Solo cuando estuvo de vuelta en la habitación, fue que Olivia recordó que debía dormir en la misma cama con Erick. El mismo Erick que ahora era su marido, pero que al mismo tiempo parecía no querer tener nada que ver con ella, a juzgar por lo nervioso que se puso en cuanto ambos se hallaron solos en la recamara. Era evidente que no hallaba la forma de decirle que no tenía ni tiempo ni ganas de continuar lo que habían dejado a medias aquella vez, así que Olivia, tomando la delantera y aguantándose la decepción que aquello le causaba, le dijo: —Si quieres, puedo tender un par de mantas en el suelo o… Pero se detuvo en cuanto vio la expresión que dominaba el rostro de Erick. — ¿Qué dices?—le preguntó éste—. ¿Por qué ibas a hacer eso si aquí en frente tienes una cama en perfectas condiciones? Cada vez más avergonzada con aquella situación, Olivia hizo de tripas corazón para reunir todo el valor que pudo antes de explicarle: —Es que yo…bueno, pensé que tal vez no querías dormir en
Al despertar, el primer pensamiento de Erick fue creer que todo lo que había pasado la noche anterior había sido un sueño. Uno especialmente excitante, pasional y entrañable, sí, pero un sueño al fin y al cabo. No obstante, en cuanto se dio la vuelta en la cama y vio que Olivia seguía a su lado, desnuda, profundamente dormida y más hermosa que nunca, comprobó que todo había sido real. Un descubrimiento que lo hizo sonreír, al mismo tiempo que le aceleraba los latidos del corazón, que de un momento a otro parecía haberse convertido en un tambor salvaje y desenfrenado. Se quedó observando a la hermosa mujer a su lado durante un buen rato, y cuando sintió que sus deseos de acariciarla y besarla eran demasiado fuertes, se levantó con sigilo de la cama, pues no quería despertarla todavía. Se encerró en el cuarto de baño, y tras darse una ducha de agua fría para terminar de despertar, se envolvió en uno de los albornoces que el resort daba como regalo y tomó el teléfono de la habitación.
Tener que volver a la realidad después de pasar una semana entera nada menos que en Hawái, representó un golpe mucho más duro de lo que Olivia hubiera creído, y más aun teniendo en cuenta las circunstancias que los habían obligado a ella y a Erick a reducir un viaje que, en un principio, estaba planeado para dos semanas enteras. El mensaje de Louisa había sido como un enorme puñetazo de realidad justo en la boca del estómago, y si para ella había sido difícil tener que recordar la naturaleza del trato que tenía con Erick, no quería ni imaginarse lo terrible que había sido para él recordar una vez más que estaba a punto de perder a sus hijos para siempre. Luego de haberse entregado por fin al deseo que ambos compartían, su relación se había vuelto mucho más abierta, profunda y, en general, ahora gozaban de una confianza que antes no existía. Hablaban de lo que fuera, y si bien es cierto que no se habían atrevido a tocar el tema del trato que los unía, su naturaleza y el hecho de que
Ver de nuevo a Garrick fue para Erick algo más bien agridulce. Por un lado, le alegraba estar cerca de nuevo del único y verdadero amigo que siempre había tenido, mientras que, por el otro, odiaba que tuviera que ser en circunstancias tan grises como aquella que los ocupaba. En una realidad diferente y un poco más feliz, Erick estaría regresando de su maravillosa luna de miel para contarle los detalles a su compañero, sin embargo, ahí estaba él, reuniéndose una vez más con su abogado para tratar de salvar la relación con sus hijos, a quienes temía perder para siempre. — ¿Cómo estás?—le preguntó Garrick en cuanto ambos se sentaron—. ¿Cómo estuvo el vuelo? —Bien, estuvo bien—respondió Erick, y aunque le costó bastante, logró no hacer una mueca ante el tono tan rasgado e irregular de su propia voz. Tras echarle una rápida mirada y revolver un poco los papeles que llevaba consigo, Garrick comentó: —De verdad, lamento que hayas tenido que volver antes. Sé que tu luna de miel estaba
