CAPÍTULO DIECISÉIS

Mientras el Jet atravesaba tranquilamente un banco de nubes densas y blancas como el mismo algodón, Erick se dedicó a reñirse con fuerza, tratando de borrar de sus labios la estúpida sonrisa de felicidad que se le había quedado pegada desde que había visto a Olivia caminar hacia él en el altar. En ese momento había estado bien que sonriera, pues se estaba casando y se suponía que debía verse como un novio feliz y emocionado, pero ahora que estaba solo, no tenía por qué seguir aparentando. El problema real, claro, era que no estaba aparentando nada, pues una parte de él (una parte mucho más grande de lo que estaba dispuesto a admitir) se sentía realmente emocionada de que ahora Olivia fuese su esposa. Había sido esa misma parte, de hecho, la que lo había impulsado a darle aquel tremendo beso de telenovela, así como había sido ella también la culpable de que no hubiera podido apartar la mirada de Olivia durante todo el vuelo. Olivia, su ahora esposa, quien se había quedado profundamente
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