Ese día se la paso llorando hasta la hora de recoger a la pequeña, tratando de disimular, pero era imposible le invento algo a la hermosa niña en su ingenuidad le creyó, fueron a casa
—Gracias, amiga, de verdad muchas gracias — Mientras la tomaba de la mano.
—Porque lo dices princesa, aunque sé que sea lo que sea no tienes nada que agradecer — Inclinándose a su altura, acariciando su suave y lizo cabello casi rubio de la pequeña Diana antes de entrar a la casa.
—Gracias, porque eres muy buena conmigo, yo nunca tuve una amiga que me busque a la escuela o me prepare el desayuno, por eso estoy muy feliz, mi corazón da volteretas de lo feliz que se siente, es como si uno de mis sueños se volviera realidad.
—Me alegra mucho pequeña, pero dices que uno de ellos y los otros ¿Cuáles son?
—Es un secreto, algún día te contaré, como secreto de chicas amigas.
—Así que, teniendo secretos con tu amiga, y si te hago cosquillas me dirás tu secreto.
Y empezó a jugar con la pequeña la perseguía para hacerle cosquillas la risa de ambas era enternecedora de pronto entro William y ninguna se dio cuenta solo las veía dar vueltas por la sala oír la risa de su hija era como dulce melodía para él, no recordaba la última vez que la había oído así siguió observándolas se veía también el brillo en los ojos de Mariam, en cambio ella sentía que las risas de la pequeña la hacían olvidar el verdadero motivo por el cual estaba ahí, le hacían olvidar el martirio de su vida, era como si su risa fueran medicina para el alma rota
Cuando por instante se detuvieron para tomar aire, fue ahí que se dieron cuenta de que William había llegado y estaba tomando un vaso de agua observándolas, se sintió avergonzara como a quien pescan haciendo alguna travesura, su rostro se sonrojó provocando que él sintiera un pequeño nudo en la garganta por ese detalle casi imperceptible.
—Disculpe el escándalo, no lo vimos entrar. — Llevando su cabello hacia atrás un hábito que siempre tenía cuando estaba nerviosa, era el mismo hábito que él había visto el día de la oficina.
—Si papi, no te vimos, es como mi amiga me estaba haciendo muchas cosquillas y si sabe hacer cosquillas. — Todo esto con la respiración agitada y la cara roja.
— No se preocupen señoritas, sus risas eran como música para ms oídos y que bueno, señorita Beltrán que sepa hacer cosquillas a mí no me salen. Además, ambas se ven muy bonitas cuando sonríen.
Mariam se sintió avergonzada, no estaba acostumbrada a los cumplidos, solo a los insultos y agresiones así que esto era algo nuevo para ella. Trato de desviar el tema para no pensar en ese tipo de cosas.
—Señor si me permite, esta princesa hermosa tiene que hacer sus deberes — Tomándola de la mano a la que la pequeña contesto.
—Si mi capitán, como diga mi capitán, a la orden mi capitán — Ese día habían hecho en la escuela el ensayo de una obra de teatro y aunque ella no participaba por primera vez ayudo con la escenografía y lo hizo por voluntad propia. Luego de hacer sus debes, la pequeña le enseño a Mariam donde estaban los juegos de mesa, sacando un viejo monopolio de un armario, la misión era enseñarle a su amiga como se jugaba y solo faltaba un jugador su padre.
—Papi mucho te demoras, ya ven que el banco no se abre solito. —Elevando los ojos hacia arriba provocando que su amiga se riera un poco por lo graciosa que ella se veía.
—Ya voy señorita, ya voy, ¡Listo! Yo estoy acá.
