En el trascurso de los días venideros, la interacción entre Diana y Mariam era como un sueño hecho realidad para Williams, se sentía tan feliz de ver a su hija contenta, se sentía feliz de tener una hija que no dejaba de hablar ni un minuto, eso es lo que siempre había querido que su princesa se sienta cómoda para ser ella misma, pero había algo que aún tenía el temor que no sea capaz, una de las barreras que siempre tuvo, pero no era bueno tener siempre miedo y haría lo necesario por su hija.
Era viernes por la tarde y Mariam sentía una opresión en su pecho, sabía perfectamente lo que esperaba en ese departamento al que tenía que llamar casa aunque no lo sintiera así, imaginaba la furia del puño de Mateo sobre su rostro o tal vez los aberrantes cosas que haría con ella algo tan común como doloroso, muchas veces
La pequeña Diana quedó rápidamente dormida y en cuando a Mariam, el viaje paso muy rápido, divertido y eso gracias a las dos copas de coñac que termino bebiendo a insistencia de William, ya que la veía muy nerviosa por más que quiso ocultarlo, a él le pareció algo gracioso verla así tan sonriente o con las mejillas sonrojadas se veía tierna pensaba, aun con su hija dormida en brazos, la ayudo a bajar del avión como si ella fuera parte de la realeza pisando tierra desconocida.—Señor disculpé, que vergüenza con usted, en mi defensa le dije que no era buena bebiendo, — De verdad que sentía pena, sabía que sus pasos salían torpes por el alcohol en su sistema.—No tengas penas por eso recuerda que yo te insiste, además por lo menos eso ayudo a calmar tus nervios y ni cuenta te diste qu
Como negarse a esos ojos, a esa carita casi suplicando, tal vez no estaba bien, que debía mantener su distancia, pero el ojito de Diana era como si sus defensas se bajaran e hiciera todo lo que la pequeña quisiera.—Pequeña, pero no traigo ropa para la ocasión, así que dudo que pueda acompañarlos — Tratando de alguna manera de salir de ese compromiso.—Si tú no vas amiga, yo tampoco porque no tengo un vestido — Cruzando los brazos sentándose sobre la cama, dispuesta a seguir en su postura si es que no lograba su objetivo.—Por eso no hay problema hija, te puedo comprar o mandar a traer el vestido más bonito de la tienda — Sin proveer que su hija era aún más inteligente de lo que él creía.—Entonces también puedes traer un vestido para mi amiga &mdas
—Es usted una mujer muy hermosa, casi tanto como mi querida Sally que está en los cielos.—Lo siento mucho señor, debió quererla mucho — Mientras giraba como si fuera una princesa en pleno baile, aunque su mirada estaba fija hacia otra dirección.—Claro estuvimos juntos por casi cuarenta años, cuando ella sonreía era como si él solo iluminara el lado más oscuro.—Entonces no soy ni la mitad de hermosa que ella, pero lo bueno es que la conoció y esos recuerdos hermosos son los que debe conservar.—Aparte de hermosa humilde la condenada — Provocando risas en Mariam por la manera tan peculiar que la tenía de hablar como alargando las palabras al final, mientras que William no apartaba la mirada de ellos y la dulce y encantadora de Diana solo reía al momento en que su padre
La pequeña se sentía muy feliz, olvidando por un momento sus limitaciones emociónales, olvidando el pavor que le tenía a ser el centro de atención, el pavor que le tenía a interactuar en público, era una niña feliz bailando con su padre y todo eso se lo deba a una persona en especial a Mariam, la mujer que le estaba dando las llaves para vencer sus miedos.—Amiga, mi papi aprendió muy bien, no se tropezó ni nada — Ambos sonreían de la misma forma ante las ocurrencias de la pequeña.William se inclinó hacia su hija para acariciar su rostro, se sentía tan feliz de verla así de contenta, de risueña como si todo fuera normal y eso es lo que él siempre había querido, hasta que la pequeña le dio un beso en la frente, lo cual lo sorprendió demasiado.—Me has
Nadie hubiera imaginado que podría haber pasado, sino fuera por ese niño entrometido que empezó a lanzar bolas de nieve hacia cualquier dirección cayendo sobre ellos, Diana se molestó mucho e hizo otras bolas más y se las lanzo al niño como mucha rabia.—¡Niño eso no se hace! Con mi papá nadie se mete — Lo empezó a corretear, Mariam movía la cabeza le parecía la escena graciosa, pero William no podía creer lo que veía sentía que el mundo se había detenido y solo veía a su pequeña correr tras un niño con una bola de nieve en la mano y armando otras en el camino, ni en sus mejores sueños hubiera imaginado que podría ver a su hija correr como lo hace cualquier niña, Mariam no se había percatado cuando giro y lo vio ahí estático se llegó a preocupar un poc
Los días pasaron relativamente bien, Diana seguía sintiendo que Mariam era un ángel que había llegado a su vida, pero William había tratado de mantenerse alejado lo más posible era de ese ángel que les había cambiado la vida, desde que le entrego ese libro y ese beso en la mejilla, se había sentido extraño cada vez que la tenía cerca, su corazón de alguna manera se aceleraba de una manera extraña, por eso se había mantenido alejado cuando las veía interactuar solo las veía ser ellas mismas, a veces hacía horas extras en su empleo ahora que sabía que su hija estaba en buenas manos podía llevar a cabo ciertos planes para hacer crecer su negocio.—Cuando conoceré a esa santa que llego a iluminar tu vida y de mi ahijada, mira que lograr un cambio que ni tú has podido hacer es para beatificarla y ponerl
Cuando Mariam iba llegando estaba muy preocupada por las marcas que su endemoniado marido había dejado en ella, no solo eran las macas psicológicas, sino las de su rostro, las de las muñecas puede ocultarlas, pero en su pómulo derecho es otro tema, ni con el mejor maquillaje de mundo podría lograrlo. —Buenas noches, princesa hermosa ¿Ya comiste algo? —¡Amiga! Estoy muy feliz de verte — Dándole un fuerte abrazo, para luego acariciar su mejilla esa donde había una marca notoria —¿Amiga te caíste? Y la miraba como estudiándola no entendía por qué su amiga tenía esa marca en el rostro, cuando a la habitación de la pequeña entro su padre, quien no pudo disimular la sorpresa de verla no solo con ese golpe sino también con el rostro pálido y los ojos hundido como si hubiera llorado mucho. —Hola, señorita Beltrán, como ya cenaste princesa que ella te lea un cuento, señorita luego baja
Las horas pasaban y Mariam no podía dormir, daba vueltas en su cama pensando una y otra vez a qué hora regresaba, miraba tras su ventana que daba para el patio trasero algo tonto, pero necesitaba algo de seguridad, no podía estar más tiempo encerrada, fue a prepararse un té cuando escuchó la puerta abrirse, se agachó para no ser vista, pero si logro ver como entraba casi tambaleándose y el cuello de su camisa lleno de lápiz labial, como arrastraba los pies balbuceando.—¡Maldita bruja! Espero que te vea para que te enseñe—A ti que te importa si el señor estuvo con una dos o mil mujeres eso no es tu asunto Mariam ya tienes demasiados problemas en tu vida para meterte en la vida de los demás — Se repetía a sí misma para ver si así se convencía cuál era su lugar en esa casa y su vida.