me muchos cuento y si no me invento uno donde una pequeña niña de cabello castaño muy largo con ojos preciosos es la heroína o la princesa ¿Qué te parece?
—Claro ahora mismo, término mi leche y me apuro, ya vez papá también se vale inventar cuentos.
Claro que William había oído todo, pero trataba de que se desenvolvieran entre ellas, mientras Diana se cepillaba los dientes, Mariam busco una pijama de princesas hasta que ella salió y se metió a la cama, se sentó a su lado contándole un cuento sobre una princesa valiente que enfrentaba a un ogro malvado cuando William quedo conmovido cuando la vio despedirse de Diana con un beso en la frente tal como lo hacía él se acercó.
—Gracias por lo que hizo hoy por mi hija señorita Sáenz, puede irse a descansar.
Mariam una vez en su habitación dio un suspiro profundo, por un lado, se sentía también haber conocido una familia como esta, donde se notaba como el adoraba a su hija y ella a su padre, por otro lado, estaba el remordimiento de no haber entrado por las razones correctas, se había dado un baño luego un pequeño short negro y un camisón pequeño, cuando oyó la puerta ser tocado, se cubrió con algo encima que le daba hasta la mitad de sus muslos.
—¿Todo está bien con la pequeña? ¿Necesita algo?
William la vio de pies a cabeza, vestida de esta manera tan sencilla puedo ver que realmente era hermosa, tenía una belleza muy sencilla y nunca a la vez, hacía mucho que una mujer no dormía bajo el mismo techo que él y pensaba que solo era cuestión de acostumbrarse, también estaba el hecho que esta mujer había logrado lo que él nunca pudo hacer por más años de terapia a los que asistió con su hija, había logrado que ella sonriera ante alguien que no fueron los más cercanos, Mariam en pocas horas había logrado tanto, que no tenía idea como agradecerle solo atino a darle un caluroso abrazo y antes que ella se hiciera ideas equivocadas obviando el hecho que ese abrazo se sintió demasiado bien con ganas de no despegarse de ella, al sentir sus pechos sobre su torso.
—Disculpe el abrazo, es que quiero agradecerle enormemente no sabe lo que es para mí ver a mi pequeña abrazar a alguien o llamar amiga a quien sea, usted no tiene idea y no se imagina lo que eso significa todo eso en la vida de mi hija y mía.
Mariam se sintió conmovida hacía mucho tiempo que nadie le agradecía algo y decidió pasar por alto el abrazo, aunque eso significado dejar pasar por alto las sensaciones extrañas que este hombre le provocaba cuando estaban a solas.
—No hay nada de que agradecer, aunque es mi trabajo, su hija es una niña muy risueña que causa ternura de sola mirarla y ver como tú usted la idólatra es la mejor recompensa, ahora si me permite deseo descansar ha sido un día muy largo y estaba a punto de dormir —Nada más lejos de la verdad, dormir iba a ser imposible mientras tuviera esa lucha con su consciencia por lo que pretendía hacer en esa casa.
…
Cuando William se fue a su habitación y se recostó sobre su cama mirando el techo, no pudo evitar sonreír al recordar lo feliz que se vía su hija interactuando con Mariam, se auto felicitaba por la elección que había hecho al traerle a casa.
—Mariam, eres un ángel que ha llegado a nuestras vidas, ¿Dónde estabas todo este tiempo? Debí haberte buscado hacía mucho tiempo — Sin dejar de sonreír de pensar en ella y esa mirada tan cálida que ella dejaba ver.
A la mañana siguiente, Mariam se despertó muy temprano, quería darle una sorpresa a la niña como lo era con un desayuno que la ayudara a estar muy activa, sin saber que Diana lo hacía normalmente en la escuela, cuando subió a la habitación de la pequeña con la bandeja llena de jugo, fruta picada, queso y un poco de leche, la pequeña princesa no podía creerlo, su papá a veces le subía el desayuno a la cama, pero nunca uno como este que hasta una carita feliz tenia dibujada sobre los hotcakes.—No puedo creerlo, amiga ¿Todo esto es para mí? — Acomodándose sobre la cama para que no se caiga ni una migaja.—Claro, o acaso yo veo otra princesa por aquí, no la verdad — Tratando de hacer como si buscara a alguien, haciendo que la pequeña empezara a reírse y aplaudir de la emoción.