Convencer a sus padres de esperar un poco para conocer al hombre que ahora era su esposo representó todo un reto, por lo que, mientras se dirigía hacia la casa de Erick, Olivia sintió que se merecía un par de palmaditas en la espalda. Aunque, al mismo tiempo, también necesitaba un poco (mucho) de ayuda, pues no tenía ni la más mínima idea de cómo hacer para decirle a Erick que sus padres estaban en la ciudad y que, por si fuera poco, querían conocerlo cuanto antes. —Llegamos, señora Miller. Escuchar que la llamaban por el apellido de Erick le provocó a Olivia un intenso escalofrío que le recorrió el cuerpo entero en segundos, y que, sin embargo, no resultó del todo desagradable. En realidad, si era completamente sincera, le encantaba cómo sonaba, solo que no podía permitirse pensar de aquella forma, así que prefería engañarse a sí misma. No obstante, lo que sí que no pudo tragar del todo, fueron las miradas mal disimuladas que recibió en su camino hacia la que, desde aquel momen
Por su trabajo, Erick tenía una amplia selección de trajes, todos carísimos y de un muy buen diseño, que no solo lo ayudaban a verse presentable para las importantes reuniones que tenía casi a diario, sino que también le permitían sentirse cómodo y seguro. Nunca había dudado sobre qué ponerse, pues siempre lograba dar con el atuendo perfecto casi que a la primera. Sin embargo, parecía que acababa de hallar la excepción a la regla, pues aunque había tenido nervios de acero al enfrentarse a cientos de empresarios implacables como pirañas, la simple perspectiva de conocer a los padres de la mujer de la que estaba enamorado, con quien se había casado en secreto y por conveniencia, era suficiente para ponerle la carne de gallina y hacer tal estropicio con sus nervios, que cualquier cosa que se ponía le parecía un asco. — ¿Ya estás listo? Cuando el reflejo de Olivia apareció en el espejo, Erick tiró sobre la cama la corbata que se había estado probando y se dio la vuelta. Su esposa habí
Dos días más tarde, Olivia seguía sin poder olvidarse de la forma en la que Erick le había hecho el amor. Porque sí, aunque una parte de ella temía a la verdad, de nada servía negar lo que era más que evidente: el hombre con el que se había casado por fin se había atrevido a llevar el sexo a un punto mucho más personal, mucho más íntimo, regalándole a ella una experiencia maravillosa que no solo la había dejado por las nubes, sino que también la había llenado de incertidumbre y confusión, pues luego de aquello no tenía ni la más mínima idea de cómo sentirse al respecto de su relación con Erick Miller. Se había casado con él creyendo que sería algo de ganar/ganar, y aunque técnicamente seguía siendo así, tampoco era tan ingenua como para creer que lo que había entre ellos seguía siendo casual. Y era justamente esa certeza la que le oprimía el pecho, porque, si ya no tenían algo casual, ¿entonces qué era lo que había entre ellos? Y como si eso no fuera suficiente para sentirse mortific
Al despertar, lo primero que Erick notó fue el calor que lo envolvía como una manta. Desorientado y sin recordar casi nada, se removió un poco antes de abrir los ojos y encontrarse de frente con la tierna mirada de Olivia. Solo entonces recordó todo lo que había pasado, y aunque seguía sintiéndose cómodo y protegido entre los brazos de su esposa, sintió que una parte especialmente grande de su mundo se tambaleaba peligrosamente, amenazando con caer por completo al vacío. — ¿Qué hora es?—preguntó mientras se incorporaba, tratando de no romper el abrazo de Olivia—. ¿Qué pasó? —Son casi las seis—respondió Olivia con una tímida sonrisa—. No sé si lo recuerdas, pero estuvimos hablando un rato y supongo que estabas muy cansado, porque te dormiste poco después de eso. — ¿Por qué no me despertaste para ir a la cama? Debes estar incómoda a más no poder. —En realidad no me importa. Además, no quería despertarte. Ante esto, Erick fue golpeado por una inmensa y poderosa ola del más puro