Antes que el juego empezara, Mariam se sujetó el cabello dejando ver su cuello y su tersa piel, William tenía que reconocer que ella no era una mujer despampanante, con ropas ajustadas que llamaran la atención a simple vista, pero tenía algo que otras no tenían, que era ternura en su mirada y el hecho que su hija sonriera de esa manera al estar con ella le daba ese no sé qué ninguna mujer había tenido antes o él no se había dado cuenta, aunque William era un hombre muy guapo no era de tener novias o cosas parecidas solo contrataba a una dama de compañía en particular cuando ha sentido deseos de compañía femenina nunca le iba a reclamar algo, muchas mujeres intentaron seducirlo creyendo que con escotes, alhajas, mucho maquillaje y una sonrisa fingida lograrían descongelar su frío corazón sin imaginar que lo que causaban era un efecto contrario, causaban que les dieran asco pues le recordaban que de esa manera se vestía su exesposa la única mujer que logro marcarle la existencia de una manera que hizo que nunca más quiera creer en el amor, pero Mariam parecía ser diferente, serena, sencilla con un ángel difícil de encontrar o eso creía, volvió su mirada al juego tratando de sacar esos pensamientos de su mente, al enseñarle a Mariam las reglas del juego, resulto que aprendo muy rápido ganándole a William muchas veces luego de una hora de juego se dieron cuenta de que debían ya cenar.
—Bueno, la hora de la cena ha llegado, creo que hoy descongelaremos espagueti con salsa blanca — No era el plato preferido de Diana, a lo que la pequeña que tenía muy buena memoria agrego.
—Amiga hoy es martes, pero es como si fuera un lunes, entonces hoy si puede cocinar, papá ¿Verdad que lo dijiste? En la mañana.
—Princesa, estás torciendo mis palabras, yo dije que el desayuno, no podemos abusar así de tu amiga, todo porque no te gusta el espagueti con salsa blanca.
—Papi, pero es lo mismo, porque igual es estar en la concina y prender la estufa ¿Verdad amiga?
—Tal vez es un atrevimiento de mi parte lo que les voy a decir, pero creo que la pequeña me leyó el pensamiento, e interprete que es primer día era como un lunes les prepare algo sencillo que espero que les guste.
Y saco del horno un pastel de papas estilo paella, cuando lo vieron y sintieron ese riquísimo olor, tenían la cara de a quienes se les hacía agua la boca, ese olor delicioso, ambos hicieron el mismo gesto de sentir ese exquisito aroma eso solo hizo sonreír a Mariam. Comieron entre historias del día de cómo le fue a Diana en la escuela lo contaba con tanta naturalidad sin necesidad de que la presionen eso era algo que no hacía tan seguido como a William le hubiera gustado.
—Papá, sabes Tomás empujo a Karina del Columbia durante el receso. — Metiendo una cucharada de comida a la boca.
—¿Cómo es eso posible? Y la maestra ¿Dónde se supone que estaba? Cuando no debería permitir que esas cosas sucedan.
—Estaba cerca, pero él fue muy rápido que la maestra no se dio cuenta, Karina se puso a llorar y luego Tomás le pidió disculpas y soplo su rodilla lastimada y ella luego le dio un beso en la mejilla y salió corriendo.
—¿Como que un beso? Como se les ocurre, que les pasa a estos niños hablaré con tu maestra seriamente, — Empezando a levantar ligeramente la voz, Mariam vio el rostro triste de Diana así que tuve que intervenir.
—Princesa, tu sabes que los niños no deben hacer esas cosas, como los besos son para la gente grande ¿Lo sabes cierto?
—Si por eso le conté a la maestra y dijo que hablaría con los papás mis compañeritos, los niños y las niñas podemos ser amigos y jugar, pero no darnos besos eso nos explicó una maestra a todos — Mirando de manera dura a su padre como diciendo papá no me dejas terminar de hablar y ya estás gritando.
Su padre se sintió avergonzado, su instinto de macho alfa lo hizo reaccionar como cavernícola, ya se veía a si mismo exigiendo el despido de esa incompetente maestra, pero la oportuna intervención de Elizabeth le hizo dar cuenta al señor cavernícola que hay otras maneras de manejar esas situaciones.
—Bueno, princesa ya vas por tu segunda porción, ahora a lavarte los dientes y darte un baño con mucha espuma.