Ese día se la paso llorando hasta la hora de recoger a la pequeña, tratando de disimular, pero era imposible le invento algo a la hermosa niña en su ingenuidad le creyó, fueron a casa—Gracias, amiga, de verdad muchas gracias — Mientras la tomaba de la mano.—Porque lo dices princesa, aunque sé que sea lo que sea no tienes nada que agradecer — Inclinándose a su altura, acariciando su suave y lizo cabello casi rubio de la pequeña Diana antes de entrar a la casa.—Gracias, porque eres muy buena conmigo, yo nunca tuve una amiga que me busque a la escuela o me prepare el desayuno, por eso estoy muy feliz, mi corazón da volteretas de lo feliz que se siente, es como si uno de mis sueños se volviera realidad.—Me alegra mucho pequeña, pero dices que uno de ellos y los otr
En el trascurso de los días venideros, la interacción entre Diana y Mariam era como un sueño hecho realidad para Williams, se sentía tan feliz de ver a su hija contenta, se sentía feliz de tener una hija que no dejaba de hablar ni un minuto, eso es lo que siempre había querido que su princesa se sienta cómoda para ser ella misma, pero había algo que aún tenía el temor que no sea capaz, una de las barreras que siempre tuvo, pero no era bueno tener siempre miedo y haría lo necesario por su hija.Era viernes por la tarde y Mariam sentía una opresión en su pecho, sabía perfectamente lo que esperaba en ese departamento al que tenía que llamar casa aunque no lo sintiera así, imaginaba la furia del puño de Mateo sobre su rostro o tal vez los aberrantes cosas que haría con ella algo tan común como doloroso, muchas veces
La pequeña Diana quedó rápidamente dormida y en cuando a Mariam, el viaje paso muy rápido, divertido y eso gracias a las dos copas de coñac que termino bebiendo a insistencia de William, ya que la veía muy nerviosa por más que quiso ocultarlo, a él le pareció algo gracioso verla así tan sonriente o con las mejillas sonrojadas se veía tierna pensaba, aun con su hija dormida en brazos, la ayudo a bajar del avión como si ella fuera parte de la realeza pisando tierra desconocida.—Señor disculpé, que vergüenza con usted, en mi defensa le dije que no era buena bebiendo, — De verdad que sentía pena, sabía que sus pasos salían torpes por el alcohol en su sistema.—No tengas penas por eso recuerda que yo te insiste, además por lo menos eso ayudo a calmar tus nervios y ni cuenta te diste qu
Como negarse a esos ojos, a esa carita casi suplicando, tal vez no estaba bien, que debía mantener su distancia, pero el ojito de Diana era como si sus defensas se bajaran e hiciera todo lo que la pequeña quisiera.—Pequeña, pero no traigo ropa para la ocasión, así que dudo que pueda acompañarlos — Tratando de alguna manera de salir de ese compromiso.—Si tú no vas amiga, yo tampoco porque no tengo un vestido — Cruzando los brazos sentándose sobre la cama, dispuesta a seguir en su postura si es que no lograba su objetivo.—Por eso no hay problema hija, te puedo comprar o mandar a traer el vestido más bonito de la tienda — Sin proveer que su hija era aún más inteligente de lo que él creía.—Entonces también puedes traer un vestido para mi amiga &mdas
—Es usted una mujer muy hermosa, casi tanto como mi querida Sally que está en los cielos.—Lo siento mucho señor, debió quererla mucho — Mientras giraba como si fuera una princesa en pleno baile, aunque su mirada estaba fija hacia otra dirección.—Claro estuvimos juntos por casi cuarenta años, cuando ella sonreía era como si él solo iluminara el lado más oscuro.—Entonces no soy ni la mitad de hermosa que ella, pero lo bueno es que la conoció y esos recuerdos hermosos son los que debe conservar.—Aparte de hermosa humilde la condenada — Provocando risas en Mariam por la manera tan peculiar que la tenía de hablar como alargando las palabras al final, mientras que William no apartaba la mirada de ellos y la dulce y encantadora de Diana solo reía al momento en que su padre
La pequeña se sentía muy feliz, olvidando por un momento sus limitaciones emociónales, olvidando el pavor que le tenía a ser el centro de atención, el pavor que le tenía a interactuar en público, era una niña feliz bailando con su padre y todo eso se lo deba a una persona en especial a Mariam, la mujer que le estaba dando las llaves para vencer sus miedos.—Amiga, mi papi aprendió muy bien, no se tropezó ni nada — Ambos sonreían de la misma forma ante las ocurrencias de la pequeña.William se inclinó hacia su hija para acariciar su rostro, se sentía tan feliz de verla así de contenta, de risueña como si todo fuera normal y eso es lo que él siempre había querido, hasta que la pequeña le dio un beso en la frente, lo cual lo sorprendió demasiado.—Me has
Nadie hubiera imaginado que podría haber pasado, sino fuera por ese niño entrometido que empezó a lanzar bolas de nieve hacia cualquier dirección cayendo sobre ellos, Diana se molestó mucho e hizo otras bolas más y se las lanzo al niño como mucha rabia.—¡Niño eso no se hace! Con mi papá nadie se mete — Lo empezó a corretear, Mariam movía la cabeza le parecía la escena graciosa, pero William no podía creer lo que veía sentía que el mundo se había detenido y solo veía a su pequeña correr tras un niño con una bola de nieve en la mano y armando otras en el camino, ni en sus mejores sueños hubiera imaginado que podría ver a su hija correr como lo hace cualquier niña, Mariam no se había percatado cuando giro y lo vio ahí estático se llegó a preocupar un poc