—Me ayudarás lavando mi cabello — Recordando los comerciales de champús donde las mamás ayudaban a sus hijas.
—Sería todo un honor su majestad lavar tan hermoso cabello.
—Yo soy una princesa y quiero que algún día seas la Reina del castillo y mi papá porque el es el rey y esta casa como un castillo—Pensaba la pequeña en secreto, para luego subir de manera rápida las escaleras para preparar todo para su baño.
Tras ella fue Mariam luego de lavar los trastes usados, media hora después subió William quien se sintió feliz ante la escena delante de sus ojos, la pequeña princesa de papá tenía el cabello lleno de espuma con los ojos cerrados mientras su amiga vertía agua sobre él, cuando lo vio sonrió y le dijo.
—Señor disculpé, pero creo que esto es momento de chicas verdad Diana.
—Si papá, es momento de chicas antes de irte nos puede tomar una foto con tu móvil, por fis.
—Claro lo que la princesa diga.
Así lo hizo quedando inmortalizado tan dulce momento, con él pensando esto debería haber hecho algo como esto hacía mucho tiempo, que algo como esto debió estar con su pequeña en este momento debió ser Carolina, pero no quería pensar en el pasado y no se ha arrepentido de hacer lo que hizo con tal que su hija no creciera con la idea de tener un monstruo como madre, porque cada vez que la culpa se asomaba pensaba que hasta el animal más salvaje tenía más instinto que aquella mujer que una vez amo.
En el trascurso de los días venideros, la interacción entre Diana y Mariam era como un sueño hecho realidad para Williams, se sentía tan feliz de ver a su hija contenta, se sentía feliz de tener una hija que no dejaba de hablar ni un minuto, eso es lo que siempre había querido que su princesa se sienta cómoda para ser ella misma, pero había algo que aún tenía el temor que no sea capaz, una de las barreras que siempre tuvo, pero no era bueno tener siempre miedo y haría lo necesario por su hija.Era viernes por la tarde y Mariam sentía una opresión en su pecho, sabía perfectamente lo que esperaba en ese departamento al que tenía que llamar casa aunque no lo sintiera así, imaginaba la furia del puño de Mateo sobre su rostro o tal vez los aberrantes cosas que haría con ella algo tan común como doloroso, muchas veces
La pequeña Diana quedó rápidamente dormida y en cuando a Mariam, el viaje paso muy rápido, divertido y eso gracias a las dos copas de coñac que termino bebiendo a insistencia de William, ya que la veía muy nerviosa por más que quiso ocultarlo, a él le pareció algo gracioso verla así tan sonriente o con las mejillas sonrojadas se veía tierna pensaba, aun con su hija dormida en brazos, la ayudo a bajar del avión como si ella fuera parte de la realeza pisando tierra desconocida.—Señor disculpé, que vergüenza con usted, en mi defensa le dije que no era buena bebiendo, — De verdad que sentía pena, sabía que sus pasos salían torpes por el alcohol en su sistema.—No tengas penas por eso recuerda que yo te insiste, además por lo menos eso ayudo a calmar tus nervios y ni cuenta te diste qu
Como negarse a esos ojos, a esa carita casi suplicando, tal vez no estaba bien, que debía mantener su distancia, pero el ojito de Diana era como si sus defensas se bajaran e hiciera todo lo que la pequeña quisiera.—Pequeña, pero no traigo ropa para la ocasión, así que dudo que pueda acompañarlos — Tratando de alguna manera de salir de ese compromiso.—Si tú no vas amiga, yo tampoco porque no tengo un vestido — Cruzando los brazos sentándose sobre la cama, dispuesta a seguir en su postura si es que no lograba su objetivo.—Por eso no hay problema hija, te puedo comprar o mandar a traer el vestido más bonito de la tienda — Sin proveer que su hija era aún más inteligente de lo que él creía.—Entonces también puedes traer un vestido para mi amiga &mdas
—Es usted una mujer muy hermosa, casi tanto como mi querida Sally que está en los cielos.—Lo siento mucho señor, debió quererla mucho — Mientras giraba como si fuera una princesa en pleno baile, aunque su mirada estaba fija hacia otra dirección.—Claro estuvimos juntos por casi cuarenta años, cuando ella sonreía era como si él solo iluminara el lado más oscuro.—Entonces no soy ni la mitad de hermosa que ella, pero lo bueno es que la conoció y esos recuerdos hermosos son los que debe conservar.—Aparte de hermosa humilde la condenada — Provocando risas en Mariam por la manera tan peculiar que la tenía de hablar como alargando las palabras al final, mientras que William no apartaba la mirada de ellos y la dulce y encantadora de Diana solo reía al momento en que su padre
La pequeña se sentía muy feliz, olvidando por un momento sus limitaciones emociónales, olvidando el pavor que le tenía a ser el centro de atención, el pavor que le tenía a interactuar en público, era una niña feliz bailando con su padre y todo eso se lo deba a una persona en especial a Mariam, la mujer que le estaba dando las llaves para vencer sus miedos.—Amiga, mi papi aprendió muy bien, no se tropezó ni nada — Ambos sonreían de la misma forma ante las ocurrencias de la pequeña.William se inclinó hacia su hija para acariciar su rostro, se sentía tan feliz de verla así de contenta, de risueña como si todo fuera normal y eso es lo que él siempre había querido, hasta que la pequeña le dio un beso en la frente, lo cual lo sorprendió demasiado.—Me has
Nadie hubiera imaginado que podría haber pasado, sino fuera por ese niño entrometido que empezó a lanzar bolas de nieve hacia cualquier dirección cayendo sobre ellos, Diana se molestó mucho e hizo otras bolas más y se las lanzo al niño como mucha rabia.—¡Niño eso no se hace! Con mi papá nadie se mete — Lo empezó a corretear, Mariam movía la cabeza le parecía la escena graciosa, pero William no podía creer lo que veía sentía que el mundo se había detenido y solo veía a su pequeña correr tras un niño con una bola de nieve en la mano y armando otras en el camino, ni en sus mejores sueños hubiera imaginado que podría ver a su hija correr como lo hace cualquier niña, Mariam no se había percatado cuando giro y lo vio ahí estático se llegó a preocupar un poc
Los días pasaron relativamente bien, Diana seguía sintiendo que Mariam era un ángel que había llegado a su vida, pero William había tratado de mantenerse alejado lo más posible era de ese ángel que les había cambiado la vida, desde que le entrego ese libro y ese beso en la mejilla, se había sentido extraño cada vez que la tenía cerca, su corazón de alguna manera se aceleraba de una manera extraña, por eso se había mantenido alejado cuando las veía interactuar solo las veía ser ellas mismas, a veces hacía horas extras en su empleo ahora que sabía que su hija estaba en buenas manos podía llevar a cabo ciertos planes para hacer crecer su negocio.—Cuando conoceré a esa santa que llego a iluminar tu vida y de mi ahijada, mira que lograr un cambio que ni tú has podido hacer es para beatificarla y ponerl
Cuando Mariam iba llegando estaba muy preocupada por las marcas que su endemoniado marido había dejado en ella, no solo eran las macas psicológicas, sino las de su rostro, las de las muñecas puede ocultarlas, pero en su pómulo derecho es otro tema, ni con el mejor maquillaje de mundo podría lograrlo. —Buenas noches, princesa hermosa ¿Ya comiste algo? —¡Amiga! Estoy muy feliz de verte — Dándole un fuerte abrazo, para luego acariciar su mejilla esa donde había una marca notoria —¿Amiga te caíste? Y la miraba como estudiándola no entendía por qué su amiga tenía esa marca en el rostro, cuando a la habitación de la pequeña entro su padre, quien no pudo disimular la sorpresa de verla no solo con ese golpe sino también con el rostro pálido y los ojos hundido como si hubiera llorado mucho. —Hola, señorita Beltrán, como ya cenaste princesa que ella te lea un cuento, señorita luego baja